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Agua perdida: los miles de millones de litros desperdiciados por fugas en México
Agua perdida: los miles de millones de litros desperdiciados por fugas en México
Imagen: Esteban Silva/Causa Natura Media
13 minutos de lectura

Agua perdida: los miles de millones de litros desperdiciados por fugas en México

Las fugas de agua potable no son el único causante de la escasez, pero sí el síntoma de una infraestructura hidráulica en deterioro. Cada año se reporta un promedio mínimo de 600 mil fugas. En municipios como Ecatepec, la atención no alcanza a reparar ni la mitad.
25 de junio, 2024
Por: Patricia Ramírez/Causa Natura Media

Abrir la llave y dejar correr el agua a diario es algo que jamás ha ocurrido en la colonia Ciudad Cuauhtémoc. Lavar, cocinar y tomar un baño son necesidades condicionadas a los días en los que llega el agua. En decenas de casas de este barrio de Ecatepec, al oriente del Estado de México, hace dos meses que nada sale por la tubería.

Desde hace más de 30 años que la vida es así.

Cuando el agua llega, es por las noches. Desvelarse para limpiar y recolectar la mayor cantidad de litros posibles se volvió una costumbre. El resto del mes, se raciona en tambos y cisternas, se reutiliza hasta tres veces, se compran garrafones y, cuando hay dinero, se pagan pipas.

A las vecinas les resulta interesante que cuando el agua sale por la llave, también brota en las calles. Fugas de líquido transparente e inoloro, se mezclan con el drenaje y corren por las avenidas empinadas. A pesar de los reportes vecinales, tienen tanto tiempo sin repararse, que ya se sabe en donde están. Una en esta calle, otra en la esquina, tres más en la siguiente cuadra.

Varias veces han visto el agua salir en la calle antes que en sus propias casas.

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Fuga en Avenida Nacional, Ecatepec, Estado de México. Foto: Patricia Ramírez/Causa Natura Media

 

En una colonia como Ciudad Cuauhtémoc, donde el agua no es un derecho de todos los días, ver el desperdicio en las calles es inquietante para sus pobladores. Una realidad que se repite en otros barrios de Ecatepec; en otros municipios del Estado de México; y en otros estados, como Guanajuato, Ciudad de México, Nuevo León, Sinaloa, Querétaro y Tabasco.

En promedio, el 40% del agua potable del país que se envía por la tubería se pierde en fugas, documentan investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Las fugas no son las únicas causantes de la escasez, pero sí el síntoma de una infraestructura hidráulica en deterioro.

Detrás de las cifras hay sistemas de agua que pasan meses sin atender una fuga. Éstas pueden durar tanto tiempo que se forman socavones.

El incremento en la demanda de agua, las construcciones sin planificación y las zonas sísmicas también son factores que incrementan la probabilidad de fugas. Mientras se proponen algunas soluciones, el personal institucional y el presupuesto destinado a la reparación de la tubería se ven superados

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Coches salpican agua fugada en Chiconautla, Ecatepec. Foto: Patricia Ramírez/Causa Natura Media

 

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Colonia Ciudad Cuauhtémoc, Ecatepec. Foto: Patricia Ramírez/Causa Natura Media

 

Para este reportaje se realizaron más de 600 solicitudes de información a los sistemas de agua en operación y los cinco municipios más poblados de cada entidad con el objetivo de dimensionar la pérdida de agua en la red hidráulica nacional.

Se contactó a la Comisión Nacional del Agua (Conagua), al Servicio del Agua Potable Alcantarillado y Saneamiento de Ecatepec de Morelos (Sapase) y al Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) para obtener más información sobre el mantenimiento de la red y los reportes ciudadanos, pero hasta el cierre de edición no hubo respuesta.

Ecatepec, entre pérdidas y desigualdad

Elisa Espinosa se mudó de Veracruz cuando consiguió un terreno en la colonia Ciudad Cuauhtémoc hace 40 años. “Me gustaba porque parecía un campo”, recuerda mientras camina por las calles llenas de casas, mitad fachadas de color y mitad obra negra. La colonia se construyó a los pies del cerro de Chiconautla, uno de los nueve pueblos fundadores de Ecatepec.

