A pesar de que en los últimos cuatro años 11 estados han logrado avanzar en la despenalización del aborto –y recientemente la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó eliminar el delito también del Código Penal Federal–, las denuncias presentadas ante ministerios públicos persisten e incluso han ido en aumento en algunos estados, con y sin despenalización.
Por ejemplo, en Ciudad de México, la primera entidad donde el aborto fue despenalizado hasta las 12 semanas de gestación, en 2007, las carpetas de investigación abiertas por el delito, de acuerdo con las estadísticas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), pasaron de 110 en 2018 a 192 en 2022, mientras que hasta agosto de 2023 ya sumaban 131.
En tanto, en el Estado de México –donde la despenalización aún es un pendiente– las denuncias han pasado de 107 a 144 en los últimos cinco años, sin contar el 2023, en el que ya se acumulan 117. Otra entidad que llama la atención es Baja California, donde el congreso local despenalizó en 2021, pero ha persistido un promedio de 47 denuncias anuales con una leve tendencia a la baja en los últimos tres años.
Entre los que ya despenalizaron, Veracruz –por la vía legislativa en 2021– mantiene también una de las cifras más altas a nivel nacional, con un promedio de 27.4 anuales, mientras que Hidalgo –que despenalizó por la misma vía en el mismo año– los últimos cinco años mantuvo un promedio anual de 18.6 denuncias por el delito de aborto.
Oaxaca, un estado en el que el congreso local despenalizó el aborto hasta las 12 semanas de gestación en 2019, había registrado 16 denuncias anuales en 2018 y 2019, que para 2020 y 2021 descendieron a 9 y 8, respectivamente, pero desde el año pasado van nuevamente a la alza y hasta agosto de 2023 ya suman 14.
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Entre las entidades que no han despenalizado, los casos más significativos son Nuevo León, donde las denuncias han crecido paulatinamente hasta pasar de 38 en 2018 a las 144 que se iniciaron durante 2022; Tamaulipas, donde se ha mantenido un promedio de 41.8 anuales, y Querétaro, con un promedio de 28 y una tendencia a la alta en 2021 y 2022. Otros estados donde se han registrado más de 10 denuncias anuales son Aguascalientes, Baja California Sur, Jalisco, Michoacán y Guanajuato.
De acuerdo con colectivas y especialistas, varios factores pueden estar vinculados a este fenómeno: la persistencia de la intención de castigo social frente a los avances legales y, por otro lado, la falta de capacitación y sensibilización a autoridades locales y judiciales; si bien una proporción de estas denuncias podría no tener consecuencias gracias a las resoluciones de la Suprema Corte que determinan que penalizar el aborto es inconstitucional.
Del mismo modo, es indispensable recordar que en algunos estados el delito de aborto no se eliminó por completo, sino únicamente en ciertas condiciones como las primeras 12 semanas de gestación –el estándar internacional establecido por la Organización Mundial de la Salud es de 20–. En otros, los códigos penales fueron modificados, pero no las leyes de salud, que deben garantizar el acceso al procedimiento, lo cual sigue siendo un pendiente en algunas de las entidades que ya han despenalizado.
Aunado a ello, en sus más recientes directrices sobre el aborto (2022), la OMS recomienda su despenalización total, no recomienda la promulgación de leyes y otras reglamentaciones que lo restrinjan basándose en supuestos, sí recomienda que esté accesible a demanda de la mujer, niña u otra persona embarazada, y no recomienda legislaciones que lo prohíban basándose en límites de edad gestacional.
Otros pendientes señalados en la víspera de este Día de Acción Global por el Aborto Legal, Seguro y Accesible son la centralización del acceso, el desabasto de medicamentos e insumos y el rechazo del personal médico en estados que ya han despenalizado; la despenalización en los 20 estados que faltan; la iniciativa federal congelada en el Senado para reformar la Ley General de Salud, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y el Código Penal Federal, el acceso efectivo al aborto en casos de violación con base en la NOM-046 y la despenalización social.
Apenas el pasado 6 de septiembre, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó al Congreso de la Unión eliminar el delito de aborto del Código Penal Federal. Sin embargo, al tratarse de un delito que se persigue en el fuero común –como muestra la persistencia de denuncias presentadas–, aún faltaría que los 20 estados que no han despenalizado lo hagan para que sea una realidad nacional. La reforma al Código Penal Federal, que el Congreso aún tiene pendiente hacer efectiva, servirá para que los servicios de salud federales no nieguen el servicio.
En el informe recién publicado “Construir anticorrupción: Acciones colectivas para erradicar el impacto diferenciado de la corrupción en México”, las organizaciones participantes alertan que si bien en México se han sumado más estados a la legalización del aborto gratuito, también es cierto que la criminalización ha ido en aumento.
