Para entender mejor
La Secretaría de Salud contrató por adjudicación directa a Laboratorios de Biológicos y Reactivos de México (Birmex), empresa del Estado, como intermediaria para comprar 12 millones de vacunas del cuadro básico, pero esa elección le implicó pagar un sobreprecio de 134 millones de pesos en 2020, como revelan documentos oficiales.
La autonombrada ‘cuarta transformación’ criticó a las empresas intermediarias que vendían medicinas al sector salud, y el exsubsecretario de Salud, Hugo López Gatell, dijo que era uno de los “vicios heredados” que supuestamente estaban combatiendo al cambiar el modelo de compras. Mientras que el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que comprando directamente a los laboratorios obtendrían ahorros.
No fue así. Con base en decenas de solicitudes de información y la revisión de contratos, facturas, requisiciones y registros de almacén, Animal Político confirmó que Birmex vendió más caro que los proveedores privados de años anteriores.
En 2020, la Secretaría de Salud contrató a Birmex para comprarle la vacuna para recién nacidos BCG, contra la tuberculosis; triple viral, contra sarampión, rubéola y parotiditis para niños de 1 y 6 años; DPT, contra difteria, tétanos y parotiditis, para cuatro años; y doble viral, para mayores de 11 años.
Sin embargo, ésta no tenía capacidad para producirlas, por ello adquirió la totalidad del pedido al laboratorio Serum Institute of India por 63 millones 206 mil dólares, según se explica en el contrato BIRMEX-AV-015/2020, firmado el 25 de junio de 2020.
A diferencia de años anteriores en que los contratos se fijaron en pesos, Birmex compró y vendió a la Secretaría de Salud en dólares, lo que en sí mismo fue un factor de encarecimiento pues la cotización del dólar superó los 22 pesos ese año.
Al comparar el precio que Birmex compró en la India y el que vendió a Salud, hay una diferencia de hasta 5.30 dólares por cada vacuna. De ahí que Birmex tuvo una ganancia de 6 millones 423 mil dólares por 12 millones de dosis de BCG, triple y doble viral vendidas al gobierno en 2020; equivalente a 156 millones de pesos, considerando en 21 pesos el tipo de cambio promedio.
Esta operación benefició a Birmex, la empresa del Estado que el presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha intentado impulsar, al encargarle, por ejemplo, la distribución de medicamentos para ya no contratar a las empresas que habían acaparado ese mercado en los sexenios pasados.
Sin embargo, Birmex ha incurrido en múltiples irregularidades, la más grave ocurrió durante la gestión de Pedro Zenteno, actual director del ISSSTE: durante la pandemia de Covid-19, Birmex entregó 25 millones de euros a empresas que desaparecieron en cuanto recibieron los recursos y sin que entregaran los medicamentos que supuestamente venderían, caso que investiga la Fiscalía General de la República (FGR).
Además, sus finanzas ni siquiera pueden ser plenamente fiscalizadas porque hasta el 2021 operaba con un sistema de registro tan obsoleto que enlistaban las pólizas a mano, como detectó la Auditoría Superior de la Federación.
Animal Político solicitó entrevista con Birmex para que diera su postura respecto a esta investigación, pero el área de prensa respondió que “es un tema de 2020, y en ese entonces había otra administración. Por esa razón apelo a su comprensión”.
Como parte de la política de austeridad del presidente Andrés Manuel López Obrador, el gobierno decidió negociar la compras de medicinas y vacunas desde la Secretaría de Hacienda para conseguir ahorros; aunque eso echara por la borda la experiencia que tenían el Centro Nacional para la Infancia y la Adolescencia (Censia), y el IMSS en las compras consolidadas.
También, en el supuesto combate a la corrupción, inhabilitó a la empresa Laboratorios Imperiales Pharma –propiedad de Francisco Álvarez Morphy conocido como el ‘Rey de las vacunas’ por tener contratos millonarios en el gobierno– por incumplir con la entrega de biológicos a finales de 2018.
Aunque era la única compañía con los permisos sanitarios para importar la vacuna BCG, el gobierno no tuvo un plan alterno para adquirirla con otro proveedor, lo que dejó a millones de recién nacidos sin protección contra la tuberculosis en 2019, el primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, como reveló Animal Político.
