Diversas organizaciones de la sociedad civil y universidades públicas presentaron una serie de recomendaciones para la reducción de los homicidios dolosos en México y América Latina, sobre todo para combatir el fenómeno que afecta de manera particular a grupos vulnerables como los pueblos indígenas y la comunidad LGBTIQ+.
“Concebimos el año pasado la idea de crear una coalición y construir, paso a paso, una aproximación que nos fuera dando un valor agregado a lo que tenemos ¿Qué quiere decir eso? Que estas organizaciones y universidades pudiéramos aportar algo que mejorara, acelerara, profundizara nuestra capacidad de incidir en la mejora de las políticas e instituciones asociadas con el homicidio, el feminicidio y el transhomicidio”, dijo Ernesto López Portillo, del Programa de Seguridad Ciudadana de la Universidad Iberoamericana.
Desde noviembre y diciembre de 2023, se llevó a cabo la Conferencia Internacional sobre la Reducción de Homicidios en la que participaron diversos expertos en la materia de instituciones como el Seminario de Violencia y Paz del Colegio de México (Colmex) y el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así como organizaciones como México Evalúa, Impunidad Cero, Data cívica y el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, entre otros.
El propósito de la conferencia consistió en dialogar sobre un tema de urgencia nacional: la violencia homicida, en la que diversas personas expertas en la materia, académicos y no académicos, compartieron sus conocimientos para llegar a recomendaciones que incidieran en la reducción de este fenómeno.
Entre estas recomendaciones están construir datos confiables sobre la violencia homicida, adoptar una perspectiva de género, derechos humanos, interseccionalidad e interculturalidad, considerar estrategias de reducción de homicidios dirigidas a las personas agresoras e implementar una política de control de armas, entre otras.
“Sobre todo porque nada de lo que hemos hecho en los últimos 30 años de investigación ha reducido un ápice la impunidad en el homicidio violento de México, cuando menos en el promedio nacional. De hecho, en los últimos números, Impunidad Cero señaló un incremento de la impunidad del homicidio violento”, dijo López Portillo.
Por ejemplo, explicó que la tasa de violencia letal en México es de 25.9 homicidios por cada 100 mil habitantes, cifra que supera por cinco a la tasa global, mientras que algunos estados del país como Colima con 115, Zacatecas con 89 y Baja California con 76 superan incluso la tasa que tienen territorios con conflictos armados declarados.
“Por ello, como coalición por la reducción de homicidios esperamos que quienes asuman los cargos gubernamentales en los próximos meses prioricen y construyan alternativas de seguridad que atiendan la violencia homicida, feminicida y transhomicida en México”, dijo Verónica Patraca de la organización Data Cívica.
“También que comprendan las causas estructurales y consideren sobre todo a grupos marginados y vulnerables, así como la identidad de género de las víctimas, promuevan la transparencia sobre las políticas públicas implementadas y las evaluaciones de impacto de dichas políticas”, agregó.
En este sentido López Portillo enfatizó en que “tenemos que hacernos cargo de la barrera política que enfrentamos […] porque varias veces hemos pensado en cómo medir si la clase política está viendo lo que producimos y no podemos verlo”, indicó.
En un texto publicado ayer en Animal Político, el experto en seguridad pública incluyó un testimonio que miembros de la clase política le han dicho a las organizaciones y las universidades participantes de este tipo de estudios: “No hablemos de sus reportes porque les da un espacio a ustedes que nosotros vemos como golpeteo político”.
“Pues claro, el pensamiento crítico interpela, desafía al sistema autoritario. Sí, nos quieren calladas, que nadie estuviera repitiendo como Impunidad Cero que la impunidad es desapariciones es 100% por supuesto”, dijo.
En ese sentido subrayó que la última vez que las organizaciones y universidades pudieron tener un acercamiento con autoridades militares para hablar temas de seguridad pública fue en el 2017, un año antes de que el presidente Andrés Manuel López Obrador asumiera su encargo.
