La fauna silvestre enfrenta un futuro incierto. La pérdida de hábitat, la caza furtiva, el cambio climático y la degradación ambiental amenazan la supervivencia de especies únicas y emblemáticas. Sin el trabajo de algunas organizaciones muchas especies animales ahora estarían en serio riesgo crítico de extinción o tal vez ya no existirían en muchos países de Latinoamérica. Es el caso del oso andino (Tremarctos ornatus), la ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) y el jaguar (Panthera onca), tres especies que luchan por subsistir en un mundo cada vez más amenazado por la mano humana.
Cada 3 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Fauna Silvestre. Este año, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), servirá de plataforma para el intercambio y la exploración de soluciones financieras innovadoras para la conservación de la vida silvestre. Se mostrarán las innovaciones financieras, los retos a los que se enfrentan la sociedad civil, los gobiernos, las organizaciones y el sector privado, y los enfoques de colaboración necesarios para garantizar una financiación sostenible para la biodiversidad.
Mongabay Latam presenta tres historias positivas que ayudan a la conservación de la fauna silvestre con apoyo financiero de diferentes organizaciones. En Colombia hay un programa que busca que el oso andino, también conocido como el oso de anteojos, pueda vivir tranquilo en su hogar natural: los bosques y los páramos andinos colombianos.
En Argentina se trabaja en un proyecto científico para la conservación de las ballenas jorobadas del Canal Beagle. Mientras que en Bolivia existe un programa financiado por diversas instituciones para evitar que el jaguar sea víctima del tráfico de vida silvestre.
En Argentina una historia positiva se encuentra al sur de ese país, en la Patagonia. Ahí está el Canal Beagle, un sitio de alimentación ideal para las ballenas jorobadas, una especie que llega a este paisaje espectacular los meses de verano. La ballena jorobada es una especie cosmopolita, más frecuente en zonas costeras y de plataforma de todos los océanos.
En Sudamérica realiza migraciones desde las áreas de alimentación estivales, en aguas australes templadas y frías, hacia las áreas de reproducción invernales en mares tropicales y subtropicales. En el Canal Beagle su presencia ha sido reportada desde 1979 y fue incrementándose a partir de la década de 1990.
Actualmente, por primera vez, se cuenta con un catálogo de fotoidentificación de los ejemplares que llegan a la zona del Canal de Beagle. Es el resultado de un esfuerzo de científicos y más de 500 colaboradores que forman parte del proyecto de ciencia ciudadana Jorobadas del Beagle. La idea de armar este catálogo surgió en 2013, con el objetivo de conocer más sobre los hábitos migratorios de las ballenas jorobadas. Así, se desarrolló un sistema de identificación visual a partir de las marcas únicas que presenta la aleta caudal de cada ejemplar.
El catálogo se ha actualizado en varias ediciones y actualmente cuenta con 191 ballenas identificadas. Cada uno de los ejemplares registrados recibe un nombre elegido por la persona que aportó el primer registro fotográfico. En esta iniciativa se integran los registros fotográficos y fílmicos obtenidos por ciudadanos del lugar, capitanes de barcos, guías turísticos, fotógrafos y turistas que visitan la zona. Luego se suman los relevamientos sistemáticos que realizan las investigadoras.
Este proyecto es liderado por el Laboratorio de Investigaciones en Mamíferos Marinos Australes del CADIC-CONICET y el Proyecto de Investigaciones en Mamíferos Marinos Australes (Proyecto IMMA). Además, cuenta con el apoyo de WCS Argentina y del Compromiso Onashaga. “Las ballenas jorobadas son consideradas especies ‘centinelas’ porque son sensibles a los cambios en el ambiente. Entonces, al monitorear sus patrones de comportamiento podemos identificar los cambios que se están produciendo en el ecosistema marino”, explicó Valeria Falabella, directora de Conservación Costero Marina de WCS Argentina.
La ballena jorobada enfrenta amenazas como la colisión con embarcaciones, la contaminación sonoray por desechos en los océanos, los enmalles en redes pesqueras y los impactos del cambio climático. Este catálogo de fotoidentificación tiene muchas implicancias. Por una parte, aporta información biológica clave sobre las ballenas jorobadas en una zona donde su presencia no era frecuente. Sin embargo, gracias a este proyecto, se registró un aumento constante en el número de esta especie que visitan el Canal Beagle.
Además, la iniciativa permitió conocer por cuánto tiempo permanecen las ballenas en la zona, su comportamiento y reconocer a varios individuos que regresan año tras año, lo que evidencia la importancia del Canal Beagle como área de alimentación para esta especie. “Conocer el uso y distribución de esta y otras especies en el mar nos permite identificar zonas de mayor riesgo de amenazas asociadas a actividades humanas actuales y futuras, y generar información clave para el desarrollo de estrategias de manejo y conservación como normativas para el transporte naviero, el turismo y la pesca, así como la creación de áreas marinas protegidas”, añadió Falabella.
