Para la colectiva “Mujeres de la tierra, mujeres de la periferia”, la cocina ha sido una forma de alcanzar la autonomía luego de escapar de la violencia en Puebla y agruparse en Milpa Alta. También es una herencia que las ha salvado, un acto revolucionario y de cuidado.
“Que lo que hoy coman, nutra sus cuerpos y sus luchas”, desea Chío mientras ella y sus hermanas, Alma, Lety y Gris, terminan de preparar los alimentos que ellas mismas elaboraron con el maíz, el frijol y las habas que cultivan con sus propias manos.
Son mujeres campesinas indígenas desplazadas de Puebla, que fundaron la organización “Mujeres de la tierra, mujeres de la periferia” en plena pandemia como un medio para encontrar la autosuficiencia económica tras huir de la violencia. Para ellas la cocina es, primero, un proyecto productivo; después, un acto revolucionario, una forma de resistir.
Lety recuerda bien cómo aprendió a cultivar y cocinar. Desde muy chiquita la enseñó su mamá y papá. “Casi casi nacimos en el surco”, dice. Ella es la mayor de las hermanas y desde que tiene memoria, muy pequeñita andaba sembrando detrás de su mamá. La colectiva a la que pertenece, sostiene, ha aportado saberes, recuerdos de la tierra y de la cocina, así como conciencia entre los más jóvenes.
“Chicos, cuando vayan al supermercado, esa fruta, ese jitomate brilloso que tú ves ahí, no sabes cuánto esfuerzo le cuesta al campesino que ese fruto o esa verdura esté ahí. Creo que eso también lo hemos aportado: conciencia”, describe Lety.
Ella empezó a trabajar la tierra desde los 12 años, cuando terminó la primaria, aunque ahora, desde la colectividad, lo hace a través de otras reflexiones sobre la violencia y el autocuidado.
Detrás del fogón y con la masa azul reposando a un lado en el metate, Lety confiesa que lo que más le gusta de cocinar es hacer las tortillas:
“Que me salga una tortilla azul, con buen sabor, pensar que voy a llegar al taller y me voy a comer una rica tortilla, me encanta. Me encanta cocinar; mi mamá, mi abuela, siempre nos dijo: ‘haz tu comida como si fuera para ti; aunque sea para otros, siempre piensa que es para ti, porque solamente así la vas a hacer con mucho amor y mucha dedicación”.
Mucha felicidad y alegría llama Lety a lo que siente cada vez que cocina.
Elaborar sus propios productos con el maíz que ellas mismas cultivan es uno de los proyectos productivos que las cuatro hermanas se plantearon cuando nació “Mujeres de la tierra, mujeres de la periferia” en plena pandemia, para escapar de sus contextos de violencia y alcanzar la autonomía económica.
Sembrar la tierra es la primera herencia de sus madres y abuelas que se convirtió en una forma de salvación. La cocina es la segunda. Para ellas cocinar, remarca Chío, es un acto revolucionario, un acto de autocuidado y de amor propio, pero también de amor colectivo.
“Cuando tú te cocinas, no solamente está una persona ahí cocinando un huevo o una sopa, también está en su mente recordando: ‘¿qué me dijo mi mamá que llevaba? ¿cuántos ajos, cuánta cebolla, cuánta sal?’. Ahí están procesos colectivos de memoria que están bien presentes, y el hecho también de detenernos a comer con calma, oler, saborear, eso es algo súper fundamental”, sostiene.
Mucha gente, cuenta, criticó a la colectiva porque aseguraban que estaban reforzando un rol de género en las mujeres, invitándolas a regresar a la cocina cuando ya estaban de salida. Pero la respuesta de “Mujeres de la tierra, mujeres de la periferia” ha sido clara: la cocina es también un espacio de encuentro, de escucha y de acompañamiento en momentos de crisis, y al mismo tiempo, de sanación.
“No saben en el taller cuántas historias se han contado, cuánto llanto, cuánta rabia, cuántas sonrisas, cuánta esperanza, porque nosotras también nos empezamos a apropiar de la cocina. Hay una apropiación desde la mirada de las mujeres en el tema de la cocina, entonces desde ahí dijimos: ‘vamos a tomar como símbolos de nuestra lucha y resistencia el cultivo y el fogón”, relata Chío.
