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Chicas de la 14: organización con la que trabajadoras sexuales defienden su derecho a la salud
Chicas de la 14: organización con la que trabajadoras sexuales defienden su derecho a la salud
D., una trabajadora sexual, en el Hotel México, donde recibe servicios de salud gratuitos promovidos por la organización Chicas de la 14. Foto: Samantha Páez
6 minutos de lectura

Chicas de la 14: organización con la que trabajadoras sexuales defienden su derecho a la salud

Se unieron para frenar detenciones arbitrarias y terminaron creando una entidad que les permitió derrotar la discriminación y recuperar su bienestar.
01 de junio, 2024
Por: Samantha Páez/Global Press México

En el interior de un céntrico edificio de paredes marrones, Mariela González recibe a las pacientes sentada frente a una mesa de plástico blanca: “¿Vas a consulta o a recibir resultados de estudios?”. Una mujer llamada Nahomi le responde: “Vengo a consulta”. Recibe su turno. Hay dos mujeres antes que ella esperando a las doctoras.

Pero Nahomi no está en una clínica u hospital, sino en el Hotel México. Allí, ella y otras trabajadoras sexuales atienden a sus clientes. También funcionan las oficinas de Chicas de la 14, una asociación civil presidida por González que agrupa a más de
60 trabajadoras sexuales del Centro Histórico de la ciudad de Puebla. Nahomi es una de ellas y, al igual que otras de sus compañeras entrevistadas para este artículo, pidió proteger su identidad por temor al estigma.

Según datos proveídos por González, muchas de las más de mil trabajadoras sexuales del Centro Histórico no acudían a recibir servicios de salud básicos por miedo a ser discriminadas o a sufrir estigma social. Sin embargo, desde mediados de
2022 comenzaron a ser atendidas cada mes y de forma gratuita por el Sistema Municipal para el Desarrollo Integral de la Familia (SMDIF), que promueve el desarrollo pleno de las personas, la familia y la comunidad en el Hotel México.

González gestionó que los servicios de salud se brindasen en el hotel para que las trabajadoras sexuales se sintieran más seguras, y se les diera un servicio respetuoso y personalizado en un ambiente de confianza donde no fueran discriminadas.

“Nos explican todo muy bien. Si nos tienen que dar un medicamento o vitaminas nos las dan junto con las indicaciones”, dice Nahomi.

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Mariela González, fundadora de la organización Chicas de la 14, posa para un retrato en la ciudad de Puebla. Foto: Samantha Páez,

Desde 2008, el Código Reglamentario para el Municipio de Puebla, que regula procedimientos, funciones y servicios públicos, considera al trabajo sexual una conducta infractora.

El estigma y estas regulaciones generaron situaciones de violencia contra de estas mujeres. González y otra trabajadora sexual dicen que por años hubo operativos arbitrarios de las autoridades municipales en el centro de la ciudad en contra de ellas. González recuerda uno en particular de 2014: “Nos cerraron las dos entradas de las calles, como animalitos”.

González asegura que sus compañeras fueron detenidas y trasladadas en patrullas de la policía municipal aunque se hallaban caminando en la vía pública, comiendo o dentro de locales sin ejercer la prostitución. Global Press Journal se comunicó con las autoridades locales para solicitar un comentario al respecto, pero no obtuvo respuesta.

En ese contexto, las trabajadoras sexuales comenzaron a organizarse. “Empezamos a buscar cómo protegernos de esta situación”, explica González. Se acercaron al Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos (Odesyr), una asociación civil dedicada a incidir “a favor de los derechos de las mujeres, sexuales y reproductivos y la salud”, para que las asesorara sobre la protección de sus derechos. El Odesyr también sostiene que las detenciones arbitrarias ocurrieron.

En 2021, al conocer que los operativos contra las trabajadoras sexuales continuaban, la organización no gubernamental Unión Internacional De Defensores De Derechos Humanos Independientes les ofreció asesoría. Así surgió la idea de crear una asociación civil de trabajadoras sexuales, con miras a defender y acceder a varios derechos humanos, entre ellos, la salud.

