Pese a que las infancias son una tercera parte de la población mundial afectada por la crisis ambiental, no se les destina más que el 2.4 % del presupuesto global para combatir los efectos del cambio climático, y nada de esos recursos son para la primera infancia (0 a 6 años).
Esto en un contexto en el que diferentes adversidades ponen en riesgo a las niñas y niños en sus primeros años de vida. En el mundo, 181 millones viven en situación de pobreza, 1 de cada 6 –es decir 468 millones– en zonas de conflicto, 43.3 millones son desplazados forzados, mientras que un 99 % ya sufren algún tipo de choque o evento extremo climático.
De acuerdo con Jorge Cuartas, especialista en análisis del desarrollo humano en contextos de adversidad –como pobreza y violencia–, las infancias están expuestas de por sí a diversos factores que les afectan, como la pobreza, que genera brechas importantes de desarrollo cognitivo, motor y del lenguaje, así como del socioemocional, que siguen a lo largo de la vida y se van expandiendo.
En tanto, la violencia se expresa también en formas socialmente aceptadas que generan miedo, amenaza y estrés, y conducen a un desarrollo neuronal atípico, sobre todo en las áreas que juegan un rol central en la función ejecutiva y habilidades sociales y emocionales, como la regulación y resolución de conflictos.
A estas, se suma ahora una nueva adversidad: en diversos países se ha documentado que el calor excesivo, derivado de la crisis climática, puede afectar el desarrollo infantil temprano, por lo que es necesaria una agenda latinoamericana que pueda incidir en este fenómeno, aseguró durante su participación en el Foro Internacional de Primera Infancia 2024, organizado por el Centro de Primera Infancia del Tec de Monterrey.
“Lo que se aporta a la primera infancia es, primero, insignificante, y segundo, una vergüenza. Ahora mismo de los fondos de cambio climático que existen, relacionados a todos los temas, aun siendo que una tercera parte de la población del mundo son niños, solamente 2.4 % del dinero existente se dedica a infancias, ninguno de este dinero se dedica a primera infancia; estamos hablando de que hay una necesidad de financiamiento”, puntualizó Adrián Cerezo, especialista en ecología social, desarrollo infantil y educación comunitaria.
También detalló que los tres temas que hoy se discuten en las negociaciones de cambio climático, y que deberían incluir a las infancias, son las pérdidas y daños, la mitigación y la adaptación. Por ello, es necesario crear las posibilidades para que los sistemas de financiamiento de cambio climático tengan las condiciones para generar dinero destinado a países vulnerables, incluido México, para el apoyo a los servicios de primera infancia.
El contexto migratorio cada vez más creciente y complejo en el mundo representa otro factor que agrava los panoramas adversos para la primera infancia, luego de que la población migrante en América Latina se ha duplicado entre 1990 y 2020 al pasar de 7 a 15 millones de migrantes en la región.
En tanto, el número de niños y niñas de primera infancia en situación de movilidad aumentó en un 140 % entre 2015 y 2020, de medio millón a 1.2 millones. Tan solo los niños, niñas y adolescentes que cruzan el Tapón del Darién, en Panamá, han pasado de 522 en 2018 a más de 113 mil en 2023, y cerca de un 50 % son menores de 6 años.
Si bien hoy existe una mayor heterogeneidad en sus países de origen, la mayor parte de esa migración proviene de Venezuela, Ecuador y Haití, pero también algunos países de África y Asia. Los otros factores adversos que de por sí viven las infancias, como la pobreza, la violencia y los eventos causados por el cambio climático, generan a su vez mayor presión sobre la migración.
A ello se suma que ante sistemas con poca capacidad para recibir a las personas migrantes, estas llegan a sus comunidades de acogida en contexto de pobreza, lo que nuevamente los coloca en mayor pobreza y vulnerabilidad.
De acuerdo con el tablero estadístico de la Organización Internacional de Migraciones y la Secretaría de Gobernación, durante 2024 en México se han registrado más de 108 mil eventos migratorios que involucran a niñas, niños y adolescentes, mientras que en 2019 habían sido 53 mil 500. A partir de 2021 la cifra creció a más de 77 mil y para 2023 superó los 113 mil.
Para las niñas y niños, las condiciones migratorias que prevalecen hoy provocan afectaciones físicas y exposición a estrés tóxico que afecta la arquitectura cerebral con repercusiones sobre la salud física y emocional, crisis de identidad que se produce por el desarraigo y una pérdida de conciencia de sí mismos que se manifiesta en sentidos de inferioridad y vergüenza, y el riesgo de no poder construir capacidades de resiliencia para superar las adversidades como consecuencia de una ruta marcada por situaciones complejas y ambivalentes, destacó Carlos del Castillo, asesor de incidencia en primera infancia en emergencias en América Latina.