Esos saberes heredados pronto hallarán un lugar para llegar a más mujeres, niñeces y adolescencias, en la “Escuelita de la tierra” que la organización inauguró este 7 de diciembre de manera itinerante, pero tendrá un espacio físico una vez que termine su construcción gracias a la aportación del proyecto FON (Feminist Opportunities Now) a través de la Agencia Francesa de Desarrollo.
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Gris lo afirma igualmente sin dudar: “me gusta mucho cocinar”. La tortilla, el tlacoyo, la gordita, los tamales y las quesadillas son ahora un medio de subsistencia, pero ella se siente muy orgullosa de que sea gracias a esos saberes que sus hermanas y ella han construido colectividad y autonomía.
Lo más bonito de cocinar, dice, es estar con las compañeras. “A veces llego super pensativa, preocupada, estresada, triste, y a veces llegamos, empezamos a platicar, y ya salieron las risas, a veces sale el llanto. Dirían por ahí: creo que el estar acompañadas nos hace sentirnos abrazadas, escuchadas, consoladas, y creo que es lo que más me gusta, porque somos mujeres y siento que nos abrimos más”, describe.
A Alma también le gusta la cocina porque desde pequeñas así les enseñó su mamá. Incluso recuerda que las sentaba alrededor del fogón mientras ella cocinaba y las consentía. Desde entonces les transmitió las prácticas que ahora honran: cocinar para ellas, para su familia y para las personas que quieren; en su caso, sus hijos, sus compañeras y las personas que compran sus productos, sobre todo cuando les nace un “ay, qué rico cocinan”.
“Esto nos hace seguir cocinando. Me encanta cocinar, estar en la cocina, porque es una parte muy importante que hay en un hogar. La cocina nos invoca a estar ahí, platicar y estar juntas”, agrega Alma, al tiempo que admite que el sentimiento que le produce el fogón es estar muy contenta, sobre todo cuando puede compartirlo con las personas que quiere. Ahora replica con sus hijos lo mismo que aprendió de su mamá: platicarles mientras prepara los alimentos.
Un jueves durante el desayuno, las hermanas recalcan que ellas mismas son responsables del 90% de lo que está servido a la mesa. Sus manos sembraron y cosecharon el maíz con el que elaboran las tortillas azules, los tlacoyos y las gorditas que venden como colectiva desde que escaparon de la violencia en la mixteca poblana para emprender en Milpa Alta.
Las “Mujeres de la tierra, mujeres de la periferia” detallan los tipos de maíz que cultivan y que están detrás de sus productos: el colorado y el azul. Con el primero se hace pinole y tortillas, que salen “rositas”, a diferencia de las azules y las amarillas. Además, el azul es “más dulcecito que los otros dos, tiene otro sabor”, explica Lety desde la cocina.
Ya en la milpa, Chío detalla que hay un trabajo de por lo menos 10 meses detrás del maíz con el que se elaboraron los tlacoyos y las tortillas, aunque la crisis climática, tanto el frío como el calor extremo, ha afectado las cosechas, alerta. Desde que la enseñaron a cultivar, sus abuelas y su mamá le decían que tenía que sembrar tres semillas de maíz: una para el pájaro, otra para la tusa y otra para ella.
“Así estábamos pensando en la colectividad, en aquellos seres vivos que también habitan este espacio y que también tienen derecho a comer al igual que nosotros. Por eso el acto de la agricultura campesina está todo el tiempo acompañado desde una mirada colectiva, y cuando digo colectiva no nada más me refiero a la colectiva humana, sino a todos estos seres vivos que están en la tierra”, señala.
La milpa es un policultivo, añade, es decir, un terreno en el que se pueden sembrar varias semillas, más otras plantas que nacen de manera endémica y también son alimento. En Milpa Alta, advierte, se está dando una producción de nopal a gran escala, lo que preocupa porque se trata de un monocultivo que deteriora el uso de suelo. Ellas le apuestan a recuperar la agricultura de la milpa, que da nombre a la alcaldía.
