Para entender mejor
Más de 150 familiares y colectivos que buscan a personas desaparecidas dieron a conocer la noche de este lunes una carta dirigida a la presidenta Claudia Sheinbaum, en respuesta a las propuestas que informó el lunes en torno al tema.
“Las familias de personas desaparecidas vimos y escuchamos su respuesta frente a la crisis de desapariciones que cada día se agrava más. Nos preocupa profundamente la propuesta que hace, pues refleja un desconocimiento de los mecanismos y procedimientos institucionales que ya existen en el país en materia de búsqueda e investigación”, sostienen.
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A continuación, describen su respuesta a cada uno de los puntos. Animal Político publicó la mañana de este martes que si bien colectivos de familias y activistas consideraban una buena noticia que la presidenta haya abordado el tema por primera vez desde el inicio de su administración, la mayoría de sus propuestas no son nuevas y su implementación más bien se adeuda desde la publicación de la Ley general en la materia en 2017.
Respecto al fortalecimiento de la Comisión Nacional de Búsqueda, en su carta las familias y colectivos señalan como positivo que se revierta la reducción de su presupuesto, que ocurrió el año pasado, sin embargo, aseguran que nada se logrará con una titular como Teresa Guadalupe Reyes, quien tiene una “clara incapacidad técnica”, por lo que piden corregir el error de haberla nombrado y convocar a un proceso.
Por otro lado, revivir la iniciativa de Felipe Calderón sobre una cédula de identidad única –continúan– no resuelve en lo inmediato la crisis. En tanto, consideran preocupantes las reformas a la Ley General en materia de desaparición de personas por el nivel de desconocimiento que muestran, dado que ya existe una obligación de crear el Banco Nacional de Datos Forense, que la Fiscalía General de la República se ha negado a implementar, así como el Registro Nacional de Personas Fallecidas.
“Lo anterior como parte de las herramientas del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas, que fueron propuestas construidas desde las familias y las cuales quedaron en la Ley General, sin embargo, ha faltado voluntad política para llevarlas a cabo”, señala la carta.
Además, reiteran que el problema de las desapariciones y faltas en la búsqueda e investigación no deviene de la ausencia de leyes y protocolos, sino de la falta de voluntad para romper pactos de impunidad: “Son los operadores del sistema, los Ministerios Públicos, Fiscalías, el primer obstáculo para iniciar las búsquedas”, pero la ley ya contempla que debe ser inmediata.
En torno a la propuesta de Sheinbaum de equiparar el delito de desaparición al de secuestro, las familias y colectivos reviran que una de sus luchas más grandes fue establecer en la Ley General el delito de desaparición forzada, tras entender hace años que la búsqueda responde a dinámicas distintas al delito de secuestro.
“Hacer esta propuesta es una clara muestra de no entender las dinámicas criminales, así como un claro retroceso en cuanto a su investigación. No se puede resolver el problema de las desapariciones si se investiga como si fuera un delito cualquiera, y nos preocupa que la desaparición quede invisibilizada y sus víctimas atendidas de manera incorrecta”, rechazan.
Respecto a la estadística mensual de desapariciones, desean que la propuesta se consolide, pero también con localizaciones y judicializaciones. En lo que toca al fortalecimiento de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, recuerdan que desde 2014 está instalado el Sistema Nacional de Atención a Víctimas sin que hasta la fecha se haya convocado.
“Sabemos que, como todos los gobiernos en México, este no ha mostrado interés real y serio en consultarnos y establecer un diálogo constructivo, sin embargo, ejercemos nuestro derecho no solo a expresarnos, sino a la participación en temas relacionados con la búsqueda de nuestros familiares”, añaden al tiempo que reiteran su disposición al diálogo cuando el gobierno tenga la seriedad de abordar el problema.
“Hacemos un llamado a sus asesores para que le ayuden a informarse sobre los mecanismos, instituciones, procedimientos y leyes que ya existen en materia de desaparición de personas, lo que en este momento han presentado solo exhibe ignorancia en el tema o su intención de engañar al pueblo… La responsabilidad de buscar y encontrar sigue siendo de ustedes como gobierno, y son los servidores públicos uno de los principales obstáculos para encontrar a nuestros familiares”, concluyen.
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Durante más de seis meses Gurpreet viajó en su intento de cumplir el sueño americano. Pero no tuvo éxito y fue deportado.
Gurpreet estaba esposado, sus piernas atadas con una cadena que subía hasta su cintura. Él estaba siendo dirigido por la patrulla fronteriza de Estados Unidos hacia un C-17, un poderoso avión militar.
Era 3 de febrero de este año y después de meses de un largo viaje, él se dio cuenta de que el sueño de vivir en EE.UU. se había acabado. Estaba siendo deportado a su país, India.
