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“El narco me usó de mula ciega”: el ‘modus operandi’ para que estadounidenses metan drogas a su país
“El narco me usó de mula ciega”: el ‘modus operandi’ para que estadounidenses metan drogas a su país
Alejandro Santibañez @alexso_Art
16 minutos de lectura

“El narco me usó de mula ciega”: el ‘modus operandi’ para que estadounidenses metan drogas a su país

Los cárteles no solo reclutan a estadounidenses con la promesa de dinero fácil, también los usan sin su conocimiento para transportar drogas, armas y dinero a través de la frontera, convirtiéndolos en “mulas ciegas”.
11 de febrero, 2025
Por: Manu Ureste y Alfredo Maza

Paquetes con fentanilo o metanfetaminas pegados con un imán y un GPS debajo del coche, armas de alto calibre y municiones ocultas en cajas con comida y ropa, migrantes indocumentados metidos en posturas imposibles y al borde de la asfixia en cajuelas estrechas… Estas son solo algunas de las formas que los grupos del crimen organizado en México están utilizando para cruzar narcóticos, armas y personas a la Unión Americana. Y lo hacen, en la mayoría de los casos, con los propios ciudadanos estadounidenses

Testimonios recopilados por Animal Político en Tijuana, en la frontera norte de Baja California, revelan un patrón cada vez más frecuente: los cárteles de la droga no solo reclutan o cooptan a ciudadanos estadounidenses con la promesa de dinero fácil y rápido, sino que también los utilizan, sin que ellos lo sepan, para cruzar la frontera con sus vehículos cargados de drogas, armas y dinero en efectivo. Es decir, los convierten en sus nuevas “mulas ciegas”.

Lo anterior se da en un contexto en el que, a la par del aumento de las detenciones de estadounidenses por delitos vinculados al tráfico de drogas –más de un 400 % en el sexenio pasado–, también se han disparado las víctimas de esta nacionalidad por homicidio y desaparición. 

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De acuerdo con datos oficiales recabados para esta investigación, en solo tres años las denuncias por desaparición de estadounidenses aumentaron 120 %, al pasar de 86 casos en 2019 a casi 200 en 2023; mientras que en los últimos seis años las denuncias sumaron 798 casos, siendo los estados de Nuevo León, con 124, Tamaulipas, 120, y Baja California, 88, las entidades con más casos. 

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Cruce fronterizo entre México y EU. Foto: Manu Ureste

 

Mientras que cifras del INEGI reflejan que, solo entre 2022 y 2023, se contabilizaron 307 víctimas de asesinato que eran de Estados Unidos, casi el 50 % de las 738 víctimas extranjeras registradas en el país en esos dos años (previo a 2022 el INEGI no especificaba los datos por nacionalidad), ocupando el primer lugar del ranking, a mucha distancia de los hondureños, quienes son la segunda nacionalidad con más homicidios, con 77 víctimas.

Los estadounidenses no solo son los extranjeros más detenidos, asesinados y desaparecidos en nuestro país, también son los más utilizados comomulas ciegas’, debido a su facilidad de cruzar por la frontera de manera legal.

Ese fue el caso de Mily Quevedo

 

“Fuimos el blanco perfecto”

–El tener una rutina muy establecida de cruzar a diario la frontera nos hizo el blanco perfecto para ser utilizados como ‘mulas ciegas’. 

Mily, ciudadana estadounidense de 35 años, quien vive de este lado de la frontera, en Tijuana, dice lo anterior mientras prepara un burrito que le entrega a un cliente de su pequeño puesto ambulante. 

La mañana del 14 de febrero de 2024, la mujer cuenta que el crimen organizado les ‘sembró’ a ella y a su marido un paquete con droga en el coche, con un imán y un geolocalizador, para detenerlos una vez librados todos los controles de aduanas. 

Pero ese día, la pareja no libró los controles. Era miércoles, y ella, su esposo, y sus hijos, repitieron la misma rutina que hacían a diario: se subieron al carro muy temprano y se dispusieron a dirigirse al paso fronterizo de San Ysidro, uno de los puntos de cruce más transitados en el mundo, para llevar a los niños a la escuela en San Diego, Estados Unidos, y después ir a una entrevista de trabajo en esa ciudad californiana donde Mily ya había trabajado como chef en un restaurante.