En Bolivia está en marcha la Operación Jaguar. Este proyecto tiene un objetivo claro: la conservación del jaguar ante las grandes amenazas, especialmente en relación a la pérdida de hábitat, caza furtiva y tráfico de sus partes. Este proyecto es impulsado y financiado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza de los Países Bajos (UICN-NL). En Bolivia, la Asociación Savia se constituye en contraparte de dicha iniciativa.
Según la Asociación Savia, este proyecto tiene cuatro metas. La primera es lograr un mayor conocimiento sobre el estado del jaguar en Bolivia y las dinámicas relacionadas con su caza y tráfico. También se propone lograr un mayor apoyo y empatía hacia la figura del jaguar por parte de autoridades, la sociedad y organismos internacionales, además de apoyar el fortalecimiento de los sistemas de control y del sistema judicial. Por último, es esencial para la organización poder repercutir en el ámbito internacional para lograr una reducción de las grandes amenazas, en especial la del tráfico silvestre.
Operación Jaguar también recibe el apoyo financiero del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW) y de la Lotería Holandesa. Este proyecto también funciona en Surinam y Guyana. La Asociación Savia es parte de esta iniciativa desde 2018 y sumó el apoyo de la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas, que depende del Ministerio de Medio Ambiente y Agua de Bolivia.
Uno de los trabajos exitosos que realizó Operación Jaguar es una investigación que salió a la luz pública en 2022. Este trabajo se dio a la tarea de mapear los mecanismos y la estructura de toda la cadena criminal que interviene en el tráfico de esta especie, con particular atención en los proveedores ilegales de productos de vida silvestre, los comerciantes, los transportistas y los vendedores.
Los primeros resultados de la investigación, que se llama Operación Jaguar: convergencia del crimen y tráfico de jaguares, se publicaron en un reporte preliminar en noviembre de 2022; la versión extendida se presentó en 2023 y abordó las redes de tráfico de jaguar más importantes en Bolivia, Ecuador, Perú y Surinam.
Los especialistas que participaron en la investigación resaltan que los problemas para combatir el tráfico ilegal de jaguares no radican en las leyes de los países, sino en su aplicación y en las débiles capacidades investigativas de las autoridades que ahora enfrentan nuevos retos. Aunque también destacan que existen oportunidades de colaboración para trabajar con mayores recursos, seguridad, poder de búsqueda, incautación y arresto.
Conservamos la Vida es el programa que se impulsa desde 2018 en Colombia con el objetivo de preservar el oso andino y de mantener en buenas condiciones su hábitat. Este proyecto se desarrolla en zonas donde habitan familias campesinas que viven muy cerca de aquellos bosques donde también viven los osos de anteojos. Por lo general, son núcleos en los que las poblaciones de este mamífero pueden llegar a superar los 100 individuos. Y como son áreas en las que se traslapan los ecosistemas de montaña y los predios rurales, a veces ocurren interacciones negativas entre los comuneros y el animal, especialmente porque éste, debido a la deforestación y a la pérdida de su hábitat, suele quedarse sin refugio y entrar a las fincas.
A partir de ese momento, nace una cacería por retaliación, en la que las personas tratan de capturar al oso andino para condenarlo a muerte por los daños que pueda llegar a causar. Entonces, este programa, que está conformado por la Fundación Grupo Argos, Parques Nacionales Naturales de Colombia, Fundación Smurfit Kappa, la Corporación Autónoma del Valle del Cauca y WCS Colombia, impulsa y genera acuerdos voluntarios con los dueños de esas fincas para que, en lugar de matar al oso andino, lo preserven. Como parte de dicho propósito, esos mismos propietarios liberan algunas áreas de sus terrenos y las destinan, exclusivamente, a la conservación.
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Carlos Saavedra es el coordinador de Especies de WCS Programa Colombia. El experto conversó con Mongabay Latam y explicó que en Colombia hay cinco núcleos de conservación donde existe presencia del oso andino. Conservamos la Vida opera en dos de estos núcleos: uno es en la cordillera occidental, que cubre las áreas protegidas de Tatama, Farallones de Cali y Munchique, mientras que el segundo núcleo está en la cordillera central y abarca las reservas de Los Nevados, Las Hermosas, Purace y Doña Juana.
