Desde que comenzó a operar el programa Cátedras Conacyt, después nombrado Investigadores por México, las y los académicos que fueron contratados en distintas instituciones educativas señalaron diversas problemáticas en sus adscripciones, sin que estas hayan sido atendidas, y en 73 casos estos reclamos derivaron en despidos injustificados.
“En mi caso, todo empezó cuando el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde me encontraba adscrita, terminó su convenio con el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (Conahcyt). Nos mandaron un correo electrónico en mayo de 2023 para avisarnos que teníamos que empacar nuestras cosas, respaldar nuestros correos electrónicos y proponer una nueva institución receptora”, recuerda S., una de las académicas afectadas.
Esto, implicó la dificultad “de encontrar una institución afín con mi trabajo, y que hubiera apoyo o aceptación por parte de los centros, donde en algunos casos ya no quieren saber del Conahcyt por la relación tensa que hubo en esta administración con la comunidad científica”.
S propuso como nueva institución la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), y mientras recibía una respuesta por parte del Conahcyt buscó una estancia de investigación en Inglaterra, donde se encontraba cuando le notificaron que había sido aceptada”… pero al volver a México, en esta institución le avisaron que no tenían convenio con Conahcyt.
“Fue en este contexto que me rescindieron”, reclama S., quien acusa que existe una “estrategia” del Conahcyt para disminuir el número de académicos adscritos al programa Investigadores por México, una política pública “que originalmente se creó como un parche, porque en la academia no hay plazas”.
El programa comenzó en 2014, bajo el nombre de Cátedras Conacyt, con la promesa de que los investigadores seleccionados serían “nombrados como servidores públicos, en la categoría de personal académico”, con “salario y prestaciones laborales competitivas de acuerdo con lo aprobado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público”.
Sin embargo, en algunos casos, desde el inicio de la implementación del programa comenzaron los problemas, como le ocurrió a Adriana G.
“Entré hace 10 años, fui de la primera generación del programa dirigido a personas con doctorado y experiencia para integrarse a universidades estatales, federales, tecnológicos y otros institutos, donde se nos asignaría como catedráticos y teníamos que presentar un proyecto de investigación”, recuerda.
A través de este programa, Adriana fue adscrita al Colegio de Michoacán: “ellos conocían mi currículum, mi perfil y mis publicaciones, pero desde la primera semana que llegué me dijeron que no querían recibirme, y que únicamente buscaban quedarse con la plaza que me habían asignado, para dársela a un antropólogo del extranjero”.
Esta situación le generó problemas en el Colegio de Michoacán y con el Conahcyt, que terminaron en su despido justificado, aunque no tuvo responsabilidad en las decisiones de la institución receptora, misma que no tuvo consecuencias por haber perdido la plaza del programa Investigadores por México.
“Un despido injustificado siempre es grave, pero en estos casos en el país se pierde la posibilidad de generar conocimiento, porque somos muchos compañeros con grandes trayectorias que, en algunos casos hemos podido retomar en otros espacios, pero en otros no han conseguido incorporarse a otras instituciones”, lamenta Adriana.
Animal Político consultó al Conahcyt acerca de las denuncias de despidos injustificados a integrantes de Investigadores por México, sin que al momento de la publicación haya recibido respuesta.
“Nosotros defendemos el programa porque es el único espacio que actualmente hay para investigadores, aunque desde el inicio se han dado varios atropellos, hay acoso laboral, violencia de género y despidos injustificados”, señala Sandra P., Investigadora por México.
La académica reclama que, de las mil 500 plazas con las que inició el programa, actualmente sólo hay unas mil 220 activas, mientras que las otras “están en demandas laborales o las tienen congeladas”.
Ante las problemáticas que enfrentaron en las instituciones donde fueron adscritos, integrantes de Investigadores por México crearon el Sindicato Independiente de Trabajadoras y Trabajadores de Investigación de Cátedras Conacyt (SIINTRACATEDRAS), sin embargo, Sandra lamenta que esta organización no ha impedido que persistan los atropellos.