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Eran las 7:40 cuando llegaron al cruce. Todo transcurría con normalidad, hasta que, ya estando del otro lado, vieron que un grupo de siete agentes de la Patrulla Fronteriza corrían entre la fila de carros.

–Mi marido y yo íbamos platicando normal, del trabajo, y de un evento de Star Wars al que queríamos ir en Los Ángeles por mi cumpleaños –comenta la estadounidense–. Pero al verlos corriendo así, le dije a mi esposo: ‘está raro, van buscando a alguien’. 

–En realidad, fue algo cómico –sonríe cansada–, porque estábamos muy pendientes del chisme y hasta volteamos porque varios de los agentes pasaron de largo, y pensábamos que iban por alguien de más atrás. 

 

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Mily, ciudadana estadounidense de 35 años, que fue víctima del narco al ser utilizada como “mula ciega” para pasar droga a EU. Foto: Manu Ureste

 

Pero los agentes no pasaron de largo: de pronto, las cuatro puertas se abrieron, y una amalgama de manos los jaló con violencia entre gritos de ‘¡get out! ¡get out! para que salieran del coche. 

–Fue como en las caricaturas –vuelve a reír–. Cada policía agarró a un niño, a nosotros, y nos sacaron de un jalón. Cuando comenzamos a gritar qué era lo que sucedía, que por qué nos trataban así, los agentes de la Patrulla Fronteriza sólo nos decían: ‘Keep walking, keep walking’, que continuáramos caminando. 

Ahora, el 19 de enero de este 2025, Mily está en la colonia Libertad de Tijuana, a tan solo un par de cuadras del mismo paso a San Ysidro donde comenzó su pesadilla. 

Ahí, en el cruce entre una calle cerrada y una avenida, se encuentra su negocio ambulante de burritos que, básicamente, es un mostrador de color rosa claro, que está protegido del sol por un par de sombrillas blancas pequeñas, y una bicicleta de color verde claro con la que su marido vende aguas frías por la colonia. 

Por las calles aledañas es común ver los anuncios del gobierno federal con el lema que advierte que “el fentanilo mata”, acompañado de la imagen de una mujer llorando y con ambas manos cubriéndose el rostro. También hay grandes espectaculares a lo ‘Better Call Saul’ –la famosa serie de televisión sobre el abogado de ficción Saul Goodman–, con la imagen gigante de abogados penalistas de rostros de mentón cuadrado y vestidos con trajes italianos impolutos, que ofrecen que los llames “con confianza” para todo tipo de temas legales.  

Para llegar hasta el puesto de Mily hay que transitar por una avenida ancha con más localitos de burritos, tacos, y restaurantes de menudo de los que sale música country a todo volumen y comensales que lucen sombreros de ala ancha; es sábado por la mañana, y como parte de la vida ‘binacional’ de esta frontera muchos norteamericanos cruzan a este lado para desayunar. 

También abundan, como parte de esa misma ‘binacionalidad’, trocas negras y viejas, algunas abandonadas y a medio desguazar, y fords americanos, de esos que parecen lanchas con ruedas que se pudren bajo el inclemente sol de la frontera. Son los ‘autos chocolate’; vehículos que entraron al país ilegalmente desde Estados Unidos

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Mientras sirve un café del termo a una clienta, Mily dice que su colonia, como la mayoría en esta urbe de casi 2 millones de habitantes, tiene problemas de inseguridad; “lo normal”, plantea encogiendo los hombros, en una ciudad que con algo más de 1 mil 500 asesinatos tan solo en 2024 continúa entre las más violentas de México y el mundo. Solo un dato para dimensionar lo anterior: Michoacán, que es uno de los estados más violentos del país, registró el año pasado esa misma cifra. Por ello, la estadounidense explica que es común que tome precauciones básicas, como no salir a ciertas horas de la noche, o no hacer mucha vida social y evitar contacto con personas desconocidas. 

–Aunque, en mi caso, lo de ‘no te metas con nadie’, o ‘no te metas con gente mala’, no me sirvió de nada –lamenta la mujer.

