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Historias del “rey del parto inducido”: del suministro de medicamentos sin consentimiento a las consecuencias fatales
Historias del “rey del parto inducido”: del suministro de medicamentos sin consentimiento a las consecuencias fatales
Cuartoscuro
20 minutos de lectura

Historias del “rey del parto inducido”: del suministro de medicamentos sin consentimiento a las consecuencias fatales

Mujeres señalan a Jesús E. Luján Irastorza del suministro de medicamento sin consentimiento o en dosis incorrectas —que pudieron ser causa de la muerte de un bebé—, de hacer intervenciones quirúrgicas innecesarias, de complicaciones severas en procesos de fertilidad sencillos, de retención de expedientes médicos y de óvulos congelados, así como de consecuencias fatales para la madre o los bebés al momento del parto.
14 de marzo, 2023
Por: Marcela Nochebuena

Un hombre encantador, con la capacidad de enamorar a un salón entero. Hábil para transmitir una sensación de seguridad y cuidado hacia las mujeres. Atraído por el reflector, la docencia y las apariciones públicas. Adulador y admirador del físico de sus pacientes. Así lo describen excolegas, excolaboradoras y las 14 mujeres que hoy acusan las irregularidades de su práctica médica.  

A Jesús E. Luján Irastorza le achacan desde el suministro de medicamento sin consentimiento o en dosis incorrectas —que pudo ser causa de la muerte de un bebé, según consta en dos sentencias emitidas por una jueza y tres magistrados— a la práctica de intervenciones quirúrgicas innecesarias, complicaciones severas en procesos de fertilidad sencillos, retención de expedientes médicos y de óvulos congelados y consecuencias fatales para la madre o los bebés al momento del parto. Entre diciembre y enero, Animal Político buscó a Luján Irastorza, tanto en su oficina como a través de su coordinadora de comunicación, para una entrevista sobre los señalamientos en su contra. El 16 de enero, su equipo dejó de responder mensajes.

Dos de las acusaciones derivaron en demandas civiles —una ganada y una perdida en tercera instancia— que en el primer caso, a lo más, significó una compensación económica para una de las víctimas, sin ningún efecto de sanción. El resto de ellas no llegó a instancias formales porque las víctimas enfrentaban un fuerte duelo, desconocían sus opciones o no estaban dispuestas a destinar una década de su vida en un proceso legal con resultados inciertos.

Un excolega confirmó el suministro de medicamentos sin consentimiento en la práctica de Luján para inducir el parto. Describió que una pastilla de prostaglandina era molida en un pequeño mortero, llenada de gel y aplicada a las pacientes, sin que supieran, durante algún tacto. A las pocas horas, comenzaban a tener contracciones potenciadas hasta seis veces más que como habrían ocurrido de manera natural. 

Desde su perspectiva, el número de pacientes y la prioridad a su agenda pública fue lo que derivó en el uso del medicamento para que todos los partos ocurrieran el mismo día de la semana. Luján, recuerda, tenía tres o cuatro diarios, una carga de trabajo inusual. Después llegaría a ver, en un solo día, a alrededor de 40 mujeres. “Ahí es donde empieza la historia de las prácticas inadecuadas… y se crea un grupo de gente (doulas) que le refiere más pacientes”, relata. 

Las doulas que en algún momento trabajaron con él —que no están de acuerdo con sus prácticas e incluso se distanciaron de él por esa razón — también atestiguaron el uso de medicamentos sin consentimiento, la manipulación en el arranque de los partos, la prisa y la falta de tiempo suficiente para dedicarle a cada una de sus pacientes. Quienes alguna vez trabajaron con él afirman que, entre ellas, los miércoles se conocían como “el día de Luján”.

En esa jornada debían acompañar todos sus partos, inducidos para ocurrir ese día. Las pacientes no necesariamente lo sabían, pero en aproximadamente un 90% de los casos sucedía “algún tipo de manipulación psicológica, química u hormonal”. Coinciden con su excolega: la vía era la aplicación de prostaglandina o misoprostol en tactos innecesarios o en tés. 

Para las doulas, era una historia común que les hubiera dado clases en diferentes universidades, donde aparecía como la estrella, o que ellas mismas hubieran recurrido a su consulta. En cuanto a las pacientes, la mayoría llegaba atraída por el enfoque en el parto humanizado, aun después de tener un doctor de toda la vida o estar en la recta final de su embarazo. 

Como en otros lugares, el parto humanizado y el trabajo con doulas se volvió una estrategia de marketing, opinan sus excolaboradoras. Este, sin embargo, tendría que ser naturalmente fisiológico y no inducido, pues ese es el centro del concepto. Luján incluso llegó a apoyarse en dos médicas que no cuentan con licencia de ginecobstetricia. Colegas y expacientes recuerdan la sensación de que estaban ahí para “cubrirle las espaldas”. 

Era un secreto a voces que en esos círculos se le conocía como “el rey del parto inducido”. Uno de los médicos que alguna vez colaboró con él explica que la inducción del parto con medicamentos puede no tener consecuencias nueve de cada 10 veces. Sin embargo, una décima paciente, con señales de alarma previas no detectadas o sin monitoreo, se enfrentará a consecuencias fatales. Cada vez más mujeres pueden narrar esa décima historia. 

