En los últimos 13 años se han registrado 26 casos de asesinato, feminicidio o desaparición de familiares de personas desaparecidas, para un promedio de dos cada año.
Noe Sandoval, Lorenza Cano, Lucero Berenice, Teresa Magueyal y Blanca Esmeralda son algunos de los buscadores que fueron ultimados o desaparecidos, y a pesar de que ya habían recibido amenazas o habían sido víctimas de agresiones, no recibieron una protección o ésta fue insuficiente para salvaguardar su integridad.
En su “Diagnóstico sobre seguridad para colectivos de familias de personas desaparecidas en México”, la organización Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México (MNDM) identificó que un total de 22 buscadores fueron asesinados entre febrero de 2011 y agosto de 2024, de los cuales cinco fueron desaparecidos previo a su muerte; tres personas más fueron desaparecidas, pero localizadas con vida; y una más aún no es encontrada.
Este informe fue realizado con la participación de integrantes de colectivos de búsqueda de personas desaparecidas.
Las entidades con mayor incidencia de estas agresiones fueron Guanajuato y Sonora, ya que en el primero se han registrado cinco asesinatos y las desapariciones de Catalina Vargas, quien fue encontrada con vida, y de Lorenza Cano, que a la fecha no ha sido localizada.
En el segundo estado se han reportado tres asesinatos y la desaparición de Yesenia Guadalupe Durazo, quien fue localizada con vida.
De las personas asesinadas, 12 eran mujeres y 10 hombres. Además de los antes nombrados, también fueron víctimas de homicidio y feminicidio Miriam Rodríguez en Tamaulipas, José de Jesús Jiménez en Veracruz, Cornelia Guevara en Estado de México, Bernardo Carreto en Guerrero, Sandra Luz Hernández en Sinaloa, Leopoldo Valenzuela en Durango y Nepomuceno Moreno en Sonora.
A la lista se suman Pablo Miramontes y Jesús Isaac Castillo en Jalisco; Zenaida Pulido en Michoacán; Gladys Aranza en Sonora; José Nicanor en Zacatecas; Rosario Zavala, María del Carmen Vázquez, Javier Barajas y Jorge Ulises Cardona en Guanajuato; Rosario Rodríguez en Sinaloa; Brenda Jazmín en Sonora; Angela Meraz en Baja California.
De las 9 personas desaparecidas, mismas que se registraron en los últimos seis años, cinco fueron halladas sin vida, mientras que sólo dos con vida y una más, Lorenza Cano, no ha sido localizada desde su desaparición en enero de 2024.
A lo anterior se suman otros casos de tentativa de homicidio y feminicidio, en los cuales se ocasionaron graves ataques a personas buscadoras. En todas las ocasiones fueron las familias quienes cubrieron los gastos hospitalarios y de recuperación para las personas agredidas, notó la red del MNDM.
“Se documentó la adquisición de deudas y pérdidas patrimoniales para poder pagar los costes médicos, entre los que se encuentran cirugías, reconstrucción, terapias físicas de recuperación del habla y la movilidad”, detalló en su informe.
Con respecto a la respuesta institucional, sólo en uno de los casos la Fiscalía local brindó un botón de emergencia a la persona buscadora, mientras que en el resto de los casos se abrieron carpetas de investigación por delitos menores como lesiones o riñas, y de ellas varias fueron archivadas.
“Estas graves omisiones institucionales y faltas al debido proceso han traído como consecuencia que las personas buscadoras agredidas no puedan tener acceso a medidas de protección como víctimas de delito, ni atención integral por parte de las Comisiones de Atención a Víctimas locales y federal al no reconocerles su calidad de víctima, y dejándolos en una condición de alta vulnerabilidad”.
En el diagnóstico, MNDM también identificó 13 tipos de agresiones y violaciones de derechos humanos a los que han estado expuestos familiares de personas desaparecidas que conforman los colectivos de búsqueda: agresiones físicas, amenazas, ataques al patrimonio, hostigamiento e intimidación, allanamiento, ataques armados, criminalización, agresiones letales u homicidio, desaparición forzada y a mano de particulares.
A estas también se suman acciones para la obtención ilegal de información, vigilancia y seguimientos; estigmatización y deslegitimación; vulneración y exposición de datos personales e información sensible; y agresiones digitales.
También lee: “Tejer Memoria” para recuperar historias de personas buscadoras que murieron sin hallar a sus desaparecidos
Las agresiones físicas documentadas incluyen golpes, intentos de atropello con un vehículo, arañazos, agresiones con botellas o piedras, con armas punzocortantes, patadas, empujones, entre otros.
En cuanto a los agresores que pudieron ser identificados por los integrantes de los colectivos de búsqueda, fueron presuntos miembros de la delincuencia organizada, autoridades de cualquier nivel de gobierno, medios de comunicación, personas de su misma comunidad o personas no identificadas.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, lanzó una campaña para promover temas diferentes al narco en la música mexicana, hoy dominada por los corridos norteños. Te explicamos qué hay detrás y qué puede pasar.