 

Los agentes de la agencia antidrogas estadounidense, la DEA, les dijeron luego de que pasaron aquel 14 de febrero del año pasado por un calvario de interrogatorios de la Patrulla Fronteriza –“en cuanto caes en sus manos, pierdes la condición de ser humano”– que fueron víctimas de una práctica ilegal “que está trending, de moda”, y para la que los cárteles ven en los ciudadanos estadounidenses “un easy target”, un objetivo fácil debido a que pueden cruzar la frontera con pasaporte rápidamente y sin levantar sospechas si tienen un buen historial de cruces diarios.

–Nosotros no sabíamos nada de esto –recalca la estadounidense sentada en su puesto de burritos al que, con toda la intención, lo bautizó como ‘La Mula’, como una forma de reponerse a una pesadilla que le ha generado depresión, ansiedad, y la psicosis de estar revisando a cada rato por debajo de su coche en busca de paquetes con drogas pegados con un imán y un GPS. 

–Fue hasta que regresamos a casa y vimos la cámara de seguridad, que nos dimos cuenta de lo que nos ‘plantaron’.

Milly esboza a continuación otra sonrisa, al tiempo que mira a lo lejos en dirección al cruce fronterizo donde una larga hilera de coches hace fila entre vendedores ambulantes, que ofrecen desde tortillas de harina, nieves, aguas y refrescos, hasta bustos moldeados con yeso de la cabeza del presidente Donald Trump con todo y su ‘copete’ rubio platino. 

–Nosotros fuimos víctimas del narco –lamenta la mujer–. Nos usaron como ‘mulas ciegas’.

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Mily bautizó su puesto de comida como “La Mula”. Foto: Manu Ureste

 

“Entréganos a los chinos, o te vas a arrepentir”

Christina no se llama así, pero pide que se le modifique el nombre por temor a represalias. Ella también es ciudadana estadounidense, también vive a este lado de la frontera, en Tijuana, y también denuncia que fue utilizada por el narco comomula ciega’, aunque en su caso no para cruzar droga a la Unión Americana, sino otro tipo de ‘mercancía’: una pareja de ciudadanos chinos. 

Todo empezó por medio de un anuncio de Facebook en el que alguien ofrecía en un grupo cruzar unos medicamentos a San Ysidro, California, a cambio de 300 dólares, unos 6 mil pesos mexicanos. Christina necesitaba un extra para sus gastos y los contactó por esa red social. Poco después, la citaron en una plaza comercial de Tijuana, donde “un muchacho muy bien vestido” le ofreció cruzar en ese momento los medicamentos. La estadounidense aceptó porque ese día iba a llevar a su hijo al pediatra del otro lado, y así mataría dos pájaros de un tiro.

De la plaza se trasladaron al estacionamiento de un hospital del IMSS. Ahí, con ella y el tipo a bordo del carro, llegó otra persona que abrió su cajuela e introdujo los medicamentos. Ella bajó y pidió revisarla, pero se lo impidieron. “Ahí empezaron las cosas a ponerse raras”, dice Christina en entrevista. 

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–Me dijeron: ‘no la puedes abrir porque son medicamentos que vienen sellados, y si se llega a caer uno o a dañar, ya no te van a pagar los 300. Mejor espérate a que cruces’. 

Christina insistió en que quería ver el contenido de la cajuela por si la revisaban en la aduana, pero el tipo que la ‘contrató’ le dijo que no se preocupara, que a ella por ser ciudadana de Estados Unidos no la revisarían. Y que si lo hacían, solo tenía que enseñar el documento firmado supuestamente por un doctor del IMSS con el inventario de los fármacos. “Todo está bien”, le repetía insistente el tipo. 

A regañadientes, la norteamericana se subió al carro y comenzó a manejar hacia el cruce de San Ysidro. Pero mientras observaba por el espejo retrovisor que los dos tipos la seguían a bordo de otro vehículo, se dijo que no, que nada estaba bien. 

Antes de llegar a la aduana, se bajó en una gasolinera a cargar gas. Le marcó a su esposo para contarle la situación, pero le ‘saltaba’ el buzón. Quiso entonces ir a la tiendita de la gasolinera para ganar tiempo, pero ni eso le dejaron hacer: “Los tipos llegaron y me preguntaron: ‘¿qué ocupas?’ Les dije unas papillas para mi bebé, y me dijeron: ‘Ok, pero no te bajes, nosotros la compramos’. 