Mariana: años de demanda sobre demanda sin resultados

Mariana ha pasado más de 10 años de su vida tratando de obtener justicia ante la mala práctica del médico Luján. Esa batalla, primero en la Conamed y después por la vía legal, la llevó a una primera instancia en la que ganó, una segunda en la que también le dieron la razón, y una tercera —la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN)— que decidió que el doctor no tenía responsabilidad y le permitió continuar con su práctica. 

Exactamente 10 años después de presentar la primera demanda, apenas en 2021, Mariana decidió presentar una petición ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para denunciar la falta de protección de los tribunales nacionales ante la violencia obstétrica que vivió.

Recuerda que cuando su caso fue evaluado por la SCJN, la ahora ministra presidenta Norma Piña fue la única en votar a su favor, es decir, en negarle el amparo al médico y a los hospitales demandados. “Para mí la sentencia de la Corte fue otro duelo, me costó mucho ver el texto de la Corte; claramente una redacción deshonesta y poco profesional de la Primera Sala; de hecho, lo supe en junio de 2020 en plena pandemia”, relata.  

Leer más | Médicos, impunes ante violencias y negligencia: en 10 años, casos ante jueces no han tenido sanciones penales ni inhabilitaciones

La historia de ese duelo interminable comenzó en 2009. Como en el caso de otras mujeres, durante ese segundo embarazo, Mariana se atendía con otro doctor y fue en un curso psicoprofiláctico donde las doulas del médico la convencieron de acercarse a Luján. “Es la manera que él tiene, la fábrica de pacientes. La mujer que te da las clases te persuade a pesar de que sabe muy bien las cosas que él ha hecho”, cuenta. 

Inés fue una bebé planeada y deseada. Después de una insistencia muy fuerte en torno a la calidez, la humanidad y el interés de Luján en el parto natural, Mariana decidió cambiarse con él alrededor de la semana 31. Hasta ese momento, todo había transcurrido con normalidad en su embarazo. Durante un ultrasonido, una grabación de voz dejó constancia de que él mismo lo aseguró y la felicitó por lo bien que iba. 

La salud y el bienestar de la bebé y de Mariana continuaron hasta el término del embarazo en la semana 37, cuando tuvo su última consulta con él antes del parto. En ningún momento, él mencionó una futura ausencia. “No me tomó en cuenta ni como paciente ni cómo persona; me parece muy delicado que no lo notifique y te deje en las manos de Arlet, una doctora (su asistente) que no es ginecóloga”, reclama.

Era diciembre. Cerca de los últimos días del año, Mariana tuvo síntomas de hemorroides, un padecimiento común en el embarazo. Le enviaron un medicamento que no le ayudó mucho, y el 30 de diciembre, su esposo buscó ayuda a distancia a raíz de que empeoraban los malestares. La asistente contestó el celular de Luján y le recetó otra medicina. Ante la petición concreta de que la revisara Luján, la citaron cerca del mediodía. Cuando llegó, el médico no estaba. 

Arlet no le dio demasiada importancia al tema. Aseguró que era una manifestación muy común y le reiteró que tomara su medicamento. El 2 de enero, después de comer, Mariana sintió que la bebé no tenía el mismo movimiento. De nuevo, esta vez en voz del médico, solo le indicaron reposo. Después de un rato, la situación no mejoraba. Él insistía en que siguiera descansando, hasta que acordaron verse en el hospital cerca de las 7:00 de la noche. 

Desde el primer monitoreo fetal, Mariana percibió que algo no estaba bien —antes, el propio doctor le había explicado cómo debía oscilar la frecuencia cardiaca—. Ella recuerda la ansiedad que crecía ante la sensación de que la situación empeoraba. Ante tal emergencia, los médicos de guardia solo le administraron suero glucosado, por indicaciones de Luján a distancia. “Él llegó luego, sin explicar mucho; volvió a recetar suero glucosado y me abandonó, se fue del hospital. Se perdió muchísimo tiempo”, relata.   

El médico de guardia tampoco actuó y también fue señalado en la demanda. Después de casi dos horas, reconoció que había una emergencia y se dispuso a operar a Mariana él mismo. Su esposo tuvo que llamar a Luján para exigir su presencia y que finalmente regresara. La bebé nació muy grave desde el primer momento: solo se escuchó un jadeo pero no pudo llorar bien. En medio de la impotencia, en ese momento su mundo se vino abajo. 

“Llegaban más médicos, todos ahí en la cunita, yo gritando, porque sentía que se me moría enfrente. Es la parte que yo no proceso bien todavía después de tantos años. La llevaron a terapia intensiva y a mí me sedaron bastante, pero no me dormí. Después me llevaron a la sala de recuperación; ella falleció mientras yo estaba ahí. Me subieron a mi cuarto, poco después entraron mi mamá, mi esposo y el doctor; él me dijo ‘Inés falleció’, y ya, me rompí en mil pedazos”, relata Mariana. 

En ese momento, ella no sabía que no podía confiar en Luján. Él decía que Inés había tenido un problema cerebral. Conforme más reflexionaba, menos sentido tenían las afirmaciones del médico. Inés había fallecido cerca de las 10:00 de la noche. Al otro día, él presionó para que no se realizara una autopsia. Incluso les recomendó dónde cremarla.

