Aun con sus carencias, trámites administrativos prolongados y largas esperas en urgencias por falta de lugares disponibles, para personas que no tienen otro servicio de seguridad social y recorren trayectos de más de tres horas para llegar ahí, el Instituto Nacional de Cardiología es indispensable para la atención de enfermedades graves, de acuerdo con sus pacientes.
Personal de salud de la institución señala que las carencias en insumos son notorias desde el sexenio pasado, pero más marcadamente desde el último año y medio. Reclaman, frente al posible recorte presupuestal para 2025, que para sostener la gratuidad y el nivel de atención de un hospital de tercer nivel, haría falta una inyección importante de recursos.
Adela, por ejemplo, llegó al área de urgencias del Instituto Nacional de Cardiología con su hijo en estado grave este martes cerca de las 6 de la tarde, desde su domicilio en el Estado de México casi en el límite con Morelos, solo para dar vueltas más de cuatro horas en toda la zona de hospitales, donde uno y otro instituto argumentaba que no podía recibirlo por falta de espacio.
Finalmente, pasadas las 11 de la noche fue ingresado al Instituto Nacional de Cardiología. El miércoles por la mañana, Adela esperaba sentada en una banqueta afuera de la entrada de urgencias, mientras relataba que desde los 15 años, él ha requerido atención de alta especialidad, luego de una operación por una arteria tapada. Nunca han sido beneficiarios de otros servicios de salud ni tienen muchos recursos económicos, remarca ella.
De hecho, para llegar a Cardiología este martes, sus hermanas cooperaron para pagarle un servicio de auto particular, luego de que no encontrara alguna ambulancia con chofer disponible para trasladar a su hijo, al que ahora cuida su nuera, mientras ella se dirige de regreso a casa por algunas de sus cosas.
“Se me puso un poquito malo antier, porque se le hincharon sus manos y su cara, se hinchó, le quería pegar como la anemia. Entonces por eso me lo traje de urgencia, porque los doctores de allá ya no me lo quisieron atender porque dicen que como está malo del corazón, no le pueden dar mucho medicamento. ‘Es mejor que te lo lleves para allá a México”, le dijeron a Adela.
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Después de recorrer varios hospitales, tuvo que exigirle al policía que le permitiera el ingreso en Cardiología a su hijo, pues le estaba dando vómito, y temía lo peor. “Es que si no tiene uno un genio, no se los atienden. Le digo a mi nuera: ‘tú ponte las pilas aquí, porque si no te pones las pilas, dejas morir a tu esposo”, cuenta.
Después de recibir dos bolsas de sangre, su hijo está un poco más estable. “Hay que pedirle a Dios que se reponga pronto porque esto es tardado, no hay que desesperarse, es con calma”, se resigna Adela.
Adela necesitaría ayuda incluso para su pasaje, pero por ahora se conforma con que el hospital pueda seguir brindando servicios sin que se le recorte el presupuesto. “No tiene uno dinero, y a veces no consigue uno. No tiene uno recursos, y él ahorita no trabaja por lo mismo de qué está enfermo”, dice. En un servicio privado, según calculan los médicos, tan solo esta atención ascendería a por lo menos 300 mil pesos.
A unos metros de la orilla de la banqueta donde está Adela, Edith permanece de pie junto a su papá de 90 años que acaba de salir en silla de ruedas del Instituto. Recuerda que en su caso, lo difícil fue lo tardado del trámite administrativo para la admisión de su papá, que tampoco cuenta con ningún otro servicio de seguro médico.
Sin embargo, reconoce la atención que el hospital ha brindado largamente a sus enfermedades del corazón. “A mi papá lo empecé a traer desde el 2021, cuando él tenía un problema respiratorio y cardíaco; la atención desde esas fechas para los adultos mayores ha sido muy buena”, asegura.
Sin embargo, alerta respecto a la situación que podría venir si se da un recorte presupuestal: “yo creo que no nada más este hospital; creo que en todos los hospitales hay que solicitar o votar para que se haga más completo todo y realmente no nos quiten el presupuesto para la Secretaría de Salud; hay que pedir más para que toda nuestra población, no nada más nuestros familiares, tengan la atención adecuada”, pide.
En lo personal, subraya, no ha tenido problemas con la existencia del medicamento ni ha ocurrido que se lo nieguen. Sin embargo, al interior de las puertas del Instituto, lo que puede ser todavía imperceptible para muchos pacientes, representa una batalla diaria del personal de salud para lograr que los insumos, cada vez más limitados, sigan alcanzando para todos.
A las afueras del Instituto Nacional de Cardiología, las opiniones del personal médico coinciden con la visión que su director, Jorge Gaspar Hernández, hizo pública el pasado 27 de noviembre, cuando de manera oficial expresó las carencias que vive la instalación.
Parte de ellas se pueden ver de cerca al dar la vuelta desde la zona de urgencias, donde la obra para el anexo del Instituto está a medio terminar y adentro no se percibe a ningún trabajador dándole continuidad.