Así, solo de la colectividad nacen las mazorcas que las manos de las mujeres de la tierra transforman en el metate y el comal. Tener su propio sustento económico, cultivar y elaborar su comida, para Chío se resume en una palabra: dignidad. En un sistema capitalista, muchas cosas pueden obtenerse fácilmente, explica, pero cuando una le apuesta a la dignidad, termina entendiendo que todo lleva su tiempo.
“El tema de la autonomía, de la autogestión, también me evoca mucho la palabra fortaleza, no solo mía, sino la ancestral, y también el compromiso de poder seguir compartiendo eso, porque yo ahora hablo de mis abuelas, mis ancestras, pero yo espero con el corazón entero que dentro de 10 años, en mis nietas, o incluso en aquellas niñas que no sean mis nietas pero también se refieran a nosotras como las abuelas, las ancestras, se haya sembrado esa semillita”, dice Chío.
Como el maíz azul, la autonomía –recalca– también sabe dulce y si se come despacio, lleva a tener alimento no solo para el cuerpo, sino para las luchas, como lo dijo al servir el desayuno. Entre sus recuerdos, evoca cómo su mamá les enseñó a echar las tortillas desde muy niñas, y cómo aprendió viéndola. A Chío igualmente le encanta cocinar, aunque a veces le han dicho que la comida no le sale tan buena, confiesa entre risas.
Cocinar para ella es como una ofrenda para sí misma, y cuando lo hace para otros, como su compañera, es una ofrenda de amor: “No hay nada más bonito que regalarle aquello que nunca vas a recuperar a alguien, y eso que nunca vas a recuperar es tu tiempo; entonces que lo inviertas cocinando y comiendo con esa persona o contigo misma es un regalo poderoso”.
La cocina, a diferencia de a sus hermanas, le genera un sentimiento de nostalgia porque siempre se acuerda de lo que le decía su mamá: tener cuidado de no quemar el aceite, y pensar en las implicaciones de tener acceso a ciertos ingredientes y recetas que se han preservado a través del tiempo aunque podrían haber desaparecido. Amor, recuerdos y nostalgia rodean su fogón.
Las mujeres somos muy mágicas, piensa Lety, sabemos hacer muchas cosas: postres, tejido, bordado, telar, tortillas y maíz. Nuestras madres y nuestros abuelos nos heredaron cosas que no son materiales, sino conocimientos. Todo ello puede explotarse en colectividad: “que nos juntemos las mujeres y hagamos cosas mágicas para poder salir de esa violencia”.
Para Alma, se puede tener estudios y otras cosas materiales, pero la tierra es el cambio. “Que vengamos muchas y nos convoquemos, porque sí hay cambios, sí se puede hacer el cambio, y aquí hay mucha tierra esperándolas; cuando gusten venir a sentirla, aquí estamos nosotras, sus hermanas, para enseñarles a preparar, a sembrar incluso en su propio espacio, una milpita, para que puedan comerse algo muy sano que lleven y que nutra sus cuerpos”, invita.
“Mujeres de la tierra, mujeres de la periferia” se ha adaptado a todas las formas que contribuyen a su autonomía: venden en el metro más cercano, mediante entrega a domicilio o asisten a eventos. Cualquiera puede gestionarse mediante la cuenta de Instagram @mujer_esdelatierra.
Nicolás Maduro se prepara para iniciar el 10 de enero su tercer período presidencial, durante el cual ha prometido consolidar el nuevo modelo económico que ha venido imponiendo en los últimos años.
“¡Exprópiese!”.
El fallecido presidente venezolano Hugo Chávez convirtió esta palabra en su grito de guerra y desde 2007 la utilizó para anunciar la estatización de fábricas, bancos, hoteles, empresas de telecomunicaciones y de energía, así como de cinco millones de hectáreas de tierras.
Las expropiaciones fueron uno de los pilares en los que se asentaba el nuevo modelo político, económico y social que el mandatario impulsó en el país a principios de los años 2000: el llamado socialismo del siglo XXI.