El pediatra de Mariana calificó como “pésimo” que Luján no hubiera recomendado la autopsia: si el embarazo había evolucionado bien, debía tener interés en investigar las causas. Los análisis de la placenta y el cordón confirmaron que ahí tampoco había radicado el problema. Teresa Lartigue, antes terapeuta de Mariana, coincidió de nuevo con ella por la búsqueda de apoyo emocional tras la muerte de Inés. Así se dieron cuenta de que habían vivido una historia similar: el nieto de Teresa murió a su nacimiento con el mismo médico. 

Más adelante, el médico elaboró una segunda hipótesis: ahora se trataba de un problema congénito, teoría que descartó su primer ginecólogo. Mariana no cesó en la búsqueda de segundas y terceras opiniones. Así fue como supo que el medicamento que le recetaron en la semana 38 estaba contraindicado, pues afecta la circulación fetal en el útero.   

A Inés le había dado una hipertensión pulmonar a causa del medicamento —según opinaron los otros médicos— y no existió la diligencia y el protocolo debido para salvarla. Después de intentar quejarse en la Conamed, donde terminaron cuestionándola a ella, a finales de 2011 promovió una demanda civil. “Él respondió con mentiras, muy inconsistente toda su respuesta a la demanda, es muy difícil inventar una historia alterna que tenga consistencia”, señala. 

Tras ganar en la segunda instancia, y ante una nueva inconformidad del médico, la Corte atrajo el caso, donde superó el tiempo para ser analizado. La sentencia de atracción la había elaborado Piña, pero la resolución estuvo a cargo del ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena. “Lo dejaron ahí congelarse, no le daban atención, empezaron a pasar los años y en exceso… es sabido que, cuando la Corte congela tu caso, es mala señal”, comenta Mariana. 

Pese a que en la primera y segunda instancia los peritajes habían probado que la receta del medicamento coincidía en un 100% con el recetario de Luján y los jueces habían concluido que su asistente la firmó con su autorización, mientras él estaba fuera de la ciudad, la Corte argumentó que la firma no era de él, sin explicar entonces cómo la había obtenido. Incluso prefirió justificar que podría haberla adquirido o producido por su cuenta. Las evidencias de otras causales de negligencia fueron prácticamente ignoradas. 

La petición de Mariana ante la Comisión Interamericana aún está pendiente.

Alejandra: una cirugía innecesaria

La primera vez que Alejandra escuchó del doctor Luján fue cuando empezó a pensar, junto con su esposo, en embarazarse por primera vez, hace cerca de siete años. Una amiga se lo recomendó por ser impulsor del parto natural y humanizado. Para entonces, Luján ya atendía en Bité Médica, una clínica de la que se hizo socio tras dejar el hospital Santa Teresa.

Alejandra recuerda que siempre se hacían horas de espera, aunque él trataba de compensar con una actitud de amabilidad excesiva. Luján le dio un tratamiento hormonal para facilitar el embarazo. Como no “pegaba”, un día diagnosticó que probablemente se trataba de endometriosis, por lo que se requería una operación para erradicarla. Ahora, Alejandra se arrepiente de no haber buscado más información, pues la mayoría de los casos de endometriosis no requiere cirugía. 

“Crees en el rockstar, en el erudito, en el superdoctor, en el que todo mundo te dice”, lamenta. Recuerda que ahí empezó el horror. Llegó al hospital a operarse y nunca tuvo noticia de Luján; solo apareció su asistente y la metieron al quirófano. La anestesiaron sin haber sabido de él. En cuanto se despertó, sintió algo extraño. Su esposo tampoco vio al doctor. Al día siguiente, le mandó mensajes y él contestó que todo había salido muy bien.

Hoy está convencida de que no fue él quien realizó la cirugía. Ya era la cuarta cita de seguimiento cuando pidió el video y una explicación —Luján no había estado en las anteriores—. Inmediatamente, le pretextaron que se había ido a un congreso, pero unos minutos después entró al consultorio sin poder darle una explicación clara. Alejandra tomó los discos y se fue. 

Durante ese periodo, ya había tenido molestias postoperatorias que habían conducido a unos estudios de sangre. En ellos, salió muy baja la antimulleriana, una hormona mediante la que se detecta la cantidad de óvulos que pueden ser fertilizados. El nivel era tan bajo que ella en realidad requería de ovodonación para tener hijos. 

Cuando consultó con otros especialistas, le dijeron que el raspado de la cirugía había sido excesivo, lo que afectó el conteo de óvulos. Como la prueba de antimulleriana no se realizó antes de la operación, como debía ser, no era posible determinar en qué grado no podía tener hijos desde antes o si había sido producto de la cirugía. En cualquiera de los dos casos, era innecesaria y no estaba indicada con un conteo bajo.

Tiempo después, otro doctor le realizó un tratamiento de fertilidad mediante el que ahora tiene tres hijas. “Es muy bueno haciéndote sentir que él es dios; seguramente, si lo comparas con otro doctor, tampoco es excelente”, señala. El gran problema, para ella, fue haber delegado todo. 