Para solventar esa carencia, la Secretaría de Salud contrató directamente a Birmex en 2020, argumentando que cumplía con los criterios para exentar la licitación pública, pues tenía la capacidad para entregar millones de dosis con “las mejores condiciones disponibles para la Secretaría”; además cumplía con los criterios de “eficacia, transparencia e imparcialidad”.
Se trató de una adjudicación directa porque, según la dependencia, era una compra urgente en medio de la pandemia de Covid, porque tener a una población sin la protección contra enfermedades prevenibles, se convertía en “un blanco susceptible para el virus de Covid-19”, dice el documento de justificación del 30 de junio de 2020.
Si bien Birmex nació con el objetivo de proveer vacunas, perdió capacidad de producción en las últimas dos décadas; por ello adquirió la totalidad de los biológicos con el laboratorio Serum Institute of India.
En los contratos, Birmex testó el número de dosis adquiridas, argumentando que se trataba de información “confidencial”, pero Animal Político obtuvo el costo unitario de cada vacuna con otras solicitudes de información a Birmex y Censia sobre sus compras totales por año.
La vacuna doble viral, contra sarampión y rubéola, aplicada a mayores de 11 años fue vendida por el laboratorio indú en 15 dólares por cada frasco de 10 dosis, y Birmex la vendió en 20.30 dólares a la Secretaría de Salud; es decir, una ganancia de 5.30 dólares por cada frasco.
Al multiplicar esa diferencia por los 680 mil 746 frascos que la Secretaría de Salud compró, la ganancia significó una suma de 3 millones 607 mil dólares para Birmex por intermediar la compra solo de esta vacuna. Al comprarlo en pesos en términos reales, Birmex vendió este biológico en 509 pesos en 2019 y en 514 pesos en 2020
Por la vacuna BCG para recién nacidos Birmex obtuvo 1 millón 940 mil dólares de ganancia, por los 524 mil 336 frascos vendidos a la Secretaría de Salud en 2020.
El laboratorio indú vendió cada frasco de BCG en 10.50 dólares a Birmex, y éste la vendió a 14.20 dólares, una diferencia de 3.70 dólares por cada frasco. Al convertirlo en pesos y comparando en términos reales, se trata de un costo unitario de 350 pesos, mientras que la empresa Laboratorios Imperiales había vendido la vacuna en 290 pesos en 2017 y 2018.
Por la vacuna Triple viral, contra sarampión, rubéola y parotiditis la ganancia fue de 875 mil dólares, pues Birmex la adquirió en 4.30 dólares y la vendió en 5.81 dólares.
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Laboratorios Imperiales había vendido esta vacuna a la Secretaría de Salud en 130 pesos en 2018, el año siguiente Birmex la vendió en 118, 124 y 159 pesos. Para 2020, el costo ascendió a 144 pesos, 14 pesos más que el privado en términos reales.
La única vacuna que sí tuvo un costo menor que el privado fue DPT (difteria, tétanos y tos ferina). La empresa Laboratorios imperiales la vendió en 420 pesos cada frasco con 10 dosis, mientras que Birmex la vendió en 9.20 dólares, equivalente a 228 pesos.
Birmex nació con el objetivo de producir vacunas para surtir el mercado nacional, pero en realidad fue disminuida en los años siguientes a su constitución como empresa de participación estatal mayoritaria en 1999.
Hasta ese año producía cinco vacunas: OPV (poliomielitis oral), Td (Tétanos difteria) adulto, DPT (Difteria, Pertussis y Tétanos), BCG y antitifoidica; cuatro sueros (antialacrán, antiviperino, antitoxina tetánica y antitóxina diftérica); cuatro reactivos biológicos de diagnóstico (histoplasmina, coccidiona, rosa de bengala y salmo typhi capilar), y los reactivos químicos de diagnóstico.
De 2000 a 2003, dejó de producir la vacuna DPT, por problemas relacionados con la toxicidad y potencia de un componente; se cerró la línea de vacuna antitifoidica, debido a la baja demanda, y se dejaron de producir los reactivos biológicos de diagnóstico rosa de bengala y salmo typhi capilar por su baja rentabilidad.
Para revivir a Birmex, el presidente Andrés Manuel López Obrador le encargó la distribución de medicamentos, pese a no tener experiencia ni infraestructura para cumplirlo.
También le encargó la instalación de la mega farmacia que contendría “todos los medicamentos” necesario para el país, pero que a dos semanas de su inauguración apenas había surtido 67 recetas, una cobertura de 0.04% del desabasto registrado en el país en 15 días.
