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Desalojan del puente de Nuevo Laredo a solicitantes de asilo retornados de EU
Desalojan del puente de Nuevo Laredo a solicitantes de asilo retornados de EU
Archivo Cuartoscuro
4 minutos de lectura

Desalojan del puente de Nuevo Laredo a solicitantes de asilo retornados de EU

El desalojo se produjo poco antes de que se revelara que el gobierno mexicano estaba enviando a la frontera sur a los solicitantes de asilo en Estados Unidos.
17 de agosto, 2019
Por: Alberto Pradilla
@albertopradilla 

El Puente I de Nuevo Laredo, en Tamaulipas, donde esperan los migrantes retornados de Estados Unidos tras pedir asilo, quedó vacío, luego de que decenas de solicitantes de refugio que tienen cita con un juez en los próximos meses quedaron abandonados. Muchos optaron por caminar hacia la central de autobuses, ubicada a tres kilómetros del lugar, para tomar un transporte a Monterrey, Nuevo Léon. Temen por su integridad debido a la situación de inseguridad que existe en el estado.

“Nos sacaron con engaños, nos dijeron que nos iban a ayudar en los albergues y no fue así, el refugio de indigentes nos cerraron las puertas y nos dijeron que estaba lleno. Pedimos ayuda a la Policía”, dijo Samuel Arellano, migrante originario de Honduras, en declaraciones al diario La Mañana de Nuevo Laredo.

El hombre formaba parte de un grupo de unas 80 personas que fueron escoltadas por la Policía municipal hasta la estación para que abandonaran Nuevo Laredo. Realizaron el trayecto a pie y solicitaron apoyo a los agentes para evitar problemas con el crimen organizado.

Los migrantes aseguran que agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) les dijeron que ya no habrá transporte para abandonar Tamaulipas, sin embargo, fuentes de la Secretaría de Relaciones Exteriores lo negaron y aseguraron que los autobuses con destino a Chiapas seguirán operando.

Desde el INM aseguran que sus funcionarios solo comunicaron que no habría autobuses ese día y que los migrantes decidieron abandonar el recinto. Sin embargo, este lugar seguía vacío el viernes 16 de agosto a pesar de que llegaron otras 70 personas procedentes de Estados Unidos.

José Martín Carmona, director del Instituto Tamaulipeco para los Migrantes (ITM) se queja de que el gobierno federal no está cumpliendo con la coordinación con el estado. Asegura que ambos ejecutivos firmaron un convenio por el cual el estado se hace cargo de los mexicanos deportados y la federación se encarga de los extranjeros. Sin embargo, el puente I fue desalojado, asegura, sin contar con las autoridades de Tamaulipas.

Carmona se queja de que el nuevo equipo del INM, que llegó con el actual comisionado, Francisco Garduño, no colabora con las autoridades del estado. Asegura que en las últimas semanas han detectado a centroamericanos que acuden a sus oficinas para recibir atención y ser trasladados a Monterrey. El funcionario aseguró tener constancia de que algunos de los migrantes denuncian haber sido asaltados durante su tránsito por Nuevo Laredo.

El desalojo se produjo apenas dos horas antes de que Animal Político publicó que el gobierno mexicano estaba enviando a la frontera sur a los solicitantes de asilo en Estados Unidos que habían sido devueltos.

El puente I es el lugar en el que los migrantes retornados de Estados Unidos aguardan el transporte dispuesto por el gobierno mexicano para que abandonen Tamaulipas. Allí hay un lugar abierto en el que los solicitantes de asilo pernoctan, con una única toma de agua para lavarse.

También hay oficinas del INM. Los migrantes no salen del recinto vallado y su única comunicación es con funcionarios de migración. Estos son los encargados de registrarles, darles un formato migratorio múltiple (FMM) y ofrecerles alimento.

Entre abril y agosto los migrantes eran trasladados a Monterrey. El último camión que llegó a Nuevo León fue el 2 de agosto. Desde entonces, estos autobuses se dirigen a Ciudad Hidalgo, en Chiapas, el último municipio antes de la frontera con Guatemala.

Fuentes de la Secretaría de Relaciones Exteriores defendieron el programa argumentando la inseguridad que sufre Tamaulipas. Como ejemplo, el sábado 10 de agosto fue secuestrado el pastor Aarón Méndez, del albergue AMAR. Al parecer, se opuso a que un grupo criminal se llevara a varios migrantes que se encontraban en el interior del refugio y terminó siendo él mismo el desaparecido.

En la SRE reivindican llevar a los migrantes a Chiapas por dos motivos. Por un lado, por los peligros existentes en Tamaulipas, tanto por la presencia del crimen organizado como por el riesgo de que los migrantes caigan en redes de tráfico de personas. Por otro, debido a la saturación de los albergues y refugios en el norte de México. Aseguran que se trata de un transporte “gratuito, seguro y voluntario” y que los extranjeros son informados del lugar al que se los llevan.

Esta versión fue rechazada por la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) que aseguró que sus trabajadores habían comprobado en Ciudad Hidalgo cómo los migrantes llegaban “confundidas y algunas no tenían claro que habían llegado a la frontera”.