Su carta, escribió Hernández, tenía la finalidad de dar a conocer la crítica situación que vive su Instituto. Como ejemplo, citó la dificultad de obtener dispositivos médicos, alimento adecuado y financiamiento para esa construcción.
A unos pasos, una manta de aviso sigue advirtiendo sobre el cierre temporal de la entrada principal “para continuar las labores de construcción del nuevo anexo”. Por ello, todos los pacientes y familiares deben acceder por la entrada de urgencias, donde muchos esperan en un camellón que está cruzando la calle o en las banquetas que rodean la entrada.
Arturo, cuyo nombre fue cambiado para preservar su anonimato, es médico en el Instituto y reclama que la gratuidad de la salud sólo puede mantenerse si hay un compromiso de una fuerte inversión de recursos, la cual no se ha dado desde el sexenio del expresidente Andrés Manuel López Obrador.
“Ahorita el Instituto tiene carencias porque se han dado recortes. Desconozco la situación de la construcción, la situación de lo que ingresa al Instituto, pero en los insumos siempre ha habido algunas situaciones por el tema de las carencias –asegura–. Antes sí se tenían muchas cosas, había muchos programas, pero poco a poco han ido disminuyendo. Estoy de acuerdo en que haya gratuidad, pero que se inyecte más al sistema de salud”.
A veces, admite, no se cuenta con todos los medicamentos y hay rezagos en lo que se vuelven a reabastecer. “A final de cuentas, se va trabajando; la calidad de la atención sigue siendo la misma, nada más los insumos que llegan a faltar, como en todas las instituciones”, lamenta.
El médico reclama que se hayan destinado mayores recursos a megaproyectos, como el Tren Maya, e instituciones como la Guardia Nacional, pero se haya dejado de lado lo más básico, como la educación y la salud. Además, la función del Instituto de Cardiología le parece particularmente relevante porque las enfermedades del corazón se mantienen como la segunda causa de muerte a nivel nacional.
“El comunicado que salió habla mucho, pero a final de cuentas eso ya se viene arrastrando de años atrás. Todavía hace algunos años estaba todo bien, pero desde el sexenio pasado, para mí en lo personal, todo cambió”, lamenta.
Su compañero, Alejandro, especifica mucho más los detalles de la falta de insumos. La disminución o racionamiento en materiales, medicamentos y alimentos para los propios residentes ha sido mucho más marcada en el segundo semestre de este año, explica.
“Por ejemplo, el medicamento, manejamos varios que son caros de por sí, pero el paciente lo necesitaba en turno, entonces por turno se llegaban a administrar hasta dos (dosis), y con los cambios, nada más por número de paciente o registro de paciente nos brindan uno al día, y son cosas que influyen en el trato al paciente. Son recortes que pegan mucho”, precisa.
Por otro lado, explica respecto a la colación que el Instituto le da a los médicos de la tarde que antes se trataba de un agua, un yogur, un plato fuerte y una fruta, lo que ahora se limita solo al yogur y la fruta. Para quienes tenían que estar en el turno de toda la noche, además, se proporcionaban refrescos ricos en cafeína, mientras que ahora solo yogures ricos en azúcares.
Para él, de tres meses a la fecha las reducciones han sido aún más marcadas, incluso de material en general, que hoy es más escaso, como la falta de catéteres. “Varios medicamentos, varias cosas que pedimos, yo estoy en urgencias y varias cosas que pedimos por receta, nos ponen ahí que no hay, o antes tienes que marcar antes a ver si hay”, comenta el residente, quien considera que es muy importante mantener el presupuesto y nivel del Instituto, dado que atiende a pacientes de todos los estados y con enfermedades muy críticas.
“Su tratamiento no puede ser cortado simplemente porque no haya, tenemos que buscar por dónde conseguir el medicamento, o a veces hay que pedírselo hasta al familiar, que lo compre por fuera. Entonces la disminución sí impacta mucho en el Instituto, y si queremos seguir siendo un Instituto de Cardiología a nivel nacional, sí necesitamos ese material para poder seguir brindando ese trato”, concluye.
Falleció la actriz a quien se considera en México como inspiradora del cineasta Luis Buñuel. En su carrera se cuentan más de 100 películas y decenas de obras de teatro.
“Yo escogí a Buñel, no él a mí”. De eso presumía hace años la actriz mexicana Silvia Pinal.
“Me enamoré de su cine, de su humor negro, de su manera de ser y supe que no descansaría hasta ser dirigida por él y lo logré”, dijo en una entrevista concedida al diario La Jornada.
Se trató de una declaración sorprendente que se recuerda ahora tras su muerte.
Pinal contaba la historia de cómo se filmó Viridiana, en 1961, una de las obras maestras del cineasta español y la primera cinta mexicana que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
Pinal murió este 28 de noviembre a los 93 años en Ciudad de México donde estaba hospitalizada desde el 21 de noviembre por una infección urinaria.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, lamentó el fallecimiento de la actriz a la que definió como “parte de la memoria cultural de México”.