En ese contexto, solo 1 de cada 3 niños en edad preescolar en contextos de crisis accede a servicios de educación inicial, más de la mitad no han recibido un paquete mínimo de intervención nutricional en los últimos tres meses, 45.9 % de niñas y niños entre 6 meses y 4 años se encuentran en pobreza alimentaria y casi la mitad de las familias reportan que sus hijos estuvieron expuestos a situaciones de negligencia y vulneración de derechos, y no recibieron apoyo.
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Por ello, es indispensable, de acuerdo con el experto, que los países que reciben niños migrantes reconozcan la atención integral a la primera infancia migrante como un derecho para todas las niñas y niños entre 0 y 5 años, y que ese derecho se haga efectivo en todas las fases de la emergencia; que se garantice la identidad de todos los niños migrantes sin documento y la nacionalidad de aquellos en condición de apatridia, y que se implementen medidas migratorias, como el estatus de refugiado, para garantizar el acceso a sus derechos.
Además, el impacto desproporcionado que tienen las emergencias en la primera infancia no corresponde a los recursos que se destinan a la atención de esta población, que es apenas el 3 %. “Que los servicios que ofrece el país de acogida incluyan todos estos enfoques de apoyo y capacidad de resiliencia, habilidades sociales y emocionales para poder generar procesos de cohesión social entre los niños migrantes y los niños de la comunidad de acogida”, concluyó Del Castillo.
Los votantes que le dieron la victoria quieren ver precios bajos como los que había antes de la pandemia. Y aunque la inflación actual de EE.UU. es de solo 2,4%, la rabia persiste. ¿Qué está pasando?
Una de las causas del triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos fue la preocupación de los votantes por el estado de la economía.
Y puede resultar paradójico si se analiza el estado global de la principal economía del mundo.
“La economía, estúpido”, es el lema que refleja en la política estadounidense que son las finanzas las que deciden las elecciones en el país.
Y si nos atenemos a eso, podríamos haber pensado que triunfaría Kamala Harris como heredera de la economía del gobierno de Joe Biden.
Al fin y al cabo, el nivel de crecimiento, el desempleo en mínimos históricos, el haber evitado la recesión que muchos temían y una inflación de apenas un 2,4% podrían parecer indicadores muy positivos. Y lo son.
Pero estas elecciones reflejaron casi como ninguna otra la brecha entre las buenas cifras de la macroeconomía y la economía familiar de las personas, preocupadas por la inflación que creció durante la pandemia y que en los últimos años ha provocado un alza de precios que se mantiene, aunque su incremento ya se haya mitigado.
El gobierno de Biden tuvo que lidiar con los efectos económicos de la pandemia de 2020 y de la crisis energética desatada por la invasión de Rusia en Ucrania en febrero de 2022 y de acuerdo a los datos económicos, lo hizo bien.
Pero los números muestran una realidad que la gente no ve reflejada en su vida diaria.
“Aquí se paga US$5 por una docena de huevos. Antes costaba US$1”, comenta Samuel Negrón, un puertorriqueño de la ciudad de Allentown, en Pensilvania.
En ese estado, uno de los más decisivos en la contienda electoral, los demócratas ganaron en 2020, pero perdieron en las últimas elecciones.
“Es simple en realidad. Nos gustaba cómo eran las cosas hace cuatro años”, le dice Negrón a la BBC.
Trump supo capitalizar esa brecha entre los números y la percepción personal de la economía que muchos estadounidenses sentían al pagar en la caja del supermercado o la renta de su vivienda.
Estados Unidos tuvo la recuperación post-pandémica más fuerte dentro del Grupo de los Siete (conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), según los datos del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).
En los cuatro años del gobierno de Biden, el PIB real creció a una tasa anual promedio de 3,2%, un resultado considerado por economistas de distintos colores políticos como un logro importante en medio de las vicisitudes que impuso el contexto internacional.
Una de las principales banderas de los demócratas durante la campaña electoral fue el récord de creación de empleo en este mandato: casi 16 millones de puestos de trabajo nuevos.
Y siguiendo con el mercado laboral, el desempleo -que rondaba el 7% cuando Trump dejó la presidencia- hoy está en 4,1%, considerado un muy buen nivel para la economía estadounidense.
En 2023 el desempleo incluso alcanzó su nivel más bajo en 54 años.