Para cuando Chicas de la 14 logró su registro ante las autoridades de Puebla en enero de este año, la asociación tenía al menos un año y medio haciendo gestiones para que las trabajadoras sexuales del centro de la ciudad tuvieran servicios de salud gratuitos y en su lugar de trabajo.

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El Hotel México, donde funcionan las oficinas de Chicas de la 14 y las trabajadoras sexuales reciben servicios de salud por parte del personal del Sistema Municipal para el Desarrollo Integral de la Familia. Foto: Samantha Páez

Lee: ¿Nos queremos clandestinas o con derechos? La lucha de las trabajadoras sexuales

A mediados de 2022, González había mandado un oficio al SMDIF para que personal médico acudiera al Hotel México a atender a sus compañeras. El SMDIF accedió como parte del Programa Contigo Mujer contra la Violencia que se encarga de atender necesidades de mujeres y niñas de forma multidisciplinaria. Desde entonces, cada mes les brindan consultas médicas y análisis clínicos gratis en el lugar.

Pero no son los únicos servicios de salud que reciben. Las trabajadoras sexuales pueden acceder a mastografías, papanicoláu y ultrasonidos. Para eso, el hotel se cierra para ellas. González coordina con el SMDIF y llenan el edificio con equipo y personal médico. Desde 2022, “hemos hecho alrededor de 10 jornadas al interior del hotel. Allí, también les entregan sus resultados y las consultan”, dice González.

En diciembre de 2023, realizaron la primera jornada de salud abierta a toda la comunidad. Instalaron unidades móviles, similares a las ambulancias, cerca del hotel para visibilizar que los servicios estaban disponibles: detección de diabetes,
hipertensión arterial, pruebas de antígeno prostático y laboratorio de análisis clínicos, entre otros.

Antes de contar con acceso a este programa de salud, a las trabajadoras sexuales les tocaba acudir a servicios médicos privados y realizar sus análisis de detección de enfermedades de transmisión sexual cada seis meses en el Centro Ambulatorio para la Prevención y Atención en SIDA e Infecciones de Transmisión Sexual (CAPASITS), una entidad de salud pública.

Pero la experiencia allí no era la esperada, dice una trabajadora sexual con 20 años de experiencia. Añade que en el CAPASITS de Puebla es común que el personal médico las discrimine y no las trate con respeto.

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Mariana Marín, izquierda, y Brahim Zamora, integrantes del Odesyr, durante una sesión de trabajo. En 2014, Odesyr informó sobre la estigmatización del trabajo sexual en Puebla, que continúa 10 años después. Foto: Samantha Páez

Global Press Journal se comunicó con el CAPASITS en Puebla para solicitar una entrevista y sus autoridades remitieron a la Secretaría de Salud de Puebla, que supervisa el centro. La secretaría no respondió a reiteradas solicitudes.

Onán Vásquez, de la organización No Dejarse es Incluirse, conocida también como Vida Plena Puebla, que se dedica a la promoción y defensa de los derechos humanos de las poblaciones LGBTI y con VIH, asegura que la atención en servicios de salud públicos, como en el CAPASITS, no es oportuna por los prejuicios contra las mujeres trans y las trabajadoras sexuales. “Combatir los prejuicios y los estigmas sí salva vidas, pero lamentablemente en una sociedad machista como la nuestra van a permanecer”, dice Vásquez.

En contraste, las afiliadas a Chicas de la 14 reciben una atención digna. Una trabajadora sexual que vive en la periferia de Puebla es usuaria de los servicios de salud. El año pasado tuvo reflujo por gastritis y el personal del SMDIF que acudió al hotel le dio el tratamiento que necesitaba. “Es gente muy amable”, dice.

