
Durante el cuarto año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, entre septiembre de 2021 y junio pasado, el Ejército, la Marina y la Guardia Nacional participaron en operativos de “contención” que derivaron en la detención de 345 mil 584 personas migrantes indocumentadas, una cifra récord que supone casi 200 mil migrantes interceptados más que durante el tercer año del presidente, así como un alza de 126%.
De acuerdo con estadísticas publicadas ayer en el Cuarto Informe presidencial, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) es la dependencia militar más activa en tareas de control migratorio: 256 mil 325 migrantes fueron interceptados, de los cuales 218 mil 402, el 85%, fueron detenidos en algún punto de la frontera sur.
Esta cifra significa que, en el cuarto año de López Obrador, el Ejército participó en operativos que supusieron la detención de 166 mil 610 migrantes más que el año previo, un 184% al alza.
Tanto la Sedena como la Marina y la Guardia Nacional no hablan en el informe de “detenciones” como tal, sino de operaciones “de rescate” en coordinación con elementos del Instituto Nacional de Migración (INM), que por ley son los únicos facultados para detener a personas que transiten por el país sin documentos.
Sin embargo, organizaciones civiles nacionales e internacionales, así como activistas y defensores de migrantes, refieren que en realidad el gobierno mexicano lleva al menos desde 2015 —cuando la administración de Enrique Peña Nieto puso en marcha el Plan Frontera Sur— utilizando a soldados y policías para detener migrantes indocumentados y deportarlos.
En cuanto a la Guardia Nacional, este cuerpo de seguridad participó en la detención de 60 mil 861 migrantes sin documentos, 9 mil 216 más que el año previo. La Marina informó que detuvo a 28 mil 668 migrantes, 160% más que en el tercer año de López Obrador.
En total, las tres instituciones reportaron haber participado en operativos que derivaron en la detención de 345 mil 584 personas migrantes. Este dato no concuerda con lo reportado por el propio INM: para el periodo septiembre 2021-junio 2022, el instituto informó que detuvo a 309 mil 430 migrantes, es decir, 36 mil 154 menos de lo reportado por Ejército, Marina y Guardia Nacional.
Por otra parte, de acuerdo con el Cuarto Informe presidencial, el número de elementos de la Guardia Nacional destinados a tareas de control migratorio casi se cuadruplicó este último año: de 2 mil 386 elementos desplegados por el país la cifra escaló a 9 mil 445 elementos, casi 300% al alza.
El número de soldados del Ejército también aumentó ligeramente en 2.5%: de 13 mil 663 militares pasó a 14 mil 013.
En cuanto a la Marina, se pasó de 16 mil 049 elementos a 23 mil 458, 46% más.
En total, de acuerdo con el Cuarto Informe, en el país hay desplegados 46 mil 916 elementos militares y de la Guardia Nacional en tareas de control migratorio, 14 mil 818 más que en el tercer año presidencial, otro 46% más.
Durante el cuarto año de López Obrador, también aumentó el número de migrantes que solicitaron la condición de refugiado en México: de 68 mil 706 personas que lo pidieron se pasó a 111 mil 964, 73% más.
No obstante, en el informe no se precisó a cuántas de esas personas se les concedió finalmente el refugio, y a cuántas se les denegó o su proceso sigue en trámite.
Animal Político publicó el pasado 17 de diciembre un reportaje sobre cómo el gobierno de López Obrador militarizó la detención de migrantes, puesto que en el 82% de las capturas habían participado soldados y policías, según datos del Tercer Informe.
En ese entonces, y a preguntas de este medio por transparencia, Sedena, Marina y la Guardia Nacional precisaron en sus respuestas que su tarea se limita a brindar “seguridad perimetral” a los agentes del INM en los operativos de contención, puesto que esta instancia es la única facultada para detener a una persona por transitar sin documentos. Por ello, ninguna de estas corporaciones habló de “detenciones”, sino de “rescates” y operativos humanitarios.
Alberto Xicoténcatl, director de la Casa del Migrante de Saltillo, en Coahuila, aseguró en entrevista para ese reportaje que, en la práctica, los soldados hacen mucho más que establecer un perímetro de seguridad.