La empresa, además, ha sido señalada de múltiples señalamientos de irregularidades desde el sexenio pasado. Este fue uno de los entes públicos que realizó más pagos a empresas fantasma entre 2014 y 2016, con 231 millones de pesos, de acuerdo con la investigación de las organizaciones Impunidad Cero y Justicia Justa.
Mientras que N+ reveló que durante la dirección de Pedro Zenteno, ahora director del ISSSTE, Birmex compró medicamentos para el tratamiento de enfermos de Covid-19 durante la mayor crisis de la pandemia a una empresa lituana por 82 millones de euros, pero no llegó la totalidad de las piezas, y las que sí fueron entregadas no contaban con permisos sanitarios y caducaron.
La investigación periodística detalla que a través de una “sesión de derechos de cobro”, documentos apócrifos y firmas falsas se pagaron 25 de los 82 millones de euros a tres empresas distintas a lo s proveedores lituanos: Eurepa comercializadora, Gravitacional Pro y Denoter, creadas exclusivamente para recibir los recursos públicos y que luego fueron extinguidas. Caso que investiga la FGR.
Mientras que en la auditoría de 2020, la Auditoría Superior de la Federación detectó que Birmex pagó a la empresa Omfe, S. A. 828 mil euros, equivalentes a 20 millones de pesos de pesos, como anticipo de un contrato para la adquisición de “medicamentos y productos sanitarios”. Sin embargo “no se acreditó la entrega de los bienes, ni el destino final que tuvieron para su distribución. Tampoco que la empresa hubiera devuelto el anticipo”.
Además, el contrato no estaba firmado por el representante legal de la empresa y las facturas pagadas sumaban un millón 289 mil euros, equivalentes a 31 millones de pesos, “las cuales excedieron el monto de lo contratado”.
La fiscalización de sus finanzas ha sido difícil hasta para la Auditoría a causa de su sistema de registro obsoleto, mismo que supuestamente cambiaría desde 2017, pero hasta 2021 no lo había hecho.
En la auditoría de gestión financiera número 250-DS, Birmex reportó 4 mil 349 millones de pesos de ingresos y 3 mil 613 millones de egresos en 2020. “No obstante, en la revisión de las pólizas y auxiliares contables, se observó que el sistema informático que genera la información financiera de BIRMEX, denominado Visual Manufacturing, no emite pólizas de registro por lo que éstas se elaboran manualmente y los auxiliares contables y presupuestarias no permiten identificar con claridad el detalle de las operaciones”, detectó la ASF.
Vivimos en una época en la que todo tipo de sistemas de control limitan nuestras libertades de expresión, identidad y religión. Combinar la visión de Orwell con la de Huxley ofrece un análisis más profundo.
¿Existe alguna obra de ficción del pasado que pueda ayudarnos a comprender las preocupantes tendencias actuales?
Considerando la proliferación de referencias a la “neolengua” ofuscadora, líderes al estilo del Gran Hermano y sistemas de vigilancia ineludibles en artículos periodísticos, esta pregunta tiene una respuesta simple: “Sí, y esa obra es ‘1984’ de George Orwell”.
Tanto la izquierda como la derecha política consideran la novela que Orwell escribió en 1949 como el libro del siglo pasado que mejor se relaciona con el presente.
Pero hay otros que consideran la cultura del consumo y la obsesión por las redes sociales como las principales preocupaciones actuales. Entonces la respuesta es diferente: “Sí, y esa obra es ‘Un mundo feliz’, de Aldous Huxley”.
Nosotros, sin embargo, pensamos que la respuesta es “ambas”.
En el largo debate sobre quién fue el escritor más profético de su época, Orwell, que fue alumno de Huxley en Eton, es generalmente el favorito.
Una razón de esto es que las alianzas internacionales que durante mucho tiempo parecieron estables ahora están en constante cambio. En 1984, su última novela, Orwell imaginó un futuro mundo tripolar dividido en bloques rivales con alianzas cambiantes.
En el breve periodo transcurrido desde que el presidente estadounidense Donald Trump inició su segundo mandato, sus políticas y declaraciones han provocado sorprendentes realineamientos.
Estados Unidos y Canadá, socios cercanos durante más de un siglo, están ahora enfrentados. Y en abril, un funcionario de Pekín se unió a sus homólogos de Corea del Sur y Japón para oponerse, formando un trío improbable, a los nuevos aranceles de Trump.