“Resultados positivos se han alcanzado hasta la fecha, pero lo más importante en esta alianza que inicio en 2016. Hemos establecido que, por ejemplo, en la cordillera occidental, desde 2016 a la fecha, se ha aumentado la presencia de la especie de un 52 % a un 76 % en ese núcleo. Para el tema de conservación es una ganancia muy importante porque contempla no solamente hábitat, sino también la interacción con la gente, que cambió la manera de percibir a la especie y eso se denota en el trabajo, que no solo es en áreas protegidas, sino también en otras zonas”, relató Saavedra.
El programa sigue trabajando mediante esta alianza y las entidades que la conforman mantienen este programa con diferentes tipos de financiación y cooperación. El monto que hasta ahora se desembolsó, según detalló Saavedra, es de 6000 millones de pesos colombianos, que son aproximadamente unos 1.5 millones dólares.
El caricaturista viajó por el mundo en búsqueda de hechos extraños y maravillosos, y creó un imperio compartiéndolos por todos los medios.
¿Cuál fue la carta más corta jamás enviada?
La misiva de un solo carácter que le mandó el escritor francés Victor Hugo a sus editores, preguntando por su manuscrito de Los miserables.
Solamente tenía el carácter: “?“… aunque, para ser precisos, la respuesta fue igual de breve: “!“.
Esta es una de la avalancha de pequeñas historias curiosas que el caricaturista, empresario y antropólogo aficionado estadounidense Robert Ripley recopiló e ilustró para el deleite de su público.
Y ese público era multitudinario.
Sus caricaturas aparecieron en más de 300 periódicos de todo el mundo, en docenas de idiomas, y fueron leídas por muchos millones de personas.
Sus libros, programas de radio y televisión, charlas y museos eran igual de populares.
La receta de su éxito era, aunque laboriosa, sencilla: compartir hechos extraños de todo el mundo.
Pero, ¿cómo llegó Ripley, quien no terminó la escuela secundaria y aprendió a dibujar por sí mismo, a ser globalmente famoso y multimillonario?
Todo comenzó con un problema un día de diciembre de 1918.
Trabajaba como periodista deportivo en el diario New York Globe y no sabía con qué llenar el espacio que tenía asignado.
“La temporada de béisbol había terminado, no había noticias de fútbol americano, o de hockey ni de básquetbol”, le contó a BBC Witness History John Corcoran, director de exhibiciones de Ripley Entertainment.
Para salir de apuros, recurrió a un concepto con el que había experimentado en el invierno de 1916.
Improvisó una caricatura con nueve pequeños bocetos de hombres realizando hazañas deportivas únicas, como la de un hombre que había permanecido bajo el agua durante 6,5 minutos y otro que había cruzado norteamérica caminado hacia atrás.
Tituló la caricatura Champs and Chumps (Campeones y tontos), y la publicaron.
“Fue bien recibida, el editor recibió muy buenos comentarios y le dijeron: ‘Oye, ¿por qué no sigues haciendo formatos así?'”.
Lo hizo. Siguió recopilando curiosidades y un año después creó una caricatura similar, pero esta vez con otro título: Believe It or Not (Créalo o no, literalmente; titulado en español: ¡Aunque usted no lo crea!). Una tercera caricatura le siguió en 1920.
Al tiempo, fue desarrollando una gran pasión por los viajes que, tras el primero que hizo alrededor del mundo, quedó plasmada en una serie de ensayos y dibujos.
Año tras año, su creación siguió entreteniendo, aunque también provocando, a sus cada vez más seguidores.
En 1926, cuando sus caricaturas iban a empezar a publicarse en el Evening Post, Robert Ripley le escribió a sus nuevos lectores, prometiendo que sus Believe It or Not eran “todos ciertos”.
“La verdad, ya saben, es realmente más extraña que la ficción”, afirmó.
“He viajado por todo el mundo buscando cosas extrañas e increíbles. He visto hombres negros blancos, hombres blancos purpúreos, y conozco a un hombre que fue ahorcado pero aún vive.
“Créanme cuando les hablo del hombre que murió de viejo antes de cumplir seis años; del río en África que fluye al revés; de las ostras que crecen en los árboles; de las flores que comen ratones; de los peces que caminan y de las serpientes que vuelan”.
En general, le creían. Solo que a veces…
En 1927, Charles Lindbergh emprendió su peligroso viaje en solitario a través del Atlántico, volando sin escalas en su avión monomotor Spirit of St. Louis desde Nueva York hasta París, como recuerda Neal Thompson en su libro Un Curioso Hombre: La Vida Extraña y Brillante de Robert ‘Aunque Usted No lo Crea’ Ripley.
Se convirtió en un héroe instantáneo por lograr una hazaña que se creía imposible: cruzar un océano en un día y medio, viajando a 60 millas por hora durante más de 3.000 millas, volando solo durante la noche, en medio de tormentas, sin dormir.
