Elementos federales realizaron el decomiso histórico más grande de fentanilo que se haya registrado en el país, de más de una tonelada, según dio conocer Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC).
El decomiso (1,100 kilogramos) ocurrió en dos operativos distintos en Sinaloa como resultado de labores de inteligencia e investigación destinadas a identificar a generadores de violencia en la entidad.
El primer aseguramiento se llevó a cabo en Guasave, donde personal de la Marina, SSPC, Defensa, Guardia Nacional y Fiscalía General de la República (FGR), detuvieron a dos personas a quienes les decomisaron tres armas de fuego cortas con cargadores abastecidos, un equipo de radiocomunicación y una bolsa con dos kilos de pastillas de fentanilo.
En un comunicado, las autoridades detallaron que al efectuar recorridos de vigilancia en Guasave, los efectivos circulaban por la calle Raúl Cervantes Ahumada, cuando detectaron un vehículo de color gris, cuyos tripulantes, al notar la presencia de la autoridad, realizaron maniobras evasivas y emprendieron la huida, por lo que, para descartar alguna conducta ilícita y garantizar la seguridad de la población, los agentes les dieron alcance calles más adelante y hallaron las armas y la droga.
A los detenidos Elier Jassiel Esquerra Félix y Javier Alonzo Vázquez Sánchez, alias “Tito” se les vincula al Cártel de los Beltrán Leyva, y actúan bajo el mando de Fausto Isidro Meza Flores, alias “Chao Isidro”, y Pedro Izunza Coronel, alias “Pichón” y/o “Pájaro”.
Izunza Coronel es hijo de Pedro Inzunza Noriega alias “Sagitario”, exlíder del Cártel de los Beltrán Leyva, según informó la Secretaría de Seguridad.
En otro hecho, en el municipio de Ahome, derivados de denuncias ciudadanas, las fuerzas de seguridad realizaron inspecciones en dos domicilios; en uno de ellos se aseguraron aproximadamente 800 kilos de fentanilo, cuatro vehículos y precursores químicos y en otro 11 bultos con un aproximado de 300 kilos de fentanilo, revolvedoras industriales y básculas.
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Con estas acciones, detalló la dependencia, se estima una afectación económica a la delincuencia organizada de 8 mil millones de pesos o 400 millones de dólares.
“Son aproximadamente 20 millones de dosis que no llegarán a las calles para dañar la salud de la población. No se tienen precedentes de un decomiso de esta magnitud”, indicó.
Durante su conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum informó que se tomó la decisión de que García Harfuch se trasladara un tiempo a Sinaloa.
“En Sinaloa en particular tomamos la decisión de que el secretario se fuera un tiempo para allá para garantizar la coordinación con fuerzas de Defensa y Marina”, dijo.
🔴@Claudiashein dijo que el titular de la @SSPCMexico, @OHarfuch, se encuentra en Sinaloa para coordinar las acciones de seguridad con @SEDENAmx y @SEMAR_mx.
Sheinbaum adelantó que se reunirá con los todos gobernadores del país para fortalecer la estrategia de seguridad. pic.twitter.com/mKXJByUO3w
— Animal Político (@Pajaropolitico) December 4, 2024
La entidad vive una ola de violencia desde inicios de septiembre, derivado de pugnas entre miembros de Cártel de Sinaloa tras la detención de Ismael “El Mayo” Zambada.
“Esto se va a resolver, no es de la noche a la mañana, es un trabajo constante, lo importante es coordinar todas las acciones y coordinar toda la estrategia”, declaró Sheinbaum.
Sobre el decomiso de fentanilo comentó: “es la incautación más grande que se haya hecho de pastillas de fentanilo, piensen que el consumo de una persona adicta de fentanilo a lo largo de un año es como un sobre de azúcar, de ese tamaño son las dosis que se utilizan… Pensar en una tonelada de fentanilo, estamos hablando de más de 20 millones de dosis y cerca de 8 mil millones de pesos, que representó este operativo, esta incautación”.