Actualmente el puente I está vacío. Sin embargo, cada día llegan nuevos retornados. Este viernes fueron aproximadamente 70. Desde que Estados Unidos comenzó a devolver a solicitantes de asilo por la frontera de Nuevo Laredo, al menos tres mil personas han sido expulsadas, según cifras del Instituto Tamaulipeco de los Migrantes (ITM).

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Imagen BBC
“Son escenas apocalípticas que nunca imaginé que viviría”: el relato de la corresponsal de BBC sobre los incendios en Los Ángeles
6 minutos de lectura

La corresponsal de BBC Mundo en Los Ángeles narra cómo se están viviendo los históricos incendios que afectan a la ciudad californiana.

09 de enero, 2025
Por: BBC News Mundo
0

“Sube a la terraza. Dicen que el fuego es ya visible desde Santa Mónica”.

Al mediodía del martes, recibí la llamada de mi marido con incredulidad.

A pesar de que las condiciones climatológicas auguraban ya desde el domingo una receta para el desastre —los “vientos endemoniados” de Santa Ana con rachas de hasta 160km/h y una sequedad extrema por meses sin lluvias—, parecía una alerta más en una ciudad acostumbrada a ellas.

Poco podía imaginar que estaba a punto de presenciar la primera de una serie de escenas apocalípticas; una de las muchas que desde entonces siguen dejando los que ya son los peores incendios de la historia de Los Ángeles.

Subida al techo de mi bloque de apartamentos, avisté en las montañas de Santa Mónica una tímida llama.

A los cinco minutos, era ya una mancha naranja que se expandía a toda velocidad desde las colinas boscosas hacia Pacific Palisades, un área residencial de clase alta densamente poblada y salpicada de mansiones de famosos.

Mujer observa desde un banco del muelle de Santa Mónica el incendio en Pacific Palisades, Los Ángeles, California, Estados Unidos, el 7 de enero de 2025. (Marcus Ubungen / Los Angeles Times via Getty Images)
Getty Images
Sentada en un banco del muelle de Santa Mónica, una mujer observa la columna de hubo dejada por el incendio en Pacific Palisades.

Una espesa y negra columna de humo se inclinaba hacia el Pacífico, borrando de la vista viviendas, palmeras, arena, el icónico muelle de Santa Mónica y su parque de atracciones que, con 10 millones de visitantes anuales, es uno de los grandes focos del turismo de Los Ángeles.

En menos de 24 horas los incendios serían ya cuatro, unos monstruos llamados Palisades, Woodley, Eaton y Hurst que acorralaban la ciudad por distintos frentes, avanzando sin precedentes en zonas urbanas y dejando a su paso escenas dignas del peor infierno imaginado por Hollywood.

Y para la tarde del miércoles otro, bautizado Sunset, empezaría a arder en las colinas de Hollywood, cerca de donde se ubica el famoso cartel.

Un hombre huye del incendio en Pacific Palisades en bicicleta y pasa frente a un edificio en llamas en Sunset Boulevard en medio de fuertes ráfagas de viento. Los Ángeles, California, Estados Unidos, 8 de enero de 2025. (Foto: Apu Gomes/Getty Images)
Getty Images
La gente desalojó sus casas como pudo y con lo puesto.

Caos y miedo

“Es un momento trágico en nuestra historia, algo nunca antes visto”, le dijo a los periodistas el jefe del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD), Jim McDonnell, el martes por la noche.

Mientras, los medios locales repetían las imágenes caóticas de las primeras horas de evacuación en Pacific Palisades: un cuello de botella de cinco kilómetros en la principal vía de entrada y salida a la zona, por vecinos que huían despavoridos y bomberos que trataban de acceder.

Maquinaria pesada empujando, amontonando y dejando para el desguace los vehículos que otros residentes habían dejado atrás, obstaculizando el paso a los camiones cisterna.

Gente huyendo a pie, cargando niños y mascotas, y arrastrando maletas, con álbumes de fotos bajo el brazo.

También estaba la resistencia, aquellos que, a pesar de la orden de las autoridades, se negaban a abandonar sus hogares y los defendían —ilusos e imprudentes— de Goliat con sus mangueras desde el jardín.

“Por favor, prioricen su seguridad y el bienestar de quienes les rodean”, tuvo que repetir en una rueda de prensa el jefe de bomberos del condado de Los Ángeles, Anthony Marrone, un mensaje en el que ya habían insistido otros funcionarios, incluido el gobernador Gavin Newsom.

Doreen Winkler en lo que era la entrada al apartamento al que se mudó en octubre de 2024, hoy abrasado por el fuego en Pacific Palisades, Los Ángeles, California, Estados Unidos, el 8 de enero de 2025. (Foto: Jeff Gritchen/MediaNews Group/Orange County Register via Getty Images)
Getty Images
Doreen Winkler en lo que era la entrada al apartamento al que se mudó en octubre de 2024, hoy destruido por el fuego en Pacific Palisades.
Gráfico sobre los incendios de Los Ángeles.
BBC

Empezaron a reportar muertos, heridos por quemaduras, más de 1.000 edificaciones destruidas. Los evacuados se contaban ya por decenas de miles.

