Con la publicación de la Norma Oficial Mexicana NOM-020-SSA-2025, la Secretaría de Salud reconoció a la partería en la atención integral materna y neonatal; sin embargo, la Red Mexicana de Casas de Partería, integrada por trece colectivas, señala que con ella excluye y restringe el trabajo de aquellas que no sean consideradas “profesionales”.
La discusión de esta NOM comenzó en julio de 2024, cuando la Secretaría de Salud planteó el proyecto de norma en el que se establece que las parteras deben contar con una cédula profesional y realizar sus labores en establecimientos equipados como clínicas.
Desde entonces, la Red Mexicana de Casas de Partería expresó su rechazo a esta propuesta, al considerar que buscaba restringir la labor de parteras no reconocidas por la Secretaría de Salud y que no se contempla el quehacer de acompañamiento que realizan con las mujeres y personas con capacidad de gestar, más allá del alumbramiento, además de establecer sanciones para quienes no estén mencionadas en la regulación.
Por ello, las colectivas presentaron 580 comentarios y observaciones para que se modificara el proyecto, pero exponen que no fueron considerados por el gobierno.
“El gobierno no les tomó en cuenta y lo que les contestaron fue que no se aceptó el comentario, ni siquiera aquellos que hicieron las mujeres usuarias de servicios de partería, lo que demuestra que el gobierno no tiene interés de platicar con las mujeres, con las familias, ni con las mismas parteras“, lamentó Hannah Borboleta, directora de la asociación Casa Morada, integrante de la Red Mexicana de Casas de Parterías.
La NOM-020-SSA-2025, Para establecimientos de salud y el reconocimiento de la partería en la atención integral materna y neonatal fue publicada en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el 4 de marzo de 2025, y en ella se establecen los requisitos que deben cumplir los espacios donde se brinden estos servicios, así como las bases para regular a las parteras tradicionales.
De acuerdo con el texto publicado en el DOF, esta regulación tiene como objetivo atender el compromiso asumido por el país de lograr cero muertes maternas evitables, así como el reconocimiento de las parteras tradicionales para que contribuyan a garantizar que los partos sean seguros y representen una experiencia positiva para las mujeres o personas gestantes y sus familias.
Además, establece que los lugares en los que se puede brindar atención integral materna y neonatal deben ser unidades de salud de primer y segundo nivel, o casas de partería que cuenten con Salas Labor-Parto-Recuperación (SLPR) equipadas con tomas de oxígeno, de agua, aspirador para succión regulable, mesa obstétrica o cama hospitalaria, tensiómetro, estetoscopio, fonodetector, oxímetro, pinzas Rochester-Pean, campos quirúrgicos estériles, resucitador para recién nacidos, entre otros aditamentos y medicamentos.
En la NOM se reconocen dos categorías de parteras: las profesionales y las tradicionales. Las primeras son definidas como egresadas de programas oficiales en partería, de la licenciatura en enfermería y obstetricia, o de la especialidad de enfermería perinatal. Mientras que las parteras tradicionales son personas reconocidas por su comunidad, ya sea indígena o afromexicana, independientemente de si residen en áreas rurales o urbanas. Mientras que aquellas que ejerzan la labor de partería sin entrar en estas definiciones son consideradas como “personal no profesional autorizado”.
En el caso de las “personas no profesionales autorizadas para la prestación de servicios de partería“, señala que deberán recibir capacitación por parte de la Secretaría de Salud, y tendrán que contar con el permiso de las autoridades sanitarias estatales, mismo que deberán refrendar cada dos años; deben ser personas mayores de 18 años, e igual que las parteras tradicionales sólo estarán autorizadas para “atender embarazos, partos y puerperios de bajo riesgo que ocurran en su comunidad de afluencia”; los casos graves deberán ser atendidos por personal especializado.
En el proyecto de la NOM-020-SSA-2025, la Secretaría de Salud incluyó la posibilidad de recibir comentarios de interesados, lo que motivó a que la Red Mexicana de Casas de Partería enviara 580 mensajes para pedir que se modificara, a lo que las autoridades sanitarias dieron respuesta sin que se aceptaran las sugerencias.
En dichos comentarios, las interesadas expresaron su rechazo a la obligatoriedad de que quienes son encargadas de casas de partería deban contar con cédula profesional, a la restricción del uso de medicamentos para atención de emergencias, así como la exclusión de las “parteras autónomas” –que no son originarias de comunidades indígenas o afromexicanas–, ya que la NOM no las reconoce como “profesionales autorizadas”.