En la historia de Adela Velarde, que posiblemente inspiró el corrido más famoso de la revolución mexicana y dio nombre a las “adelitas”, se entreteje la memoria y la leyenda.
Adela Velarde Pérez fue las dos cosas.
Pero, como sucede con todos los mitos identitarios, en la historia de esta mujer que posiblemente inspiró el corrido más famoso de la revolución mexicana y dio nombre a las “adelitas”, se entreteje la memoria y la leyenda.
La imagen de Adela Velarde, jovencísima, de ojos grandes, mirando intensamente a la cámara bajo su enorme sombrero, agarrando una bandera mexicana en una mano y una espada en la otra, su diminuto cuerpo cruzado por un cinturón de balas, encarna la esencia de un espíritu nacional, de una identidad mexicana valiente y revolucionaria.
Ella representa a las miles de mujeres anónimas que se unieron a la Revolución mexicana (1910-1920) a las que se conoce como “adelitas”, y que consiguieron derrocar la dictadura de Porfirio Díaz.
El corrido de “La Adelita”, quizás el más famoso de toda la época de la revolución, se cantaba obsesivamente en los frentes y hoy se sigue escuchando, popularizado por cantantes como Jorge Negrete o Amparo Ochoa. Sin embargo, la historia de la “Adelita” original sigue siendo en parte un misterio.
Se sabe que nació en el estado de Chihuahua, probablemente en Ciudad Juárez, en el año 1900, en el seno de una familia acomodada.
Según la biografía que el gobierno de México tiene sobre ella, fue nieta del destacado general juarista Rafael Velarde, que luchó contra las tropas francesas.
Siendo aún adolescente se unió a las filas de la revolución, apoyando a la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca en labores de enfermería.
Formó parte de la División del Norte del Ejército Constitucionalista, y posteriormente se incorporó al Cuerpo de Ejército del Noreste.
El 22 de febrero de 1941, Velarde fue reconocida como “Veterana de la Revolución” por la Secretaría de Defensa Nacional mexicana y, según el Museo de la Mujer, fue nombrada miembro de la Legión de Honor Mexicana en 1962.
Al acabar la revolución trabajó en Ciudad de México como mecanógrafa en la administración de Correos. En 1965 se reencontró con un coronel que había conocido en sus años de lucha, Alfredo Villegas, con quien se casó en 1965.
Poco después, la pareja se mudó a Estados Unidos, donde vivió hasta su muerte en 1971, debido a un cáncer de ovario. Sus restos yacen en el cementerio de San Felipe, en Del Río, Texas.
Estas es, practicamente, casi la única información contrastada que se tiene de ella.
A partir de ahí, casi todo son relatos, más o menos fabulados, inspirados por el romanticismo de su personaje.
El mito la retrata como una muchacha valiente y bella, cuyos ideales revolucionarios la convirtieron en un ejemplo para otras mujeres que se unieron al alzamiento, a las que hoy se conoce como “adelitas” y que desempeñaron un papel fundamental en las guerrillas.
Pocos han descrito el papel de las “adelitas” de una forma más hermosa que la escritora Elena Poniatowska en su libro “Las indómitas”.
“Yo te doy agua. Yo llevo las ollas y las cazuelas para hacerte tu comida. Yo te despiojo. Yo te lío tu petate. Yo te lavo tu ropa. Yo junto la leña para hacer lumbre. Yo te aceito tu fusil. Yo te prendo tu cigarrito, y si no hay tabaco, te hago uno de macuche, aquí tengo hojas de maíz. Yo cargo tu Mauser y tus cartuchos. Yo cuido de que no se moje la pólvora. Yo te hago casa en el campo de batalla. Yo soy tu colchón de tripas. Yo tengo a tu hijo en la trinchera”.
Sin ellas, afirma la autora mexicana, no habría habido revolución. Muchas fueron llevadas por sus hombres, esposos, padres o hijos, al combate como apoyo. Otras fueron obligadas a participar por la fuerza y, aunque la mayoría ejercía apoyos básicos y de enfermería, algunas llegaron a tener cargos importantes.