“Sentí que el suelo se resbalaba debajo de mis piernas”.
Gurpreet, de 39 años, fue uno de los miles de indios que en los últimos años han gastado sus ahorros para cruzar varios continentes con la idea de entrar de forma ilegal a EE.UU. a través de su frontera sur y de ese modo escapar al desempleo que acosa a la India.
Se estima que hay unos 725.000 indios indocumentados viviendo en EE.UU., la tercera nacionalidad más numerosa después de los mexicanos y los salvadoreños, de acuerdo a las cifras del Pew Research Center de 2022.
Ahora Gurpreet se ha convertido en uno de los primeros indios indocumentados que han sido deportados desde que Donald Trump asumió la presidencia de EE.UU., con la promesa de hacer una deportación masiva como prioridad.
La intención de Gurpreet era solicitar asilo basado en las amenazas que él dice que recibió en India, pero -en el marco de la orden ejecutiva de Trump de devolver a los migrantes sin darles ni siquiera la posibilidad de una audiencia para solicitar asilo- fue enviado de vuelta sin que su caso fuese siquiera considerado.
Cerca de 3.700 indios fueron deportados durante la era de Joe Biden, pero las nuevas imágenes de estos migrantes siendo deportados con esposas y cadenas en los pies ha generado una fuerte reacción en India.
La oficina de la Patrulla Fronteriza de EE.UU. publicó un video en internet con esas imágenes, acompañadas de una música estrambótica y la advertencia: “Si cruzas de manera ilegal, serás expulsado”.
“Estuvimos sentados, esposados y encadenados por más de 40 horas. Incluso las mujeres fueron tratadas de la misma manera. Solo a los niños no los encadenaron”, le dice Gurpreet a la BBC en India.
“No nos permitían pararnos. Si queríamos usar el baño, teníamos que estar escoltados por un soldado y solo nos quitaban una de las esposas”, añade.
Los partidos de oposición en el parlamento indio protestaron frente a lo que señalaban era un “trato inhumano y degradante” para los deportados.
“Hay muchos comentarios de que el primer ministro de India, Narendra Modi, y Donald Trump son buenos amigos, entonces, ¿por qué permitió esto?”, le dijo a la BBC Priyanka Gandhi Vadra, un líder de la oposición.
Por su parte, Gurpreet dice: “El gobierno indio debió decir algo sobre esto. Ellos debieron decirle a EE.UU. que hiciera las deportaciones como las hacía antes, sin las cadenas ni las esposas”.
El vocero de la oficina de Relaciones Exteriores de India señaló que el gobierno ha comunicado a EE.UU. estas preocupaciones y, como consecuencia, en los siguientes vuelos no se encadenaron a las mujeres.
Pero las imágenes intimidantes y la retórica de Trump parecen haber conseguido el objetivo, al menos como efecto inmediato.
“Nadie va a tratar de ir a EE.UU., sobre todo por una ruta ilegal y complicada, mientras Trump esté en el poder”, dice Gurpreet.
A largo plazo, esto podría depender de si continúan las deportaciones, pero por ahora muchos de los traficantes indios, llamados localmente “agentes”, se han escondido por temor a redadas en su contra por parte de la policía india.
Gurpreet relata que las autoridades indias le pidieron el teléfono del “agente” que él había utilizado para ir hasta EE.UU., pero el traficante ya no podía ser localizado.
“No los culpo. Nosotros queríamos ir, era nuestra decisión. Ellos no vinieron a buscarnos”, señala Gurpreet.
Aunque las cifras del gobierno ponen la tasa de desempleo de apenas 3,2%, lo cierto es que la realidad es más precaria para muchos indios.
Solo el 22% de los trabajadores tienen salarios regulares. La mayoría de ellos son independientes y cerca de una quinta parte de ellos son “ayudantes sin paga”, que incluyen a decenas de mujeres que trabajan en negocios familiares.
“Dejamos India porque nos vimos obligados a hacerlo. Si tuviera un empleo que me pagara al menos 30.000 rupias (US$340) al mes, podría ayudar a mi familia y nunca pensaría en irme”, anota Gurpreet, quien tiene a su esposa, un bebé y su madre que dependen de él.
“Se puede decir lo que sea sobre la economía en el papel, pero necesitas ver la realidad en la calle. No hay oportunidades para nosotros, para trabajar o crear un negocio”, añade.
La compañía de camiones de Gurpreet estuvo entre las empresas, fuertemente dependientes del dinero en efectivo, que fueron duramente golpeadas cuando el gobierno indio, con apenas cuatro horas de aviso, retiró cerca del 86% de los billetes que estaban en circulación en el país.