“Lamentablemente los malos tratos están muy normalizados, y los compañeros se cansan de estar haciendo llamadas y mandando correos electrónicos para denunciarlos, pero no hay respuestas favorables, ni por parte de las instituciones receptoras, ni del Conahcyt“, apunta la académica.
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Además, reconoció que existe temor por parte de la mayoría de las y los investigadores que han sido afectados: “nos sentimos vulnerables, porque nuestros nombres son fácilmente reconocibles, y se dice que hay listas negras donde tienen a los que protestan, es por eso que casi nadie quiere hablar al respecto”.
Las académicas S. y Adriana coinciden en que, frente al cambio de Conahcyt a la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihiti) y a la posible reforma del Poder Judicial, el panorama para quienes demandaron su reinstalación o liquidación de Investigadores por México es de incertidumbre.
“Los juicios laborales llevan años y el resultado es incierto, sobre todo con la reforma judicial que viene, no sabemos qué va a pasar. En mi caso, el problema es que no es fácil incorporarme en otra institución, porque me piden cédula profesional y no la tengo, porque todos mis títulos son del extranjero, y para revalidarlos debo emprender un proceso largo y caro”, señala S., quien espera la resolución de su caso para poder retomar su trabajo de investigación.
En el caso de Adriana, espera que el cambio a la Secihiti sea “una oportunidad de trascender las problemáticas que ha arrastrado el programa, desde que era Cátedras Conacyt, lo que no solo sería un acto de justicia, sino que demostraría que México está a la altura para hacer ciencia de la mejor calidad”.
“Habría la posibilidad de hacer una ciencia distinta, que contribuya a resolver los grandes retos que enfrenta el país, pero para eso se necesita partir de condiciones muy básicas como la estabilidad laboral, con pleno respeto a los derechos de los científicos y científicas, en espacios libres de violencia y con presupuesto”, apunta Adriana, quien aún espera que se resuelva el juicio laboral que inició tras su despido de Investigadores por México.
Por su parte, Sandra dice sentirse esperanzada que, con el cambio de titular del Conahcyt, que pasará de Elena Álvarez-Buylla a Rosaura Ruíz, “ocurran los cambios que se requieren en el programa”.
“No nos queda más que confiar y seguir presionando por los derechos que tenemos como trabajadores y haciéndonos escuchar por las vías legales, porque, hasta ahora, ni siquiera hay certeza de que el programa vaya a ser retomado en la nueva estructura de la Secretaría”.
Harris ha demostrado ser buena en los debates. Pero ahora se enfrentará a Donald Trump, que suele ser un reto formidable incluso para los políticos más experimentados
Durante un debate crucial de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020, uno de los candidatos pareció dominar el escenario. Interrumpió a sus rivales en momentos estratégicos, a veces hablando por encima de ellos.
Se enfrentó directamente a un oponente, Joe Biden, generando titulares durante días y haciendo que algunos se preguntaran si había violado algún tipo de decoro político tácito.
Ese candidato, sin embargo, no era Donald Trump. Era Kamala Harris.
Este martes Harris se subirá de nuevo al escenario de un debate. Pero esta vez, habiendo dado un paso más allá al convertirse en la candidata demócrata a la presidencia, se enfrentará a Trump en un duelo que le plantea el reto más difícil de su campaña hasta el momento.
Los debates han desempeñado un papel fundamental en la carrera política de Harris, desde su candidatura a fiscal general de California hasta su ascenso a la vicepresidencia. Al volver a ver cuatro de sus debates clave, queda claro que Harris sabe cuándo acaparar el centro de atención, pero también cuándo mantenerse al margen mientras un rival se autoinflige un golpe.
Harris confía en utilizar estos instintos contra Trump, quien es notoriamente combativo. Su campaña también querrá disipar las preocupaciones de larga data sobre sus habilidades para hablarle al público que comenzaron con su fallida candidatura a la Casa Blanca de 2020, y sólo se agudizaron por su torpeza en algunas entrevistas en los últimos años.
No hay margen para el error, dado que estos eventos se definen por clips virales, por lo que es tan importante para la campaña de Harris que esta evite tropezar como que logre darle un golpe destacado a su rival.