Desde el inicio, no había agua. Los vecinos bajaban a la avenida para llenar sus tambos con las pipas que enviaba el municipio. En aquel tiempo no resultó preocupante porque la colonia recién se poblaba y había planes de construcción de una red hidráulica.

“Pero aún cuando nos pusieron la red, no llegó diario. Al principio caía cada 8 días”, recuerda Elisa.

Actualmente el suministro de agua tarda en promedio un mes, a veces se extiende hasta dos o más. Las pipas públicas ya no llegan cuando las piden y las privadas sólo aceptan dejar el suministro cuando se trata de grandes cantidades como cisternas completas. No cubetas, no tambos, no llenados a medias. Los costos alcanzan los 3 mil 500 pesos mensuales.

“Es gastar en lo que no tenemos”, dice Perla Serrano, habitante de la colonia desde hace 21 años, a un grupo de vecinas. Todas las presentes, incluida Elisa Espinosa, asienten.

Lee más | Escasez de agua en Oaxaca: colonias tardan hasta 50 días en recibir abasto; hospitales y restaurantes suspenden servicio

Se trata de cinco mujeres, sentadas en la orilla de la banqueta, protegiéndose del sol del mediodía, reunidas para hablar sobre cómo va la escasez después de las elecciones presidenciales del pasado 2 de junio. La respuesta es la misma: el agua no ha llegado.

Desde hace años que todas se organizan llevando oficios a Sapase, que es el organismo encargado de los servicios de agua potable, alcantarillado y saneamiento de Ecatepec. Una de sus principales demandas es el mantenimiento de la tubería para mitigar las fugas.

La mayoría de las veces, las acciones del organismo son tardadas o nulas.

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Perla Serrano en Ciudad Cuauhtémoc. Foto: Patricia Ramírez/Causa Natura Media

 

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Rompimiento en la banqueta por donde se fuga el agua, según lo reportado. Foto: Patricia Ramírez/Causa Natura Media

 

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Paola Serrano y Elisa Espinosa, junto con otras vecinas organizadas, recorren Ciudad Cuauhtémoc Foto: Patricia Ramírez/Causa Natura Media

 

En los registros de fugas de agua entregados vía solicitud de información para este reportaje, el Sapase reconoce la falta de atención al mantenimiento de la red hidráulica en Ecatepec.

En 2023, Sapase sólo atendió el 45% de las fugas de agua en todo el municipio. De un total de 5 mil 957 reportes, se repararon 2 mil 682.

Hay registros de fugas con fecha de 1 de enero de 2023 que hasta abril 2024 continúan con el estatus: en proceso de atención. Los años anteriores el tiempo de respuesta no fue más efectivo. En 2022 apenas se alcanzó a reparar el 19.1% de los reportes. El 2021 alcanzaron el 44%.

La Unidad de Transparencia de Sapase explica en su respuesta que “no se tiene estimado el tiempo entre el reporte y la reparación, ni la cantidad de agua fugada”. Sin embargo, las fechas de los reportes indican que tardan desde 24 horas hasta un mes en remediar la tubería. Algunas superan el medio año, y luego están las que siguen sin atender desde el anterior.

“Tenemos tres fugas en esta calle que llevamos, sin mentirle, seis años reportándolas y no han podido venir porque nos dicen que no tienen material, que tienen muchas fugas que atender, que (vendrán) hasta que nos toque… Nunca nos ha tocado”, explica Perla mientras extiende las copias de los oficios que enviaron.

“Por medio de la presente nos dirigimos a usted con el debido respeto que se merece para solicitarle de la manera más atenta que nos apoyen con el cambio de la tubería”, inicia uno de los documentos, con fecha del 30 de junio de 2021, destinado al presidente municipal de Ecatepec, Fernando Vilchis.

Lee también | Día mundial del agua en un contexto de crisis hídrica y elecciones

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Fugas identificadas durante recorrido con vecinas organizadas de la colonia Ciudad Cuauhtémoc. En rojo las fugas de agua potable, en naranja las fugas de drenaje, y en morado las fugas que ya fueron reparadas. Foto: Patricia Ramírez/Causa Natura Media

 

El problema en números

Ecatepec es el primer municipio en mayor desatención de fugas de agua. Pero en cantidad, es el quinto lugar a nivel Estado de México.