Eso hizo, explica Gurpreet, que sus clientes no le pagaron más y él no pudo mantener a flote su negocio.
Y otro pequeño negocio que había montado, dedicado al manejo de logística para otras compañías, también colapsó debido a la pandemia del Covid-19.
También relata que pidió visas para viajar a Canadá y a Reino Unido, pero sus aplicaciones fueron rechazadas.
Entonces, con todos sus ahorros y con la ayuda de familiares, logró juntar cerca de US$45.000 para pagarle a un traficante para que lo ayudara en su viaje.
El 28 de agosto de 2024, él voló desde la Indiana hasta Guayana para iniciar su viaje a EE.UU.
Gurpreet marcó todas las paradas que hizo en un mapa que tiene en su teléfono.
Desde Guyana él viajó a través de Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia, la mayoría de las veces en bus, otras en carros y en bote y una parte pequeña en avión, pasando de traficante a traficante y detenido y liberado por algunas de las autoridades de los países.
En Colombia, los traficantes trataron de ponerlo en un avión hacia México, para de esa forma evitara atravesar el Tapón del Darién.
Pero la inmigración colombiana no le permitió abordar el avión, por lo que tuvo que hacer el peligroso viaje por la selva.
Un territorio denso e inhóspito entre Colombia y Panamá, el Tapón del Darién solo puede ser cruzado a pie, con riesgo de sufrir accidentes, enfermedades y ataques de bandas criminales.
El año anterior, 50 personas murieron intentando cruzar el Darién.
“No estaba asustado. He sido deportista toda mi vida, así que pensé que iba a estar bien. Pero fue la parte más dura. Caminamos durante cinco días por ríos y selvas. En muchas partes, mientras atravesaba un río, el agua me llegaba al pecho”, recuerda Gurpreet.
Cada grupo estaba acompañado por un contrabandista, o un “donker”, como Gurpreet y otros inmigrantes los llaman, una palabra aparentemente derivada del término “ruta del burro”, utilizado para referirse a los viajes de migración ilegal.
A la noche, levantaban carpas en la selva, comían un poco y trataban de descansar.
“Llovió todos los días que estuvimos ahí. Estábamos mojados hasta los huesos”, señala.
Primero los llevaron por unas montañas y después por un camino marcado con bolsas azules, que habían puesto los traficantes.
“Mi pie comenzó a hincharse, las uñas estaban destrozadas y las palmas de las manos estaban secas. Pero tuvimos la fortuna de no encontrarnos con ladrones”, explicó.
Cuando llegaron a Panamá, Gurpreet explica que él y cerca de 150 otros migrantes fueron detenidos y llevados a un lugar que lucía como una cárcel.
Tras 20 días detenidos fueron liberados y después, tras un mes de travesía, finalmente llegaron a México después de pasar por Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala.
Gurpreet anota que ellos esperaron por cerca de un mes en México hasta que hubo una oportunidad de cruzar la frontera cerca de San Diego.
“No escalamos un muro. Hay una montaña cerca que escalamos. Y hay un alambre de púas que el ´donker´ cortó”, dijo.
Gurpreet entró en los EE.UU. el 15 de enero, cinco días antes de que el presidente Trump asumiera el cargo, creyendo que había llegado justo a tiempo, antes de que las fronteras se volvieran impenetrables y las reglas se tornaran más estrictas.
Una vez en San Diego, se entregó a la Patrulla Fronteriza de los EE. UU. y luego fue detenido por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por siglas en inglés).
Durante la administración Biden, los inmigrantes ilegales o indocumentados comparecían ante un oficial de inmigración que realizaba una entrevista preliminar para determinar si cada persona tenía un caso de asilo.
Si bien la mayoría de los indios emigraron por necesidad económica, algunos también se fueron por temor a la persecución debido a sus antecedentes religiosos o sociales, o su orientación sexual.
Si pasaban la entrevista, los liberaban, a la espera de una decisión sobre la concesión de asilo por parte de un juez de inmigración.
El proceso a menudo demoraba años, pero se les permitía permanecer en los EE.UU. mientras tanto.
Esto es lo que Gurpreet pensó que le sucedería. Había planeado buscar trabajo en una tienda de comestibles y luego dedicarse al transporte de camiones, un negocio con el que está familiarizado.
En cambio, menos de tres semanas después de entrar en los EE. UU., se encontró siendo conducido hacia ese avión C-17 y regresando al lugar de partida.
En su pequeña casa en Sultanpur Lodhi, una ciudad en el estado norteño de Punjab, Gurpreet ahora está tratando de encontrar trabajo para pagar el dinero que debe y mantener a su familia.
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