También hubo mujeres y personas gestantes que escribieron a la Secretaría de Salud para expresar su preocupación ante la posible aprobación del proyecto, ya que tuvieron a sus hijos con parteras y consideran que su trabajo debe ser reconocido y no restringido, ya que la atención que recibieron fue sensible y profesional.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, Salud rechazó los comentarios, y sólo aceptó parcialmente otros, sin que ello se reflejara en cambios sustanciales de la NOM que se publicó. El argumento de las autoridades fue que estos “no tuvieron sustento“, y que con las definiciones establecidas en el proyecto pretendían “proporcionar mayor claridad sobre el rol de quienes ejercen la partería fuera del sistema formal, sin título y cédula profesional, ni reconocimiento comunitario”.
Acerca de la prohibición de las parteras tradicionales para el uso de medicamentos, en las respuestas enviadas por las autoridades sanitarias enfatizaron que “la NOM se fundamenta en ordenamientos jurídicos de mayor jerarquía”, por lo que la regulación en la materia se basa en la Ley General de Salud, e indicó que las casas de partería no deben ser “simplemente una casa o domicilio, sino un espacio de atención especializada en salud materna y neonatal… y por lo tanto deben cumplir mínimamente con requisitos en materia de infraestructura, equipamiento y personal capacitado”.
Para la Red Nacional de Casas de Partería, la publicación de la NOM ocurre en un contexto en el que la atención de partos privilegia las cesáreas, a lo que se suma el hecho de que sólo existen cuatro escuelas que expiden el título de partera, y un panorama en el que quienes trabajan de forma independiente enfrentan discriminación, exclusion y difamación que merman la confianza social en su trabajo.
“Hay muchas parteras que nos tendríamos que adecuar, o renombrar nuestra labor por no corresponder con la definición que el gobierno tiene de la partería y de los lugares donde se practica, porque su enfoque es el de concebir los partos como eventos medicalizados, pasando por alto que también son algo espiritual, emocional y social”, apuntó Hannah Borboleta, de Casa Morada.
Borboleta recordó que históricamente la legislación y las políticas sobre la partería “han sido peor una que la otra” y se han enfocado a restringir la labor de las parteras y las opciones de las mujeres. “Es una batalla contra los estereotipos y por medicalizar el parto”, dijo.
“(La norma) quiere regular lo que ocurre en una casa con los estándares de un espacio médico, y no son lo mismo. Evidentemente, para muchas sería muy difícil adaptarse por temas de dinero, pero también porque eso se aleja de la naturaleza de su labor. Nosotras no queremos ni pretendemos convertirnos en eso, porque no es lo que hacemos ni lo que somos”, agregó la partera.
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Respecto a la respuesta que la Secretaría de Salud dio a sus comentarios, la directora de Casa Morada indicó que “no hay un diálogo horizontal y vemos un gran interés en institucionalizar la partería“, por lo que “aunque para algunas resulta positivo que se hable de la partería en una norma oficial, es necesario remarcar que lo que está ocurriendo en los hechos es una exclusión y restricción de nuestro trabajo”.
Borboleta explicó que, como ocurre con todas las NOM, el incumplimiento de lo establecido implica sanciones, que en este caso significarían multas para aquellas parteras que no ejerzan su labor en las condiciones que establece la norma en la materia.
“Entre nosotras hemos conversado, pero seguimos en la incertidumbre sobre qué vamos a hacer frente a esta norma, y hay desesperanza, pero nos estamos asesorando, porque es un tema que compete a todo mundo y estamos convencidas de que se necesitan más espacios para los nacimientos en condiciones de dignidad y en entornos seguros”, comentó.
“Hay un dolor histórico en el gremio y hay mucho trabajo qué hacer, pero no es fácil frente a los continuos golpes políticos, la discriminacion social por el estigma hacia nuestra labor y la exclusión, porque dicen que nuestra palabra no vale lo mismo que la de un médico, pero seguiremos trabajando y haciendo activismo desde nuestros espacios”, enfatizó.
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Asimismo, reclamó que no se les tomara en cuenta para dialogar acerca de las regulaciones hacia la práctica de la partería, aún cuando las autoridades establecieron que se aceptarían comentarios sobre la norma, “porque eso demuestra que realmente no hubo interés en escucharnos y sólo querían pasar la NOM”.