Tlalnepantla, municipio que también forma parte del Área Metropolitana de la Ciudad de México, tiene el primer lugar a nivel estado desde el 2021. El promedio anual es de 14 mil 500 fugas al año.

A éste le siguen Tecámac y Naucalpan con un promedio de 8 mil fugas anuales, y posteriormente están Cuautitlán Izcalli y Ecatepec con un estimado de 5 mil.

Si hablamos a nivel nacional, las cifras se duplican. En 2023 la ciudad de Culiacán, Sinaloa, es la que reportó más fugas de agua en todo el país con 35 mil 866 fugas. A ésta le siguieron Tijuana, Baja California, con 32 mil; Monterrey, Nuevo León, con 23 mil 113, y Ensenada, Baja California, con 21 mil 664. Sólo en ese año.

Mientras que, en un histórico de enero de 2019 hasta abril 2024, la ciudad con más fugas es Hermosillo, Sonora, que acumula 255 mil 826.

Para este reportaje el equipo de periodismo de Causa Natura Media solicitó las causas, los litros perdidos y el tiempo que duraron las fugas, pero no todos los sistemas de agua municipales llevan un desglose de la información.

Varios de ellos ni siquiera llevan un registro de fugas como es el caso de Valparaíso, Zacatecas; Tanquián de Escobedo, San Luis Potosí, y Pueblo Nuevo, Durango. Mientras que la mayoría no cuenta con un historial de administraciones pasadas, por lo que los datos antes del 2019 son dispersos.

En otros casos, hay municipios que no cuentan con su propio sistema de aguas o un área en el gobierno local que responda a la problemática, por lo que se desconoce cuál es su situación respecto a la red hidráulica.

Una mayor cantidad de fugas no siempre resulta en más agua desperdiciada. De los 508 municipios consultados para este reportaje, sólo 40 llevan un conteo de lo perdido. Si consideramos sólo la información entregada para esta muestra, en 2023 se fugaron mínimo 38 mil millones de litros en la red primaria y secundaria. Lo suficiente para llenar tres mil 800 pipas o 15 mil albercas olímpicas.

Sin embargo, casi el total de esta cifra corresponde a Tabasco, ya que es la única entidad que lleva una medición estimada del agua fugada. Ese año alcanzó los 36 mil millones de litros en 15 de sus 17 municipios.

A nivel de sistemas hídricos regionales, el Sistema Cutzamala, que abastece a la Ciudad de México y el Estado de México, ha perdido más de 31 millones 600 mil litros desde 2021 hasta abril 2024, de acuerdo con información compartida por la Conagua vía transparencia.

Las causas suelen ser daños en las tuberías por antigüedad de éstas y la falta de mantenimiento. Algunos factores externos son las construcciones y el flujo constante de vehículos de carga que generan presión en los suelos.

Estos reportes de fugas no incluyen las afectaciones ocasionadas intencionalmente. Durante los últimos años en México se ha incrementado el llamado “huachicoleo del agua”, robos de agua potable en distintas partes de la infraestructura que realizan personas para beneficio propio o de terceros.

Movimientos en el suelo

“Toda la infraestructura no está preparada para soportar la deformación paulatina del terreno”, plantea Wendy Morales, académica del Instituto de Geología de la UNAM. “En el centro del país vemos los hundimientos permanentes y cómo van avanzando milímetros cada mes. Es una constante de décadas, un daño permanente a la infraestructura”, señala en entrevista.

Como geóloga, Morales ve la pérdida de agua desde los factores naturales del suelo. Los hundimientos, los deslizamientos de la tierra, los sismos, entre otros, están impactado en la red hidráulica nacional. Lo que también provoca las fugas. A lo que se suma la actividad humana.

“Al final tenemos que asociar que muchos de los peligros geológicos son socio naturales. Se presentan de manera natural, pero hay un efecto por parte del humano que los potencializa”, señala la académica.

Un ejemplo es la construcción desmedida de edificios, corporativos o grandes obras de infraestructura que representan una carga al suelo. En el centro de México, donde los cimientos se pusieron hace siglos sobre un lago, cada peso cuenta.

