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Quitar horario extendido de escuelas de tiempo completo afecta a los más vulnerables; planteles privados lo mantienen
Quitar horario extendido de escuelas de tiempo completo afecta a los más vulnerables; planteles privados lo mantienen
Cuartoscuro
6 minutos de lectura

Quitar horario extendido de escuelas de tiempo completo afecta a los más vulnerables; planteles privados lo mantienen

El programa de Escuelas de Tiempo Completo beneficiaban a más de 3 millones de alumnos de educación básica con clases en horario extendido y alimentación, sobre todo entre las zonas más marginadas del país.
08 de marzo, 2022
Por: Nayeli Roldán
@freddAP 

“Hay personas que sí pueden ir por sus hijos, o que tienen a los abuelos que van a recogerlos, pero hay quienes no tenemos esas opciones. Tampoco puedo dejar de trabajar. Si así a penas vamos”. Lucía resume así lo que está pasando en su familia tras la desaparición del programa Escuelas de Tiempo Completo. 

No está muy enterada de las razones que dio el presidente Andrés Manuel López Obrador para eliminar el programa que había venido funcionando desde 2006 y que incluía un horario extendido para alumnos de planteles públicos, pero sí tiene claro el impacto: su hija no se ha incorporado a clases presenciales porque no hay quién pueda recogerla a las 12:30 de la tarde. 

Su hija va en cuarto año de primaria, y aunque este año han regresado a clases presenciales en su escuela Miguel Hidalgo en la Paz, Baja California, ella sigue recibiendo por WhatsApp las actividades que manda la maestra, pero no ha tenido lecciones porque ya no hay clases disponibles en Classroom, la herramienta digital que tuvieron durante la pandemia. 

“Yo trato de enseñarle en las tardes. Comemos y nos ponemos a hacer tarea. 

Tengo que buscar en Google para yo poder entenderle a los temas y luego explicarle a ella, pero hay algunos que no entiendo y lo dejamos”, dice en entrevista telefónica. 

Lucía es trabajadora del hogar cuatro días de la semana, por eso es que el horario extendido en la primaria de su hija era de ayuda porque terminando de trabajar iba por la niña y pasaba el resto de la tarde con ella. Su hija mayor, ahora en preparatoria también estuvo en esa primaria.

“Me costó mucho trabajo que entraran las dos a esa escuela, porque no todas tenían ese horario, pero además de que nos ayudaba, también tenían clases d inglés, de computación”. 

Aunque algunas entidades como Puebla, Michoacán, Querétaro o la Ciudad de México advirtieron que sostendrán el programa de Escuelas de Tiempo Completo con recursos propios, la decisión corresponderá a cada estado y su posibilidad presupuestal. Situación que antes estaba resuelta puesto que los recursos eran federales. En Baja California Sur, por ejemplo, donde vive Lucía, no han anunciado algo así. De hecho, la secretaria de Educación de la entidad, Alicia Meza, aseguró que los recursos se utilizarán para la infraestructura escolar, como lo ha sostenido el presidente.  

Al presidente, si lo tuviera enfrente, “le diría que debería pensar en los papás que trabajamos. Nos afecta mucho que haya retirado ese horario”, dice. Aunque no ha decidido qué hacer, si dejar que su hija pierda el horario escolar o seguir así, sin poderle enseñar lo que se necesita. Piensa en que una posibilidad será trabajar los cinco días a la semana por la misma paga, pero con menos horas de trabajo por día para que pudiera recoger a la niña en la primaria. 

Pero por lo pronto, la brecha entre el aprendizaje y los servicios que recibe sigue ampliándose con respecto a estudiantes de escuelas privadas. 

Liliana Gutiérrez, madre de dos estudiantes de primaria también en La Paz, Baja California, explica que en el Instituto Bilingüe del Valle mantienen un esquema híbrido, en el que asisten a clases dos semanas a clases en un horario extendido de 7:45 a 2:45 y una semana tienen clases virtuales en casa. Considera que si bien la pandemia trajo retos para la enseñanza en general, las brechas entre la educación pública y privada siguen ampliándose. 

Alejandro Gómez, cuyos hijos estudian en el Colegio Florencia Nightingale, asegura que el horario extendido representa tener más oportunidades laborales para ambos padres. Aunque su esposa perdió el empleo durante la pandemia, “la idea es que retome su carrera profesional”, mientras sus hijos toman clases de karate en las horas ampliadas en la escuela particular. 