Esta trabajadora sexual también tomó terapia psicológica que le permitió superar una ruptura amorosa después de 16 años de relación. “A muchos hombres no les gusta que sus parejas trabajen”, dice. La terapia que recibió le ayudó: “Pude volver a empezar, ver los años que se han ido y reconstruirme”.

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Foto: Mariela González, de frente, lidera a las integrantes de la organización Chicas de la 14 que exigen respeto a los derechos humanos de las trabajadoras sexuales el Día Internacional de la Mujer. Foto: Samantha Páez

Otra trabajadora sexual, quien pidió ser identificada como D., dice que son necesarios los servicios de salud que les ha acercado Chicas de la 14 “porque hay tratamientos médicos muy caros”. Además, señala que antes de las gestiones de la organización, cada quien se hacía sus análisis clínicos como podía. “Ahora es cada mes que nos estamos checando”. También recibe los medicamentos que necesita en cada consulta.

La asistencia médica que gestiona Chicas de la 14 no se queda en análisis clínicos y consultas médicas. González logró un convenio con un médico particular que ayuda con internamientos. Lo utilizaron con una compañera quien inició labor de parto en la calle. En estos casos, los gastos los cubren entre todas. Cuando se enfrentan a enfermedades graves, como el cáncer, el SMDIF canaliza a las trabajadoras sexuales al Hospital de la Mujer, una entidad pública, para que reciban su tratamiento.

Si una se siente mal, nos vamos ayudando”, dice D., quien ha tomado los cursos de primeros auxilios que organiza Chicas de la 14. Además de los servicios de salud, las trabajadoras sexuales reciben asesorías legales, paquetes de alimentos o apoyos en casos de defunción de familiares, así como talleres vocacionales gratuitos.

Antes de entrar a su consulta, Nahomi dice que se siente empoderada tras sumarse a Chicas de la 14. “A veces te sientes chiquita, pero nos han explicado que el trabajo sexual es un trabajo común y corriente”, dice. “Empiezas a cuidarte a ti misma de cosas que antes no te cuidabas”. La organización les abrió a ella y sus compañeras las puertas a la salud, dice, pero no solo eso: “Nos ha enseñado a defendernos”.

Esta historia fue publicada originalmente por Global Press Journal.

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Imagen BBC
Así cambiaron el alfabeto y el lenguaje con la llegada de los españoles a América.
7 minutos de lectura

Para enseñarles el cristianismo y otros conocimientos a los pueblos originarios, los religiosos que vinieron con los conquistadores y colonizadores desarrollaron un método que combinó dibujos y escritura.

12 de octubre, 2024
Por: BBC News Mundo
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Página del Códice Mendoza donde se habla de la fundación de México
Getty Images
El ‘Códice Mendoza’ es uno de los textos coloniales donde se mezclan pictogramas con escritura alfabética castellana.

Cuando los españoles llegaron al territorio de lo que hoy conocemos como México, existía un sistema de escritura principalmente pictográfico, en el que cada “dibujo” significaba una frase o enunciado completo.

Este sistema era utilizado por las castas gobernantes, principalmente para conservar tradiciones religiosas, discursos, hechos históricos o registros poblacionales y tributarios, entre otros asuntos.

Los amanuenses que conservaban estos libros (normalmente tiras de papel plegadas o lienzos o pieles de animales) aprendían de memoria largos discursos y con la punta del dedo repasaban las figuras para apoyarse y no perder el orden del mensaje que querían transmitir.

Es decir, esta escritura estaba más cerca de lo icónico que de lo ideográfico, más cerca de las pinturas rupestres que de la escritura egipcia o china.

Pintura colonial de un monje bautizando a indígenas
Getty Images
Los primeros religiosos que fueron enviados al Nuevo Mundo a evangelizar a los indígenas terminaron aprendiendo el idioma de éstos para poder llevar adelante su tarea.

Los “12 apóstoles de México”

Formalmente, los primeros evangelizadores españoles llegaron a la ciudad de México en 1524 (los llamados “12 apóstoles de México”).

