El director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Zoé Robledo, anunció la construcción de 12 nuevos Centros de Educación y Cuidado Infantil (CECI) en Chihuaha, sin embargo, del total, en solo dos podrán inscribirse hijos e hijas de personas que no cuenten con seguridad social.
Robledo señaló que los CECIS tienen el objetivo de promover el desarrollo de habilidades para niñas y niños desde los 43 días de nacidos y hasta los 4 años. Además, el modelo permitirá a padres y madres “tener la tranquilidad de que sus hijos están en un espacio seguro”, mientras laboran.
Los Centros de Educación y Cuidado Infantil también brindarán orientación y capacitación a los tutores para desarrollar habilidades en el hogar, como la forma de alimentación.
Se tiene planeado que las nuevas estancias infantiles contraten al personal y proveedores que radiquen en las zonas en las que se ubiquen, a fin de generar comunidad y tejido social. El objetivo final es que padres y madres que laboren cerca de maquiladoras o centros de trabajo puedan tener un lugar seguro y confiable para dejar a su hijas e hijos.
En un principio se tiene previsto construir este año 12 Centros de Educación y Cuidado Infantil en Ciudad Juárez, Chihuahua con capacidad para 2 mil 620 niños y niñas.
Cinco de los inmuebles serán construidos directamente por el IMSS, cinco por empresas y dos por el IMSS junto con el DIF, en estos últimos se recibirán a hijos de madres y padres que no estén afiliados al instituto.
El costo de operación de los centros construidos entre el IMSS y el DIF será cubierto por el Instituto, los padres y madres no deberán pagar nada. El costo de los niños o niñas que ingresen a esos CECI, cuyos padres no cuenten con cobertura, serán pagados por el gobierno de Ciudad Juárez.
🔴El titular de @Tu_IMSS, @zoerobledo, presentó los detalles del programa de Centros de Educación y Cuidado Infantil (CECI), el cual estará dirigido a los hijos de trabajadores de maquilas.
El funcionario detalló que el programa arrancará en Ciudad Juárez, Chihuahua. pic.twitter.com/jPYMKJO4Gn
— Animal Político (@Pajaropolitico) January 15, 2025
Un CECI con capacidad de 250 niños tiene un costo de 45 millones de pesos para su construcción y equipamiento, mientras que el costo de operación es de alrededor de 400 mil pesos al mes, de acuerdo con información proporcionada por el director del IMSS.
En el caso de los CECI construidos por empresas, Zoé Robledo explicó que serán los privados quienes construyan y operen los centros. El IMSS únicamente pagará el costo por niño inscrito, que equivale a 6 mil 500 pesos en la frontera norte.
Se tiene previsto que todos los CECI del gobierno cuenten con sistemas de monitoreo con CCTV en el 100% de sus espacios, controles biométricos y sistemas contra incendios. Además, el diseño será específico para el correcto desarrollo de estrategias pedagógicas.
En cuanto a su funcionamiento, el modelo de los CECI consistirá en:
Se tiene previsto que la construcción de los centros infantiles inicie el 30 de abril y concluya el 11 de octubre.
El anuncio del gobierno de Claudia Sheinbaum resultará insuficiente debido a que sólo construirán 12 inmuebles que se sumarán a las mil 411 guarderías del Instituto que sirve a sus derechohabientes.
Únicamente dos de los nuevos inmuebles darán servicio a madres y padres que no sean derechohabientes del IMSS y estarán sólo en Ciudad Juárez, pese a que hasta 2018 existían 9 mil estancias infantiles en todo el país que prestaban el servicio de cuidado a las familias más pobres del país o con trabajos precarios sin prestaciones.
Esto significa que el gobierno de la presidenta Sheinbaum no tiene una estrategia para madres y padres sin prestaciones laborales y que necesitan un espacio seguro para el cuidado de sus hijos mientras trabajan como obreros, meseros, vendedoras en mercados, en vía pública o hacen trabajos en el hogar, y cuyos salarios no les permitiría pagar una estancia infantil privada.
El programa de Calderón subsidiaba a las más de 9 mil estancias que se habían constituido durante 12 años de operación. Les entregaba 900 pesos mensuales por cada niño inscrito, mientras que las madres sólo pagaban una cuota semanal de acuerdo con su nivel socioeconómico que iban de los 50 a los 150 pesos semanales.
Sin embargo, en 2019, el gobierno López Obrador decidió eliminar el programa tras encontrar supuestas irregularidades, aunque estas se trataban de señalamiento como “usar bote de basura con tapa”, “usar uñas cortas y sin esmalte”, “usar cubrebocas al servir alimentos” o que “los cepillos dentales de los niños tengan su nombre”, de acuerdo con datos obtenido por Animal Político a través de una solicitud de transparencia. En cambio, otorgó un apoyo directo de mil 600 pesos bimestrales para que padres y madres decidieran si pagar guardería o a otra persona que cuidara a sus hijos.
