La experiencia nos enseña que en cuanto a productos de consumo la prohibición no ha sido una buena solución, puesto que al restringir algo hay una resistencia por parte del individuo y se genera un mayor interés al respecto, así lo afirma María de la Luz Lara, asesora y consultora especializada en regulación sanitaria y parte de nuestro panel de expertos para el foro en redes: Productos de consumo, ¿cuándo regular y cuándo prohibir?
“Cuando tú hablas de prohibir, per se va a generar una resistencia, por lo tanto, tú debes de establecer o se deben de establecer mecanismos lo suficientemente fuertes y robustos para pues vigilar el cumplimiento a esa prohibición; se generan o se deberían de generar estrategias para vigilar, para estar al pendiente, para evitar que exista este comercio ilícito, porque por supuesto que la prohibición no genera el no consumo, la prohibición genera también comercio ilegal. Entonces creo que hay que valorar y antes de prohibir o desregular, exentar de regulación algo, se debe hacer un análisis profundo del tema”, sostuvo.
Un ejemplo conocido de este mercado negro generado por la prohibición es el de Estados Unidos cuando prohibió el alcohol y todo el tráfico ilegal que esto produjo, y en México actualmente un ejemplo sería el de los cigarrillos electrónicos, aunque en este caso se ha comprobado que tienen mayor efectividad que otros métodos para dejar el consumo de tabaco y sus riesgos son menores que el cigarrillo convencional.
Según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2022, 2.6% de los adolescentes vapean (aproximadamente medio millón de adolescentes) y 1.5% de los adultos, es decir, cerca de dos millones de personas.
Carmen Escrig, doctora en biología molecular y creadora y coordinadora de la Plataforma para la Reducción del Daño por Tabaquismo, no sólo resalta que la regulación de los productos de consumo debe de estar basada en el análisis y en la ciencia, sino que hay que agregar los retos a los que se enfrenta una innovación para ser reconocida, entre los cuales se suelen encontrar los intereses personales o morales de quienes se encargan de regularla o prohibirla.
Para instrumentar buenas políticas públicas, hay que tomar en cuenta aspectos como la realidad antropológica o sociocultural de cada país, a fin de determinar cuál es la estrategia más exitosa, aquella que la gente realmente asimile y ofrezca toda la información pertinente.
Luis Fernando Hernández, experto en derecho, regulación y normas sanitarias, afirma que la tarea fundamental de la regulación es identificar los riesgos, cuantificarlos y tomar las medidas para gestionarlos, por lo tanto, la regulación lo que pretende es gestionar o la emisión del peligro o la exposición al peligro.
“Estas dos estrategias de regulación: una, transformar el control por la regulación, y otra, incorporar a los productores para el desarrollo tecnológico, lo que hacen es pues lo que todos sabemos y todos queremos, que la tecnología funcione para beneficios de la sociedad, no para beneficio del comercio […], el punto es que frecuentemente la autoridad está más preocupada por las consecuencias que supone el uso de un producto, o sea, el miedo que este producto puede producir sobre ciertas consecuencias que por el análisis de la probabilidad de que eso exista, y la probabilidad puede ser 1 en 10 millones, y sin embargo estamos regulando todo como si fuera 100% de probabilidad de riesgo. ¿Qué es lo que desde mi punto de vista hemos perdido?, y lo vimos con la OMS en la pandemia, o sea, lo que hemos perdido es el uso del conocimiento como instrumento de gestión de riesgo”, añadió.
Por eso el doctor Hernández, quien cuenta con un posgrado en neurofisiología y neuropsicología, así como de administración y planeación estratégica, señala que la tarea del regulador está más en la vigilancia de los productos y de su impacto que en la aprobación de estos.
“Lo primero que yo diría es que algo que se tiene que tener muy consciente es que la ausencia absoluta de riesgo no existe, esa es una ilusión, el riesgo siempre va a estar presente y lo que las autoridades tratan de hacer es algo que se llama riesgo socialmente aceptable […] ¿Qué determina el riesgo socialmente aceptable? Pues lo determinan los límites del conocimiento, las presiones del libre comercio, las normas internacionales, la demanda social de los consumidores, la capacidad tecnológica de la industria y los recursos que se cuentan para afrontar este tipo de realidades”, dijo Hernández Lezama
Ahora bien, un ejemplo de una regulación con buenos resultados es aquella que implementó Chile con el etiquetado de octágonos que puso para los alimentos. Inicialmente generó mucha polémica, pero con el tiempo, como comenta María de la Luz Lara, generó un impacto positivo en la población e incluso la industria innovó para ofrecer productos más sanos.