“Nos dicen que se debe ejercer la partería en hospitales, pero no hay plazas ni partidas presupuestarias, o sea, no hay eso en realidad en los hospitales; aunque parece que el gobierno por fin se está interesando por nosotras, la realidad es que no”, concluyó.
En un comunicado, firmado por Casa Aramara, NaSer, Casa de Medicina Tradicional Ixchel, Naturelle Birth Center, Partería y Medicina Ancestral, Morada Violeta, Daniel Carrasco, Centro de la Mujer Yolocihuacalli, Tierra Fértil Partería, Costalegre Clínica de Maternidad AC y Dodima Casa de Partos, lamentaron que “mientras no se establezca un interés serio y honesto de diálogo horizontal y no desde el perjuicio, saldremos perdiendo las parteras y las mujeres y personas usuarias de nuestros servicios”.
Este movimiento, que traspasó lo literario, puso a América Latina en el mapa mundial.
Cuando el escritor mexicano Carlos Fuentes describía así el fenómeno literario del que él mismo fue parte, plasmaba en una sola frase las aristas que tocó. Porque si bien el Boom marcó a varios autores y los encumbró ― a algunos de ellos hasta el máximo galardón, el Nobel de Literatura―, también puso el foco en América Latina, y todo con un lenguaje rico y único.
El Boom latinoamericano, además de abarcar una generación fabulosa en las letras latinoamericanas que empezó a darse a conocer en la década de los 60 y explotó en toda su dimensión en los 70, fue un movimiento editorial, social y cultural.
Hablar del Boom pasa por nombrar a Julio Cortázar (1914-1984), Carlos Fuentes (1928-2012), Gabriel García Márquez (1927-2014) y, cómo no, a Mario Vargas Llosa (1936-2025), quien fue el más joven de todos ellos. Todos hombres, sí, algo que generó críticas, como veremos más adelante.
Con la muerte de Vargas Llosa este 14 de abril se va también el último exponente de la generación que hizo que muchos críticos y lectores consideren a la de América Latina como la gran literatura mundial de la segunda mitad del siglo XX.
Es imposible entender el Boom literario latinoamericano sin el contexto político, económico y social que lo acompañó.
Se fragua en una América Latina que se convirtió, sobre todo tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, en otro escenario más de enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia durante la Guerra Fría.
Guerrillas, golpes de Estado, dictaduras militares, movimientos de liberación. En definitiva, a partir de los años 60 la región se caracterizó por fuertes cambios sociales e inestabilidad política, pero también por una ebullición de ideas que fueron un magnífico caldo de cultivo para el Boom literario.
Aunque años después se distanciaron ideológicamente, según recordaba el propio Vargas Llosa, los representantes de Boom vivieron una época de esplendor en la que no había rencillas entre ellos sino una “enorme fraternidad y convencimiento de que la literatura latinoamericana era importante y tenía un denominador común”.
A la vez, el mundo viró sus ojos hacia América Latina.
No hay una fecha específica que dé arranque al Boom.
Incluso hay variedad de opiniones sobre qué obra literaria es la primera de este movimiento, pues mientras para algunos es “Rayuela” (1963) del argentino Julio Cortázar, para otros es “La ciudad y los perros”, de Mario Vargas Llosa.
El peruano terminó esta novela en1961, pero no encontró ninguna editorial latinoamericana que la publicara. Es entonces cuando entra en juego uno de los impulsores del Boom: Carlos Barral, de la editorial Seix Barral, ubicada en Barcelona.
Este encontró entre los manuscritos desechados de su sello una obra que le impactó. Tanto que decidió trasladarse a París para conocer a su autor. Allí, convenció a Vargas Llosa de que presentara su obra a concurso y terminó como ganadora del Premio Biblioteca breve en 1962, para publicarse el mismo año que “Rayuela”, en 1963.
En su día, la agente literaria Carmen Balcells dijo que “‘La ciudad y los perros’ es el libro más emblemático, con el que se afirma y establece el Boom”.
Lo cierto es que a partir de su publicación, Seix Barral se plantea editar a más autores latinoamericanos y la labor de Carlos Barral hace no solo que se lea a estos escritores fuera de sus fronteras, sino que se conocieran entre ellos, establecieran vínculos personales y se influenciaran en sus manuscritos.
Como dijo Carlos Fuentes en 1968, “la obra de García Márquez es incomprensible sin la de Cortázar, y la de Cortázar es incomprensible sin la de Vargas Llosa, y se establece toda una red que corresponde a algo muy real. Porque yo sé que cada uno de nosotros es muy consciente de lo que están haciendo los demás”.