Tras cinco años de eliminadas las estancias infantiles, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció el regreso de estos servicios, no obstante, en el Presupuesto de Egresos de 2025 no hay recursos etiquetados para ello.
En el remot asentamiento de Kapisillit, los groenlandeses le cuentan a la BBC que Trump puede visitar la isla “pero eso es todo”.
El sol se eleva sobre las montañas cubiertas de hielo del fiordo de Nuuk mientras viajamos por una de las últimas fronteras salvajes del mundo.
Pero hay sombras que se ciernen sobre este paisaje y sobre el resto de los espacios helados de Groenlandia.
Con Donald Trump a punto de convertirse en presidente de Estados Unidos, su negativa a descartar la toma de Groenlandia por la fuerza resuena en conversaciones de toda la isla.
“Será bienvenido si viene a visitarnos, por supuesto”, dice el patrón del barco pesquero reconvertido que nos lleva hacia el este. Consciente de que necesita relacionarse con gente de todos los colores políticos, pide que no se le nombre, pero utiliza una frase que se oye a menudo por aquí.
“Groenlandia pertenece a los groenlandeses. Así que Trump puede visitarla, pero nada más”.
Las aguas están en calma cuando llegamos al asentamiento aislado de Kapisillit, de unos 40 habitantes, donde unos cuantos cazadores salen en busca de focas.
La temperatura es de -16 ºC y, con el viento, la sensación térmica es de -27 ºC.
Pero cerca del puerto me encuentro con Kaaleeraq Ringsted, un bisabuelo de 73 años, que está secando filetes de bacalao pescados en las abundantes aguas junto a la puerta de su casa.
Cuando le pregunto si el presidente electo Trump comprará o invadirá Groenlandia, al principio se ríe. Luego su tono se vuelve serio.
“No se puede aceptar que diga esto. Groenlandia no está en venta”.
Luego me cuenta cómo aprendió a pescar y cazar aquí con su padre y su abuelo, y cómo quiere preservar esta vida para sus hijos y nietos.
Al cruzar la bahía, el barco se adentra en el hielo roto de la superficie. Dos águilas se posan en una roca en busca de peces en las aguas cristalinas.
Nos dirigimos a la granja de Angutimmarik Hansen, que cría ovejas y caza focas, aves silvestres y conejos.
Todo el alimento de invierno para las ovejas tiene que importarse de Dinamarca, un recordatorio de cómo el duro clima determina las condiciones de vida aquí.
En la puerta de su casa hay un estante con rifles de caza. Se da cuenta de que los miro.
“Son por si hay una invasión”, bromea.
Pero su actitud ante la retórica belicosa procedente de Mar-A-Lago dista mucho de ser tranquila.
“Menudo estúpido que es Trump”, afirma. “Jamás venderemos Groenlandia”.
Esta pequeña granja está a unos 4.828 km de Florida, donde el presidente entrante de EE.UU. dio su ya célebre rueda de prensa la semana pasada.
“Pero Trump no es EE.UU. Podemos entendernos con la gente de EE.UU.”, declara Hansen.
El efecto Trump se disparó con la llegada a Groenlandia de Donald Trump Jr, que se sumó a las declaraciones de su padre. Llegó a la capital, Nuuk, en el avión 757 de la familia, el Trump Force One, y permaneció allí durante cuatro horas y treinta y tres minutos.
“Ha sido un placer increíble conocer gente, y la gente estaba muy contenta de reunirse con nosotros”, dijo, después de almorzar en un hotel local. “Papá tendrá que venir aquí”.
Luego regresó a los climas más soleados de Florida.
Trump Jr fue recibido por el empresario local Jorgen Boassen, que en su día hizo campaña por el presidente electo.
Boassen declaró a los medios locales que era el “mayor fan” de Trump y que “por supuesto que están interesados en nuestro país, y pueden venir y ver cómo es nuestro país. También se trata de abrirse al comercio y la cooperación”.
La ciudad de Nuuk es la capital más septentrional del mundo. Tiene una próspera sociedad civil y una prensa potente. Y hay cierta satisfacción por que los comentarios de Trump hayan impulsado el debate sobre la independencia de Groenlandia a la escena internacional.
Debe haber una Groenlandia que no sea colonia de nadie, dicen activistas como Kuno Fencker, diputado de la coalición gobernante y miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores y Seguridad del Parlamento local.
Nos reunimos en el puerto, bajo la estatua de bronce de Hans Egede, el misionero del siglo XVIII considerado aquí como el hombre que abrió el camino a la colonización.