Meses después, Robert Ripley lo representó en su popular caricatura pero, en lugar de colmar de elogios al aviador, declaró que Lindbergh no era el primero, sino el 67.º hombre en realizar un vuelo sin escalas a través del Atlántico.
Cuenta Thompson que miles de lectores furiosos enviaron cartas y telegramas incrédulos, reprendiendo a Ripley por insultar a un icono estadounidense, llamándolo mentiroso (y otras cosas).
La verdad era que…
Efectivamente, 66 personas habían cruzado el Atlántico sin escalas antes de Lindbergh, lo que no le restaba mérito al héroe, pero sí precisaba, instruía y entretenía.
No fue la única vez que, a pesar de la garantía de certeza ofrecida por Ripley, muchos se negaban a creerle, y se lo hacían saber escribiéndole cartas, a veces miles cada día.
Eso le daba la oportunidad de hacer algo que le encantaba: demostrar la veracidad de afirmaciones impactantes.
Para hacerlo, Robert Ripley dependía en gran medida de un socio silencioso, Norbert Pearlroth, un exbanquero y consumado lingüista con una memoria casi fotográfica, al que había contratado en 1923.
Para 1929, Ripley ya era una celebridad, pero su popularidad estaba a punto de estallar.
Cuando el magnate de la prensa y los medios estadounidenses William Randolph Hearst leyó su recién publicado libro Believe It or Not, le envió un telegrama a uno de sus editores en Nueva York.
Contenía dos palabras: “Hire Ripley” (“Contrata a Ripley”)
De la noche a la mañana apareció en cientos y cientos de periódicos, y entró en las grandes ligas.
“Fue interesante porque ciertamente era una persona muy tímida”, comentó Corcoran.
“No era especialmente guapo, tenía los dientes salidos y era regordete. Pero realmente se sumergió en la vida social: le encantaba pasar el rato con las celebridades y organizar fiestas”.
En el apogeo de su popularidad en la década de 1930, su columna sindicada le reportaba U$7.000 a la semana y era leída por más de 60 millones de personas al día.
Su salario anual rivalizaba con el de las estrellas de Hollywood James Cagney y Gary Cooper.
Es más: los ingresos por su columna, sus libros y sus conferencias alcanzaron el medio millón de dólares, todo esto en medio de la Gran Depresión.
Además de un apartamento lujoso con vistas al Central Park de Manhattan y una hacienda en Florida, compró una pequeña isla que llamó BIOM, que es un acrónimo de Believe It or Not.
Ahí tenía una mansión repleta de curiosidades coleccionadas de todo el mundo, con un ejército de sirvientes y un puñado de novias que lo adoraban.
Además era un trotamundos
A pesar de que le tenía miedo a volar, fue una de las personas que más viajó en su época, visitando 201 de los 235 países reconocidos en su momento.
Por ello, por su afición por recolectar historias de maravillas (y por idea de los publicistas de Hearst), se le comparaba con el explorador del siglo XIII Marco Polo.
Y expandió su imperio a la radio con programas en varios formatos en NBC, CBS y MBS.
“A Ripley se le ocurrían estas ideas locas, como transmitir debajo del agua o desde un paracaídas. Pero contaba con un productor de radio llamado Doug Storer, que era un verdadero emprendedor”, señaló Corcoran.
Una de las hazañas fue transmitir en 1934 un programa de radio en vivo para “todo el mundo”.
Para lograrlo, reunió a 10 traductores en los estudios WINS de Nueva York para traducir su programa a varios idiomas. Las diferentes traducciones se conectaron simultáneamente a redes y transmisores de todo el mundo.
Su popularidad se vio reflejada en unas encuestas realizadas en EE.UU. en 1936 en la que le preguntaron a los niños quiénes querían ser cuando grandes.
Ripley obtuvo la mayoría de votos, superando al presidente Franklin Roosevelt, al boxeador Jack Dempsey y al magnate del automóvil Henry Ford.
En 1949, incursionó en el único medio de comunicación que aún no había conquistado: la televisión.
El programa, basado en su caricatura, fue un éxito inmediato.
Pero solo logró hacer 12 episodios.
El 24 de mayo, Robert Ripley estaba en el estudio para grabar el decimotercero y, en medio del programa, se desplomó sobre su escritorio, inconsciente.
Murió a los pocos días.
Su legado sigue vivo hoy en día en forma de museos en varios lugares del mundo y un libro con historias e imágenes inusuales publicado anualmente.
“Creo que a todos nos gusta saber lo que es posible o lo que es imposible. Algunas cosas parecen tan inverosímiles que te preguntas: ¿podría suceder eso realmente? Y esa fue la base de Believe it or not”, opina Corcoran.
“Aunque todo es real, no hay absolutamente nada falso, Robert Ripley se acercó tanto los límites de lo factible que te costaba creer que fuera real“.
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