Reynalda, una madre buscadora de Sinaloa, lleva casi cuatro años sin ver a su hijo. Ella estaba esperando un camión urbano cuando vio al joven pasar en su motocicleta por las calles de la colonia Adolfo López Mateos, en Culiacán. Después, ya no supo de él.
Javier Ernesto Vélez Pulido desaparecidó en diciembre de 2020. Desde entonces, Reynalda ha encabezado marchas, exigido hablar con el gobernador Rubén Rocha Moya y con el entonces alcalde Jesús Estrada Ferreiro. Sin embargo, asegura que no hay apoyo de las autoridades.
También ha solicitado a la Comisión Estatal de Búsqueda que su hijo sea buscado en los puntos donde hay indicios que podrían estar sus restos, ya que después de varios años ella ha enfocado sus esfuerzos en buscarlo sin vida.
“Ya no llegamos al lugar que yo quería. Jamás se volvió a dar la búsqueda”, lamenta Reynalda.
Reynalda afirma que la desaparición de su hijo fue a manos de las autoridades. De acuerdo con testimonios que ella ha recabado, una patrulla de la Policía Municipal, con el número 0138, se llevó a su hijo mientras él estaba haciendo fila en una tortillería.
Reynalda ha denunciado que las autoridades no han ofrecido apoyo para las búsquedas, por lo que paga con sus recursos gasolina, comida y agua para las personas que se han sumado a la búsqueda de su hijo. La mayoría de las veces es solo su familia porque no hay dinero para invitar, aunque sea de beber, a un gran grupo.
“El día 8 (de junio) mi hijo cumplió tres años ocho meses. ¿Cuál es mi frustración? Que yo sigo pagando búsquedas. La búsqueda que no hace la Comisión de Búsqueda me cuesta a mí”, reclama.
“Yo he perdido mucho en el caso de mi hijo; sin embargo, las autoridades son las que reciben el sueldo, el recurso, el apoyo, ¿y dónde quedamos nosotros como víctimas? En una pérdida económica que no sabría yo decir cuánto he gastado en la búsqueda de mi hijo”.
Aunado a la difícil situación económica y familiar que la desaparición de una persona representa para una familia, Reynalda debe enfrentarse a la revictimización.
En redes sociales y en la calle, las personas tachan a su hijo de delincuente bajo el argumento de que “a las personas buenas” no las desaparecen.
Sin embargo, la madre asegura que su hijo no tenía lujos y tampoco existen indicios de que fuese delincuente.
Reynalda cuenta que la moto en la que viajaba Neto, cómo le decían de cariño a su hijo, era rentada. Pagaba 600 pesos a la semana para poder usarla y con ella podía trabajar haciendo mandados y como ayudante de albañil.
“A mí las autoridades me han dado un trabajo que no me corresponde. A mí no me corresponde contestar extorsiones, a mí no me corresponde buscar desaparecidos, a mí no me corresponde buscar a mi hijo; sin embargo estoy haciendo algo por la sociedad; y lo único que ha hecho la sociedad y el gobierno es tachar a mi hijo de esto y lo otro, cuando el plebe ni huaraches tenía, yo le acababa de comprar huaraches a ese ‘puntero’, a ese ‘mafioso’, a ese ‘narco’ le acaba de comprar huaraches porque el plebe era albañil”, señala.
“Es triste ver la situación que vivimos como sociedad, y ver que no somos empáticos con la desaparición de una criatura de 16 años”.
Con sus propios medios y organizándose con madres buscadoras, el grupo liderado por Reynalda ha localizado 28 cuerpos en menos de tres años.
De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Búsqueda, en México hay 116 mil 204 personas desaparecidas y no localizadas.
Los estados con mayor casos de desaparecidos son Jalisco con 12 mil 713, Tamaulipas 10 mil 346, Estado de México 7 mil 228 y Veracruz con 5 mil 449.
A nivel nacional, se tiene registro de 88 mil 356 hombres desaparecidos, 27 mil 292 mujeres y en 555 casos no se identificó el sexo de la víctima.
La victoria de los liberales parecía improbable hace solo unos meses, cuando el Partido Conservador de Pierre Poilievre lideraba las encuestas con una amplia ventaja. Pero todo cambió con el regreso de Trump a la Casa Blanca.