Eran un pequeño grupo de frailes franciscanos que iniciaron una ingente y titánica obra cristianizadora de los indígenas. A estos les siguieron los dominicos y luego los agustinos.

La labor de las órdenes religiosas no se limitaba a la evangelización. También construyeron pueblos, villas y ciudades, impartieron justicia y fueron consejeros de los funcionarios reales, entre muchas otras actividades.

Por ejemplo, enseñaron a los primeros mexicanos a cultivar las plantas europeas, vestir “a la española”, edificar iglesias, criar animales españoles, labrar acueductos, utilizar el telar europeo y aprender los oficios mecánicos.

Simultáneamente, destruyeron los templos prehispánicos, derrumbaron las esculturas de los dioses, quemaron los libros que mencionamos e hicieron procesos inquisitoriales contra los indios remisos.

Otra página del Códice Mendoza del siglo XVI
Getty Images
Los primeros textos dirigidos a los indígenas se asemejaban más a pinturas rupestres que a lo que consideramos escritura .

Estas actividades pasaban inevitablemente por que los religiosos aprendieran las principales lenguas mesoamericanas. Y así lo hicieron.

En un principio, en la escritura mezclaron los pictogramas y el alfabeto. Por ejemplo, se conserva una interesante transcripción al náhuatl del catecismo ideado por fray Pedro de Gante.

Otros religiosos, quizá deseosos de un mayor acercamiento a los usos y costumbres de los pueblos indígenas, pedían a los copistas que transcribieran en grandes telas, con su sistema, pasajes bíblicos.

Iban de una a otra aldea acompañados de un numeroso séquito de indios ladinos –los llamaron igual que en España llamaban a los judíos y a los musulmanes que se movían entre la cultura propia y la cristiana–, reunían a los pobladores, trepaban en alguna tarima o en algún basamento piramidal en ruinas, mostraban el gran lienzo a los neófitos, señalaban con una vara las imágenes, contaban en español el asunto de la pintura y, finalmente, los ayudantes traducían al náhuatl.

Imagen del letras del alfabeto latino
Getty Images
Los religiosos españoles utilizaron el alfabeto latino para intentar construir la fonética náhuatl.

Idiomas para los evangelizadores

Una nueva dificultad se les presentó cuando tuvieron que enseñar las lenguas indígenas a los evangelizadores que llegaban.

No era deseable, por pesado y dilatado, que las aprendieran de los indígenas (como tuvieron que hacer los primeros).

Así que organizaron escuelas para que los nuevos frailes estudiaran las lenguas originarias. Esto condujo, como un proceso natural y lógico, a dotar al náhuatl, por ejemplo, de un alfabeto. Y el sistema de escritura no fue otro que el usado en el castellano.

Una vez escrita la lengua mexicana con el sistema alfabético que el español recibió del latín, se desató una fiebre escritural muy variada y abundantísima.

Se hicieron libros a la europea (manuscritos primero, impresos después): silabarios, diccionarios, sermonarios, gramáticas, doctrinas, crónicas, anales, informes, pliegos de agravios, etc.

Por fortuna se conservan testimonios de este proceso.

Recuerdo de mis lecturas que los agustinos fundaron una escuela en Tiripitío para enseñar la lengua michoacana. Incluso en Culhuacán, al sur de la ciudad de México, el convento de estos ermitaños tenía un batán en el que fabricaban papel.

Una figura central en este proceso de adquisición del alfabeto latino por el náhuatl es sin duda el franciscano Bernardino de Sahagún. Sus manuscritos, conocidos como Códice florentino en la actualidad, han sido digitalizados para su consulta universal.

Como afirma la estudiosa Alejandra Ortiz Castañares, el Códice Florentino fue “creado para conocer a los mexicas y evangelizarlos. Es uno de los pocos con lenguaje híbrido, en el que la tradición pictográfica indígena se incorpora no sólo como lenguaje, sino también como refuerzo visual del apenas nacido alfabeto latino en náhuatl”.