La norteamericana continuó manejando y ya muy cerca de la línea dio un frenazo porque otro vehículo se le metió en la fila y fue entonces cuando sus sospechas se confirmaron. 

–Se escuchó un golpe muy fuerte en la cajuela, como muy pesado; hasta se me movió feo el carro. Y sí dije: ‘no, ¿pues qué llevo ahí?’. 

–Entonces –continúa narrando la mujer–, ya más adelantito vi a un señor que vende burritos y que yo conozco porque siempre le compro antes de pasar para Estados Unidos. Cuando me puse a su altura, le dije: ‘oiga, ¿me puede hacer un favor? ¿puede checar mi cajuela?’. 

El señor la abrió y la cerró rápidamente, con violencia.

–Con cara de preocupación el señor me dijo: ‘ay mija, te pusieron a una pareja’. 

–¿Cómo a una pareja? –cuenta la mujer que le preguntó. 

–Traes a unos chinos –le respondió ante la cara de perplejidad de la estadounidense–. Ya mejor no cruces y ve con la policía aquí en México.

Christina le hizo caso y fue a denunciar, pero rápido pasó a engrosar la estadística de 2 mil 500 estadounidenses detenidos en México en los últimos 6 años por delitos vinculados al crimen organizado, como tráfico de personas, iniciando en ese instante un tortuoso proceso legal del que, aunque pudo salir en libertad, aún no se libra pues continúa en proceso. Tampoco se ha librado del todo de la preocupación constante de revisar el teléfono y encontrar una amenaza del crimen organizado por haber perdido la ‘mercancía’, a la pareja de chinos.  

–Me llamaban y me decían: ‘sabemos dónde vives y tenemos toda la información de tu familia. Entréganos a los chinos, o te vas a arrepentir’.

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A continuación, se le pregunta a Christina antes de terminar la entrevista qué hubiera pasado si hubiera sido detenida en Estados Unidos ‘traficando’ indocumentados y no en México; si cree que la situación hubiera sido mucho peor para ella.

–No, no creo –responde de inmediato y sin atisbo de duda–. Por ser ciudadana de allá y por ser mi primer warning, mi primera vez, quizá me hubieran dado solo unos 6 meses de prisión. No creo que hubiera sido más que eso. 

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Imagen: Nadia Núñez @naddnuk

 

Un incentivo perverso y la ‘ruleta rusa’

Los abogados Carlos de la O y Jesse Sánchez tienen su bufete legal en la ciudad de Tijuana. En una de las oficinas de su despacho, en la que hay un recibidor con un sofá y un escritorio presidido por un mazo de madera con los que los jueces dictan sentencia, los penalistas responden al unísono que sí, que recientemente han percibido un aumento en el número de casos que les llegan de personas detenidas en México antes de cruzar la línea porque, sin saberlo, iban cargados de drogas o con personas indocumentadas provenientes de las redes de tráfico.

Aunque a continuación matizan que, sin prejuzgar ni acusar a nadie, respuestas como esta última que dio la estadounidense Christina, de que en su país, a lo mucho, le hubieran dado “un warning” y una pena de un puñado de meses, es lo que en algunos casos los llevan a dudar de algunas personas que aseguran ser víctimas o ‘mulas ciegas’. 

La duda se debe, explican, a que en el sistema de justicia estadounidense si el delito no es tan grave, o la cantidad de droga no es tan elevada, muchas veces se resuelve con unos meses de prisión y una disculpa del acusado. Y eso se ha convertido en una especie de ‘incentivo perverso’ para quienes buscan ganar miles de dólares extra sin tanto riesgo de pasar toda la vida en una prisión. 

–Muchos estadounidenses ven esto como: ‘ok, puedo cruzar droga, ganar dinero rápido, y si un día me detienen igual y no voy a pagar tanto en la prisión, porque es como un primer ‘strike’, un ‘manotazo de pórtate bien y no lo vuelvas a hacer’. Mientras que para un mexicano el castigo va a ser mucho más fuerte, además de que sería expulsado y no podría regresar a la Unión Americana –explica Jesse Sánchez. 