El gasto de los consumidores creció a una tasa anual del 3,7%, el nivel más alto en casi dos años. Eso quiere decir que pese al malestar con el costo de la vida, la gente sigue comprando. Y aunque el endeudamiento de los hogares aumentó a partir del 2021, su ritmo se desaceleró este año.
En cuanto a la inflación interanual, con las cifras disponibles hasta septiembre, ésta aumentó un 2,4% en los últimos 12 meses, muy cerca del nivel óptimo de 2% que se ha fijado el país.
Para comparar, la Unión Europea tiene una inflación anual del 2,1%.
Y en el mismo período, los salarios estadounidenses crecieron casi el doble que la inflación, al subir un 4,6%
Pero entonces, ¿cómo se explica la desconexión entre las buenas cifras macroeconómicas y el malestar de la gente?
Pese a las buenas cifras, una gran parte de los estadounidenses está decepcionado. Y el malestar tiene su origen, en la mayoría de los casos, en el aumento de los precios durante los últimos cuatro años.
Una parte de la explicación se puede ver en este gráfico que muestra cómo la inflación subió cerca de un 20% bajo el mandato de Biden.
Y aunque el 2,4% de inflación es un nivel bajo o moderado, los precios siguen estando más caros desde que la pandemia comenzó en febrero de 2020.
Sólo un 6% de los 400 productos monitoreados por la Oficina de Estadísticas Laborales está más barato hoy que entonces.
Y aunque los sueldos aumentaron casi en la misma proporción (sin que se perdiera poder adquisitivo), lo que quedó en la retina de los consumidores fue la gigantesca escalada en los precios en los últimos cuatro años.
En contraste, las cosas estuvieron comparativamente bastante bien para el bolsillo de los estadounidenses bajo el mandato de Trump (2017-2021).
La inflación acumulada en sus cuatro años de gobierno fue de un 7,8% (frente al 20% de los años de Biden), mientras que los salarios subieron casi el doble.
Don Leonard, académico de la Universidad de Ohio, plantea en diálogo con BBC Mundo que las preocupaciones de los estadounidenses sobre la economía no son un mero problema de percepción.
Su argumento es que al menos 20 millones de hogares estadounidenses tienen buenos motivos para estar desilusionados.
“Esos hogares han sufrido un dolor económico real que no es tan fácil de detectar en los datos económicos oficiales”, sostiene. “No es solo un sentimiento pesimista injustificado”.
Leonard dice que al trabajar con promedios, se crea un “un sesgo” que no permite mostrar lo difícil que es la vida diaria de los estadounidenses de menores ingresos, que gastan mucho más (como porcentaje de sus ingresos), en vivienda, alimentos o salud.
El segmento salarial en el que Trump logró mayor ventaja respecto a Kamala (53% frente a 45%) fue el que va entre US$30.000 y US$49.000
Y muchos demócratas, en tanto, insisten en que la frustración de la gente no está justificada.
Sin embargo, hay una gran parte de la población, dice Leonard, que no califica para recibir asistencia del gobierno, pero tiene dificultades económicas en su vida diaria. “No es que estén hipnotizados, lo están pasando mal”.
Algunos analistas creen que en la derrota demócrata fue fundamental la narrativa, es decir, que la campaña no supo comunicar bien los logros económicos del gobierno de Biden y plantear, a partir de ahí, un camino prometedor.
El malestar con la economía también ha estado influido por el alto costo del crédito.
Frente al máximo inflacionario de 9,1% en junio de 2022, el mayor en 40 años, la Reserva Federal (equivalente a un banco central) inició una agresiva política de aumento de tasas de interés que ayudó a ir reduciendo la inflación, pero afectó las finanzas personales.
Los estadounidenses, acostumbrados a vivir con crédito, sufrieron el impacto del aumento en las tasas de interés a la hora de comprar un auto, pagar las tarjetas o conseguir una hipoteca.
Muchos se sintieron acorralados entre la inflación y las tasas de interés, votando finalmente por el cambio. Las tasas sólo empezaron a bajar poco antes de la elección sin dar tiempo a que se refleje en los bolsillos de los votantes.
Y ese es otro elemento a tener en cuenta, dicen algunos analistas políticos.
La crisis generada por la pandemia y la guerra en Ucrania le pasó la cuenta a varios gobiernos que buscaban la reelección y perdieron ante un electorado cansado de los problemas económicos que han afectado sus finanzas personales.
“¿Estás mejor ahora o hace 4 años?”, les preguntaba Trump a los votantes en la campaña en busca de su apoyo. Muchos percibieron que ahora están peor a pesar de lo que digan las cifras macroeconómicas.
Y votaron por un cambio a la espera de que se refleje también en los precios que ven en los supermercados, la gasolinera o el pago de la renta.
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