Imagen de una página del catecismo de Pedro de Gante
Cortesía Biblioteca Nacional de España
El Catecismo de fray Pedro de Gante es otro ejemplo donde se combinó el español con la lengua de los pueblos originarios mexicanos.

Pronunciar en otro idioma

Sin duda, fue una solución muy práctica y útil. Pero los evangelizadores no previeron un problema: las diferencias fonéticas entre la lengua modelo y las americanas.

Por ejemplo, en náhuatl no existía el fonema /ñ/ y las vocales eran tres, no cinco. Y en español no existen los fonemas interdentales laterales. Para solucionar eso, improvisaron usando dos grafías (tl, tz).

Además, había fonemas en español que poco a poco se estaban perdiendo, como la cedilla (/ç/), la doble s, la /sh/ (que se escribía como una X), etc.

Tampoco imaginaron dos consecuencias inesperadas. En primer lugar, la prosodia del español –sus acentos, tonos y entonación– en muchos casos arrastró, por decirlo así, a la prosodia del náhuatl.

Como ejemplo, tenemos la pronunciación de la capital del imperio azteca: Mexico-Tenochtitlan. La primera palabra aludía a la etnia (los mexitin, en oposición a tepanecas, acolhuas chalcas, etc.) y la segunda al lugar mismo, el islote donde se fundó. La primera fue y sigue siendo la más usada.

Su pronunciación sería algo así como meshico –palabra grave, no esdrújula–. El fonema /sh/ existía en español y se escribía como una X, de ahí muxer (musher), oxo (osho) y dixe (dishe). Con el paso de los siglos, este fonema del español se fue suavizando hasta pronunciarse como una jota, y así fue como evolucionó la dicción a mujer, ojo o dije.

Con muchas palabras del náhuatl se dio esta “evolución”. Así se pasó de Xalisco (Shalisco) a Jalisco, de Xalapa (Shalapa) a Jalapa y de México a Méjico. En el siglo XIX muchas grafías de estos topónimos se adoptaron a la nueva pronunciación, excepto México, que la seguimos escribiendo a la vieja usanza pero la pronunciamos a la moderna.

Folio del Código Florentino
Cortesía J. Paul Getty Trust
En el Código Florentino también se utilizaron dibujos y texto para facilitar la enseñanza de la cultura europea y de la religión cristiana a los indígenas.

La segunda consecuencia fue que la pronunciación a la española de las palabras indígenas muchas veces fue adoptada como la forma correcta por los propios indígenas.

Aunque es un fenómeno complejo y de múltiples aristas, estos ejemplos darán una idea al amable lector: de Coliman se pasó a Colima; de Tlalpam a Tlalpan; de Janitzio a Janicho; de Olizapan (Ahuilizapan) a Orizaba y de Cuauhnáhuac primero a Cuedlavaca y, finalmente, a Cuernavaca.

Diremos que hubo palabras que casi quedaron idénticas en esa transición que implicó el mestizaje de las culturas del Nuevo y el Viejo Mundo, mientras que otras locuciones tuvieron una transformación radical. Eso se debió a la facilidad o no de pronunciar esos términos en la nueva lengua dominante.

Como dijo Octavio Paz, lo que entonces pasó no fue un encuentro, sino un encontronazo. Pero no es éste el espacio para hablar de ello. Lo que quiero decir en este breve recuento que ahora hago es que el tema no sólo tiene interés y suma importancia para lingüistas, sino también para literatos, historiadores, antropólogos, sociólogos, etc.

Por desgracia es un espacio muy poco explorado, pero los que hablamos la lengua de Cervantes (vivamos de uno u otro lado del Atlántico) estamos obligados a no permitir que se pierda.

*Ramón Moreno Rodríguez es profesor e investigador en el área de la lengua y las literaturas hispánicas, especialista en narrativa española, de la Universidad de Guadalajara (México). Este artículo apareció en The Conversation. Puedes leer la versión original aquí.

raya gris
BBC
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