“¿Sabes qué es para mí? Falta de interés. Finge tener interés en tu caso, cuando en realidad está pensando en la plática o el congreso que va a dar, en el spotlight… Tiene su club de fans, a esas mujeres que se embarazaron fácil o tuvieron un gran parto —que hubiera sido con él o con cualquier otro doctor— se las gana; esta parte de la mirada, de los cariñitos, de cómo te trata de envolver, siento que es muy importante”, dice Alejandra. 

En aquellos momentos, no pensó en ingresar una queja formal. Al salir enojadísima de su consulta la última vez, su principal preocupación era la supuesta imposibilidad de ser mamá y la depresión que eso le provocó. Ese era su interés principal, por lo que el largo camino que podría conducir o no a sancionarlo se volvió secundario. 

Liora: el parto inducido sin consentimiento

En el 2019, Liora atendía su embarazo con el doctor Mario Martínez Ruiz, a su juicio un médico cuidadoso, empático, que siempre la hizo sentir acompañada pero no partidario del parto humanizado. Mediante un curso psicoprofiláctico —donde participan las mismas doulas que convencieron a otras mujeres— y la recomendación de una de sus primas, llegó a la consulta de Luján.

Era la semana 31 de su embarazo. Los recibió a ella y a su esposo, les habló maravillas del parto humanizado y les contó otras experiencias. Después de una semana de muchas dudas, se decidió a cambiar de doctor solo para el parto. Recuerda que una de las cosas más atractivas era que Pronatal —parte de Bité Médica, recién adquirido por la empresa Bupa— era como un spa. 

“Como él es un rockstar, se vende como que te van a revisar primero los asistentes y te va a hacer el ultrasonido otra persona, y él va a llegar al final 15 minutos a platicar contigo. Es lo que pagas por estar con un rockstar”, relata Liora. Hacia la semana 38, la citaron un miércoles a revisión. Uno de los asistentes le dijo en un principio que su bebé estaba muy “dormidito” y había que despertarlo. Le ofreció un té de manzanilla a ella y a su esposo, pero aclaró que el de Liora tendría azúcar orgánica. 

La mandaron a dar una vuelta hasta que sintiera las contracciones. En unas horas, comenzó a sentirlas cada dos minutos. Después de darle un masaje relajante —que se cobra aparte—, la ingresaron a la sala de labor, a la que entró Luján a decirle que tenía dos centímetros de dilatación y su parto todavía iba para largo. Las contracciones se presentaban cada vez con mayor intensidad y más seguido. Horas después, un asistente le comentó que aún faltaba mucho.

Más tarde, otro le hizo un tacto —un proceso ajeno al parto humanizado— al que tuvo una reacción de mucho dolor. Desde ahí, todo empeoró. Al poco tiempo, le dijeron que seguía en seis centímetros después de 13 horas de trabajo de parto. Con un ultrasonido, los asistentes de Luján determinaron que el bebé no terminaba de bajar y posiblemente ya estaba sufriendo.

Empezó a percibir una sensación de emergencia. Preguntó por el médico, finalmente llegó, la pusieron de cabeza para tratar de enderezar al bebé y no funcionó. Entonces, Luján aseguró que la única forma era aplicar la epidural y hacer una maniobra. Entonces, el ritmo cardiaco bajó, y hasta ese momento el doctor determinó que el bebé estaba sufriendo demasiado y había que hacer una cesárea.

Leer: Ginecólogo Jesús Luján Irastorza, el “rey del parto inducido”, acepta cuatro denuncias en su contra

Liora fue trasladada al quirófano. Recuerda que, mientras le aplicaban la anestesia, los ojos se le cerraban y pensaba que se iba a morir. Al final, su bebé nació y se lo pusieron en el pecho. Ya no era el parto humanizado que supuestamente Luján haría posible. Como a los 20 minutos, el pediatra se lo llevó para hacer mediciones y estudios.

Una vez que el bebé estuvo afuera, Luján se fue antes de que terminaran el proceso de cerrarle la herida a Liora. “Cuando abrí los ojos, volteé hacia arriba y me veía a mí misma, entonces fue horrible porque me vi completamente abierta”, relata. “Ahí la cosen, por favor”, dijo el médico. Su esposo y ella se quedaron, por fin, unos minutos solos y se soltaron a llorar: no comprendían qué había pasado. 

Después, vino una depresión muy profunda acompañada por una distensión en el abdomen que no se quitaba. Ante su queja en Pronatal, Luján atinó a decir que “le podía muchísimo” que Liora y su esposo se hubieran sentido abandonados. Admitió que había tenido que priorizar otro parto de emergencia al mismo tiempo, y aseguró que, de cualquier manera, el parto de Liora no habría podido ser natural porque tenía trombofilia, lo que había descubierto después de analizar su placenta (dos médicos la descartaron más tarde). 

Para compensar —dijo—, le iba a regalar un estudio genético con costo de 18 mil pesos. A la siguiente consulta, ante la petición de que la revisara directamente Luján, solo encontró pretextos sobre su ausencia, aunque después descubrió que estaba ahí. Uno de los asistentes la revisó y determinó que tenía esplenomegalia transitoria del posparto —cuando el bazo se inflama—, mientras que el útero también estaba agrandado. 

Finalmente, llegó con una médica que antes había trabajado con él. Así supo que sus síntomas parecían haber correspondido a la ingesta de algún medicamento con prostaglandina, como misoprostol diluido en té. Al hacerlo público en sus redes sociales, pudo establecer contacto con doulas que habían trabajado con él y confirmaron esa versión. 