Mariana es abogada y sus hijos han estado en escuelas públicas desde el kínder, asegura que “nunca había sentido tanto abandono, tanto desprecio. Es como si nos dijeran, rásquense por sus propias uñas”. Hace unos días le informaron en la secundaria Heriberto Jara Corona que dejarían de tener jornada ampliada y los estudiantes saldrían a las 13:40 horas. 

Su hija, de primero de secundaria, tendría que regresar sola, pero “lo que quiero evitar es que ella ande sola. Es peligroso. No pienso de ninguna manera arriesgarla, pero sí me resulta complicado porque a veces tengo audiencias a las 2 de la tarde. Me parte todo, no alcanzaría a trabajar ni a regresar por ella”, dice. 

“Muchas familias estamos reconfigurándonos después de la pandemia. En mi casa murió mi cuñada y dejó a dos niños pequeños. Nos hemos organizado para llevar a los niños a la escuela, hacer tareas. No es que solo nos encarguemos de nuestros hijos, sino de otros que nos están necesitando”. 

“Nadie nos ha preguntado nuestra opinión ni la manera en que nos están afectando en reducir el horario. Además parecer que el mensaje para las mujeres es que ‘no vas a trabajar, te vas a seguir quedando en casa. Si no tienes un hijo tienes que cuidar de él o de un enfermo o ser la que limpia’. Una decisión como esta nos afecta mucho en lo profesional. Yo quiero seguir ejerciendo mi carrera y prácticamente nos ponen trabas para que no lo hagamos”. 

El programa de Escuelas de Tiempo Completo tenía 12 años de operación. Inició en el sexenio de Felipe Calderón, se mantuvo en la administración de Enrique Peña Nieto, pero a partir de 2019, en el primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador comenzaron los recortes presupuestales. Primero de 50% menos y luego de asignarle cero pesos. 

El presupuesto que se destinaba a este, ahora está en el programa de la actual administración La Escuela es Nuestra dedicado solo a mejorar la infraestructura de los planteles. El dinero es entregado a los comités escolares, integrados por padres de familia y maestros, quienes deciden qué obra hacer y se tienen que hacer cargo de las contrataciones y comprobaciones del gasto. Eso, según ha dicho el presidente López Obrador, para evitar a los “intermediarios”, para que el dinero llegue directo, como reiteró este lunes.  

Sin embargo, la Auditoría Superior de la Federación detectó que el programa tiene deficiencias y ni siquiera hay certeza de que el dinero público realmente esté cumpliendo el objetivo de mejorar la infraestructura de las escuelas porque 1 de cada 2 pesos no ha tenido comprobación del gasto

De los 537 millones de pesos auditados en 2019, la mitad no se sabe en qué se invirtieron, pues las escuelas solo entregaron notas de remisión, en otros planteles se denunciaron robos o que las tesoreras no entregaron los recursos, entre otras irregularidades. 

El programa de Escuelas de Tiempo Completo beneficiaban a más de 3 millones de alumnos de educación básica con clases en horario extendido y alimentación, sobre todo entre las zonas más marginadas del país.

En la revisión al programa realizada por el Coneval en 2018, a 12 años de su creación, se analizaron los resultados obtenidos por los alumnos en la prueba PLANEA respecto de aprendizaje de matemáticas y lengua, y se concluyó que las escuelas integradas al programa lograron disminuir el número de estudiantes en rezago.  

Los alumnos de sexto grado de Escuelas de Tiempo Completo “registran una disminución promedio de 3.1 puntos porcentuales en el porcentaje de alumnos correspondientes al nivel I de desempeño en matemáticas y un incremento de 1.6 puntos porcentuales en el nivel IV”, dice la evaluación.

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Imagen BBC
Racionalidad vs. Superstición: ¿Por qué incluso las mentes más lógicas creen en lo absurdo?
7 minutos de lectura

La mente humana intenta asociar distintos eventos que le permitan anticiparse a la realidad, lo que deriva en supersticiones.

17 de septiembre, 2024
Por: BBC News Mundo
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Según he escuchado alguna vez, la actriz española Elsa Pataky llevaba calcetines de diferente color en una de sus primeras audiciones en Hollywood.