Después de haber dado sangre, sudor y lágrimas en la batalla, con el fin de la guerra la mayor parte de estas mujeres regresaron a los antiguos roles que la sociedad les deparaba, y sus hisotrias de olvidaron.
Solo un puñado de nombres de “adelitas” han sobrevivido al anonimato de la Historia, entre ellos el de Adela Velarde, en gran parte gracias al corrido que lleva su nombre.
La versión más edulcorada de la historia de esta famosa canción, que se convirtió en símbolo de la revolución y responsable de que medio mundo hispanohablante no pueda escuchar la palabra “Adelita” sin tararear “se fuera con otro…”, la narra el historiador mexicano José Alberto Galindo.
Galindo es el autor del libro “Un cielo lleno de metrallas: La verdadera historia de la Adelita”, en el que relata la siguiente historia:
Velarde entró en el ejército revolucionario como enfermera, por lo que fue repudiada por su familia, que consideraba, como otras de su época, que las mujeres solo podían abandonar el hogar de su familia para casarse.
Al poco de unirse a la revolución, la joven conoció a Antonio Gil Del Río Armenta, sargento del ejército de Pancho Villa, y ambos mantuvieron un tórrido romance.
De acuerdo con algunos relatos no corroborados, ambos tuvieron un hijo, que más tarde moriría en la Segunda Guerra Mundial.
La historia de amor tuvo también un final trágico.
El sargento fue alcanzado por una bala en la ciudadad de Gómez Palacio, y murió en los brazos de su amada. Sin embargo, antes de fallecer, le pidió a su enamorada que mirara dentro de su petate, donde Velarde encontró un papel con la letra de la canción que se convertiría en un himno nacional revolucionario. Ella había sido su musa y sería su último amor.
¿Demasiado perfecto? Pues hay más.
Según Galindo, la letra de la canción no estaba completa, por lo que Gil Del Río Armenta le cantó allí mismo, y con su aliento postrero, la última estrofa, que Adelita apuntó en el papel de su puño y letra.
Algunas versiones dicen que esta última estrofa dictada al borde de la muerte fue la que dice: “Si acaso yo muero en campaña /y mi cadáver lo van a sepultar, /Adelita por Dios te lo ruego /que con tus ojos me vayas a llorar”.
Sin embargo, en una entrevista con el diario “Excélsior” en 1948, la propia Velarde confirmó que fue ella quien inspiró al compositor, aunque el corrido original solo contaba con tres estrofas:
“Popular entre la tropa era Adelita, /la mujer que el sargento idolatraba, /porque a más de ser valiente era bonita /que hasta el mismo coronel la respetaba.
Y si Adelita se fuera con otro/ la seguiría por tierra y por mar; /si por mar, en un buque de guerra /si por tierra, en un tren militar.
Si Adelita quisiera ser mi esposa, /si Adelita fuera mi mujer, /le compraría su vestido de seda /para llevarla a bailar al cuartel”.
El historiador Galindo afirma, además, que el “coronel” que menciona la canción es, para rizar más el rizo, hombre con el que finalmente se casó Adela Velarde en 1965, Alfredo Villegas.
Sin embargo, existen diferentes versiones sobre el origen de la canción que, según la Secretaría de Defensa Nacional (SDN) mexicana, fue difundida por la División del Norte entre 1914 y 1915.
Según el libro “Las Fuerzas Armadas en la Revolución Mexicana”, editado por la SDN en 2013, algunos atribuyen su autoría al joven capitán Elías Cortázar Ramírez, otros a un tal Ángel Viderique.
Otra interpretación afirma que se trata de una canción anónima que el general Domingo Arrieta y sus tropas escucharon en el estado de Sinaloa, y otra más que el mismo general Arrieta se la encomendó a un maestro de su banda militar, Julián S. Reyes, para que la escribiera y la instrumentara.
Pero en la creación de los mitos el relato es importante, y una buena historia de amor trágico siempre será más potente que un anodino encargo.
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