El Partido Liberal liderado por el primer ministro Mark Carney se impuso este lunes en las elecciones federales celebradas en Canadá, unos comicios marcados por la guerra comercial con Estados Unidos y la amenaza de anexión planteada por el presidente de ese país, Donald Trump.
Carney, de 60 años, había asumido el cargo de primer ministro en marzo tras ser elegido por los liberales para sustituir a Justin Trudeau, quien anunció su renuncia en enero pero permaneció en el cargo hasta que su formación eligió a su nuevo líder.
La victoria de los liberales parecía improbable hace solo unos meses, cuando el Partido Conservador de Pierre Poilievre lideraba las encuestas con una amplia ventaja.
Pero todo cambió con el regreso de Trump a la Casa Blanca en enero y el inicio de la guerra comercial entre los dos vecinos de Norteamérica.
Si bien Mark Carney carecía de experiencia en la política, sus largos años en la gestión de crisis económicas internacionales se convirtieron en su mayor activo en la campaña electoral.
Desde que asumió el cargo, Carney dejó claro que iba a plantar cara al presidente estadounidense porque, según dijo, es necesario “enfrentarse a un matón”.
“Los estadounidenses quieren nuestros recursos, nuestra tierra, nuestra agua, nuestro país… Canadá nunca formará parte de Estados Unidos de ninguna forma”, afirmó en su primer discurso como líder de su partido en marzo pasado.
Carney tiene un currículum poco común para un político que debe dirigir una de las mayores economías del mundo.
Es el primer jefe del ejecutivo de su país que no ha sido antes legislador ni ha ocupado ningún cargo gubernamental en Canadá.
Pese a ello, Carney ha sido pionero en muchos de los hitos de su carrera.
Fue la primera persona no británica en convertirse en gobernador del Banco de Inglaterra en los más de 300 años de historia de esa institución cuando asumió el cargo en 2013.
Además, fue la primera persona en liderar dos bancos centrales de países distintos del G7, ya que, anteriormente, había guiado a su país a través de la gran recesión de 2008 como gobernador del Banco de Canadá.
Hijo de un director de instituto, estudió con una beca en la Universidad de Harvard, en EE.UU., donde practicó el más canadiense de los deportes, el hockey sobre hielo. En 1995 se doctoró en Economía por la Universidad de Oxford, en Reino Unido.
Tras acabar sus estudios, Carney pasó 13 años trabajando en el banco de inversión Goldman Sachs.
En 2003 abandonó el sector privado para incorporarse al Banco de Canadá como vicegobernador, y después trabajó para el ministerio de Finanzas canadiense como viceministro adjunto principal.
Con 42 años fue nombrado gobernador del Banco de Canadá en 2007, poco antes de que los mercados mundiales se desplomaran. Su liderazgo en el banco central canadiense durante la “gran recesión” fue ampliamente elogiado por ayudar a su país a evitar lo peor de la crisis.
En 2013 lo convencieron para convertirse en gobernador del Banco de Inglaterra, cargo que ocuparía hasta 2020.
Fue su trayectoria en el sector financiero privado la que lo expuso a las críticas más duras de sus rivales políticos en Canadá durante la campaña electoral.
Por ejemplo, los conservadores acusaron a Carney de mentir sobre su papel en el traslado de la sede de la firma de inversión canadiense Brookfield Asset Management de Toronto a Nueva York en 2024.
También lo presionaron para que revelara sus activos financieros. Carney depositó sus activos en un fideicomiso ciego y aseguró que cumple plenamente con las normas vigentes sobre conflictos de intereses.
En 2024 los conservadores tenían una ventaja de 20 puntos porcentuales sobre los liberales en las encuestas nacionales.
Todo indicaba que el líder de los conservadores, Pierre Poilievre, sería el próximo primer ministro de Canadá.
Pero a principios de 2025, se sucedieron rápidamente una serie de eventos que trastocaron el panorama político canadiense: la renuncia de Justin Trudeau, el posterior nombramiento de Carney como líder de los liberales y primer ministro; y el regreso de Trump a la Casa Blanca con las consiguientes amenazas y aranceles.
Para cuando se convocaron las elecciones a mediados de marzo, los liberales de Carney estaban empatados en las encuestas con los conservadores, y a principios de abril, según las encuestas nacionales, habían logrado una ligera ventaja.