“Y en ese sentido no solamente es la carga que le das al suelo a la hora de construir más, también implica que requieren más servicios, y al requerir más servicios, conlleva a sobreexplotar el acuífero incrementando estos peligros geológicos”, explica Morales.

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Las construcciones desmedidas y la alta demanda en el servicio de agua suman a los riesgos geológicos y sus impactos. Foto: Patricia Ramírez/Causa Natura Media

 

Dinero, dinero

Para encontrar soluciones, la respuesta inmediata parece ser el presupuesto.

En enero pasado, el gobierno de la Ciudad de México informó que para reducir los tiempos de atención, de enero a noviembre de 2023 habían invertido 12 millones de pesos para atender 11 mil 138 fugas. Ante los cuestionamientos sobre la escasez, se habla de habilitar pozos, construir nuevos y poner más presas, pero los planes enfocados a la rehabilitación de lo ya existente quedan de lado.

En lugares como la alcaldía de Iztapalapa, actualmente operan módulos de distribución de agua donde los residentes pueden solicitar pipas. En la colonia de San Juan Xalpa, cerca de Cerro de la Estrella, diariamente salen entre 40 y 60, de 9 de la mañana a 4 de la tarde, para abastecer a quienes tengan problemas con el suministro.

“Pero lo que nosotros queremos es agua por la red”, dice una de las vecinas en la fila del módulo.

En otras entidades como Sinaloa, que también tienen gran cantidad de fugas, en 2023 el gobernador Rubén Rocha Moya declaró que tenían una inversión sin precedentes en infraestructura hidráulica gracias a los 27 mil 809 millones de pesos que recibiría el gobierno del estado por parte del gobierno federal.

En Nuevo León, las declaraciones de los funcionarios son similares. En diciembre de 2022 el gobernador Samuel García anunció que durante los próximos dos años se tendrían proyectos con inversión privada para mejora y ampliación de infraestructura de agua potable y saneamiento. Un monto total de 627 millones de pesos.

Pero las medidas aún no repercuten en la disminución de fugas y en algunos otros estados el presupuesto no alcanza para las grandes inversiones.

En el Estado de México, el gobierno recientemente anunció el programa “Mujeres Plomeras” en el que 75 mujeres de Ecatepec, Tlalnepantla y Valle de Chalco serían capacitadas para aprender de reparaciones de fugas en sus hogares. Aunque la mayoría de pérdidas ocurran en la vía pública.

“La situación es muy compleja. No se puede ver solamente desde un área. No podemos decir que cambiando toda la infraestructura se va a solucionar el problema. Esto es algo que tiene que ver con cómo estamos utilizando el agua, para quienes se distribuye, la educación que tenemos para el consumo…”, dice la académica Wendy Morales.

Cada año en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) se destina dinero para la infraestructura de agua potable, alcantarillado y saneamiento. Mismo que se divide en acciones de conservación para el Sistema Cutzamala, en el Valle de México; la red intermunicipal para comunidades Yaquis, en Sonora; la construcción de la Presa Libertad para abastecimiento en la Zona Metropolitana de Monterrey, Nuevo León, entre otras.

Si bien el PEF tuvo un incremento del 69.1% de 2022 a 2023, para 2024 disminuyó en un 45%.

Para las especialistas entrevistadas para este reportaje, más allá de lo presupuestario, el problema es el plan de acción.

“Es posible conocer cuánta agua estamos extrayendo, pero no tenemos cuánta agua está llegando a cada hogar y cuánta está saliendo. No tenemos medidores suficientes para saber al 100% cuánta agua estamos perdiendo”, explica Claudia Rojas Serna, investigadora del Departamento de Ingeniería de Procesos e Hidráulica de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en Iztapalapa.

Para la investigadora el primer paso es conseguir la información definitiva de las ganancias y las pérdidas. Un paso clave que no se ha dado.

“Lo primero que deberíamos hacer es poder conocer cuánta agua está llegando a las casas y también a cada una de las industrias, porque incluso las industrias no tienen un medidor confiable que nos diga cuánta agua están usando”, agrega Rojas.