“Por ejemplo, por la comisión del delito de aborto, en 2015 se iniciaron 544 averiguaciones previas o carpetas de investigación, 633 en 2020 y 704 en 2021”, señala el documento. En una revisión a las cifras del SESNSP, puede verse que en 2018 el total nacional ya sumaba 604 denuncias, para 2019 creció a 717 y en 2022 alcanzó las 819. En 2023, hasta agosto ya se habían abierto 587 carpetas de investigación por el delito de aborto.
Al respecto, Friné Salguero, directora del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir (ILSB), señaló que esto evidencia la importancia de seguir formando al Poder Judicial tanto como al personal que recibe las denuncias para que inmediatamente sean descartadas, al reconocer que es un delito que ya no debería perseguirse.
“También hay gente más conservadora, del ala conservadora radical, tanto dentro de las estructuras de gobierno como fuera, que lo ven como un castigo social donde ‘yo voy y de todas maneras te acuso y te levanto una denuncia’. Y si los jueces, las juezas, los ministerios públicos y todas las instancias de justicia estuvieran formadas, podrían de inmediato decir ‘no tiene lugar la carpeta de investigación”, indicó Salguero.
A su juicio, hace falta diseminar, explicar y ser pedagógicos en términos de qué implican para todas las instancias del Poder Judicial los últimos fallos de la Suprema Corte, que resolvió que las normas federales que criminalizan el aborto son contrarias a los derechos humanos y por lo tanto, se eliminarán del Código Penal federal, pero que además, las determinaciones anteriores respecto a la inconstitucionalidad del delito hablan de una postura a la que se tendría que ceñir todo el sistema judicial.
El informe “Construir anticorrupción” añade que en las entidades federativas donde el aborto voluntario ya ha sido despenalizado, muchas mujeres y personas gestantes tienen dificultades para acceder a la interrupción de su embarazo.
“En Oaxaca, por ejemplo, donde el aborto voluntario es legal desde 2019, poco ha cambiado la realidad de las mujeres y personas gestantes que deciden o requieren abortar. En dicho estado, para diciembre de 2021, tan sólo 2 de las 962 unidades médicas operantes ofrecían los servicios de interrupción del embarazo”, asienta el documento.
Hasta ahora, el aborto ha sido despenalizado a nivel local en Ciudad de México desde 2007; en Oaxaca, Hidalgo, Veracruz, Baja California, Colima, Sinaloa, Guerrero, Baja California Sur y Quintana Roo entre 2019 y 2022 por la vía legislativa, así como en Coahuila y Aguascalientes gracias a amparos resueltos por el Poder Judicial. El último sucedió el 30 de agosto pasado.
A las barreras jurídicas y de hecho –advierten las organizaciones– se suman el estigma y la discriminación que las mujeres y personas gestantes reciben por parte del personal médico. De acuerdo con el documento, la sociedad civil organizada ha registrado que, en algunas entidades federativas del país como Chiapas, existe un alto porcentaje de personas prestadoras de servicios médicos que practican la objeción de conciencia y no cumplen con sus responsabilidades.
“El 42% del personal médico estaría dispuesto a referir a la paciente con una colega que esté dispuesta a realizar la interrupción del embarazo”, recupera el informe. La corrupción, concluye el documento, permite que se reproduzcan estas situaciones sin consecuencias para el personal médico. Por lo tanto, estos actos se han vuelto un mecanismo que abre la posibilidad a las objeciones y limitaciones por parte de las instituciones de salud que, por ley, deberían no solo proveer los servicios, sino hacerlo de manera accesible y gratuita.
“Hay que despejar las dudas de la sociedad, y decir que ya no existe la objeción de conciencia en una institución. Puede haber objetores de conciencia individuales, pero en las instituciones se tiene que garantizar el derecho al aborto. También explicar que estamos hablando ahora mismo de instituciones a nivel federal, en todo México, y de instituciones locales en aquellos estados donde ya está despenalizado el delito de aborto”, subraya Salguero.
La directora del ILSB destaca la importancia de comenzar a explorar las maneras en las que la despenalización social del aborto pueda convertirse en una realidad, y que este sea visto como un evento reproductivo más en la vida de las mujeres y las personas gestantes, como por ejemplo: impulsando, formando y creciendo los movimientos en todos los estados del país.
La organización, mediante 13 redes de personas que defienden derechos sexuales y reproductivos en diferentes entidades, pretende generar y crecer una masa crítica de juventudes que puedan explicar, ser pedagógicas y defender el derecho al aborto, al tiempo de garantizar que no se dé un paso atrás en términos de lo que se ha ganado.