“Tiene que mantenerse firme”, afirma Aimee Allison, fundadora de She The People, una organización que apoya a las mujeres minorías en política. “Y tiene que comunicar en el escenario del debate por qué está luchando”.
En sus primeras apariciones en debates, Harris tuvo éxito dejando que sus oponentes se desmontaran a sí mismos.
En un debate de 2010 para el puesto de fiscal general de California, los moderadores le preguntaron a Harris y a su oponente republicano, Steve Cooley, sobre una práctica controvertida conocida como double-dipping, que permite a un funcionario público cobrar tanto su sueldo como una pensión.
“¿Piensa usted cobrar tanto su pensión como su sueldo como fiscal general?”, preguntó un moderador a los candidatos.
“Sí”, respondió Cooley. “Me lo he ganado”.
Durante un rato, Harris no dijo nada mientras su rival defendía su postura.
“Adelante, Steve”, replicó ella. “¡Te lo has ganado!”
La campaña de Harris incluyó el momento en un anuncio en el que tachaba a Cooley de anticuado. Harris ganó las elecciones por un estrecho margen.
Y durante un debate en 2016 para un escaño en el Senado de Estados Unidos por California, la oponente de Harris inexplicablemente terminó su intervención final con un dab, un movimiento de brazos que era popular en ese momento entre los jóvenes.
Harris, que parecía desconcertada, esperó unos instantes antes de replicar: “Así que hay una clara diferencia entre las candidatas en esta carrera”.
Los votantes volvieron a apoyar a Harris.
Ambos ejemplos demuestran el olfato de Harris para las oportunidades en el escenario del debate, así como su sentido para saber cuándo es mejor dar un paso atrás.
“Creo que es alguien que utiliza el silencio increíblemente bien”, aseguró Maya Rupert, una estratega demócrata que trabajó en las campañas presidenciales de Julián Castro y Elizabeth Warren en 2020.
Al entrar en la escena nacional, Harris demostró ser experta en reclamar la palabra. Una de sus tácticas probadas consiste en declarar de manera abierta su intención de hablar, obligando a sus oponentes –y al público– a escuchar.
El debate vicepresidencial de 2020 se recuerda sobre todo por una frase que le dirigió a Mike Pence cuando este empezó a interrumpirla: “Señor vicepresidente, estoy hablando”.
Y hace tan sólo unas semanas –lo que ilustra que la réplica fue más que algo puntual– Harris utilizó la misma frase con los manifestantes de Gaza que interrumpieron su mitin en Detroit. “Estoy hablando ahora”, les dijo. “Si quieren que gane Donald Trump, díganlo. Si no, hablo yo”.
“Está aplicando algo que muchas mujeres negras han usado con eficacia, que es insistir en su tiempo, e insistir en ser escuchadas”, dijo Allison. “Es muy eficaz a la hora de asegurarse de que se le escucha y se le respeta“.
Pero quizá su momento de debate más memorable se produjo en 2019, cuando Harris –entonces senadora estadounidense– dejó de hablar durante el debate de las primarias demócratas en Miami para cuestionar a Biden por su postura en el pasado sobre una política conocida como bussing.
Harris criticó a Biden por trabajar con legisladores que se oponían a la política de la era de los derechos civiles de transportar a los estudiantes a escuelas en diferentes vecindarios en un esfuerzo por abordar la segregación racial.
“Había una niña en California que formaba parte de la segunda clase que se integró a sus escuelas públicas, y la llevaban en autobús todos los días”, afirmó Harris.
Hizo una pausa antes de decirle a Biden: “Y esa niña era yo”.
Nina Smith, quien en aquel entonces era la secretaria de prensa itinerante del candidato presidencial Pete Buttigieg, explicó que ese momento hizo que las campañas rivales se sentasen y prestasen atención.
“Lo que nos demostró como equipo es que si ve una oportunidad, va a ir por ella”, recordó Smith a la BBC. “Creo que eso la convirtió en una experta debatiendo. Teníamos muy en cuenta cualquier golpe inesperado que pudiera dar la senadora Harris”.
“Demostró esa capacidad de fiscal… para poner de relieve los puntos débiles de sus oponentes”, agregó.