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–Y aunque al final sí hay una detención y meses de cárcel, muchos te dicen, ‘sí, pero imagínate, si lo hago por unos meses o un año sin que me cachen, ¿cuánto dinero voy a ganar? Y si me llegan a detener, pues van a ser solo unos meses, pero yo ya hice mucho dinero’. Y esto es lo que, en parte, está haciendo que cada vez más estadounidenses le entren a trabajar para los grupos del crimen –agrega Sánchez.

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Imagen: Nadia Núñez @naddnuk

 

Por su parte, Carlos de la O plantea que hay modalidades distintas demulas’. Las hay que son ‘ciegas’ en el sentido estricto de víctimas que no saben que están siendo utilizadas para cruzar drogas, como el caso de Mily; las que les dicen que llevan fármacos, por ejemplo, y bajo engaño y la promesa de un pago llevan personas traficadas, como el caso de Christina; las que son conscientes de todo y reciben a cambio del cruce un dinero que puede ir de los 1 mil hasta los 5 mil dólares; y está otra modalidad que son aquellas personas que van a ‘ciegas’, pero siendo conscientes de que están transportando algo ilegal, aunque no saben qué. 

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–Es como una ‘ruleta rusa’ –señala De la O–. Es decir, el crimen organizado te propone, pero ya de forma consciente, que cruces cierta cantidad de narcóticos a cambio de un dinero, pero tú no vas a saber cuándo, ni a qué hora, ni en qué momento los vas a llevar. O sea, tú solo vas a cruzar todos los días y en una de esas vueltas puedes ir cargado o no. Si te agarran, mala suerte. Y si no, pues te van a pagar unos buenos dólares por cada cruzada. 

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Abogado Carlos de la O. Foto: Manu Ureste

 

Los usan como ‘mulas’ y ‘anzuelos’

Rodrigo Sandoval, un joven empresario mexico-americano, estuvo preso en Estados Unidos luego de que lo usaran como ‘mula ciega’: sin saberlo, cruzó a la Unión Americana 15 kilos de metanfetamina. 

En las diferentes cárceles que estuvo en San Diego y Arizona, Rodrigo dice que escuchó muchas historias como la suya, de ‘mulas ciegas’. Aunque también abundaban, matiza, las de “personas que juran que no sabían nada, pero sí eran bien conscientes de todo, y al final lo admitían”. Asimismo, plantea que por los pasillos de las cárceles se escuchaba que otra práctica muy común es que los grupos del crimen organizado, o las bandas locales que ‘trabajan’ con el permiso de éstos, también utilizan a las ‘mulas’, tanto a las conscientes como a las ‘ciegas’, como ‘carnada’ o ‘señuelos’ para distraer a las autoridades

–Por ejemplo, yo traía 15 kilos de metanfetaminas, es una cantidad alta. Pero esa gente (el narco) está dispuesta a perderla para que los agentes y las unidades caninas te detengan en la frontera, y mientras tanto, ya está pasando otro cargamento por otro lado, pero con 100 kilos.   

El abogado penalista Keith Rutman corrobora en entrevista desde su despacho legal en San Diego esta forma de operar: “muchas veces envían a la frontera varios vehículos cargados para que crucen al mismo tiempo, y sí, pueden estar dispuestos a sacrificar a una persona, a un cargamento, para que toda la atención de las autoridades se vaya con esa persona, y la carga más grande pueda pasar más fácilmente”. 

Incluso, Rutman señala que los grupos del crimen “eligen a alguien que saben que lo van a detener en la frontera y lo utilizan como un anzuelo que mandan primero, para que el cargamento que va más atrás, pueda pasar sin problema”. 

No obstante, el empresario Rodrigo Sandoval considera que este ‘modus operandi’ de sacrificar a ‘mulas ciegas’ con cargamentos, o a personas que mandan como ‘anzuelos’, no es tan común entre los cárteles de la droga, sino más bien en “los grupos locales que ‘chambean’ y le pagan a un cártel para poder ‘trabajar’. 

–Esos grupos son los que hacen más este tipo de cosas, de mandar un señuelo y perder cierta cantidad, porque a los grupos del narco no les gusta perder ni un peso –hace hincapié Sandoval–. Y por eso están ‘contratando’ a muchos estadounidenses para que crucen la droga y no perder nada. 