“He escuchado otros testimonios y lo que me di cuenta es que él empezó queriéndolo hacer muy bien en cuanto a parto humanizado, y sí fue un pionero en México, pero creo que se le salió de las manos porque lo que más le importa es su imagen de rockstar. Creo que empezó a trabajar a destajo, y con tal de tener su imagen, empezó a hacer ese tipo de prácticas. No está realmente presente”, lamenta Liora.

Cristina: “Fui a congelar óvulos y casi me matan”

Cristina tenía 38 años en 2013, cuando supo que sus óvulos estaban envejeciendo y era mejor congelarlos. Una amiga que ya lo había hecho le recomendó a Luján, además con la referencia de que era un procedimiento muy rápido y sencillo. Su organismo estaba perfecto; tras su valoración, el médico le confirmó que tenía una cantidad suficiente de óvulos.

Desde el principio, por su exceso de alabanzas, a Cristina no le cayó bien. No le dio importancia porque pensaba que ni siquiera era su ginecólogo, solo iba a congelar los óvulos y de inmediato se desentendería. El día de la cita, lo vio un par de minutos, la anestesiaron y cuando salió, él ya no estaba. En la recuperación, empezó a sentirse muy mal. 

La dejaron irse a su casa atribuyendo la sensación a un estreñimiento, pero el malestar solo empeoró. Cuando Cristina logró comunicarse con Luján, él se limitó a recetarle ketorolaco para el dolor. A las 7:00 de la noche, ante la insistencia de ella, le ofreció recibirla para ponerle una intravenosa. “Sí, caray, traes mucha agua —admitió el médico—; ahorita vemos cómo drenarla”. Apenas se volteó, a Cristina le dio un shock respiratorio. 

Hasta ese punto, él solo seguía mencionando el agua. En realidad, Cristina ya tenía una hemorragia interna muy severa. Tuvo tres shocks respiratorios e, inusualmente, nunca perdió la conciencia. Por fin, Luján le dijo que tenía que operarla de urgencia. Dos o tres horas después, llegó el anestesiólogo. 

El ovario de Cristina —según le explicaron después— estaba pinchado y de milagro pudo salvarse. “La verdad es que fue una experiencia espantosa; estuve en terapia intensiva. El hospital en su momento también mal: las personas ni siquiera se fijaban cuando entraban a mi cuarto, me decían ‘Felicidades, qué tuviste, ¿niño o niña?’. Fui a congelar óvulos y casi me matan”, reclama.  

Cristina no quiso saber más. Solo volvió a verlo para que le quitara los puntos. “Mi mamá quería demandarlo, queríamos hacer algo, pero mi papá, que es abogado, me dijo: ‘No procede, al final del día no ganas nada y lo bueno es que estás viva’”. Luján nunca asumió la responsabilidad ni le informó exactamente qué había sucedido.

‘Nabija’: “La poca probabilidad que tenía de tener hijos me la robó”

Cuando tenía 39 años, ‘Nabija’ —cuyo nombre fue cambiado para conservar su anonimato— llegó por recomendación a la consulta de Luján para hacerse una fecundación in vitro. Él le ofreció un tratamiento para lograr que se embarazara; de los 39 a los 42 años estuvo en él. Pagó por cada mes y en varias ocasiones tenía que ir cada tercer día, aunque no fuera necesario.

Finalmente, Luján detectó la presencia de un óvulo, que extrajo para ser congelado. A mediados del segundo año, volvió a agendar la aspiración de otros dos. Nunca supo si era él quien practicaba la cirugía, porque cada vez que ella despertaba, él ya no estaba ni pasaba a supervisar. Una vez realizada la operación, le informaron que sus óvulos no tenían el tamaño adecuado, lo cual debía verificarse antes con un ultrasonido. 

El médico le programó una tercera aspiración; esa vez, ya en la plancha, terminó diciéndole que el óvulo no servía y la mandó de regreso a casa. “Mi familia me decía que me cambiara de doctor, pero este tiene cierto encanto que tienen todos los abusadores, y yo ahí seguía”, lamenta ‘Nabija’. Más tarde, en una cuarta aspiración le extrajo otros dos óvulos. Gastó más de 2 millones de pesos en dos años de tratamiento.

A los 41, ya con una pareja, acudió a una cita con Luján a las 5:00 de la tarde para ser recibida a las 12:00 de la noche. El médico comenzó a hacerle comentarios burlones a su novio, que ya tenía tres hijos, cuestionándole para qué quería más. Fue entonces cuando decidió acudir con otro doctor, quien calificó como una “locura” todos los tratamientos a los que la habían sometido. 

Para hacer la fecundación in vitro con su nuevo médico, debía recuperar los óvulos congelados. El recibo decía que solo tenía dos, cuando le habían extraído tres. Luján insistía en que solo eran dos. Aunque al descongelarlos, estaban los tres, ya no servían por un mal proceso de congelación. 

“Aparte de salir sumamente dañada, no pude tener hijos y la poca probabilidad que tenía de tenerlos me la robó con un mal procedimiento. Me sometió a cirugías que no eran necesarias, congeló mal los óvulos, psicológicamente me dejó hecha pedazos; fue una experiencia terrible que me tardé muchos años en recuperar”, lamenta. 