Lo que algunos medios describieron como “el efecto Trump” fue un cambio de suerte sorprendente para los liberales. Aparentemente muertos y enterrados, ahora parecían capaces de ganar una cuarta elección consecutiva, algo que sucedió este lunes.
Carney se presentó ante los votantes como el hombre más preparado para afrontar este momento crítico: un banquero sólido que ayudó a guiar la economía de Canadá durante la crisis financiera de 2008 y, posteriormente, la de Reino Unido durante el Brexit.
Los partidarios de Carney y muchos canadienses ven en él un aplomo que ha calmado sus ansiedades ante las amenazas de Trump de imponer aranceles y sus reiteradas sugerencias de que el país debería convertirse en el 51º estado de Estados Unidos.
La salida del poder de Justin Trudeau, cuya popularidad se había hundido tras una década en el poder, liberó una enorme presión, afirma Shachi Kurl, presidenta del Instituto Angus Reid, una organización sin fines de lucro dedicada a la investigación de la opinión pública.
Muchos votantes comenzaron a migrar hacia los liberales de Carney, impulsados por Trump, el “personaje principal” de estas elecciones, según Kurl.
“Las amenazas, los rumores de anexión, todo eso ha sido un gran incentivo para los votantes de centro-izquierda”.
El anuncio de Trump a finales de marzo sobre los aranceles globales a las importaciones de automóviles extranjeros le permitió a Carney alejarse de la campaña y asumir el papel de primer ministro.
Así, no se vio sometido a una dura campaña electoral, ya que sus obligaciones como primer ministro lo mantenían ocupado. En cualquier caso, se considera que tanto en la campaña como en los debates con sus rivales políticos tuvo un buen desempeño.
En el cambiante panorama político, Poilievre y los conservadores parecieron tener dificultades para afianzarse.
Poilievre tuvo que defenderse de las críticas de sus rivales políticos, que lo acusaban de ser un “min Trump”, con su estilo combativo, sus promesas de acabar con la “ideología progresista” y su disposición a enfrentarse a la “élite global”.
Dado que gran parte de la campaña estuvo dominada por la relación entre Estados Unidos y Canadá, y la guerra comercial, muchos temas -como el clima, la inmigración o la reconciliación con las comunidades indígenas- quedaron en un segundo plano.
Tanto Carney como Poilievre coincidieron durante la campaña en las prioridades para Canadá: la necesidad de reducir la dependencia de Estados Unidos; el desarrollo de los sectores del petróleo, el gas y la minería; la protección de los trabajadores afectados por los aranceles; y el aumento del gasto en defensa.
Además de su enfoque inflexible sobre Trump, Carney también propuso diversas políticas para abordar los problemas internos de su país.
Es conocido por su defensa de la sostenibilidad ambiental. En 2019, se convirtió en enviado especial de la ONU para el cambio climático y, en 2021 lanzó la Alianza Financiera de Glasgow para el Cero Neto, una agrupación de bancos e instituciones financieras que trabajan para combatir el cambio climático.
Uno de los aspectos más polémicos del gobierno de Trudeau fue el impuesto al carbono, que obligaba a los canadienses a pagar un impuesto sobre las emisiones de carbono. Los conservadores prometieron repetidamente eliminar el impuesto, que, según afirmaban, no beneficiaba al medio ambiente.
Poco después de jurar el cargo de primer ministro en marzo, Carney firmó una orden que eliminaba el impuesto a partir del 1 de abril.
“Esto marcará la diferencia para los canadienses que se encuentran en apuros”, declaró entonces.
Durante la campaña, también abogó por convertir a Canadá en una superpotencia energética “limpia y convencional” y por acelerar la aprobación de grandes proyectos energéticos.
Carney se ha definido como “pragmático” al ser preguntado sobre posibles conflictos entre sus políticas energéticas y sus valores climáticos.
En materia de inmigración, Carney ha abogado por limitar los objetivos actuales de inmigración para garantizar que los sistemas de vivienda y salud de Canadá no se vean afectados.
Su principal misión, según ha declarado, será mantener el crecimiento de la economía canadiense, a pesar de la desaceleración del comercio con Estados Unidos.
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