En el estudio “Perspectivas del agua en el Valle de México”, elaborado por investigadores de la Red de Agua de la UNAM, se advierte que la falta de información inhibe la participación social y que haya mayor apertura a las soluciones.

“En general, se advierten problemas con relación a la disponibilidad, calidad, acceso y difusión de la información necesaria, no sólo para la toma de decisiones sino para la elaboración de proyectos de investigación, así como para los procesos de participación, y ello redunda en falta de confianza en la autoridad”, indican en el estudio.

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Módulo de atención para solicitar una pipa de agua en Iztapalapa, Ciudad de México Foto: Patricia Ramírez/Causa Natura Media

 

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Ruptura en la banqueta donde se fuga el agua en Ecatepec Foto: Patricia Ramírez/Causa Natura Media

 

Recientemente la UNAM publicó como historia de éxito que un grupo de emprendedores universitarios de Ingeniería Química e Ingeniería Civil habían lanzado la empresa “Tubepol”, para crear una infraestructura totalmente nueva dentro de otra dañada sin excavar de más.

En algunas otras ocasiones, son los mismos vecinos quienes pagan por remediar las tuberías o se organizan para hacerlo con sus propias herramientas.

Las propuestas y los recursos están, pero parecen dispersos.

Cuando a Elisa Espinosa se le pregunta si alguna vez, cuando el suministro no llegó, pensó en mudarse, la negativa no llega. Ella dice que sería feliz si tuviera agua a diario y un cuarto en la planta alta de su casa para ver la noche. La altura en la que está Ciudad Cuauhtémoc permite que al oscurecer el paisaje sean sólo las luces que iluminan la capital y sus alrededores. Una vista de mirador desde la profundidad de Ecatepec.

“Yo le digo a mis hijos que con eso estaría bien”, reafirma Elisa.

El resto de las pobladoras piensa lo mismo: no van a dejar el lugar donde cimentaron sus hogares. Han encontrado la manera de resistir por años sin que el agua llegue todos los días y lo que queda es la convicción para encontrar soluciones. Aunque en la reunión del día de hoy sólo sean ellas cinco, como reconocen con pena y molestia.

“Ojalá esto se sepa más y puedan hacer algo, porque aquí la atención no es igual para todos”, dice Perla Serrano frente al grupo de vecinas organizadas. Todas las presentes, incluida Elisa Espinosa, secundan con un sí.

*Este es el primer reportaje la serie #RedEnAbandono, un especial sobre las pérdidas y los daños alrededor de la infraestructura hidráulica en México. Publicado originalmente en Causa Natura Media.

 

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MAIA, la escuela pionera en Centroamérica que impulsa el talento de niñas indígenas en Guatemala
10 minutos de lectura

BBC Mundo viajó a Guatemala para visitar la escuela que transforma el futuro de cientos de niñas de pueblos mayas en situación de pobreza con una educación de alto rendimiento, liderazgo y acompañamiento familiar.

23 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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Cincuenta niñas de pueblos mayas ingresan cada año a una escuela que cambia no solo su futuro, sino también el de sus familias y el de una de las comunidades más desfavorecidas de Guatemala.

Para conocer su historia. BBC Mundo viajó a Sololá, un departamento bañado por el lago Atitlán con vistas privilegiadas al imponente volcán San Pedro.

Pese al frecuente flujo de visitantes en uno de los principales enclaves turísticos del país, la pobreza predomina en la provincia, donde el 96% de la población pertenece a comunidades mayas y el 75% vive con menos de US$2 al día.

En una de las carreteras que suben hacia las montañas desde el municipio cabecera de Sololá llegamos al Colegio Impacto MAIA, un oasis educativo en este entorno rural marcado por la falta de desarrollo y oportunidades.

En sus instalaciones, que incluyen un edificio de tres plantas con aulas, comedor, biblioteca y espacios deportivos, más de 300 alumnas de 40 comunidades indígenas reciben una educación de alto rendimiento que combina el currículo oficial con programas de liderazgo, acompañamiento familiar y formación socioemocional.

Cada estudiante permanece siete años en MAIA con la meta de alcanzar al menos 15 años de escolaridad y acceder a la universidad o a un empleo formal.

Los resultados son contundentes: en las pruebas nacionales de matemáticas, las alumnas alcanzan un 86% frente al 13% del promedio nacional, y el 60% ya estudia en la universidad.