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Imagen: Nadia Núñez @naddnuk

 

La mujer hace referencia al término que coloquialmente se usa para nombrar a uno de los varios ‘modus operandi’ del crimen organizado para cruzar drogas a Estados Unidos, aprovechando que el paso Tijuana-San Diego es el más transitado en el mundo, y que, en palabras de autoridades que pidieron mantenerse en el anonimato, “ambas aduanas no se dan abasto” a revisar a todos los miles de vehículos que por ahí transitan cada hora, ni tampoco a las personas que cruzan a pie. De hecho, según datos de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, solo pueden revisar a un 8 % de los vehículos. 

Por ello, el crimen organizado manda a diario a cientos de vehículos con drogas, especialmente metanfetaminas; narcóticos que, de acuerdo con Tara Mcgrath, fiscal del distrito sur de California, es mucho más decomisada en la frontera que otras como el fentanilo, aunque la fiscal precisó que esta droga, al ser mucho más mortal, es la que está generando más atención mediática y de las autoridades. Y por ello, utilizan tanto a estadounidenses que sí se prestan a cruzar los narcóticos a cambio de “dinero fácil y rápido”, en palabras de la fiscal McGrath, 

A las personas que el crimen organizado investiga primero –por ejemplo, investigan si tiene nacionalidad estadounidense, para que pueda cruzar la frontera con muchas menos restricciones que un mexicano–, así como sus movimientos y dinámicas rutinarias, para luego aprovechar un descuido y colocarles la droga. Por eso lo de ‘mulas ciegas’, porque, literal, trabajan a ‘ciegas’ para el narco

 

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Imagen BBC
Qué es el movimiento ‘desinfluencer’ y cómo busca cambiar la cultura de las compras excesivas
9 minutos de lectura

Los influencers han generado una industria de “moda rápida” que mueve más de US$21.000 millones, pero algunos creen que su popularidad llegó a su límite.

09 de febrero, 2025
Por: BBC News Mundo
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En 2019, Diana Wiebe estaba inmersa en las redes sociales cuando se encontró con una influencer que promocionaba unos rizadores sin calor. “Eran rizadores con los que podías dormir toda la noche y la promesa era despertarte con unos rizos preciosos”, le cuenta a la BBC.

Fue uno de los muchos productos que TikTok le influyó para comprar, pero al igual que muchos otros, incluidas cremas para la piel y exfoliantes faciales, rápidamente se dio cuenta de que no los necesitaba.

“Para ser sincera, los rizadores interrumpieron mi sueño y los usé una sola noche”, dice, y agrega: “Mi cabello es naturalmente ondulado, así que creo que el rizador en realidad me dio demasiados rulos”.

Avanzamos hasta 2025 y Wiebe, quien vive en Ohio, ahora es una influencer, pero hay una diferencia entre ella y muchas otras. Ella está tratando de “desinfluir” a sus seguidores para que no compren cosas que no necesitan.

En sus videos diarios de TikTok, la creadora de contenido, que tiene más de 200 mil seguidores en la aplicación, hace preguntas como “¿querías ese producto antes de que te lo ofrecieran?” y recuerda a sus seguidores que las compras de ropa semanales y mensuales no son normales.

La cultura del haul es un tipo específico de contenido de redes sociales que se originó en YouTube en el que alguien muestra sus últimas compras, generalmente de ropa, a sus seguidores.

Wiebe es parte de un movimiento que crece desde 2023 y que rechaza la cultura tradicional de los influencers. Ha explotado en TikTok con el hashtag #deinfluencing, acumulando más de mil millones de visitas.

Junto con hashtags como “núcleo del subconsumo” y “consumidor consciente”, comparten mensajes clave, como: “La moda rápida no te hará elegante” y “el subconsumo es el consumo normal”.

¿Cambio cultural?

A medida que arranca el 2025, Wiebe cree que la corriente cultural está cambiando y que los influencers han alcanzado su cima de popularidad.

Imagen de una influencer promocionando un
Alamy
Algunos “desinfluencers” creen que los influencers empezarán a perder su atractivo.

“Algunos de los contenidos de los influencers son simplemente una provocación para causar ira”, dice, haciendo referencia a la táctica de internet de publicar contenido para incitar el enojo y generar visitas.