Sin embargo, su sucesor desde 2013, Nicolás Maduro, quien se proclama “hijo de Chávez” y defensor de su legado, en el último lustro y sin muchas estridencias se ha ido alejando del proyecto económico de su mentor.
El mandatario, que pese a los cuestionamientos sobre su legitimidad espera iniciar el 10 de enero un tercer mandato, ha dejado a un lado el enfrentamiento con los empresarios que marcó tanto el inicio de su gestión como la de Chávez, y ha optado por tender puentes hacia ellos.
“¿Para qué sirvió el conflicto estéril, la guerra entre nosotros y el no escucharnos? Para el retroceso y para infligirnos daños (…) Saquemos la economía de la diatriba y la guerra política y concentrémonos en trabajar para producir”, pidió el gobernante a los industriales y ganaderos venezolanos en julio pasado, buscando que el conflicto político interno no se traslade a la economía.
Y para ello, además de las palabras, Maduro ha tomado medidas concretas. En los últimos años, ha devuelto centros comerciales y fincas a sus dueños originales e incluso se ha abierto a la posibilidad de privatizar empresas.
En noviembre, el presidente de la Confederación Venezolana de Industriales (Conindustria), Luigi Pisella, aseguró que el gobierno planeaba transferir al capital privado 350 empresas de las que el Estado se hizo cargo en las últimas dos décadas.
Todos estos gestos hacen creer que el país sudamericano consolida un nuevo modelo que algunos expertos han definido como “capitalismo autoritario”.
Pero ¿qué es el capitalismo autoritario y cuáles son sus características?
“Es un sistema donde se permite al capital privado enriquecerse, pero en el que, simultáneamente, se socavan los derechos sociales, económicos y políticos de los ciudadanos para favorecer la permanencia en el poder de las élites gobernantes“, explicó a BBC Mundo Antulio Rosales, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de York (Canadá).
En similares términos se pronuncia el politólogo Guillermo Tell Aveledo, quien, sin embargo, cree que el capitalismo autoritario venezolano no es convencional.
“La ‘apertura’ carece de una racionalidad económica profunda, mientras que el sistema político permanece cerrado y fuertemente centralizado. Este esquema no representa una ruptura con el socialismo del siglo XXI, sino que es una adaptación pragmática que busca perpetuar el poder bajo nuevas condiciones“, puntualizó a BBC Mundo el decano de la Facultad de Estudios Jurídicos y Políticos de la Universidad Metropolitana de Caracas.
En el último lustro, los venezolanos han visto como, casi de la noche a la mañana, desaparecieron los controles de precios y de divisas vigentes desde 2003; se despenalizó el uso del dólar internamente, hubo una dolarización de facto de la economía que redujo la inflación; y se relajaron los trámites para importar productos.
La medidas pusieron fin a la acuciante escasez de alimentos y medicamentos, desatada tanto por las regulaciones de precios como por la mala gestión de las empresas estatizadas.
Sobre todo en Caracas, la capital, proliferan negocios pensados para el consumidor de clase alta que eran imposibles de ver hace apenas cinco o siete años.
Sin embargo, junto a ese boom de mayor consumo y lujo también se dispararon los precios de los productos y servicios y sumieron a millones en la pobreza, pues las medidas no vinieron acompañadas de ningún plan compensatorio.
Los ajustes sirvieron para que el país saliera de la histórica hiperinflación en la que entró en 2017 y para que su economía tenga 13 trimestres consecutivos creciendo, según datos el Banco Central de Venezuela (BCV).
Para los expertos consultados este giro no fue producto de una revisión ideológica ni de una rectificación por parte de las autoridades, sino que fue algo forzado por las circunstancias.
“La apertura se da porque colapsa la renta petrolera, debido a la combinación de la caída de los precios del petróleo en los mercados internacionales que se produce a partir de 2014 y de la reducción de la producción nacional”, afirmó a BBC Mundo el economista Francisco Monaldi.
El petróleo es la principal fuente de divisas de Venezuela, pero de producir tres millones de barriles diarios a principios del siglo, el país pasó a medio millón en 2020, una caída que dejó al Estado sin más del 90% de sus ingresos, dijo Maduro en julio pasado.