Todo ello en el país con los peores datos educativos de América Latina: Guatemala invierte US$841 por estudiante cada año, la cifra más baja entre 56 naciones analizadas por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Solo un 35% de los jóvenes guatemaltecos finaliza secundaria y el ratio baja al 14,7% en el caso de las mujeres indígenas, de las que solo un 1,5% logra completar estudios universitarios.

En casa de Yazmín

Yazmín en su casa
BBC
Visitamos la casa de Yazmín, donde asistimos a una sesión de acompañamiento con su familia.

Más de la mitad de niñas indígenas guatemaltecas son madres antes de los 20 años, según datos de Unicef, y en áreas rurales como Sololá es frecuente que se casen y queden embarazadas a los 15 o 16.

MAIA trata de brindar un espacio para cambiar estas estadísticas y que las jóvenes no dejen los estudios a edades tempranas.

Es el caso de Yazmín, de 14 años, que cursa segundo grado en MAIA, donde llegó procedente de la escuela pública de su comunidad en Sololá donde “lo que enseñaban no era mucho”, y además “había estudiantes preferidos, que eran varones”.

“Ya tienes 15, estás lista para casarte” es un consejo habitual que los adultos transmiten a las jóvenes en su comunidad, afirma Yazmín.

Cuando la joven ingresó en MAIA un curso atrás estaba muy rezagada, con bajos niveles en comprensión lectora y ciencias, pero asegura haber avanzado mucho desde entonces.

No es un caso aislado: según explican las educadoras del colegio, la mayoría de alumnas ingresa a los 11, 12 o 13 años con un nivel equivalente al de tercero o cuarto de primaria, pese a que ya deberían estar en secundaria.

Para cerrar esa brecha, MAIA aplica un programa intensivo de nivelación y acompañamiento que, en cuestión de meses, permite a las jóvenes recuperar el terreno perdido y adaptarse a un estándar académico más alto.

Alumnas con un microscopio
MAIA
Las prácticas y experimentos son prioritarios en las clases.

La escuela también aplica dinámicas grupales y juegos didácticos para potenciar las habilidades sociales de las alumnas.

“Antes era una chica muy apagada, sin relacionarme con los demás. Ahora soy muy sociable, tanto con mis compañeras como con los profesores”, nos explica Yazmín.

Esa misma tarde acudimos con ella a una actividad extraescolar un tanto peculiar: Ana Yaxón, mentora de MAIA, visita su domicilio para una sesión de acompañamiento.

Para llegar hasta donde vive la joven con sus padres y sus dos hermanos caminamos ladera arriba durante 10 minutos por estrechas e intrincadas veredas de tierra entre plantaciones de maíz.

En su casa nos reciben Carlos, ayudante de albañil, y María, ama de casa, a quienes acompañamos en la sesión con su hija Yazmín y la mentora, Ana.

Familia de Yazmín y la mentora de MAIA
BBC
A través de juegos, la mentora de MAIA enseña la importancia de que las niñas estudien y se empoderen.

En una mezcla de español con su idioma ancestral, el kaqchikel, los cuatro participan en un juego de mesa que representa la vida de una joven guatemalteca: la casilla de completar estudios de secundaria permite lanzar de nuevo el dado; la de quedarse embarazada a los 15 devuelve la ficha casi al inicio.

Al finalizar, reflexionan sobre el resultado y debaten las enseñanzas que les ha brindado el tablero.

Los padres de Yazmín se casaron jóvenes -“yo estaba por cumplir 16”, dice María; “yo tenía 18”, añade Carlos- pero, a diferencia de otros vecinos en la comunidad, ellos visualizan un destino diferente para su hija.

“Queremos que nuestra hija se gradúe y que sea una profesional, que ella construya su propio futuro, que cumpla lo que yo no cumplí. No le voy a decir ‘no te cases’, pero lo primero es el estudio”, nos comenta su madre.

La familia reconoce que la economía siempre ha sido un obstáculo a la hora de recibir educación, e incluso a veces les ha faltado comida o dinero para el autobús que cada mañana lleva a Yazmín a la escuela.