“(Invitamos) a las y los militares para que nos expliquen por qué y cómo rinden cuentas en sus estrategias. Hasta donde sé no hemos podido ni siquiera explicar el cómo del despliegue de la Guardia Nacional, el por qué, el cómo y el para qué”, dijo.
Ante esta situación, Ignacio Cano, del Laboratorio de Análisis de Violencia de la Universidad de Río de Janeiro, Brasil, enfatizó en que el problema de los homicidios es un fenómeno regional, no local, por lo que se deben tomar en cuenta estrategias en incidan en todos los países involucrados.
“México no puede conformarse con tasas de homicidio superiores a 25 por 100.000 habitantes. Después del gobierno de Calderón y de su estrategia de combate militar al narcotráfico y a la criminalidad, las tasas de homicidio en México acabaron multiplicándose por tres y desde entonces parece como que nos hemos habituado en México a tener que convivir con esta tasa de violencia”.
“Es un enfoque integral, que combina incentivos financieros con educación pública y regulaciones estrictas”, le dice un experto surcoreano a BBC Mundo.
“Estoy acostumbrada. Para mí es un hábito”.
Yuna Ku es periodista del Servicio Coreano de la BBC y vive en Seúl. La joven paga por reciclar sus restos de comida, que coloca en máquinas con sensores ubicadas en distintos puntos del complejo de 2.000 apartamentos donde reside.
El reciclaje de residuos de alimentos en Corea del Sur puede parecer complejo a primera vista, pero ha transformado al país en un ejemplo para otras naciones.
Jae-Cheol Jang es profesor del Instituto de Agricultura de la Universidad Nacional de Gyeongsang, en el sur del país, y es coautor de un reciente estudio sobre el sistema coreano de reciclar residuos alimentarios.
“Según los datos más recientes que tenemos del Sistema Nacional de Manejo de Residuos, de 2022, en Corea del Sur se procesan cada año cerca de 4,56 millones de toneladas de restos de alimentos (de hogares, restaurantes y negocios menores)”, le dice Jang a BBC Mundo.
“De esa cantidad, 4,44 millones de toneladas son recicladas para otros usos. Eso significa que se recicla en torno al 97,5 % de los residuos de comida“.
El porcentaje es extraordinario.
Si lo comparamos con el caso de Estados Unidos, por ejemplo, la Agencia Ambiental de ese país estima que de los 66 millones de toneladas de residuos de comida generados en 2019 por restaurantes, hogares y supermercados, cerca del 60 % acabó en vertederos.
Naciones Unidas calcula que en 2019 el desperdicio de alimentos en viviendas, establecimientos de venta al por menor y restaurantes ascendió a nivel global a 931 millones de toneladas.
Y destaca este problema cada 29 de septiembre en el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida (en la cadena de producción) y el Desperdicio (en hogares y restaurantes) de Alimentos.
¿Cómo logra Corea del Sur reciclar sus residuos alimentarios en forma tan eficiente? ¿Y qué pueden aprender otros países?
El sistema coreano es fruto de un esfuerzo de décadas.
En 1996 Corea del Sur reciclaba solo el 2,6 % de sus residuos de alimentos, pero esto cambió durante la rápida transformación de la economía que venía de los años 80.
“La década de los 80 fue un período fundamental para el desarrollo económico de Corea del Sur”, señala el profesor Jang.
“Con la industrialización y urbanización también surgieron problemas sociales, y uno de ellos fue el manejo de residuos“.
Corea del Sur, un país de más de 50 millones de habitantes, también tiene una alta densidad de población, de más de 530 personas por km cuadrado.
En Perú, por ejemplo, la densidad es menor de 30 habitantes por km cuadrado.
Los cambios económicos en Corea del Sur significaron un aumento de vertederos, algunos cercanos a zonas pobladas, y esto generó protestas.
Los restos de comida mezclados con otros tipos de basura no solo causan mal olor y producen efluentes líquidos, sino que contribuyen al cambio climático.