“Se hizo un estudio de la Universidad de California en donde se trabajó de manera conjunta con una tienda de autoservicio, y se identificó que el consumo de azúcares disminuyó un 9%, un 7% disminuyó las calorías en los productos, pero además hubo un estudio del Ministerio de Salud en donde casi el 50% de la población veía o revisaba las etiquetas, y casi un 80% decía que sí tomaban la decisión con base en esa información que estaba siendo mostrada en el etiquetado”, platicó la especialista, quien es ingeniera en alimentos y cuenta con maestría en administración de sistemas, productividad y calidad.
Los vapeadores existen desde 1963 como una alternativa para el cigarrillo, creada por H. Gilbert, que servía para dejar de fumar. El modelo moderno que hoy conocemos se dio a conocer en 2003 por el farmacéutico y fumador Honk Lik, y según un estudio realizado por Health New Zealand, se demostró que los e-cigarrillos eran entre 100 a 1000 veces menos perjudiciales a la salud que los cigarros tradicionales.
De acuerdo con Marcela Madrazo, directora general de Vapeo Informado y quien cuenta con una maestría en salud pública y epidemiología, más una especialización en políticas públicas para el control del tabaco, los cigarrillos electrónicos han comprobado ser más eficaces en la reducción del consumo de nicotina que muchos otros métodos, pero a causa de los tabúes y la falta de información, y a pesar de las buenas prácticas internacionales que sirven de ejemplo, esta medida ha sido obstaculizada.
“Esa parte de los usuarios no se ha escuchado, lo único que te dicen es lo que dice la Organización Mundial de la Salud, ‘ah, no, es la industria tabacalera la que está atrás de todo esto, inventando nuevos sabores, etcétera, etcétera, para enganchar a los jóvenes’, pero son los consumidores los que se sientan entre ellos y se ponen a probar diferentes sabores para ver cuáles son más agradables para ellos y empiezan ellos a producir sus propios líquidos, buscando alejarse lo más posible a todo lo que les pueda recordar al tabaco cuando lo consumían. Entonces hay que tomar factores culturales, sí, sin duda, pero también hay que escuchar al usuario, y en este caso en México no se le está escuchando”, platicó.
Por su parte, la doctora Escrig comenta que 90% del mercado mundial del vapeo está en manos de productores independientes que no tienen nada que ver con la industria tabaquera, a los cuales se les aplican normativas iguales que a las grandes industrias, y no se les toma en cuenta.
“El cigarrillo electrónico original, el mercado del vapeo como lo conocemos hoy en día, su origen es el propio usuario, es el propio usuario luchando por encontrar su propia herramienta para dejar de fumar, de ahí que el 90% del mercado mundial hoy en día pertenezca al sector independiente de la industria tabaquera, y esto es algo que la mayoría de la gente no sabe y no conoce, ¿por qué?, porque la información oficial dice que el cigarro electrónico es un invento de la industria tabaquera, lo cual es absolutamente falso”, afirmó Carmen Escrig.
Otro punto a destacar que comenta la doctora es que, si no se contempla a todos los actores involucrados, se pierde el rico conocimiento del know how de quienes trabajan con estos recursos, los fabrican y conocen a su público.
Regular en vez de prohibir permite la transparencia y otorga herramientas para la verificación de los riesgos asumidos. No obstante, hasta ahora las regulaciones en cuanto a alternativas para la reducción del consumo del tabaco, por ejemplo, los vapeadores y la evidencia de su resultado, han sido detenidas e incluso condenadas por cuestiones de interés personal y moral.
En resumen, nuestros expertos coinciden en que hay que escuchar a los usuarios, a las asociaciones civiles y sectores independientes, así como tener de base la evidencia científica, para tomar las mejores acciones dirigidas a la salud pública. Además, se debe contemplar que las regulaciones no están escritas en piedra, sino que se vuelven más rígidas o laxas gracias a la vigilancia de la regulación.
No le corresponde al Estado imponer modelos de vida, sin embargo, sí es importante divulgar los avances, generar alternativas y tener toda la información posible para así realmente empoderarnos y decidir por nosotros mismos.
“Hay productos nuevos, novedosos, como en este caso los cigarrillos electrónicos. La mayoría de los países civilizados del mundo están buscando la forma de regularlos de una forma comprensible, tanto para la autoridad como para los usuarios y para los que los venden, y tenemos que estar viendo qué es lo que están haciendo en otros países que está funcionando y que está funcionando bien”, recomendó finalmente Marcela Madrazo.
Nota del editor: Esta publicación se realiza a partir del foro Hablemos de regulación de productos de consumo, realizado con la colaboración de Philip Morris International como parte de las alianzas estratégicas de Grupo Editorial Criterio.