‘Nabija’ sí estaba decidida a hacer algo frente al caso. Hace cinco años, lo llevó con una ONG que se dedicaba a acompañar denuncias por negligencia médica. No le contestaban muy seguido, pero siempre le daban esperanzas de que iba a ganar. Cuando finalmente no pasó y decidió cambiar de abogado, se dio cuenta de que habían pasado años sin avances. “Yo ya había tirado la toalla”, confiesa ahora mientras planea una nueva acción.

Otras siete mujeres pueden dar cuenta de esa décima historia que no sale bien. En este texto, la especialista Teresa Lartigue recuerda la muerte de su nieto a los seis días de nacido tras forzar una expulsión, en lugar de optar por una cesárea, ante la evidencia de que el bebé venía con el cordón enredado en el cuello.

Claudia se enfrentó a un mal diagnóstico por una supuesta complicación en el embarazo, incluso con la amenaza de que su bebé o ella murieran, mientras este en realidad transcurría con total normalidad. A Meigan, el doctor Luján Irastorza le practicó un legrado innecesario después de un aborto espontáneo durante la semana ocho, cuando era posible terminar el proceso con medicamentos, y le diagnosticó —como en por lo menos tres de los casos citados— una supuesta trombofilia; derivado de ello, tuvo complicaciones en un embarazo posterior.  

También Jessica, Michelle, Paulina, Andrea y Magdalena dieron cuenta de las malas prácticas, la falta de ética, el maltrato, las omisiones y las ausencias derivadas de la agenda imposible del “rey del parto humanizado”. 

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Imagen BBC
Los mapas que muestran las islas caribeñas que están ayudando a EU en sus operaciones militares contra lanchas de Venezuela
10 minutos de lectura

Hasta 7 naciones o territorios en el Caribe están dando apoyo logístico al ejército estadounidense en su despliegue militar.

08 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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La creciente campaña de presión militar del presidente estadounidense Donald Trump sobre Nicolás Maduro en Venezuela cuenta con la oposición de muchos líderes latinoamericanos, pero el apoyo logístico de varias naciones en el Caribe.

En el arco geográfico que va de República Dominicana a Trinidad y Tobago han surgido distintos aliados a la “Operación Lanza del Sur” de Estados Unidos con roles disímiles.

El enorme despliegue de fuerzas militares de la primera potencia del mundo necesita todo tipo de asistencia: pistas de aterrizaje, puntos de abastecimiento, radares en puestos avanzados, maniobras o campamentos para sus soldados. También misiones de reconocimiento o espacio para almacenar equipos.

En agosto de este año, Trump ordenó el envío de tres buques de guerra de la Armada al Caribe Sur para interceptar embarcaciones sospechosas de transportar drogas que salían de Venezuela. Hasta la fecha Estados Unidos realizó más de 20 ataques contra estos botes en aguas internacionales, que causaron la muerte de más de 80 personas.

Un portaviones y dos barcos atraviesan un mar calmo.
Getty Images
Estados Unidos ha desplegado en el Caribe su mayor operación militar en años.

Desde entonces, el despliegue acumula en aguas de la región al menos 12 buques de guerra, un submarino nuclear, aviones, helicópteros y drones, además dos portaviones: el USS Gerald R. Ford y el Iwo Jima. Se cree que el número de efectivos militares supera ya los 15.000.

“En general, es probable que los aliados en el Caribe proporcionen vigilancia, logística o apoyo de contingencia, siendo la República Dominicana la nación que más explícitamente lo está haciendo”, le dice a BBC Mundo Evan Ellis, profesor e investigador de estudios latinoamericanos en el Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos.

“Pero todos evitarán ser puntos de lanzamiento de ataques ofensivos, a menos que las circunstancias cambien”, añade.

Mapa que muestra las naciones alrededor del Mar Caribe
BBC

Washington asegura que su objetivo es frenar el tráfico de drogas hacia EE.UU., pero tanto Caracas como numerosos observadores creen que lo que se pretende es forzar un cambio de gobierno en Venezuela.

De hecho, la mayor parte del tráfico de drogas que los carteles latinoamericanos envían al norte el pasa por el Océano Pacífico oriental -el 74% de los envíos según la DEA- y no es ahí donde se concentran ahora mismo las operaciones militares.

“El hecho de que la administración Trump presente las operaciones antidroga como un acto de autodefensa nacional marca un giro profundo en la política exterior estadounidense”, afirma Björn Beam, responsable de Investigación Tecnológica y analista geopolítico senior de la firma Arcano Research.

Beam explica que al declarar un “conflicto armado” contra actores no estatales que operan desde territorio venezolano, Washington ha difuminado la frontera entre la lucha contra el terrorismo y el cambio de régimen.

“El resultado es una operación jurídicamente flexible, que podría evolucionar desde ataques limitados en el mar hasta acciones selectivas en tierra, todo ello sin necesidad de contar con la aprobación del Congreso”, añade.

Hasta el momento, además de Puerto Rico y las Islas Vírgenes estadounidenses, República Dominicana y Trinidad y Tobago le han dado acceso a EE.UU. a sus infraestructuras, pero hay más.

