La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ordenó al centro comercial Reforma 222, ubicado en CDMX, así como a la empresa de seguridad encargada del resguardo del inmueble el pago de una indemnización por daño moral y daños punitivos a dos mujeres trans que fueron discriminadas porque no se les permitió ingresar al baño de damas.
La resolución se dio con cuatro votos a favor y uno en contra de la ministra Margarita Ríos Farjat.
Los hechos ocurrieron en 2015, cuando personal de seguridad y de atención a clientes de la plaza comercial le pidió a ambas mujeres presentar una identificación que acreditara su género para poder ingresar a los sanitarios.
Las agraviadas presentaron una queja ante el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred), que firmó un convenio de colaboración sobre no discriminación con la empresa propietaria del centro comercial.
Pese a ello, los dueños de la plaza, así como la empresa de seguridad privada, se negaron al cumplimiento relativo a la compensación por daño psicológico. Por tal motivo, las víctimas interpusieron una demanda civil.
Un año después, una de las mujeres agraviadas fue víctima de transfeminicidio.
En la segunda instancia se determinó que sólo se acreditó el acto discriminatorio en contra de una de las mujeres trans y no en contra de su acompañante, además, se negaron las medidas de reparación integral y el pago de daño moral.
Ante esta resolución, ambas partes promovieron juicios de amparo directo que la Suprema Corte atrajo para su resolución.
Al respecto, el ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena elaboró un proyecto de sentencia para amparar a las quejosas y determinó que el juez del caso incumplió con la obligación de juzgar con perspectiva de género ya que se trataron de actos de discriminación y se desconoció el derecho a la identidad y expresión de género de las agraviadas.
En el proyecto votado condenó a ambas empresas, no sólo al pago de una indemnización por daño moral, sino también al pago de daños punitivos, ya que, señala, la conducta discriminatoria perpetúa estereotipos y estigmas en contra de las personas LGBTIQ+, por lo que además de ser sancionada debe ser desincentivada.
Lo que ambas mujeres trans vivieron no es un hecho aislado, ya que al 51 % de la población de la diversidad sexual le han impedido el uso de baños públicos acordes con su identidad de género, según la Encuesta Sobre Discriminación por motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género (Endosig) 2018.
La Corte aún tiene pendiente discutir si distinguir entre “baños de mujeres” y “baños de hombres” dentro de establecimientos abiertos al público en general se justifica en términos de derechos humanos como la igualdad y no discriminación, o deberían ser neutros.
Cuando interpusieron sus denuncias, las mujeres tras pedían las siguientes medidas de no repetición y compensatorias:
El reino árabe ha ganado peso en la escena global y mantiene cierto equilibrio entre Moscú y Kyiv.
Los gobiernos de Estados Unidos y Rusia escogieron a Arabia Saudita como sede para las cruciales conversaciones con Rusia sobre la guerra en Ucrania.
Representantes de Washington y Moscú se reúnen este martes en Riad para tratar de sentar las bases de las conversaciones de paz, confirmaron el Departamento de Estado estadounidense y el Kremlin este lunes.
Por parte de Estados Unidos participan el secretario de Estado, Marco Rubio, el asesor de seguridad nacional, Mike Waltz, y el enviado especial para Oriente Medio, Steve Witkoff.
Rusia envió a la capital saudí al ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, y a Yuri Ushakov, asesor de política exterior del presidente Vladimir Putin.
El encuentro ha generado preocupación en Ucrania y entre sus aliados europeos, que no participarán.
El gobierno de Arabia Saudita ha expresado su intención de implicarse activamente en las conversaciones de paz, no solo como país anfitrión sino con un rol más activo de mediador.
La elección de Arabia Saudita como sede del encuentro subraya hasta qué punto ha avanzado el reino en el plano diplomático en los últimos años desde que estuvo punto de convertirse en un estado paria tras el asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi en 2018.
Las sombras que se proyectaban sobre el país y su líder de facto, el príncipe heredero Mohammed bin Salman, parecen haberse disipado, aunque ocasionalmente se siguen planteando preocupaciones en foros internacionales sobre el historial de derechos humanos de Arabia Saudita.
En muchos frentes -y en particular en las industrias del entretenimiento y el deporte- el reino wahabita ha dedicado enormes cantidades de dinero a tratar de convertirse en un actor importante en el escenario global.
En el plano diplomático, el liderazgo saudita también ha logrado avances: durante los años de Biden, el reino redujo su dependencia de Estados Unidos como principal aliado internacional.
Los sauditas dejaron claro que perseguirían en primer lugar lo que perciben como sus intereses: entablar relaciones más estrechas con países considerados los mayores rivales de Estados Unidos, como Rusia y China.
Por otro lado, hay que destacar la posición que hasta el momento ha mantenido Arabia Saudita en el conflicto entre Rusia y Ucrania.
Riad ha preservado históricamente sus relaciones tanto con Moscú como con Kyiv, en un intento de equilibrar sus intereses geopolíticos y económicos.
En el ámbito energético, Arabia Saudita ha colaborado estrechamente con Rusia en el marco de la OPEP+, coordinando políticas de producción de petróleo para estabilizar los mercados globales.
Sin embargo, también ha mostrado apoyo a la integridad territorial de Ucrania en foros internacionales y ha participado en iniciativas humanitarias para mitigar el impacto del conflicto en la población ucraniana.
Esta dualidad en su política exterior refleja, según expertos, la estrategia saudita de posicionarse como un mediador neutral, capaz de facilitar el diálogo entre las partes en conflicto.
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha sido bien recibido por los sauditas.
Su primera visita al extranjero en su primer mandato fue a Arabia Saudita, y la naturaleza transaccional de su política exterior se ve como más propicia para el actual liderazgo saudita.
Arabia Saudita es clave en el conflicto palestino-israelí por su influencia en el mundo árabe y musulmán, y su posible normalización de relaciones con Israel, lo que podría redefinir el equilibrio geopolítico en la región.
Uno de los posibles logros que Trump querría anotar en su historial sería un acuerdo de paz entre los sauditas e Israel, que sería la culminación de los Acuerdos de Abraham que inició en su primer mandato.
La guerra en Gaza, sin embargo, se ha interpuesto en el camino y puede aumentar el precio que Arabia Saudita exija por un acuerdo de paz.
Los sauditas expresaron su contundente rechazo al plan de Trump para Gaza: expulsar a todos los palestinos y reconstruirla como un complejo turístico.
Esto ha impulsado al reino a tratar de elaborar un plan alternativo viable con otros estados árabes, que permitiría que los habitantes de Gaza permanecieran en su territorio mientras se reconstruye el enclave.
Arabia Saudita ha reiterado que no establecerá relaciones diplomáticas formales con Israel sin una solución que considere justa al conflicto palestino, insistiendo en la necesidad de un Estado palestino independiente.
El actual planteamiento de la administración Trump parece entrar en contradicción con esto, tanto en su política hacia Gaza como hacia la Cisjordania ocupada.
La forma en que se resuelva este asunto será clave para la dinámica de la evolución de la relación entre Arabia Saudita y Estados Unidos.
En todo caso, está claro que los sauditas no tienen intención de renunciar a su ambición de convertirse en un actor esencial de la diplomacia global.
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