TikTok se ha convertido en la plataforma por defecto para los influencers, pero, dado que la aplicación se enfrenta a un futuro incierto en Estados Unidos, Wiebe cree que es un momento de cambio.

“No sé cuál será el futuro de TikTok, pero el tipo de influencia que vemos allí no se da en otras aplicaciones”, afirma, y menciona lo prolífico que se ha vuelto el contenido de compras en TikTok, en comparación con otras plataformas como Instagram.

Wiebe cree que este cambio se debe a una mayor conciencia de lo que realmente hacen los influencers.

Como un amigo

“Cuando empecé a ver más anuncios en mi muro de TikTok, pensé en todo lo que había comprado en los últimos años gracias a las reseñas de los influencers”, afirma. “De repente me di cuenta de que todo era publicidad, desde contenido promocional pagado hasta creadores que compartían sus compras”.

“No es como ver la televisión, donde puedes reconocer un anuncio. Con los influencers te sientes como si estuvieras escuchando a un amigo o familiar porque vemos a nuestros TikTokers favoritos como personas que conocemos”, señala.

La mayoría de las interacciones de Wiebe en línea son positivas, con comentarios como: “Necesitaba escuchar este consejo hoy”. Sin embargo, otros se preguntan por qué siente la necesidad de entrometerse en los hábitos de compra de otras personas.

Wiebe insiste en que no está abogando por un estilo de vida de “no comprar”. En cambio, se describe a sí misma como partidaria de “desacelerar y pensar bien las compras en vez de apresurarse”.

Su consejo es opuesto al conocido eslogan de los influencers que animan a sus seguidores a “correr, no caminar” para comprar el último producto.

Diana Wiebe (izq) y Christina Mychaskiw
Kassi Jackson/ Christina Mychaskiw
Diana Wiebe (izq) y Christina Mychaskiw son miembros de la cada vez más popular comunidad de “desinfluencers”.

Enfoque consciente

Esta misma mentalidad llevó a Christina Mychaskiw a adoptar un enfoque más consciente a la hora de gastar. A través de sus publicaciones en YouTube, TikTok e Instagram, su objetivo es ayudar a otras personas a vivir una vida plena sin arruinarse.

Mychaskiw dice que sabe de primera mano lo poderosos que pueden ser los influencers. “En 2019, tenía una deuda de 120 mil dólares canadienses (US$83.000) por préstamos estudiantiles y seguía comprando semana tras semana. Toqué fondo cuando compré un par de botas que costaban más que mi alquiler, aunque sabía que no podía pagarlas”.

La creadora de contenidos, que vive en Toronto, dice que se sentía atrapada en un ciclo de “Instagram versus realidad”, según le cuenta a la BBC. “Tenía una idea de cómo debería ser mi vida en función de mi carrera y de lo que hacían mis compañeros”.

Mychaskiw suele hablar de este tema en su podcast, donde escucha a sus oyentes hablar de su lucha contra la presión constante de comprar y la decepción cuando los productos no cumplen n sucos expectativas.

“La gente ya no ve el valor de lo que compra. La promesa de estos artículos simplemente no está a la altura de las expectativas. Parece que todo es cada vez más caro, pero de menor calidad y menos satisfactorio”.

Mychaskiw no quiere que la gente cometa el mismo error que ella, que en un principio abandonó el consumo de golpe y llevó una vida minimalista, lo que, según ella, la hacía sentir miserable.

Desde entonces, ha llegado a un punto intermedio: se da un capricho de vez en cuando, pero se recuerda a sí misma que antes de ir de compras debe “revisar su armario”.

La creadora de contenido ya ha cancelado su deuda estudiantil. ¿Su consejo para los demás? “Suelta el teléfono. Navegar y consumir contenido constantemente te hace más propenso a ceder a los mensajes subliminales”, dice.

“Deja el teléfono, toca el césped, juega con tu vestuario y usa lo que ya tienes para crear looks divertidos. Tal vez te des cuenta de que lo que tienes es suficientemente bueno”.

Moda rápida

Según la estilista Lucinda Graham, consumir constantemente moda rápida no solo es malo para las finanzas y el medio ambiente, sino también para el estilo personal.

Manos de una mujer sosteniendo muchas bolsas de compras
Alamy
El movimiento “desinfluencer” anima a sus seguidores a comprar sólo lo que realmente necesitan.