Los residuos de alimentos, cuando se descomponen, son una fuente de metano, un gas de efecto invernadero aún más potente que el dióxido de carbono.
Campañas ciudadanas exigieron una respuesta al problema de los vertederos.
“Había un fuerte sentido de comunidad destinado a abordar los problemas sociales juntos, y las políticas de gestión de residuos del gobierno combinadas con esfuerzos a nivel nacional nos llevaron a donde estamos hoy”, afirma Jang.
En 1995 se aprobó un sistema de pago por el volumen de residuos generado, sin separar aún restos alimentarios de la basura en general.
En 2005 se prohibió por ley tirar restos de comida en vertederos. Y en 2013 se implementó el actual sistema de Pago por Peso de Residuos de Comida, Weight Based Food Waste Fee o Wbfwf por sus siglas en inglés.
El sistema sigue evolucionando a medida que avanza la tecnología, pero se basa en un principio básico: “debes pagar cada vez que tiras tus restos de comida“.
El sistema de pago por residuos de alimentos varía según la región o distrito, e incluso entre diferentes bloques de apartamentos.
Pero en general hay tres opciones.
1. Comprar bolsas autorizadas
En caso de usar bolsas para tirar restos de comida, es obligatorio hacerlo en las bolsas autorizadas.
“En el caso de mis padres, que viven en una casa, ellos compran las bolsas y cuando están llenas las colocan en el jardín por el olor. Las bolsas son recogidas una vez por semana por el servicio municipal”, le dice Yuna a BBC Mundo.
Hay bolsas de distintos tamaños. Una de tres litros cuesta 300 won surcoreanos, unos 20 centavos de dólar. Una de 20 litros cuesta US$1,5.
2. Comprar calcomanías
Los negocios de comida suelen usar calcomanías o stickers que deben comprar previamente. Las calcomanías necesarias son luego colocadas en cada recipiente de residuos según el peso.
Los restos de comida sin consumir en casas y restaurantes pueden ser considerables en Corea del Sur debido a una tradición culinaria del país, el banchan, una gran variedad de platillos que acompañan al plato principal.
3. Usar máquinas con identificación por radiofrecuencia
Hasta junio de este año Yuna compraba bolsas, pero su bloque de apartamentos pasó a un sistema automatizado.
La joven coloca sus residuos en máquinas con identificación por radiofrecuencia, RFID por sus siglas en inglés, que permite la transmisión de datos por ondas de radio a un centro remoto.
“Cada día pongo los residuos en un pequeño recipiente de acero. Y cada tanto lo llevo hasta la máquina, que está cerrada. La máquina se abre cuando coloco mi dirección, o la toco con una de las tarjetas que me dieron al mudarme aquí y que identifican cada apartamento”.
La máquina automáticamente pesa los residuos de comida. En algunos casos el costo es deducido en ese momento de la tarjeta de crédito del usuario. En otros, como en el caso de Yuna, la máquina computa cada uso y el costo se agrega a la factura mensual de servicios públicos como el agua.
“Lo que pagas por mes depende de cuántos residuos tiras”.
La joven, que vive sola, paga por tirar sus residuos de comida menos de US$5 al mes.
“Siento que las máquinas con RFID son más intuitivas que las bolsas”, dice Yuna.
“Personalmente creo que este sistema hace que la gente sea más cuidadosa con sus desperdicios, porque ves el peso exacto cada vez que los tiras“.
Además de las máquinas en edificios de apartamentos, en algunos distritos hay camiones equipados con RFID que pesan los recipientes grandes al recolectarlos y calculan el costo.
Yuna señala que en general la población cumple con el sistema de reciclaje, que además de reglamentos para restos de comida, incluye normas y recipientes diferentes para aluminio, plástico, papel y otros materiales.
Si alguien bota residuos de comida en forma no autorizada debe pagar multas. La infracción puede verificarse en el caso de negocios por la baja cantidad de residuos computados, o por cámaras de seguridad.