Algunos, como los residentes de un centro para la tercera edad de Altadena, fueron sacados en sus sillas de ruedas, muchos de ellos confundidos y asustados, para ser reubicados en un lugar seguro.

Destrucción

Mis redes sociales y mi WhatsApp se llenaron de videos con el fuego avanzando por la Autopista de la Costa Pacífica (PCH), la carretera estatal que bordea California a lo largo de cientos de kilómetros.

Por ella regresé el sábado de surfear la icónica ola de Malibú, una de las mejores del mundo cuando las condiciones acompañan.

Observando desde el auto las mansiones suspendidas sobre el océano, volvimos a uno de nuestros comentarios más recurrentes: “Con el cambio climático, en 50 años esas casas no estarán ahí”.

Muchas ya no están. Pero no fue el mar el que se las llevó por delante. Vivienda tras vivienda quedaron reducidas a cenizas, el esqueleto a la vista.

Es esqueleto de una casa de playa en la Autopista de la Costa Pacífica (PCH) en Malibú y su escalera en espiral tras ser destruida por el incendio de Pacific Palisades, California, Estados Unidos, el 8 de enero de 2025. (Foto: Zoë Meyers / AFP) (Photo by ZOE MEYERS/AFP via Getty Images)
Getty Images
De algunas mansiones de playa de Malibú ya solo queda el esqueleto.

La misma suerte corrió el Reel Inn, restaurante especializado en pescado a pie de carretera y que ocupa un lugar en el corazón de muchos angelinos.

“Tuve varias citas preciosas en el Reel Inn tras un día de playa. Terrible que ya no exista”, escribió en Instagram una antigua compañera.

Y las llamas llegaron a amenazar la Villa Getty, situada también sobre la PCH, réplica de una casa de campo sepultada en el año 79 d.C. por una erupción del Vesubio que el multimillonario petrolero y mecenas J. Paul Getty mandó a construir en los setenta.

Museo y centro de arte, es también conocido por acoger veladas de Hollywood y reuniones políticas de alto nivel.

La Villa Getty, museo de arte, amenazado por las llamas iniciadas en Pacific Palisades, en Los Ángeles, California, Estados Unidos, el 8 de enero de 2025. (Fotos: DAVID SWANSON/AFP vía Getty Images)
Getty Images
La Villa Getty, museo de arte, amenazado por las llamas.

En contraste a ese glamour, pensé en las autocaravanas aparcadas a la orilla de la carretera que sirven de vivienda a aquellos que no tienen techo y que he visto multiplicarse desde que llegué a Los Ángeles en marzo de 2022.

“Hablé con Jose (el tipo que vive en una RV con su familia) y están bien, lejos de la zona (de Palisades)”, escribió en un story de Instagram un fotógrafo e instructor de surf que recorre cada mañana las playas desde Malibú a Sunset.

“Randy decidió quedarse, pero uno de los centros de comando (de los bomberos) está en el cruce de PCH con Sunset (Boulevard) y espero que lo hagan evacuar”, añadió.

Sin embargo, con varios frentes abiertos, los servicios de emergencia no dan abasto. “Lo estamos haciendo lo mejor posible pero no tenemos suficiente personal”, le reconoció a Los Angeles Times el jefe de bomberos del condado, Anthony Marrone.

El condado de Los Ángeles cuenta con 9.000 efectivos, entre el departamento de bomberos y otras agencias.

Pero apenas pudieron descansar desde mediados de diciembre, cuando un incendio llamado Franklin devoró durante nueve días las colinas de Malibú. Noviembre fue otro mes de apagar fuegos.

Y es que Los Ángeles es particularmente vulnerable a los incendios,ya que los barrios ricos y suburbios se encuentran con la naturaleza y se extienden cual laberinto entre cañones y cadenas montañosas.

Vista aérea de un vehículo aparcado en una zona de recuperación de un incendio.
Getty Images

Para asistirlos esta vez, departamentos de bomberos de condados vecinos mandaron refuerzos, y Marrone pidió ayuda más allá del estado, llamado al que ya respondieron Nevada, Oregón y Washington.

Mientras, decenas de voluntarios se lanzaron a colaborar.

Iniciaron colectas para aquellos que tuvieron que correr a albergues, para los que se quedaron sin nada, los que sacaron de residencias de ancianos o centros para menores.

Yo seguí revisando cada 10 minutos la página del gobierno estatal que refleja el avance de los incendios a tiempo real en California, especificando daños y marcando zonas de evacuación: en amarillo cuando es sugerida, en rojo cuando es ya obligatoria.

Y viendo la línea de desalojo acercarse a la calle en la que vivo con mi familia, empacamos los enseres básicos en el coche.

Precavidos y para evitar atascos, el miércoles al mediodía dejamos atrás Santa Mónica.

De camino al hotel leí que ya habían empezado el desalojo obligatorio de mi barrio.

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BBC

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