“Donald Trump es un político”, dice Fencker.
“Es un duro hombre de negocios y conocemos su retórica, y esa retórica es algo a lo que nos hemos acostumbrado desde 2019, y solo se trata de hablar con un igual, un aliado, sobre cómo podemos resolver las cosas aquí en el Ártico y también en la OTAN”.
Fencker ofrece el argumento central de los independentistas.
“Lo que hace falta aquí es que Groenlandia, como Estado soberano, negocie directamente con Estados Unidos y no que Dinamarca lo haga por nosotros”.
La independencia de Dinamarca podría tener un coste financiero importante.
Groenlandia recibe subvenciones de Copenhague por valor de aproximadamente una quinta parte de su PIB cada año. Fencker sugiere, al igual que otras figuras destacadas, que la isla negocie con Estados Unidos y Dinamarca para obtener ayuda.
“No somos ingenuos. Necesitamos apoyo en defensa, seguridad y también desarrollo económico. Queremos una economía sostenible y autosuficiente”.
El director del periódico local Sermitsiaq, Maasana Egede, admite que le preocupó la amenaza implícita de fuerza de Donald Trump, pero quiere ver si la realidad coincide con la retórica.
En cuanto a la independencia, Egede se siente frustrado por lo que considera un debate polarizado en los medios de comunicación locales e internacionales.
“Estamos contando esta historia de que tiene que haber independencia o no independencia. Pero hay todo un relato intermedio, y es que la gente quiere la independencia, pero no a cualquier precio. Hay un nivel de vida que hay que mantener. Hay un comercio que hay que mantener. Hay formas de vida que hay que mantener”.
Existe la expectativa de que en algún momento -no en un futuro inmediato- se vote a favor y Dinamarca acepte el resultado.
El primer ministro de la isla, Mute Egede, ofreció una rueda de prensa conjunta con la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, a raíz de los últimos comentarios de Donald Trump.
“No queremos ser daneses, no queremos ser estadounidenses, queremos ser groenlandeses”, dijo. La primera ministra danesa se cuidó de no ofender a nadie, y menos al presidente entrante de Estados Unidos.
“El debate sobre la independencia de Groenlandia y los últimos anuncios de EE.UU. nos demuestran el gran interés que despierta Groenlandia”, declaró.
“Acontecimientos que ponen en marcha muchas reflexiones y sentimientos en Groenlandia y Dinamarca”, añadió.
Frederiksen sabe muy bien que este sentimiento viene de lejos en Groenlandia. El recuerdo de la injusticia y el racismo sigue fresco entre la población indígena inuit.
Escándalos como la campaña de inserción de dispositivos intrauterinos (DIU) para evitar embarazos en miles de mujeres y niñas inuit en los años 60 y 70 ensombrecen la relación entre Groenlandia y Dinamarca.
No se sabe cuántos de estos procedimientos se llevaron a cabo sin el permiso de las implicadas, pero las cifras son considerables. El objetivo era reducir la población groenlandesa.
Maliina Abelsen es exministra de Finanzas del gobierno de Groenlandia, y ahora asesora a empresas y organizaciones que trabajan en la isla. También ha trabajado para UNICEF Dinamarca y para importantes empresas groenlandesas, como el grupo marisquero Royal Greenland.
Abelsen cree que hay que hacer mucho más para corregir las injusticias del pasado.
“Creo que mucha gente está diciendo, quizá también el gobierno y el Estado daneses: ‘Oh, bueno, ya sabes que esto ocurrió en el pasado. Fue hace muchos años. ¿Cómo vamos a ser responsables de ello? Es hora de seguir adelante'”.
“Pero no puedes seguir adelante si no lo has superado y no has reconocido lo que te ocurrió. Ese es un trabajo que tenemos que hacer junto con Dinamarca, no algo que Groenlandia pueda hacer por sí sola”.
A pesar de su alto perfil en la sociedad civil y los círculos empresariales, Maliina Abelsen afirma que cuando se trata de racismo -por ejemplo, bromas sobre los inuit- ella puede hablar en nombre de la mayoría de los groenlandeses “ya que todos lo hemos experimentado en nuestra vida”.
Las cuestiones de la autodeterminación y de afrontar el pasado están íntimamente entrelazadas.
Ahora, la intervención de Donald Trump ha puesto ambas ante los ojos del mundo.
Pero el mensaje que escuchamos -desde los remotos asentamientos del fiordo hasta la capital, Nuuk- es que el destino de Groenlandia debe decidirse aquí, entre personas cuyas voces han sido ignoradas durante demasiado tiempo.
Con información adicional de Adrienne Murray y Kostas Kallergis.
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