Por eso, con el asesoramiento de MAIA, instalaron pequeños hábitos financieros: “Tenemos alcancías en la casa para guardar cada quetzal que nos sobra, y mi mamá abrió una cuenta para un ahorro familiar”.

Familia de Yazmín en la cocina
BBC
La escuela potencia la disciplina y la organización en la vida familiar, lo que multiplica el rendimiento académico de las alumnas.

Yazmín tiene claros sus dos objetivos: a medio plazo quiere ganar una beca para estudiar en el extranjero -aún no ha decidido qué carrera- y, como meta final, anhela “construir una nueva casa para que estemos cómodos y bien protegidos”.

Le preguntamos si ve posible prosperar sin salir de Guatemala.

“Es casi imposible, porque aquí hay pocas oportunidades y mucha corrupción”, responde.

Guatemala padece elevados niveles de corrupción -ocupa el puesto 146 de 180 países en el ranking de Transparencia Internacional-, un problema que según expertos distorsiona no solo la economía del país, sino también sus perspectivas de desarrollo y justicia social.

Una fábrica de líderes

MAIA nació en 2017 como el primer colegio en Centroamérica dedicado a ofrecer una educación de élite a jóvenes mujeres indígenas de áreas rurales deprimidas.

La organización, sin embargo, comenzó a gestarse mucho antes, tras la experiencia de un programa de microcréditos para mujeres.

“Las mujeres, cuando tenían acceso a microcrédito, invertían sus ganancias en la familia, en la educación de los niños, en la vivienda, en la salud… Y se preguntaron: ¿hasta dónde llegaría una mujer indígena con este talento si hubiera ido a la escuela? Entonces, nace MAIA”, resume Andrea Coché, su directora ejecutiva.

El Colegio Impacto MAIA abrió sus puertas en 2017 y este año superó las 400 alumnas procedentes de 40 comunidades indígenas.

Cada año ingresan unas 50 nuevas estudiantes, que permanecen siete años para alcanzar al menos 15 de escolarización.

El colegio selecciona cada año a niñas indígenas de entre 11 y 13 años que vivan cerca de Sololá, con buen rendimiento escolar, motivación personal y apoyo familiar.

Tras un proceso de casi un año que incluye solicitudes, evaluaciones académicas, entrevistas y estudios socioeconómicos, las admitidas reciben una beca completa y sus familias se comprometen a participar activamente en sesiones y asumir parte de los costos de transporte.

Sostener este modelo tiene un costo elevado: “en cada niña invertimos US$4.000 anuales. Incluye todo: el programa académico, el acompañamiento familiar, el programa de liderazgo, más la nutrición y la salud preventiva”, detalla Coché.

Esta cantidad, que contrasta con el dato ya mencionado de US$841 anuales que el Estado guatemalteco invierte por alumno, no incorpora fondos públicos.

“Vivimos de donaciones individuales y de grandes fundaciones cuando salen proyectos. Siempre estamos en búsqueda constante de recursos”, afirma la directora.

En su breve historia, MAIA ha ganado prestigio internacional: en 2023 fue incluido en el Top 10 de los mejores colegios del mundo (World’s Best School Prizes) y ha recibido otros reconocimientos, como el premio Zayed de Sostenibilidad de Emiratos Árabes.

Sus estudiantes han representado a Guatemala en foros internacionales, desde Japón hasta Nueva York, y el propio Ministerio de Educación ha comenzado a interesarse en replicar algunas de sus estrategias.

“De hecho, este año estamos en un programa donde compartimos con ellos las mejores prácticas que son viables en un sistema público”, añade Coché.

Alumnas de MAIA
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Cada año MAIA abre oportunidades para 50 nuevas estudiantes.

Unas 150 alumnas ya se han graduado del colegio, mientras el equipo de la organización -formado en su mayoría por mujeres de pueblos indígenas- ha crecido y se ha profesionalizado hasta contar con 15 mentoras y un cuerpo docente local que recibe más de 50 horas de capacitación profesional cada año.

“Empoderamos a mujeres jóvenes indígenas a través de la educación para transformar su historia, su comunidad y su país. De ahí nuestro lema: ‘Una mujer empoderada es un impacto infinito'”, sentencia la directora.