“Tenemos que seguir generando estos liderazgos, tenemos que seguir fortaleciendo y formando a las juventudes para que conozcan también sus derechos y, de esa manera, no solo puedan exigirlos y que sean garantizados, sino que puedan tener una acción formativa al resto de la sociedad para poder hablar cada vez con menos tabúes de estos temas que ya son derechos ganados”, añade Salguero.
En ese marco, considera indispensable trabajar en una educación integral en sexualidad en las escuelas públicas, pero también en las instituciones de salud, de manera que sea un tema que se aborde sin estigmas, con énfasis en la prevención –que también implica erradicar el abuso y el acoso, así como hablar de consentimiento– y el abordaje del aborto como un evento de salud reproductiva, y no como un delito o un suceso de consecuencias fatales.
Además de los pendientes ya mencionados, la activista hace énfasis en que en los estados donde ya se ha despenalizado hace falta trabajar en las garantías de la provisión de un servicio gratuito, sin discriminación, con rutas claras y de manera adecuada.
“Creo que aunque hay ciertas ganancias muy relevantes, ganancias históricas que demuestran que no hemos quitado el dedo del renglón, todavía tenemos una fuerte chamba por hacer, por delante”, concluye Salguero.
En la historia de Adela Velarde, que posiblemente inspiró el corrido más famoso de la revolución mexicana y dio nombre a las “adelitas”, se entreteje la memoria y la leyenda.
Adela Velarde Pérez fue las dos cosas.
Pero, como sucede con todos los mitos identitarios, en la historia de esta mujer que posiblemente inspiró el corrido más famoso de la revolución mexicana y dio nombre a las “adelitas”, se entreteje la memoria y la leyenda.
La imagen de Adela Velarde, jovencísima, de ojos grandes, mirando intensamente a la cámara bajo su enorme sombrero, agarrando una bandera mexicana en una mano y una espada en la otra, su diminuto cuerpo cruzado por un cinturón de balas, encarna la esencia de un espíritu nacional, de una identidad mexicana valiente y revolucionaria.
Ella representa a las miles de mujeres anónimas que se unieron a la Revolución mexicana (1910-1920) a las que se conoce como “adelitas”, y que consiguieron derrocar la dictadura de Porfirio Díaz.
El corrido de “La Adelita”, quizás el más famoso de toda la época de la revolución, se cantaba obsesivamente en los frentes y hoy se sigue escuchando, popularizado por cantantes como Jorge Negrete o Amparo Ochoa. Sin embargo, la historia de la “Adelita” original sigue siendo en parte un misterio.
Se sabe que nació en el estado de Chihuahua, probablemente en Ciudad Juárez, en el año 1900, en el seno de una familia acomodada.
Según la biografía que el gobierno de México tiene sobre ella, fue nieta del destacado general juarista Rafael Velarde, que luchó contra las tropas francesas.
Siendo aún adolescente se unió a las filas de la revolución, apoyando a la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca en labores de enfermería.
Formó parte de la División del Norte del Ejército Constitucionalista, y posteriormente se incorporó al Cuerpo de Ejército del Noreste.
El 22 de febrero de 1941, Velarde fue reconocida como “Veterana de la Revolución” por la Secretaría de Defensa Nacional mexicana y, según el Museo de la Mujer, fue nombrada miembro de la Legión de Honor Mexicana en 1962.
Al acabar la revolución trabajó en Ciudad de México como mecanógrafa en la administración de Correos. En 1965 se reencontró con un coronel que había conocido en sus años de lucha, Alfredo Villegas, con quien se casó en 1965.
Poco después, la pareja se mudó a Estados Unidos, donde vivió hasta su muerte en 1971, debido a un cáncer de ovario. Sus restos yacen en el cementerio de San Felipe, en Del Río, Texas.
Estas es, practicamente, casi la única información contrastada que se tiene de ella.
A partir de ahí, casi todo son relatos, más o menos fabulados, inspirados por el romanticismo de su personaje.
El mito la retrata como una muchacha valiente y bella, cuyos ideales revolucionarios la convirtieron en un ejemplo para otras mujeres que se unieron al alzamiento, a las que hoy se conoce como “adelitas” y que desempeñaron un papel fundamental en las guerrillas.
Pocos han descrito el papel de las “adelitas” de una forma más hermosa que la escritora Elena Poniatowska en su libro “Las indómitas”.