Estas son hasta la fecha las islas y territorios que están dando cobertura al ejército estadounidense:

Mapa que muestra la situación geográfica de Aruba y Curazao
BBC

Aruba, Curazao y Bonaire

Aruba, Curazao y Bonaire están a 80 kilómetros de Venezuela. Son territorios de ultramar que pertenecen a los Países Bajos y aunque poseen un estatus especial y de autogobierno, su uso para cualquier ataque requeriría, en teoría, autorización del país europeo.

Estados Unidos tiene una base de operaciones avanzada en Curazao y una más pequeña en Aruba. Su misión, según fuentes oficiales, es la detección y monitoreo aéreo de presuntas actividades de narcotráfico aéreo y marítimo.

En sus conversaciones con diplomáticos y altos rangos del ejército, Ellis nota nerviosismo.

“Creo que parte de su preocupación radica en que si Venezuela percibe que apoyan militarmente a Estados Unidos, podría dirigir operaciones contra ellos. Aunque probablemente Maduro no sería tan insensato, hay inquietud ante un posible escenario como este”, dice el experto militar.

Hace tan solo unas semanas, el portal de monitoreo aéreo Flightradar24 documentó la presencia de bombarderos estadounidenses sobrevolando el espacio aéreo entre Aruba y Curazao.

Mapa que muestra la situación geográfica de Trinidad y Tobago
BBC

Trinidad y Tobago

A 11 kilómetros de la costa este venezolana, estas islas son las más cercanas a Venezuela y por lo tanto las más expuestas. Durante mucho tiempo han sido uno de los países más perjudicados por el flujo de migrantes venezolanos y las actividades de diferentes grupos criminales.

El gobierno de Kamala Prisad-Bisisier -que asumió en mayo- ha mostrado posiciones muy proestadounidenses desde el principio. En sus primeros meses al frente del país, se reunió con el jefe del Estado Mayor Conjunto, Dan Caine, para estrechar lazos y favorecer el intercambio de datos de inteligencia militar.

Recientemente el gobierno de Trinidad y Tobago recibió buques de guerra estadounidenses y facilitó entrenamiento de fuerzas especiales de Estados Unidos. Prisad-Bisisier confirmó que infantes de marina estadounidenses operan en el aeropuerto de Tobago, trabajando en una pista, en una carretera y que están instalando y modernizando un radar. Además, varios aviones militares han usado la isla para reabastecerse de combustible.

El gobierno justifica el proyecto como parte de la seguridad nacional y la lucha contra el narcotráfico en sus aguas.

“Han apoyado mucho la operación de las fuerzas estadounidenses y ven con buenos ojos la presencia de infantes de marina en el territorio, pero han dejado muy claro que, a menos que Venezuela los ataque, no se lanzarán operaciones ofensivas estadounidenses desde su territorio. Esa es la línea trazada”, explica Ellis.

Un Humvee militar estadounidense en Aguadilla, Puerto Rico, el 30 de noviembre de 2025.
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En Puerto Rico se reúnen gran parte de los equipos militares.

República Dominicana

Es otro de los países que se ha visto gravemente afectado por el flujo de drogas, el crimen organizado y la migración en la región y es el que más abiertamente ofreció apoyo logístico a la “Operación Lanza del Sur”.

Desde la primera administración de Trump, el gobierno de Luis Abinader siempre ha estado muy alineado con Washington. República Dominicana se beneficia enormemente del turismo que llega desde Estados Unidos y del acceso al mercado estadounidense a través del Tratado de Libre Comercio CAFTA-DR.

“Esta lucha contra el narcotráfico constituye una prioridad para su administración [la de Trump], por tratarse de una amenaza que afecta la estabilidad nacional y regional”, afirmó Abinader.

“Esta lucha es esencial para proteger a nuestras familias y para preservar la estabilidad. Ningún país puede ni debe enfrentarla sin aliados”, añadió.

En medio de la escalada con Venezuela, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, visitó República Dominicana y firmó una serie de acuerdos, que incluían el uso militar de zonas restringidas de la Base Aérea de San Isidro y del Aeropuerto Internacional de Las Américas.

Mapa que muestra la situación geográfica de República Dominicana
BBC

Además, República Dominicana permite el reabastecimiento de combustible a naves estadounidenses, traslado de equipos y de personal técnico a través de su territorio.

“A Abinader le interesa la cooperación de Trump para contener el problema de Haití, pero la estrategia de las autoridades de República Dominicana de posicionarse como un aliado clave de Washington responde a la ambición de tener un papel más importante en los asuntos regionales”, estima el profesor de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos.

“Por ejemplo, recientemente, el país solicitó integrarse como miembro asociado de Caricom, un espacio clave para el comercio y la cooperación de las naciones del Caribe, lo que aumentaría considerablemente su cooperación en temas como el intercambio de información de inteligencia contra el crimen organizado”, dice Ellis.

El apoyo a las operaciones de Estados Unidos se presenta como temporal, técnico y limitado, enfocado en reforzar vigilancia aérea y marítima contra el crimen organizado transnacional.

Mapa que muestra la situación geográfica de la isla de Granada
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Granada

La distancia entre la isla de Granada y Venezuela es de aproximadamente 145 km en línea recta a través del mar Caribe.