“Quien hace la detención, en términos administrativos, es el INM. Pero, en términos prácticos, quienes hacen los operativos para detener migrantes, quienes los persiguen y los suben en las camionetas detenidos son directamente la Guardia Nacional o el Ejército”, aseguró.
En Tenosique, en la frontera sur mexicana con Guatemala, fray Gabriel Romero, director de la Casa del Migrante La 72, también corroboró esta forma de operar.
“El INM y la Guardia Nacional trabajan a la par. La detención formal la hace el instituto, pero el operativo lo hace la Guardia Nacional”, dijo Romero, que detalló que entre Tenosique y Villahermosa, en un trayecto de apenas 200 kilómetros, contabilizaron al menos ocho retenes del INM y la Guardia. “Hablan de rescates, pero es obvio que son detenciones”, enfatizó.
En Tapachula, otra de las principales puertas de entrada de la migración de Centroamérica, el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova ha documentado sobre el terreno que en los operativos conjuntos la Guardia Nacional emplea “tácticas castrenses” para “encapsular” y detener migrantes.
“Aunque en el papel sea un cuerpo de policía civil, todos sabemos que la Guardia Nacional tiene un corte militar. Y eso lo vemos claramente en las tácticas que utilizan”, expuso Yuriria Salvador, integrante del Fray Matías.
Además, dicho centro señaló que la Guardia Nacional está teniendo un papel muy notorio también en las estaciones y en los centros de detención provisionales, como en Huixtla y Huehuetán, en Chiapas.
“Hemos hecho visitas donde vemos que no hay ni un elemento del INM, que son los que deben tener a cargo a las personas migrantes, sino que está la Guardia Nacional y agentes de seguridad privada”, denunció la activista.
“Es muy visible que la Guardia Nacional se ha convertido en el brazo armado del INM y en el ejecutor de una política migratoria que está basada en la contención y en la detención de las personas migrantes y solicitantes de asilo, y en la militarización del instituto”, subrayó.

La organización, nacida en Alemania durante la Primera Guerra Mundial, ha estado en el centro de la atención tras las acusaciones de abuso contra su fundador.
José Antonio Kast, presidente electo de Chile, es un hombre de profundas convicciones religiosas.
Así lo dejó en claro en su primer discurso, apenas se conocieron los resultados de las votaciones del domingo, cuando afirmó: “Nada es posible si no tuviéramos a Dios”.
“Nada ocurre en la vida, para los que somos de fe, que no sea en relación directa con Dios”, prosiguió.
Y a continuación, pidió a su creador que le concediera “humildemente” la “sabiduría, templanza y fortaleza para estar siempre a la altura” del desafío que asumirá el próximo 11 de marzo, cuando releve a Gabriel Boric en el Palacio de La Moneda.
Estas fueron tres de las cinco frases con carga religiosa que el abogado de 59 años pronunció durante la casi hora que habló ante los miles de sus seguidores que se congregaron en Santiago para celebrar su triunfo en las elecciones presidenciales.
Sin embargo, lo anterior no debería sorprender. ¿La razón? El político y varios de sus hermanos se formaron bajo los lineamientos de Schoenstatt, un movimiento católico conservador que tiene presencia en más de 100 países, incluyendo todos los de América Latina.
Los vínculos del mandatario electo con el movimiento comenzaron gracias “a su hermano mayor, Miguel”, aseguró a BBC Mundo el filósofo chileno Álvaro Ramis Olivo. Miguel Kast se unió a Schoenstatt tras conocer a algunos de sus miembros durante su etapa universitaria.
Sin embargo, otras fuentes sostienen que fueron los padres del político, Michael Kast y Olga Rist, quienes tuvieron el primer contacto con Schoenstatt. Ambos eran profundamente religiosos y devotos de la Virgen María, una práctica muy extendida en la Baviera alemana de donde provenían.
Schoenstatt es “un movimiento apostólico de renovación, nacido en el seno de la Iglesia”, con un marcado “carácter mariano”, según se lee en su página web.
“La formación de un hombre y de una comunidad nueva que sirvan a la Iglesia y a la sociedad” constituye el objetivo de la organización, explicó a BBC Mundo el padre Felipe Ríos, coordinador del movimiento en América.
Schoenstatt fue fundado en octubre de 1914, pocos meses después del estallido de la Primera Guerra Mundial, por el sacerdote alemán José Kentenich (1885-1968).