“Piénsalo como si estuvieras cocinando”, le dice a la BBC. “Si preparas algo rápido, está bueno, pero no puede competir con un plato que se ha cocinado con cuidado y esfuerzo. Lo mismo ocurre con la moda rápida en comparación con un vestuario que ha sido cuidadosamente elegido”.

Graham aconseja a quienes estén buscando su propio estilo que sean pacientes. “El estilo personal necesita tiempo para desarrollarse y experimentar con las mismas prendas. También se trata, fundamentalmente, de comprar lo que te gusta, en lugar de lo que sigue la tendencia”, afirma.

“Cuando los influencers nos convencen de que compremos ropa, compramos artículos que representan el estilo de vida de otra persona e intentamos emular su vida, pero eso no da como resultado un vestuario práctico”.

El enfoque de Graham implica que es deliberada a la hora de comprar nuevas prendas y valora dejar que sus prendas “envejezcan” con el tiempo. “Tengo una chaqueta que tengo desde hace seis años y me encanta combinarla”, explica.

“Es agradable ver cómo cambia la ropa. Ahora mismo, las chaquetas de carpintero usadas y los pantalones Carhartt desgastados están de moda, pero en lugar de comprarlos en una tienda vintage, ¿por qué no comprar un par y dejar que envejezcan con el tiempo?”.

Ella dice que lo mismo se aplica a las tendencias: “La moda rápida nunca será auténtica. Si nos fijamos en el desaseo indie, por ejemplo, esos looks clásicos provienen de personas que realmente viven ese estilo de vida, no porque hayan comprado jeans rotos en línea”.

“La clave para romper ese ciclo y descubrir qué te gusta es hacer compras más intencionales, eliminando las pequeñas e impulsivas”.

Industria global

Es difícil determinar si el movimiento de desifluencers está afectando a las marcas. Sabemos que gigantes en línea como Asos, Boohoo y Pretty Little Thing han luchado con la caída de la demanda y los cambios en los hábitos de los consumidores en los últimos años.

Sin embargo, no olvidemos que muchos muros todavía están inundados de influencers.

En 2023, se estimó que la industria global del marketing de influencers valía 21 mil 100 millones de dólares, más del doble de su tamaño en 2019.

En opinión de la estilista Aja Barber, dado que la creación de contenido todavía se considera una carrera a la que aspirar, aún no hemos alcanzado el “pico influencer”.

Aja Barber
Rabya Lomas y Rida Suleri-Johnson
Aja Barber se dio cuenta de la magnitud del consumo excesivo después de trabajar como voluntaria en una tienda benéfica y ver la cantidad de ropa que la gente donaba.

Barber es autora del libro Consumido: sobre el colonialismo, el cambio climático, el consumismo y la necesidad de un cambio colectivo; cree que el movimiento de desinfluencia es útil, pero opina que el tema debe instalarse fuera de internet para cambiar el modo de gastar de la gente.

La autora, que también es editora colaboradora de la revista Elle, dice que todos tenemos un papel que desempeñar. “Desde los multimillonarios propietarios de empresas hasta los influencers y nosotros como consumidores”, le dice a la BBC.

“En las redes sociales, un empleado de correos se puso en contacto conmigo y me dijo que había entregado un paquete del minorista de moda rápida en línea Shein en una casa 17 veces en un mes”.

Algunas estimaciones sugieren que cada año se producen en todo el mundo más de 100 mil millones de prendas de vestir, y más de la mitad acaba en vertederos en un plazo de 12 meses.

A menudo, la ropa que no se usa se exporta a países africanos y asiáticos, donde se desecha hasta el 40% en lugar de revenderla, lo que, según las organizaciones benéficas, ha contribuido a la contaminación del agua, generando riesgos para la salud.

Ya ha pasado casi un siglo desde los años 30, cuando las mujeres poseían alrededor de 60 prendas de vestir y compraban cinco nuevas al año.

Al reflexionar sobre cómo han cambiado las cosas, Barber dice que “el objetivo es vender la mayor cantidad posible de productos. Tenemos que ser realistas respecto del daño que los individuos comunes están haciendo con la idea de que podemos simplemente consumir y consumir sin que esto tenga un impacto negativo. Eso no es cierto”.

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BBC

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