“Soy el dueño del Palenque, cuatro letras van al frente”, dice la canción. “Soy el señor de los gallos, el del cartel jalisciense”, entona.
Los autores son Los Alegres del Barranco, un grupo mexicano originario de Sinaloa. El señor del palenque es Nemesio Oseguera Cervantes, “el Mencho”, máximo jefe del Cartel Jalisco Nueva Generación. Y las cuatro letras que menciona el verso son las iniciales de una de las organizaciones criminales más poderosas de México.
El mes pasado, en un concierto en Jalisco, la banda cantó la canción, que data de 2021, y puso imágenes del Mencho en las pantallas, cuando las fibras en México estaban aún sensibles tras el descubrimiento de un centro de reclutamiento, tortura y cremación del mismo cartel en ese estado.
Con eso resurgió el viejo debate sobre si este tipo de manifestaciones culturales deben ser censuradas bajo el pretexto de que son apologías del delito.
Un total de diez estados han prohibido contenidos semejantes.
Y aunque dice que “no se trata de censurar”, la presidenta del país, Claudia Sheinbaum, ha lanzado una campaña llamada “México canta y encanta” para promover otras temáticas en la música popular mexicana.
La controversia vuelve en un momento particular: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quiere presionar a México a través de aranceles comerciales para que luche en contra del crimen organizado, ha declarado a los carteles organizaciones terroristas y sostiene que “el gobierno está en manos del narcotráfico”.
Sheinbaum, una progresista de enorme popularidad, rechaza las acusaciones, pero, obligada a entenderse con el republicano, ha escogido emprender esta campaña para dejar claro que en México no hay tolerancia hacia el narco.
¿Qué son, pues, los corridos, de dónde vienen y por qué su relación con el crimen organizado? Estas son algunas claves para entender el debate.
Los corridos son un género musical del norte de México. Es primo lejano de la ranchera, también del norte, y primo hermano de la banda sinaloense, un género alegre con vientos estruendosos.
El corrido usa instrumentos traídos de España durante la colonia, como guitarras en varios formatos, el bandolón y el bajo quinto.
Se inspira en géneros como la polka alemana y el vals checo, que llegaron a México, acordeón en mano, en el siglo XIX.
Y su elemento distintivo —además de una guitarra alta y tensionada y un contrabajo con cuerdas de nylon— son las letras, que no solo narran la realidad en una región fronteriza turbulenta, sino que sirven de manifiesto rebelde en una sociedad ávida de llevar la contraria.
El corrido tiene varios subgéneros contemporáneos: el tumbado, de corte urbano y con adopciones del rap y el trap; el verde, en alusión al consumo de marihuana; el alterado, directamente asociado al crimen, el lujo, el ocio.
De este último surge la expresión narcocorrido, que en realidad es una manera más explícita de decir “alterado”.
Pero antes de todo esto hubo otros corridos, como los “villistas”, en referencia a Pancho Villa, el líder bandolero del norte en la Revolución Mexicana, o los “zapatistas”, en alusión al líder campesino revolucionario.
Los corridos existen al menos desde el siglo XIX, cuando las baladas románticas traídas de España durante la Colonia fueron reinterpretadas bajo los parámetros de una sociedad que buscaba la independencia y estaba estrechamente conectada con el sur de Estados Unidos, otro caldero de géneros musicales de relevancia.
Sus primeras temáticas giran en torno a la Independencia, a principios de siglo; pero su gran auge se da durante la Revolución Mexicana, entre 1910 y 1917, cuando la información en un país con altas tasas de analfabetismo se daba a conocer a través de la música y las historias de los revolucionarios eran admiradas por el público.
Luego, en las décadas de 1920 y 1930, el corrido empezó a contar las historias del contrabando en medio de la prohibición del alcohol decretada en Estados Unidos. Así nació el “corrido tequilero”, una forma de narcocorrido.
El primer narcocorrido en México documentado es “El Pablote”, de 1931, sobre un narcotraficante conocido como “El rey de la morfina”.
En los 40 y 50, cuando la marca mexicana se popularizó en un mundo afligido por la Segunda Guerra Mundial, el mariachi y la ranchera sobrepasaron al corrido en las emergentes estaciones de radio.
Los públicos no estaban interesados en historias de violencia, por lo que el corrido existente acentuó su connotación de prohibido y trasgresor.
Luego, en los años 70, surgen Los Tigres del Norte, unos de los padres de este fenómeno, que vuelven a las historias de la frontera, del contrabando, de la guerra contra las drogas, del intervencionismo estadounidense a través de la Operación Cóndor.