Si en las calles de América Latina hervían las ideas revolucionarias, precisamente revolucionar la literatura misma era el objetivo de los escritores del Boom.
Se consideraban “huérfanos de generación literaria”, es decir, sin ningún “padre” del que beber sus influencias.
Y la originalidad, tanto en la forma como en la estética, fue parte del sello de identidad del Boom, que tanto en novela como en cuento fue un movimiento de vanguardia. No hay sino que pensar en la estructura novedosa de “Rayuela” y sus múltiples modos de ser leída como en los ricos o en los diversos mundos de cualquier obra de García Márquez.
Precisamente, el “realismo mágico” fue otra de las características del Boom: una ruptura de los límites espacio-temporales con historias que, a la vez, valiéndose de lo que podría denominarse fantasía, relataban una realidad política, histórica y social cruda.
Todo ello con un modo también novedoso en el lenguaje, plagado de neologismos, juegos de palabras y el uso de la lengua vernácula, es decir, aquella sin gramática ni diccionarios, la que, en principio, tiene menos prestigio social pero que sin duda logra pintar con una paleta de colores mucho más amplia a sus personajes y acerca al lector otras realidades.
Como decíamos al inicio, hablar del Boom es nombrar a Vargas Llosa, Fuentes, Cortázar o García Márquez.
José Donoso o Guillermo Cabrera Infante, según quién, entrarían también en esta categoría del Boom.
Siendo esta una extraordinaria camada de escritores, no es de extrañar que años después la crítica se centrara en su principal carencia: la diversidad.
Empezando porque, en paralelo, había también un grupo excepcional de escritoras, muchas de las cuales incluso ahora solo son conocidas en sus países. Y a veces ni siquiera en ellos.
Un rápido repaso mental de las más conocidas nos da, por ejemplo, a la uruguaya Cristina Peri Rossi; a las mexicanas Elena Garro, Rosario Castellanos y Elena Poniatowska; la argentina Luisa Valenzuela, la colombiana Albalucía Ángel y las brasileñas Nélida Piñon y Clarice Lispector. Y faltan muchas.
La escritora mexicana Carmen Boullosa (“Las paredes hablan” y “La mano de Lepanto”), de la generación inmediatamente posterior, es una apasionada del tema y recuerda bien esos años.
“Me acuerdo que mi librero, cuando yo era jovencita, por supuesto que tenía a Donoso, García Márquez, Cortázar, Reinaldo Arenas. Muchísimos varones en español. Y tenía muchas autoras de otros idiomas: Katherine Mansfield, Virginia Woolf, Anaïs Nin, Emily Brontë, que habían alcanzado el prestigio literario para llegar al inocente librero de una jovencísima escritora.
“En cambio, no tenía -y ahora que lo pienso me parece casi un crimen- a Rosario Castellanos, que fue una grandísima autora estrictamente contemporánea a la gente del Boom… (La novela) ‘Los recuerdos del porvenir’ la publicó Elena Garro en 1963 (el mismo año que Cortázar sacó “Rayuela” y Vargas Llosa “La ciudad y los perros”). Y el Boom no las tomó a ninguna de las dos. Ahí es donde uno ve que es mucho el asunto de género”.
Aunque también, siendo América Latina tan diversa en colores, tampoco tuvo el Boom variedad en ese sentido.
Aunque las plumas femeninas fueron las grandes olvidadas en el Boom, hay una mujer sin cuyo esfuerzo y dedicación este florecimiento literario no habría sido posible.
Es Carmen Balcells, la que es considerada la agente literaria en lengua española más importante del siglo XX.
A Balcells, nacida en Lleida (Cataluña) en 1930, se le atribuyen dos enormes logros: profesionalizar el mundo editorial y ser la impulsora del Boom latinoamericano.
Entre los autores a los que representó hay seis premios Nobel, entre ellos Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Pablo Neruda.
Fue precisamente Vargas Llosa quien la apodó como “la Mama Grande la de novela latinoamericana”
Por poner solo uno de los hitos de su carrera, fue ella la que le consiguió su primer editor a Gabriel García Márquez. Y en las décadas de los 60 y 70 se convirtió en un vínculo clave entre España, América Latina y el resto del mundo.
Volviendo a la cita inicial de Carlos Fuentes, su destino se cruzó con el de estos escritores―de los que despedimos ahora a su último exponente―, y todos marcaron un rumbo que puso a la América Latina más literaria en el mapa mundial para siempre.
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