Con las prisas se puso los primeros que encontró por casa. La audición le fue genial. En el siguiente casting, volvió a su costumbre habitual de lucir calcetines emparejados, y la prueba le salió fatal. A partir de ese momento, Elsa Pataky siempre lleva calcetines de distinto color en sus audiciones.

Le dan buena suerte.

No dispongo de pruebas de la veracidad de esta anécdota, pero es un excelente modelo de cómo se forja y se consolida una superstición en nuestra mente. Confío en que Elsa Pataky no se moleste por utilizarla como ejemplo. Toquemos madera.

Tendencia predictiva

Una de las principales motivaciones de la mente humana es la necesidad de encontrar asociaciones entre distintos eventos que le permitan anticiparse a la realidad.

La selección natural ha favorecido la búsqueda de relaciones causa-efecto para descubrir las reglas del mundo y así promover la supervivencia y la reproducción.

Somos buscadores compulsivos de conexiones, arqueólogos de la regularidad, futurólogos intuitivos. Nuestro sistema cognitivo tiene alergia a la ambigüedad y a la incertidumbre. La asociación de eventos es el antídoto para esta “reacción alérgica mental”.

Las supersticiones son el lado oscuro de esa tendencia predictiva tan útil para la supervivencia: asocian eventos que, en realidad, no están relacionados de ninguna forma. ¿Qué tendrá que ver el color de los calcetines con las dotes actorales de Elsa Pataky?.

La tendencia humana a predecir el mundo inventa estas conexiones. Al fin y al cabo, el aprendizaje de asociaciones es la piedra angular de nuestra adquisición de comportamientos.

Con las supersticiones, esos mecanismos asociativos se pasan de largo, pecan por exceso.

Qué dice la ciencia

El primer acercamiento científico a la conducta supersticiosa la realizó en 1948 el psicólogo B. F. Skinner mediante un famoso estudio con palomas.

Skinner programó que la dispensación de comida ocurriera de manera automática cada quince segundos. Hicieran lo que hicieran, las palomas recibirían alimento con esa cadencia.

Transcurrido un tiempo, el científico norteamericano comprobó que la mayoría de las aves (seis de ocho, en concreto) habían desarrollado sus propios rituales supersticiosos para conseguir la comida.

Vaquita de San Antonio.
Getty Images
La superstición determina conexiones ficticias entre distintos eventos.

Una paloma daba vueltas sobre sí misma, otras movían la cabeza de un lado a otro y otra picoteaba el suelo.

Este fenómeno se denomina “condicionamiento adventicio” para diferenciarlo del aprendizaje por “condicionamiento operante”, cuando el animal aprende en función de las consecuencias positivas o negativas realmente causadas por su comportamiento.

Con humanos se han encontrado resultados muy similares mediante tareas en las que se instauran conexiones ficticias entre eventos.

De hecho, hay todo un campo de estudio en Psicología dedicado a las ilusiones de causalidad, que incluso se han relacionado con la proliferación de pseudomedicinas alternativas, como la homeopatía o el reiki, o las creencias paranormales.

El “sesgo de confirmación”

Cuando ya hemos creado una conexión causal entre eventos, uno de los mecanismos que fomenta su mantenimiento es el llamado “sesgo de confirmación”, que forma parte de nuestra caja de herramientas cognitivas.

Tendemos a prestar más atención a aquellos sucesos que confirman nuestras creencias que a los que las contradicen: “Siempre que lavo el coche, llueve”; “el repartidor de Amazon siempre llega cuando no estoy en casa”.

Trébol de la suerte.
Getty Images
Determinados objetos pueden convertirse en amuletos de la suerte para los supersticiosos.

Olvidamos con facilidad las numerosas veces que no se cumplieron tales predicciones. Y, al mismo tiempo, recordamos vivamente el momento en que ocurrieron esos incómodos eventos debido al impacto emocional que generan.

Otro mecanismo que favorece el mantenimiento de las supersticiones se basa en lo que los psicólogos denominan “profecía autocumplida”. Es decir, la propia creencia en una predicción puede hacer que se convierta en realidad a través de nuestras acciones.

Así, si obligamos a Elsa Pataky a llevar calcetines del mismo color para su siguiente audición, probablemente se pondrá muy nerviosa al no disponer de su amuleto y su rendimiento se verá seriamente afectado.