La historia de Dulce

A diferencia de Yazmín, que lleva menos de dos años en MAIA, Dulce es toda una veterana a punto de completar su sexto curso en la institución.

Conversamos con esta joven de 17 años, cuya elocuencia denota un alto nivel de preparación académica.

Explica con nostalgia que en unos meses se graduará y dejará atrás MAIA: “Ha sido más que un colegio. Es más como mi segunda casa. Por mí, me quedaría a vivir aquí”, afirma.

Dulce con un laptop
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Dulce está a punto de graduarse tras 6 años en la escuela.

Siendo la hija mayor de tres hermanos, su infancia estuvo marcada por la ausencia de su padre -que se fue a Ciudad de Guatemala- y los precarios trabajos de su madre en casas ajenas.

“Fue un poco duro, porque mi mamá tenía que trabajar de casa en casa y a mí me tocaba también. Cuando ingresé a la escuela lo consideré mi salvación, porque no me gusta trabajar fuera”, recuerda.

A Dulce siempre le apasionó estudiar: en primaria fue abanderada, distinción otorgada a los mejores promedios académicos, y princesa maya, un reconocimiento escolar ligado a la representación cultural de su comunidad, además de figurar en el cuadro de honor de su escuela pública.

Sin embargo, sus recuerdos de aquella etapa están marcados por una enseñanza casi robótica: “Siempre era como un ‘copia y pega’, copia lo que tú tienes en el libro, te dictamos lo que tú tienes en el libro y pega, y frustraba un poco”.

Dulce y su familia
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Los parientes de Dulce la apoyan en su plan de ser la primera universitaria de la familia.

La diferencia con lo que encontró al ingresar en MAIA fue abismal.

“Creo que se expandió mi cerebro. Mi forma de pensar se volvió mucho más crítica. Antes no era así; sinceramente, no me importaba mucho. Ahora pienso más, analizo mejor”, resume.

Para Sofía Cuc, educadora del área numérica del colegio, esa evolución responde a una metodología distinta.

“Aquí no decimos ‘Vamos a ver esto, háganlo’. Usamos la exploración, juegos, experimentos, problemas… Las jóvenes van descubriendo el nuevo conocimiento, van asentando todos los procesos y al final les confirmamos: ‘Sí, se hace de esta manera'”, nos explica.

El nivel académico con el que llegan muchas estudiantes es bajo: “muchas ingresan sin poder sumar, dividir o restar. Nosotros esperamos que lleguen a dominar trigonometría y combinatoria, y puedan aplicar todo ese aprendizaje en su vida cotidiana, en la toma de decisiones”, señala.

Dulce confirma que la exigencia en MAIA va más allá de repetir lo escrito en un libro: “Cuando me enfrento a un examen aquí es totalmente diferente que en mi escuela anterior. Es más de análisis. En matemáticas no es solo practicar, es pensar”, relata.

Experimentó el mismo contraste en la sexualidad, un gran tabú en Guatemala, donde predominan las doctrinas conservadoras de las iglesias evangélicas, implantadas con especial fuerza en las zonas rurales e indígenas con bajo nivel educativo y socioeconómico.

“En mi escuela de primaria sacaban de la clase a los niños para enseñar el aparato reproductor femenino y viceversa. Aquí nos enseñan todo sin tabús y nos dicen que vayamos a nuestras casas, a nuestras comunidades, y les mostremos que todos tenemos los mismos derechos”, indica.

Alumnas con laptop
MAIA
A diferencia de las escuelas rurales, las clases de MAIA cuentan con equipos informáticos.

Tras graduarse, su propósito es comenzar la carrera de contabilidad “para ser auditora y hacer todo justo y legal, ya que no me gusta la corrupción ni la idea de que el dinero puede comprar todo”, afirma.

Al igual que Yazmín, Dulce quiere expandir sus horizontes fuera de Guatemala.

“Escuché hace un año de la beca She Can (un programa para mujeres guatemaltecas que desean cursar estudios de licenciatura en una universidad de Estados Unidos) y me enamoré”, expresa.

“Dan una oportunidad a las mujeres indígenas como yo. Tengo un potencial y necesito expandirlo; no lo voy a dejar aquí”, concluye.

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