EE.UU. solicitó instalar equipos de radar y personal técnico de forma temporal en el Aeropuerto Internacional Maurice Bishop. Ellis señala que esta solicitud se remonta al mandato de Biden o incluso antes, pero al parecer está siendo efectiva ahora.

“Como parte de la lucha contra el narcotráfico, Granada necesita un radar para su aeropuerto que le dé visibilidad sobre vuelos con posibles cargamentos. El ejército estadounidense estaba de visita, pero no ha trascendido públicamente si era para la instalación o se llevaron a cabo conversaciones técnicas que ayuden a instalarlo”, afirma Ellis.

Washington es uno de los principales socios comerciales de Granada. El país se beneficia de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe (ICC), que otorga entrada libre de aranceles a muchos de sus productos.

Granada y Estados Unidos han firmado varios tratados para facilitar la cooperación policial y el intercambio de información y el ejército de EE.UU. ha proporcionado capacitación y equipo a las fuerzas de seguridad granadinas.

Mapa que muestra la situación geográfica de las Islas Vírgenes de Estados Unidos.
BBC

Puerto Rico e Islas Vírgenes de EE.UU.

Los dos territorios estadounidenses, que se encuentran aproximadamente a 800 kilómetros de Venezuela, se están utilizando para albergar personal militar y brindar apoyo logístico a las operaciones.

Según una investigación gráfica realizada por la agencia Reuters, la estación naval estadounidense Roosevelt Road -una antigua base de la Guerra Fría clausurada en 2004- se encuentra en proceso de modernización, con la repavimentación y la ampliación de las pistas, en las que ya están operando aeronaves de gran tamaño, como el gigantesco Boeing C-17 Globemaster, usado por las fuerzas estadounidenses para el transporte rápido de tropas y de suministros.

Además, la Administración Federal de Aviación (FAA) anunció una zona de vuelo restringida que afectará el espacio aéreo frente a la costa sureste de Puerto Rico desde el 1 de noviembre de 2025 hasta el 31 de marzo de 2026.

Esto facilitaría las operaciones militares de alta intensidad cerca del Aeropuerto José Aponte de la Torre. Allí han sido desplegados los cazas F-35 de última generación movilizados por el Pentágono y se han visto operaciones de aviones de combate y transporte.

En estas instalaciones se queda la mayor parte del personal terrestre.

Un helicóptero MV-22 Osprey del Cuerpo de Marines de EE. UU. se encuentra en el Aeropuerto Internacional Mercedita, el 2 de diciembre de 2025, en Ponce, Puerto Rico.
Getty Images
En los últimos tres meses, la antigua base naval de Roosevelt Roads en Puerto Rico se ha reactivado.

También hay registro de aviones militares en el Aeropuerto Henry E. Rohlsen de Islas Vírgenes, que funciona como plataforma operativa y logística para despliegues regionales.

En Saint Croix, la mayor de las Islas Vírgenes estadounidenses, se aloja personal militar adicional en el “Man Camp” de Port Hamilton Refining and Transportation (PHRT).

Y el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) reportó que la Base Naval que Estados Unidos tiene en la Bahía de Guantánamo (Cuba) ha aumentado el número del personal militar estacionado permanentemente.

¿Desde donde se lanzaría?

Todo este progresivo aumento de fuerzas lleva a una pregunta. Si hay una operación de Estados Unidos, ¿cuál es el punto en el que se lanzararía?

“Cualquier operación se lanzaría desde múltiples puntos. Personalmente, creo que podríamos ver ataques terrestres limitados antes de una operación de derribo importante”, cree Ellis.

“Si hubiera ataques terrestres limitados, probablemente provendrían de misiles estadounidenses, tal vez los misiles Tomahawk. Porque Venezuela aún tiene algunas defensas aéreas bajo su control. No son las mejores, pero los sistemas rusos S-300, por ejemplo, representan una amenaza para las aeronaves de Estados Unidos”, añade.

Un avión AV-8B Harrier II del Cuerpo de Marines de EE. UU. sobrevuela el Aeropuerto Internacional Mercedita, el 2 de diciembre de 2025, en Ponce, Puerto Rico.
Getty Images
En Puerto Rico se han desplegados los cazas F-35 de última generación.

Por eso, cree el experto, no se lanzarían los F-18 de los portaaviones mientras esas defensas aéreas siguieran funcionando.

“Quizás podríamos ver el despliegue militar de algunas Fuerzas de Operaciones Especiales en el terreno, pero si tuviera que adivinar, diría que los ataques iniciales serían con misiles, simplemente porque es la forma más segura de hacerlo”.

“También se podrían lanzar misiles desde submarinos, ya que con un submarino se puede llegar relativamente cerca. Pero si se realizara una operación mayor, probablemente se necesitarían múltiples bases”.

Según el CSIS, las fuerzas estadounidenses comprometidas actualmente son insuficientes para un desembarco anfibio o una invasión terrestre. Esto requeriría al menos 50.000 soldados. “Sin embargo, los recursos aéreos y navales acumulados en los últimos tres meses han proporcionado suficiente potencia de fuego al Caribe para lanzar ataques aéreos y con misiles contra Venezuela”, explican los expertos del think tank.

Mapas por Caroline Souza y diseño de imagen por Daniel Arce, del Equipo de periodismo visual de BBC Mundo

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