Quizás por eso existe un campo floreciente de “estudios orwellianos”, con su propia revista académica, pero no de “estudios huxleyanos”.
Probablemente también explica por qué “1984”, pero no “Un mundo feliz”, sigue figurando en las listas de los más vendidos, a veces junto con “El cuento de la criada” (1985) de Margaret Atwood.
“Orwelliano” (a diferencia del raramente conocido “huxleyano”) tiene pocos competidores aparte de “kafkiano” como adjetivo inmediatamente reconocible vinculado a un autor del siglo XX.
Por maravillosos que sean Atwood y Kafka, estamos convencidos de que combinar la visión de Orwell con la de Huxley ofrece un análisis más profundo. Esto se debe en parte a, y no a pesar de, la frecuencia con la que se ha contrastado la autocracia que describen Orwell y Huxley.
Vivimos en una época en la que todo tipo de sistemas de control limitan nuestras libertades de expresión, identidad y religión. Muchos no encajan del todo en el modelo que Orwell o Huxley imaginaron, sino que combinan elementos.
Sin duda, hay lugares, como Myanmar, donde quienes ostentan el poder recurren a técnicas que evocan inmediatamente a Orwell, con su enfoque en el miedo y la vigilancia. Hay otros, como Dubái, que evocan con mayor facilidad a Huxley, con su enfoque en el placer y la distracción. Sin embargo, en muchos casos encontramos una mezcla.
Esto es especialmente evidente desde una perspectiva global. Es algo en lo que nos especializamos como investigadores internacionales e interdisciplinarios: un académico literario turco radicado en el Reino Unido y un historiador cultural californiano de China, que también ha publicado sobre el Sudeste Asiático.
Al igual que Orwell, Huxley escribió muchos libros que no eran ficción distópica, pero su incursión en ese género se convirtió en su obra más influyente. “Un mundo feliz” fue muy conocido durante la Guerra Fría.
En cursos y comentarios, se solía comparar con “1984” como una narrativa que ilustraba una sociedad superficial basada en la indulgencia y el consumismo, en contraposición al mundo orwelliano, más sombrío, de supresión del deseo y control estricto.
Si bien es habitual abordar los dos libros a través de sus contrastes, también pueden tratarse como obras interconectadas y entrelazadas.
Durante la Guerra Fría, algunos comentaristas consideraron que “Un Mundo feliz” mostraba adónde podía llevar el consumismo capitalista en la era de la televisión.
Occidente, según esta interpretación, podría convertirse en un mundo donde autócratas como los de la novela se mantuvieran en el poder. Lo lograrían manteniendo a la gente ocupada y dividida, felizmente distraída por el entretenimiento y la droga “soma”.
Orwell, por el contrario, parecía proporcionar una clave para desbloquear el modo más duro de control en los países no capitalistas controlados por el Partido Comunista, especialmente los del bloque soviético.
El propio Huxley en “Un mundo feliz” revisitado, un libro de no ficción que publicó en la década de 1950, consideró importante reflexionar sobre cómo combinar, abordar y analizar las técnicas de poder e ingeniería social presentes en ambas novelas.
Y resulta aún más valioso combinar estos enfoques ahora, cuando el capitalismo se ha globalizado y la ola autocrática sigue alcanzando nuevas fronteras en la llamada era de la posverdad.
Los enfoques orwellianos, de corte duro, y huxleyanos, de corte suave, para el control y la ingeniería social pueden combinarse, y a menudo lo hacen.
Vemos esto en países como China, donde se emplean los crudos métodos represivos de un Estado del Gran Hermano contra la población uigur, mientras que ciudades como Shenzhen evocan un mundo feliz.
Vemos esta mezcla de elementos distópicos en muchos países: variaciones en la forma en que el escritor de ciencia ficción William Gibson, autor de novelas como “Neuromancer”, escribió sobre Singapur con una frase que tenía una primera mitad suave y una segunda dura: “Disneylandia con la pena de muerte”.
Este puede ser un primer paso útil para comprender mejor y quizás empezar a buscar una manera de mejorar el problemático mundo de mediados de la década de 2020. Un mundo en el que el teléfono inteligente en el bolsillo registra tus acciones y te ofrece un sinfín de atractivas distracciones.
*Emrah Atasoy es investigador asociado de Estudios Literarios Comparados e Inglés e Investigador Honorario del IAS de la Universidad de Warwick.
*Jeffrey Wasserstrom es profesor de Historia China y Universal, Universidad de California, Irvine.
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
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