La actriz llegará a la conclusión de que se confirma su profecía, aunque haya sido ella misma quien se ha ocupado de ratificarla.

Nuestras supersticiones nos esclavizan: si las ignoramos, la ansiedad hará que rindamos peor. Que se lo digan a los deportistas, acumuladores compulsivos de manías, rituales y supersticiones.

“Por si acaso”

Las supersticiones son absurdas, pero generalmente fáciles de cumplir.

Se mantienen gracias al “por si acaso” y al “¿y si fuera cierto?”. Tocar madera, no pasar por debajo de una escalera, no brindar con agua, cruzar los dedos: todos son actos muy fáciles de realizar, muy baratos.

Herradura.
Getty Images
El físico Niels Bohr tenía colgada una herradura en la pared de su despacho para la buena suerte.

El físico Niels Bohr (1885-1962) tenía colgada una herradura en la pared de su despacho. Cuando le preguntaron cómo era posible que una de las mentes más analíticas de su tiempo creyera en amuletos, Bohr respondió: “No creo en ellos, pero me han dicho que dan suerte incluso a los que no creen en ellos”.

Tampoco cuesta tanto, ¿no? La conducta supersticiosa lo tendría más difícil si tuviéramos que realizar cien flexiones para acumular suerte antes de un examen. Somos tontos, pero no tanto como para ganarle a la pereza.

El vínculo con la cultura

A menudo, las supersticiones se implantan en el acervo de las tradiciones y costumbres de una sociedad. Nos permiten identificarnos con los valores de nuestra cultura, a través de hábitos y rituales compartidos.

Resulta sencillo imaginar que la superstición de Elsa Pataky se extendiera entre la población y que la gente llevara calcetines desparejados en el examen de conducir o en sus citas de Tinder.

Muchas supersticiones culturales tienen raíces centenarias o incluso milenarias, lo que dificulta mucho rastrear sus orígenes.

Parece que tocar madera proviene de las antiguas creencias celtas sobre las almas que habitaban los árboles.

Por su parte, los gatos negros se asociaban a las brujas durante la Edad Media, aunque en Escocia es símbolo de buena suerte. Una bonita demostración de la arbitrariedad de las supersticiones, por cierto.

El número trece tiene muy mala prensa. Según la compañía Otis, en torno al 85 % de sus ascensores instalados en edificios más de doce plantas omiten el botón con el número trece.

Parece que el origen está relacionado con Judas Iscariote, el comensal número trece en la Última Cena del cristianismo. El miedo al Viernes 13 combina esta superstición numérica con el recuerdo de la celebración del Viernes Santo, día fatídico en el que fue crucificado Jesucristo.

De la lógica a la intuición

Somos seres racionales… pero de los que toman raciones en los bares, tal y como declama la banda Siniestro Total en una de sus canciones. Nuestra racionalidad natural no es lógica sino bio-lógica o psico-lógica.

La evolución nos ha dotado de un arsenal de atajos cognitivos para procesar grandes cantidades de información y tomar decisiones rápidas (generalmente exitosas) con los datos parciales y ambiguos que recibimos del medio.

Un gato negra y una escalera.
Getty Images
Los gatos negros o pasar por debajo de una escalara pueden ser sinónimo de mala suerte para los supersticiosos.

En cambio, el ejercicio del pensamiento lógico y razonado requiere de la fatigosa tarea de disciplinar nuestra mente para prevenir las falacias y sesgos del pensamiento humano.

Ambos sistemas de pensamiento habitan en nosotros sin aparente conflicto.

Por un lado, un sistema intuitivo y automático que está guiado por reglas de andar por casa y que puede derivar en sesgos y falacias del pensamiento.

Por el otro lado, un sistema analítico y reflexivo pero más lento y más costoso, que en las condiciones adecuadas puede comportarse de manera racional y lógica.

Por eso, incluso en las mentes más racionales y analíticas pueden residir creencias irracionales y supersticiones absurdas. Que se lo digan a Niels Bohr, con su herradura de la suerte.

Cuando nos quitamos la bata del científico o la toga del juez, nuestra mente es tan crédula como la de nuestros antepasados prehistóricos. Cruzaremos los dedos para que la razón no nos abandone del todo.

*Pedro Raúl Montoro Martínez es profesor titular del Departamento de Psicología Básica I de la UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia, en Madrid.

Línea gris.
BBC

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