“La falta de dinero obligó a las autoridades a acudir a aquellos que podían tenerlo y a los que tradicionalmente vio como sus enemigos: los empresarios“, precisó Monaldi, profesor de la Universidad de Rice (Estados Unidos).
Antulio Rosales, por su parte, también considera que el giro económico fue impuesto por la crisis generada por el propio modelo socialista, pero agregó otro factor externo: las sanciones que distintos gobiernos han impuesto en los últimos años al gobierno de Maduro por socavar la democracia y violar derechos humanos.
“El gobierno vio obstaculizado los caminos para continuar con el socialismo rentístico, es decir, para vender petróleo en el mercado internacional y redistribuir esos fondos internamente. Esto, sumado a las presiones internas (malestar social y protestas) por la escasez y la inflación, lo forzaron a generar ciertas aperturas para continuar en el poder“, agrega el economista.
El grueso de las sanciones impuestas en los últimos años por Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá y otros países han estado dirigidas contra funcionarios y exfuncionarios venezolanos o sus allegados.
No obstante, algunas de estas medidas han sido dirigidas en contra de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa), del Banco Central (BCV) y de otras instancias gubernamentales, las cuales han visto cómo se le cerraban las puertas a los mercados internacionales tradicionales.
Monaldi, por su parte, cree que las sanciones internacionales solo fueron un ingrediente más.
“En 2017, cuando se impusieron las sanciones financieras (a Pdvsa y al BCV) Venezuela estaba a punto de un default financiero [impago de deuda] generalizado”, recordó el economista, quien insiste en que la razón fundamental del giro dado por el gobierno fue la crisis económica “autoinfligida” que estalló en 2017.
“Las hiperinflaciones llevan a los gobiernos a ser pragmáticos, inclusive a aquellos que son más de izquierda”, dice.
Y como prueba de lo anterior menciona dos decisiones que, según él, hubieran sido imposibles de imaginar hace un par de años atrás.
La primera, la aceptación de que la petrolera estadounidense Chevron maneje la empresa mixta que tiene con Pdvsa, pese a que la legislación venezolana lo prohíbe; y la segunda, la entrega de Ferrominera del Orinoco, la mayor productora de hierro del país, a la empresa india Jindal.
Las sanciones personales llevaron también a que muchos emprendedores con fortunas invirtieran en negocios en el país y demandaran en casa un consumo de alto valor que antes podían satisfacer en el extranjero.
El cambio de actitud de las autoridades hacia los empresarios, en particular los tradicionales, tiene sus condiciones.
“Los empresarios, sobre todo los nacionales, saben que hay algunas reglas que deben respetar, y una de ellas es jugar con el gobierno“, agrega Rosales.
¿Qué significa esto? “Que los empresarios no deben meterse en política o mejor dicho, si se van a meter en política es para apoyar las iniciativas del gobierno, pero no a la oposición ni a ningún tipo disidencia”, explica.
“Los empresarios saben que si cumplen esto, se les abren las puertas a unas oportunidades de grandes ganancias en unos mercados con enormes distorsiones”, remata.
Los hechos confirman las palabras del experto. En el último lustro, también se ha producido un giro en la actitud de las patronales hacia el gobierno.
Los principales gremios empresariales, los cuales en el pasado reciente formaron junto a los sindicatos, partidos políticos opositores y otras organizaciones civiles un bloque para enfrentar al chavismo en las calles y en las urnas, parecen ahora haberse acercado al oficialismo.
“Las relaciones institucionales entre el Ejecutivo nacional, regional y municipal con todos los sectores económicos están articuladas y trabajando conjuntamente para solucionar los desafíos” económicos que enfrenta el país, dijo en abril pasado la Federación de Cámaras y Empresas de Venezuela (Fedeindustria) en un comunicado.
En el documento, la organización rechazaba la posibilidad de que EE.UU. reimpusiera medidas contra el sector petrolero venezolano tras las críticas al gobierno de Maduro por el hecho de que las elecciones presidenciales del 28 de julio no fueron competitivas ni transparentes.