Su nombre proviene de un pueblo ubicado en la zona de Vallendar, a orillas del río Rin, en el actual estado de Renania-Palatinado, al oeste de Alemania y cerca de las fronteras con Luxemburgo y Bélgica.
Kentenich, quien era miembro de la Sociedad del Apostolado Católico -mejor conocida como Padres palotinos-, era profesor en un seminario que la orden tenía en la localidad de Schoenstatt, palabra alemana que se puede traducir literalmente como “lugar hermoso”.
El religioso, junto a un grupo de estudiantes, restauró una pequeña capilla ubicada en los jardines del seminario y pidió a la Virgen María que la convirtiera en un lugar de peregrinación.
Uno de los signos distintivos de este grupo es que en donde tienen presencia levantan replicas idénticas a la capilla alemana.
“Mucho antes de que cadenas de comida rápida como McDonald’s descubrieran el efecto cultural de establecimientos totalmente idénticos, el Espíritu Santo en Schoenstatt comenzó a hacerlo”, se lee en el sitio web de la agrupación, en el cual se asegura que actualmente hay 200 “santuarios filiales” en todo el mundo.
Pero, ¿qué es exactamente Schoenstatt? ¿Se trata de una congregación religiosa o de algo distinto?
“Es una organización dentro de la Iglesia católica que nació con la idea de que los laicos podían realizar tareas similares a las de las órdenes religiosas, pero con autonomía respecto de los jerarcas eclesiásticos”, explicó a BBC Mundo el filósofo chileno Ramis.
“El movimiento cuenta con una rama laica -personas que no han tomado los hábitos- y otra religiosa, que incluye una orden sacerdotal y una comunidad de mujeres laicas consagradas. Estas se asemejan mucho a las monjas, aunque no lo son, ya que no toman votos”, añadió el experto en teología, quien es rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano de Chile.
La historiadora italiana Alexandra von Teuffenbach, además de confirmar que el grupo está conformado por “varias ramas”, señaló que algunas de ellas son “institutos seculares”; es decir, organizaciones cuyos miembros, sin ser religiosos, se comprometen a vivir en pobreza, castidad y obediencia, permaneciendo al mismo tiempo en su entorno social y profesional habitual.
“Comparar a Schoenstatt con el Opus Dei es acertado”, afirmó la investigadora a BBC Mundo, cuando se le mencionaron otras agrupaciones católicas que podrían considerarse equiparables.
Sin embargo, Ramis advirtió que existen diferencias significativas entre Schoenstatt y la organización fundada por el español Josemaría Escrivá de Balaguer.
“Aunque existen semejanzas, Schoenstatt no ha intentado influir en la política. En cambio, durante el franquismo en España, el Opus Dei aprovechó la coyuntura para ubicar a sus miembros en puestos clave de la economía y la banca, los llamados ‘tecnócratas'”, puntualizó el académico chileno.
Hasta la elección de Kast, solo otro miembro de este movimiento católico había ocupado un alto cargo en Chile: su hermano mayor, Miguel, quien se desempeñó como ministro y presidente del Banco Central durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
“Este grupo prioriza la vida familiar más que la vida pública”, explicó Ramis.
“Y aunque comparte con el Opus Dei el rigorismo sexual y moral, no tiene un tono tan culpabilizador. No recurre a penitencias como las flagelaciones o el silicio como se denuncia del Opus Dei”, dijo.
“Tiene una fuerte implantación en clases adineradas, aunque también en sectores medios, profesionales y empresariales. No es progresista, sino bastante conservador, pero en algunos elementos se ve un mayor pluralismo ideológico que otras organizaciones de la Iglesia”, remató.
Los calificativos de “ultracatólico” o “ultraconservador” que desde algunos sectores de la sociedad y de la prensa se le da a Schoenstatt no le quitan el sueño a Ríos.
“Somos un movimiento dentro de la Iglesia católica y, por lo tanto, seguimos sus lineamientos. En mi opinión, no somos de los más conservadores dentro de la Iglesia”, remató.
Sudamérica fue la primera región fuera de Europa a la que Schoenstatt se extendió, de acuerdo con los registros de la organización.