“Yo te doy agua. Yo llevo las ollas y las cazuelas para hacerte tu comida. Yo te despiojo. Yo te lío tu petate. Yo te lavo tu ropa. Yo junto la leña para hacer lumbre. Yo te aceito tu fusil. Yo te prendo tu cigarrito, y si no hay tabaco, te hago uno de macuche, aquí tengo hojas de maíz. Yo cargo tu Mauser y tus cartuchos. Yo cuido de que no se moje la pólvora. Yo te hago casa en el campo de batalla. Yo soy tu colchón de tripas. Yo tengo a tu hijo en la trinchera”.
Sin ellas, afirma la autora mexicana, no habría habido revolución. Muchas fueron llevadas por sus hombres, esposos, padres o hijos, al combate como apoyo. Otras fueron obligadas a participar por la fuerza y, aunque la mayoría ejercía apoyos básicos y de enfermería, algunas llegaron a tener cargos importantes.
Después de haber dado sangre, sudor y lágrimas en la batalla, con el fin de la guerra la mayor parte de estas mujeres regresaron a los antiguos roles que la sociedad les deparaba, y sus hisotrias de olvidaron.
Solo un puñado de nombres de “adelitas” han sobrevivido al anonimato de la Historia, entre ellos el de Adela Velarde, en gran parte gracias al corrido que lleva su nombre.
La versión más edulcorada de la historia de esta famosa canción, que se convirtió en símbolo de la revolución y responsable de que medio mundo hispanohablante no pueda escuchar la palabra “Adelita” sin tararear “se fuera con otro…”, la narra el historiador mexicano José Alberto Galindo.
Galindo es el autor del libro “Un cielo lleno de metrallas: La verdadera historia de la Adelita”, en el que relata la siguiente historia:
Velarde entró en el ejército revolucionario como enfermera, por lo que fue repudiada por su familia, que consideraba, como otras de su época, que las mujeres solo podían abandonar el hogar de su familia para casarse.
Al poco de unirse a la revolución, la joven conoció a Antonio Gil Del Río Armenta, sargento del ejército de Pancho Villa, y ambos mantuvieron un tórrido romance.
De acuerdo con algunos relatos no corroborados, ambos tuvieron un hijo, que más tarde moriría en la Segunda Guerra Mundial.
La historia de amor tuvo también un final trágico.
El sargento fue alcanzado por una bala en la ciudadad de Gómez Palacio, y murió en los brazos de su amada. Sin embargo, antes de fallecer, le pidió a su enamorada que mirara dentro de su petate, donde Velarde encontró un papel con la letra de la canción que se convertiría en un himno nacional revolucionario. Ella había sido su musa y sería su último amor.
¿Demasiado perfecto? Pues hay más.
Según Galindo, la letra de la canción no estaba completa, por lo que Gil Del Río Armenta le cantó allí mismo, y con su aliento postrero, la última estrofa, que Adelita apuntó en el papel de su puño y letra.
Algunas versiones dicen que esta última estrofa dictada al borde de la muerte fue la que dice: “Si acaso yo muero en campaña /y mi cadáver lo van a sepultar, /Adelita por Dios te lo ruego /que con tus ojos me vayas a llorar”.
Sin embargo, en una entrevista con el diario “Excélsior” en 1948, la propia Velarde confirmó que fue ella quien inspiró al compositor, aunque el corrido original solo contaba con tres estrofas:
“Popular entre la tropa era Adelita, /la mujer que el sargento idolatraba, /porque a más de ser valiente era bonita /que hasta el mismo coronel la respetaba.
Y si Adelita se fuera con otro/ la seguiría por tierra y por mar; /si por mar, en un buque de guerra /si por tierra, en un tren militar.
Si Adelita quisiera ser mi esposa, /si Adelita fuera mi mujer, /le compraría su vestido de seda /para llevarla a bailar al cuartel”.
El historiador Galindo afirma, además, que el “coronel” que menciona la canción es, para rizar más el rizo, hombre con el que finalmente se casó Adela Velarde en 1965, Alfredo Villegas.
Sin embargo, existen diferentes versiones sobre el origen de la canción que, según la Secretaría de Defensa Nacional (SDN) mexicana, fue difundida por la División del Norte entre 1914 y 1915.
Según el libro “Las Fuerzas Armadas en la Revolución Mexicana”, editado por la SDN en 2013, algunos atribuyen su autoría al joven capitán Elías Cortázar Ramírez, otros a un tal Ángel Viderique.
Otra interpretación afirma que se trata de una canción anónima que el general Domingo Arrieta y sus tropas escucharon en el estado de Sinaloa, y otra más que el mismo general Arrieta se la encomendó a un maestro de su banda militar, Julián S. Reyes, para que la escribiera y la instrumentara.
Pero en la creación de los mitos el relato es importante, y una buena historia de amor trágico siempre será más potente que un anodino encargo.
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