“Lo que ha ocurrido en los últimos años es muy positivo y lo ha logrado un gobierno con el que hemos tenido profundas diferencias y que está sancionado”, dijo a BBC Mundo Ricardo Cussano, expresidente de Fedecámaras, la principal organización gremial del país.
Cussano defendió la nueva actitud empresarial en los siguientes términos: “El país necesita construir confianza para atraer inversiones, y eso pasa porque la conflictividad política deje de existir y se abra un proceso de negociación y verdadero diálogo para hacer la institucionalidad venezolana más robusta e inclusiva”.
La tesis de empresarios como Cussano ha sido fuertemente criticada por la oposición política venezolana, que teme que esa alianza mine los esfuerzos para el cambio político que se evidenció en las elecciones del 28 de julio de acuerdo a las actas de resultados publicadas por la oposición, en las que se demostró el triunfo de Edmundo González.
“(La economía venezolana) Está en una transición que tiene como referencia al modelo chino”, dijo a finales de 2023 Rafael Lacava, miembro de la dirección nacional del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y gobernador del estado Carabobo, para explicar los cambios económicos que se están produciendo en el país.
Sin embargo, los expertos dudan de que la comparación se ajuste a la realidad.
“Esta ‘apertura’ se caracteriza por una aparente libertad de mercado sin competencia real, el predominio de élites económicas vinculadas al oficialismo y la ausencia de una planificación económica sofisticada, a diferencia de los modelos vietnamita o chino que poseen estructuras coherentes y unas élites relativamente serias”, analiza el politólogo Guillermo Tell Aveledo.
Coincide Monaldi, quien considera que las autoridades venezolanas parecen estar copiando el modelo ruso más que el chino.
“Maduro sigue el modelo que (Vladimir) Putin impuso en Rusia, donde el Estado tiene una intervención muy significativa, pero hay una oligarquía de empresarios cercanos al régimen que tienen una influencia tremenda sobre la economía”.
El ascenso del controversial empresario colombo-venezolano Alex Saab hasta el gabinete ministerial de Maduro, así como las informaciones que aseguran que unas 48 empresas estatales ya han sido entregadas a privados, muchos de ellos cercanos al altos funcionarios, según datos de Transparencia Venezuela, refuerzan esta tesis.
Ahora se inicia un nuevo período presidencial marcado de nuevo por el conflicto político: muchos países considerarán como presidente legítimo al opositor Edmundo González, claro vencedor de las elecciones de julio de acuerdo a los resultados publicados, pero será Maduro quien detente el poder.
Y en ese contexto surge la pregunta: ¿Este experimento es sostenible en el tiempo? Los expertos difieren.
“Estas aperturas surgieron por pragmatismo: había que hacerlo para mantener cierta estabilidad y seguir en el poder. Pero yo diría que ahora, luego de 4 o 5 años, son irreversibles“, afirma Rosales.
Los sectores que se han beneficiado del nuevo modelo son para el experto una de las razones que asegurarán su supervivencia.
“Las bases de sustento del poder están entre otros lugares, en los militares, que se han beneficiado económicamente de este cambio, y en el sector privado, el cual ha sido disciplinado e incluso se ha convertido en un nuevo aliado del régimen político“, explica.
Monaldi, por el contrario, tiene sus dudas y apela a la historia para justificarlas.
“La gran pregunta para mí es: si se levantan las sanciones y se recupera la producción petrolera, ¿Maduro seguiría pragmático y liberalizador o volvería a querer controlar todo?”.
Y acto seguido recuerda: “Los cubanos han liberalizado como tres o cuatro veces la economía desde la caída de la Unión Soviética para después retroceder, porque le temen mucho a los actores independientes en la economía porque no pueden controlarlos. Xi Jinping [presidente de China] está haciendo lo mismo con los ricos ahora mismo”.
Los empresarios, por su parte, aspiran a que el nuevo modelo se consolide. Y con ellos como aliados, voluntarios o involuntarios, también Maduro busca sostenerse en el poder un tercer mandato a pesar del conflicto político interno y el rechazo internacional.
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