“Muchas generaciones de mexicanas y mexicanos crecimos admirándola”, escribió Sheinbaum en sus redes sociales.
En la autobiografía de Pinal, Ésta soy yo. Silvia Pinal, la actriz recordaba que la filmación fue una especie de regalo de bodas de su entonces marido, el empresario Gustavo Alatriste.
La pareja viajó a España para contactar a Buñuel, a quien encontraron en su pueblo natal Calanda, en la provincia de Teruel. Pinal los presentó.
“¿Y él quién es, productor, director?”, preguntó. La actriz respondió: “No, don Luis, es mi marido y es mueblero”.
Intrigado, Buñuel insistió: ¿por qué un vendedor de muebles quería hacer cine?
“Porque me ama”, fue la respuesta. “Ah”, dijo el director. “Es una muy buena razón”.
Alatriste pagó 150 mil pesos de entonces al cineasta por la película. Ése fue el regalo de bodas para su esposa.
Y Viridiana es la cinta por la que más se la recordará y la que la consagró como actriz.
A Silvia Pinal se le consideraba “la última gran diva de México” y entre las razones para la definición destacan las películas Viridiana, El ángel exterminador y Simón del Desierto.
Fue una de las actrices que más filmó con el cineasta español.
En México la llamaban “la musa de Buñuel”.
Pinal nació en en 1931 en el puerto de Guaymas, Sonora, en el noroeste del país.
Por el trabajo de su padre, un exmilitar, vivió en varios lugares antes de asentarse definitivamente en Ciudad de México, donde a los 14 años consiguió su primer empleo como secretaria en un laboratorio farmacéutico.
En 1948, debutó en su primera película con un papel pequeño en Bamba, y a partir de ese momento filmó más de 100 cintas en México y otros países.
Silvia Pinal fue una actriz versátil: lo mismo interpretó a una ingenua chica consentida de familia adinerada, que a mujeres seductoras en busca de conquistar hombres millonarios.
En su filmografía abundan las comedias ligeras o de estilo comercial, con las que obtuvo varios reconocimientos y la volvieron muy popular en México.
De acuerdo con especialistas tuvo un papel central en el estilo de cine que nació en la década de los 50 y cuyo tema más frecuente fueron historias desarrolladas en las ciudades, a diferencia de otros períodos cuando los guiones se basaban sobre todo en la vida del campo.
Fue un contexto distinto que requería, también, de otro tipo de actrices.
“Más que campo, arrabal o barrio debían sugerir una sensualidad más sofisticada, desbordante”, escribió el historiador Felipe Mera en la revista Veredas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Era una imagen que causaba controversia.
En 1961, por ejemplo, el gobierno de España encabezado por Francisco Franco prohibió la exhibición de Viridiana después de que el diario italiano L’Osservatore Romano la calificó como “blasfema”.
Pinal contaba que las autoridades españolas ordenaron confiscar todas las copias de la cinta, pero amigos de la actriz enterraron en su jardín un par y ella misma llevó a México de contrabando otras tres.
Por eso fue posible que Viridiana se exhibiera en América Latina.
Aunque en México muchos destacan especialmente la belleza de Silvia Pinal, también hay otros momentos que ahora se recuerdan.
Uno de ellos es el período entre 1991 y 2000 cuando la actriz fue sucesivamente diputada federal, asambleísta del Distrito Federal y senadora, postulada siempre por el entonces gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI).
En ese lapso impulsó algunas legislaciones que tuvieron poco éxito, como una propuesta para endurecer sanciones a la reventa de boletos de espectáculos, y modificaciones a la Ley de Cinematografía.
Además fue secretaria general de la Asociación Nacional de Intérpretes, la Asociación Nacional de Actores y promotora de obras musicales en teatros del país.
También protagonizó varias polémicas. En 2000 tuvo que exiliarse durante casi un año en Miami, pues en México fue acusada de malversar fondos de la Asociación Nacional de Productores de Teatro (Protea), que ella fundó.
El aspecto personal de la última diva de México no fue tan exitoso.
Durante varios años Silvia Pinal padeció un glaucoma que le obligó a cancelar presentaciones y alejarse durante un tiempo de los escenarios.
Pero lo más grave ocurrió con su familia. Una de sus hijas, la cantante de rock Alejandra Guzmán, estuvo a punto de morir por complicaciones de una cirugía plástica mal practicada.
Antes, en 1982, había muerto otra de sus hijas, Viridiana, de 18 años de edad, en un accidente automovilístico en Ciudad de México.
Cinco años después falleció su nieta en la piscina de su casa. La niña de 2 años se llamaba igual que su tía.
Fue una de las mayores paradojas para la actriz: Viridiana, el nombre que representó la gloria en su carrera, fue también el mayor dolor en su vida.
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