De los años 70 en adelante, es decir, desde que nació el narcotráfico contemporáneo, la historia de los corridos cambió, no solo porque en ellos se narra lo que pasa en la vida criminal, sino porque parte de su financiación vino de esa economía.
Algunos cantantes de corridos, como el famoso Gerardo Ortiz, han admitido ante las autoridades que lavaron dinero de los narcos a través de sus conciertos.
Algunas disqueras, como DEL Records, han sido investigadas por lavar dinero a través de proyectos discográficos.
Y casi todos los famosos capos han encargado a los músicos que escriban corridos en su nombre, no solo para legitimarse ante la sociedad, sino para contribuir en los procesos de reclutamiento de jóvenes.
La relación entre corrido y narcotráfico tiene muchos hitos históricos, pero uno de los más recordados es el asesinato de Chalino Sánchez, conocido como el “rey del corrido”: se salvó de un atentado, lo amenazaron varias veces y al final lo mataron en 1992. Aunque no se sabe el motivo, está claro que tenía que ver con su vínculo con el narcotráfico.
Los ajustes de cuentas, las riñas entre carteles, los símbolos del mundo del narco suelen ser la razón por las que los músicos de corridos son amenazados. A Peso Pluma, el más famoso hoy, lo amenazaron públicamente si cantaba en Tijuana. A Valentín Elizalde, otro importante del género, lo mataron en 2006 por cantar un narcocorrido con mensajes entre carteles.
“Nosotros contamos historias populares que existen en nuestra cultura”, declararon los miembros de los Alegres del Barranco, a quienes les quitaron la visa estadounidense, luego de disculparse por “causar ofensa”.
El grupo existe desde 2005 y en realidad, como todos los exponentes de los corridos, sus temas van mucho más allá del narco: hablan de la separación familiar, la cárcel y la migración.
Relatos de la frontera a ambos lados de esta. Porque hoy muchos de los grandes del rubro nacieron en Estados Unidos. El fenómeno es binacional.
No te pierdas: “Que la gente sepa qué es lo que quiere consumir”: senadores del Partido Verde proponen agregar advertencia a narcocorridos
Más que defenderlos, hay un puñado de mexicanos que entienden los narcocorridos como una manifestación natural de una sociedad en un tiempo histórico determinado.
Durante las últimas décadas, con el aumento de la desigualdad y la persecución policial suscitada por el anticomunismo y la guerra contra las drogas, “el narcomundo apareció como opción disponible, conformada por personajes que lograron transitar los senderos disponibles de movilidad social desde los ámbitos de la ilegalidad y paralegalidad”, escribe el sociólogo José Manual Valenzuela.
“Así surgieron —añade— nuevos héroes o antihéroes, en un mundo que no corresponde a la lógica del dinero fácil, pues el camino es sinuoso, violento, sangriento, pero para algunos puede llegar a ser rápido o transitable”.
El sociólogo, que tiene tres libros sobre el tema, celebra las iniciativas de pedagogía para promover otras temáticas en la música mexicana, pero sostiene que, mientras exista la violencia, los corridos van a narrarla y hacerla parte de su codificación cultural y emocional.
“La conformación de nuevos héroes y referentes de vida exitosos para las y los jóvenes —escribió en 2023— requiere canales solventes, creíbles y disponibles que garanticen la conformación de proyectos de vida viables y vivibles. Desmontar el culto a los narcos solo se logrará cuando desaparezca la profunda desigualdad social”.
No es la primera vez que se intenta censurar los narcocorridos en México: desde los años 50 ha habido voces oficiales que alertan sobre su celebración del crimen. Cuando no sonaban en la radio mexicana, incluso, los norteños sintonizaban emisoras estadounidenses.
En varios estados mexicanos, en especial en Sinaloa, la prohibición ha ido y venido varias veces.
Pero los corridos no solo se mantienen, sino que, tras la introducción de sonidos urbanos como el rap y el trap, están en auge: Peso Pluma, su mayor exponente actual, ha sido varias veces número uno de listas internacionales; el 77% de la música que se escucha en México es un corrido, según Spotify, y 8 de cada 10 canciones mexicanas escuchadas en la plataforma son un corrido.
Bad Bunny, Becky G y Shakira han escrito corridos. Esta última, de hecho, lo hizo narrando otra historia de la compleja realidad latinoamericana: aquella de los trabajadores migrantes en países desarrollados.
No todo corrido, pues, es un narcocorrido. Y todo corrido, en todo caso, cuenta una historia basada en la realidad.
Mientras haya narcos, entonces habrá narcocorridos.
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
También puedes seguirnos en YouTube, Instagram, TikTok, X, Facebook y en nuestro nuevo canal de WhatsApp.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.
Utilizamos cookies propias y de terceros para personalizar y mejorar el uso y la experiencia de nuestros usuarios en nuestro sitio web.