“En mi edificio hubo una advertencia, por ejemplo, con este mensaje: ‘recientemente alguien tiró residuos de alimentos en forma no permitida. Tenemos cámaras de seguridad y estamos observándote. Así que si sigues haciendo esto deberás pagar una multa'”.
En el caso de los hogares las multas pueden superar los US$70, dependiendo de la frecuencia de la infracción.
En el caso de empresas, dice Jang, las multas pueden superar 10 millones de won surcoreanos, que equivalen a más de US$7.000.
Los restos se reciclan con diferentes fines.
Los principales usos según datos de 2022 son ración para animales (49 %), abono (25 %) y producción de biogás (14 %), explica Jang.
El sistema de reciclaje en Corea del Sur aún enfrenta desafíos.
Uno de ellos es el posible riesgo para la salud animal, ya que las raciones con restos de comida no procesados correctamente pueden transmitir enfermedades.
“Actualmente en la mayoría de los países industrializados se prohíbe o limita el uso de restos de comida en raciones para animales”, le dice a BBC Mundo Rosa Rolle, experta en pérdida y desperdicios de alimentos de la FAO.
En 2019 varios países asiáticos incluyendo Corea del Sur padecieron un grave brote de fiebre porcina africana, una enfermedad viral letal que causa fiebre hemorrágica en cerdos.
El brote llevó a que el gobierno surcoreano prohibiera temporalmente en granjas porcinas el uso de raciones elaboradas a partir de restos de alimentos.
Rolle aclara, sin embargo, que “hay estudios según los cuales, si se usan los métodos correctos de procesamiento, las raciones elaboradas a partir de restos de alimentos son seguras…La industria porcina en Corea del Sur no se ha visto afectada negativamente por el uso de estas raciones”.
Jang afirma que Corea del Sur tiene un sistema estrictamente regulado de procesamiento de residuos de comida para raciones animales a través de métodos como el calentamiento y la fermentación.
Otros desafíos del reciclaje en Corea del Sur son el alto contenido de sal de las comidas típicas (el exceso de sal puede ser nocivo para los animales) y la necesidad de mejorar la tecnología para hacer más eficiente la producción de biogás.
Un secreto del éxito del sistema coreano es que tiene numerosos pilares, como el pago por peso de residuos, las multas, y las campañas frecuentes que enseñan cómo separar residuos y el impacto ambiental de no hacerlo.
“Es un enfoque integral, que combina incentivos financieros con educación pública y regulaciones estrictas“, le explica el profesor Jang a BBC Mundo.
“El sistema ha demostrado ser eficaz para reducir el desperdicio de alimentos y podría servir como un modelo valioso para otros países que buscan mejorar su propio sistema de gestión de residuos”.
Otro factor clave es la aceptación por parte de la población.
“En general, los coreanos tienden a cumplir las reglas y tienen un fuerte estándar moral”, dice Yuna.
“Claro que no todos, pero en general. Y además, comparado con el salario promedio en Corea del Sur, el costo mensual de reciclar tus restos de comida no es tan alto”.
El ingreso neto mensual promedio en Corea del Sur es superior a los US$2000.
¿Funcionaría un sistema de “paga por tus restos de comida” en países con ingresos mucho menores?
Rosa Rolle señala que políticas como la surcoreana son muy eficaces para sensibilizar a los consumidores sobre sus hábitos de eliminación de residuos, cambiar comportamientos y promover el reciclaje.
Pero agrega que en países con inseguridad alimentaria, como es el caso de naciones en Latinoamérica, el énfasis debería ponerse en maximizar el uso de los alimentos mediante reducción de pérdidas y donación de alimentos, entre otras medidas.
Los sistemas de cada país “deben basarse en datos sólidos y una comprensión de dónde, por qué y en qué cantidad se producen la pérdida y desperdicio de alimentos. Las soluciones deben basarse en la evidencia científica y ser apropiadas al contexto“.
Para la experta de la FAO, “no hay una talla única que sirva para todos”.
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