Al final, Harris había hablado más que ningún otro candidato, salvo Biden. Su campaña anunció que había recaudado US$2 millones en las 24 horas posteriores al debate.
Sin embargo, a pesar del gran avance y la consiguiente subida en las encuestas, Harris tuvo problemas para articular su propia postura sobre el transporte en autobús. Esto sólo sirvió para subrayar los problemas de su mensaje y plantear dudas sobre su capacidad para articular una posición política coherente.
El episodio fue uno de los muchos tropiezos de Harris que acabaron por hundir su primera candidatura presidencial. Su incapacidad para articular una agenda política coherente fue una de las razones más citadas, y es una cuestión que tiene que aclarar en este nuevo debate, cuando casi con toda seguridad se la presionará sobre cuestiones políticas concretas.
Durante años, los republicanos han difundido fragmentos de las intervenciones públicas de Harris para ridiculizar su estilo y tacharla de inepta. Ha utilizado frases rimbombantes cuando habla de improvisto y, aunque algunos de sus giros han sido bien acogidos por sus partidarios, sus oponentes la han criticado a menudo por su falta de claridad.
En una entrevista reciente en la cadena CNN, la primera desde que se convirtió en candidata, dio una respuesta sobre el cambio climático que ilustra este asunto. “Es un asunto urgente al que debemos aplicar parámetros que incluyan el cumplimiento de plazos”, dijo Harris.
En un debate, el tiempo de uso de la palabra es limitado y la claridad del mensaje es crucial.
El debate en la cadena ABC será su mayor oportunidad para reorientar la opinión pública. Los debates anteriores demuestran que Harris suele llevar a estos eventos un conjunto de herramientas afiladas y que es capaz de asestar golpes.
Pero la presión de esos encuentros pasados era menor en comparación con lo que estará en juego cuando se enfrente cara a cara con Trump por primera vez.
Incluso para los políticos más experimentados, Trump representa un reto formidable, según coinciden los estrategas. En un debate de 2016 contra su oponente demócrata, Hillary Clinton, se hizo famoso por acosarla por el escenario, atrayendo toda la atención hacia él.
El primer debate de Trump en 2020 contra Biden se convirtió en un tumulto ininteligible en el que el republicano no paraba de interrumpir. En un momento dado, Biden se irritó tanto que le espetó: “¿Quieres callarte, hombre?”
“Donald Trump es un caso único y especial en el que nunca se sabe lo que va a pasar“, aseguró Smith, quien ha preparado a candidatos demócratas para estos eventos. “Durante la preparación, no le permitiría que se pusiera cómoda, para que desarrollara algún tipo de instinto, o insensibilidad, ante cualquier cosa que pudiera surgir”.
Harris, como exfiscal, es experta en los intercambios en el escenario del debate. Es algo que también ha demostrado durante las acaloradas audiencias del Senado, cuando ha interrogado a funcionarios de Trump y a candidatos al Tribunal Supremo.
Pero el formato del próximo debate de la cadena ABC puede limitar su capacidad para mostrar sus habilidades como fiscal, ya que los micrófonos se silenciarán cuando sea el turno de la otra persona para hablar.
Esto significa, basándonos en el debate Biden-Trump de junio que tuvo las mismas reglas, que probablemente tendrá que responder a preguntas difíciles de los moderadores en lugar de enfrentarse a Trump.
Y cuando Harris está en el extremo de las preguntas de los fiscales, ha tropezado en el pasado, como en una notoria entrevista en 2021 con Lester Holt, de NBC News, en la que tuvo problemas cuando se le presionó sobre la cuestión de la inmigración ilegal.
Un escollo que Rupert podría prever para el bando de Harris es que su candidata se vea arrastrada a un largo debate sobre los hechos con Trump. Eso podría enturbiar el encuentro para los votantes y dejar a los espectadores con la impresión de que él ha dominado la conversación.
Sugirió una tercera táctica que Harris podría añadir a su arsenal: no enjuiciar ni permanecer en silencio, sino ignorar.
“Tiene una gran oportunidad de expresar su punto de vista”, aseveró Rupert, “y no agobiarse por lo que él esté haciendo a su lado”.
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