En la primera mitad de la década de 1930, uno de los seguidores del padre Kentenich llegó a Argentina y, para 1935, se le sumaron cuatro Hermanas de María, integrantes de una de las organizaciones religiosas femeninas que forman Schoenstatt.
Casi simultáneamente arribaron miembros del movimiento a Brasil y, dos años después, ya estaban presentes en Uruguay.
Actualmente, el movimiento católico tiene presencia en todos los países de América Latina, salvo “algunas islas del Caribe, las dos Guyanas y Surinam”, aseveró Ríos.
“Funcionamos más bien desde los santuarios; solo entre Chile, Argentina y Brasil hay casi 80”, agregó el representante de Schoenstatt, quien indicó que también administran más de una docena de colegios en cuatro países (Chile, Argentina, Ecuador y México), así como un hospital en Buenos Aires (Sanatorio Mater Dei) y otras obras dedicadas a “los más pobres”.
La expansión por la región fue impulsada por el propio fundador, quien la visitó en varias ocasiones, según se lee en su biografía.
“Chile, por ejemplo, es uno de los lugares donde Schoenstatt tiene mayor fuerza internacional, debido a que su fundador vivió un tiempo aquí”, explicó Ramis.
En 1941, agentes de la Gestapo detuvieron al religioso por sus enseñanzas y, meses después, fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde permaneció hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Tras el conflicto bélico, los años de persecusión sufridos en manos de los nazis le otorgaron un nuevo prestigio a Kentenich pero, para finales de la década de 1940, sectores de la jerarquía católica alemana comenzaron a ver con preocupación la forma en que este hombre dirigía el movimiento y el control que ejercía sobre sus miembros.
“La autoridad suprema, a saber, el director general (Kentenich) y la superiora general, son los ‘padres’, es decir, ‘padre de la familia’ y ‘madre de la familia’. Las Hermanas son hijas o niñas. Pero, en la práctica, la ‘madre de la familia’ está totalmente sometida a la voluntad del ‘padre de la familia’, que para todas las Hermanas se equipara a Dios”, alertó en 1949 monseñor Bernhard Stein, obispo auxiliar de Tréveris, a sus colegas de la Conferencia Episcopal de Alemania.
Además, algunas de las hermanas señalaron al sacerdote de haber abusado de ellas.
En 1951 el papa Pío XII separó a Kentenich de su posición dentro de Schoenstatt y lo envió al exilio en Estados Unidos donde permaneció 14 años hasta que se le permitió regresar a Alemania, donde murió en 1965.
“Los seguidores de Kentenich nunca han negado este episodio, pero lo presentaron como un conflicto de poder, donde Kentenich fue víctima de celos y envidias de jerarcas de la Iglesia”, afirmó Ramis.
Sin embargo, en 2020 la historiadora italiana Von Teuffenbach publicó el primero de sus dos libros sobre Schoenstatt y su fundador.
En su obra, la investigadora afirmó que Kentenich abusó sexualmente de una integrante de Schoenstatt en Chile en 1947, según la información contenida en los diarios de uno de los investigadores que el Vaticano envió en la década de 1950 para indagar sobre él y su movimiento, así como a partir de archivos del pontificado de Pío XII (1939-1958).
Desde Schoenstatt han negado los señalamientos, aunque han admitido que algunos aspectos del comportamiento de su fundador son controvertidos. Sin embargo, la experta considera que los hechos le dan la razón.
“En el caso de Kentenich, el proceso que llevó a los decretos y al exilio en EE.UU., como también a la prohibición de tener contactos con las monjas, se basa en motivaciones que no están escritas en los decretos. Pero vienen explicadas en los ‘actos’, y en ellos se detallan todas las pruebas que se encontraron. Y sobre esta base los jueces (del Santo Oficio) decidieron”, agregó.
Los señalamientos de Von Teuffenbach contribuyeron a paralizar el proceso de beatificación del sacerdote, iniciado en 1975.
“Cuando la Iglesia beatifica a alguien afirma: este hombre o mujer es un ejemplo para todos. Yo reconozco ciertamente que Kentenich escribió cosas interesantes y seguramente hizo cosas buenas, pero no querría en absoluto que fuera considerado como ejemplo de vida cristiana”, remató la historiadora.
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