La presidenta Claudia Sheinbaum regresó el modelo de compras consolidadas para adquirir medicinas que había funcionado en los últimos sexenios, pero que Andrés Manuel López Obrador decidió eliminar con el objetivo de conseguir mejores precios y ahorrar, como parte de su política de austeridad.
Durante el sexenio obradorista implementaron cinco modelos de adquisición de fármacos, pero ninguno funcionó, toda vez que cada año fue cambiado. Aún más: no hubo ahorros, toda vez que el sexenio de AMLO gastó 29 % más en la compra de medicinas que en el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Mientras en 2018 el priista destinó 61 mil millones de pesos, el morenista erogó 79 mil millones de pesos en 2024, pero hubo menos medicinas, pues dejó sin surtir 15 millones de recetas, cinco veces más que Peña Nieto, como reveló Animal Político en la investigación periodística No fuimos Dinamarca.
Ahora, el gobierno de Claudia Sheinbaum organizó nuevamente una licitación de compra consolidada para los siguientes dos años y, en la que advierten, significará un ahorro de 30 mil millones de pesos.
Igual que como ocurrió en el sexenio de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, todas las instituciones de salud realizaron sus compras en un mismo proceso para que el gobierno obtuviera mejores precios debido al alto volumen de compra, como argumentaron los anteriores mandatarios y como también informó Sheinbaum al dar a conocer el ‘nuevo’ modelo.
Sin embargo, hasta antes que López Obrador eliminara las compras consolidadas mantenían un ritmo de contratación similar para que se asegurara el abasto todo el año. Por eso, los procesos de compra arrancaban a mediados de año y la industria tenía al menos tres meses para cumplir con la producción y distribución del número de piezas de medicinas que el gobierno demandaba.
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Esta vez, debido al rediseño del modelo y los atrasos en el proceso, el gobierno de Sheinbaum dio a conocer a las empresas ganadoras en el proceso de licitación este martes 14 de enero y tendrán 14 días más para la formalización de los contratos.
Esto quiere decir que los proveedores únicamente tendrán un mes para la producción de fármacos, armar la logística y entregarlos en los 360 almacenes de instituciones de salud en el país, toda vez que, según la convocatoria, los pedidos deben estar cumplidos en marzo.
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Además, aún falta definir “qué cantidad se requiere, en dónde y cuándo. Digamos que lo más sencillo fue la licitación, pero todavía hay muchos pasos en medio para tener un abasto oportuno y suficiente”, afirmó en entrevista Rafael Gual, director general de la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica.
“Esto se tendrá que resolver una vez que se firmen los contratos, pero únicamente vamos a tener febrero para fabricar y demás, cuando lo hemos dicho muchas veces, se requieren entre tres y cuatro meses”, explicó Gual en entrevista.
La compra consolidada de medicinas abastecerá a los hospitales del IMSS, ISSSTE, IMSS-Bienestar, Institutos Nacionales de Salud, Hospitales Nacionales de referencia, Secretaría de Marina y Servicios de Salud de Pemex, como ocurría en sexenios pasados.
Esta vez, la compra es organizada por Birmex en un proceso coordinado por la Secretaría de Salud, mientras que en sexenios anteriores corría a cargo del IMSS.
El subsecretario de Integración y Desarrollo del sector Salud, Alejandro Clark, explicó en la conferencia presidencial que la demanda de medicinas y equipo médico para todas las instituciones, fue de 4 mil 982 millones de piezas.
En el proceso de licitación eligieron proveedores para 3 mil 649 mil millones de piezas, que representan 73 % de las piezas de medicamentos a adquirirse durante este periodo que requieren las instituciones.
“Pero adicionalmente tenemos mil 218 piezas, que son el 24.4 %, en donde tenemos ofertas; es decir, hay un proveedor o más de un proveedor que quiere proveerlas, que tiene capacidad de hacerlo, que en la licitación le faltó hacer alguna corrección documental o técnica”, explicó Clark.
El presidente Andrés Manuel López Obrador acusó corrupción en la adquisición de medicinas en gobiernos anteriores, aunque no hubo un solo juzgado por ello en su administración.
Además, como parte de su política de austeridad, instruyó a todas las dependencias a ahorrar lo más posible, incluso en salud. De ahí que intentaron nuevos modelos de compra, pese a que las compras consolidadas de medicinas se habían ido mejorando durante los 12 años previos y se había logrado cierto conocimiento y ritmo de compras para garantizar el abasto de medicinas.
El primer intento fue encargar las compras a la entonces oficial mayor de Hacienda, Raquel Buenrostro, ahora titular de la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno, pese a que no tenía experiencia en el ramo de salud ni en la adquisición de medicinas.
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De ahí que intentó comprar los fármacos sin incluir el costo de distribución, aunque la industria le insistía que el proceso logístico era complejo y, por supuesto, requería el pago de un servicio extra. De ahí que muchas empresas decidieron no participar y el gobierno sólo logró comprar 64 % de lo requerido.
El siguiente año, López Obrador le encargó la compra al recién creado Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI)a través de la UNOPS, un organismo de la ONU, pero tampoco lograron comprar todo.
El tercer intento fue del INSABI únicamente, pero el organismo fue extinto en 2023. Ese año las compras estuvieron a cargo de Birmex y para ello crearon la megafarmacia del Bienestar, pero que en sus primeros cuatro meses sólo había surtido 341 recetas, es decir, 2.7 al día.
El último año de gobierno de López Obrador, las compras de medicinas estuvieron a cargo del IMSS Bienestar.
Mientras que los pacientes han reclamado desabasto de medicinas y el personal médico, la falta de insumos y recursos para hacer su trabajo durante todo el sexenio obradorista. E incluso las carencias se han acentuado en las últimas semanas a tal grado que el Hospital General Aurelio Valdivieso en Oaxaca suspendió cirugías por falta de insumos.
La presidenta de México superó su primera gran crisis con Donald Trump. BBC analizó su estrategia; una que probablemente tendrá que volver a usar.
“Lo que logró hoy la presidenta es algo totalmente insólito. Ayer esto era imposible. Entonces yo sí la felicito, presidenta, es un orgullo”.
Con estas palabras el secretario de Hacienda mexicano, Marcelo Ebrard, se refirió al acuerdo alcanzado este lunes entre Claudia Sheinbaum y Donald Trump, el cual, entre otras cosas, logró suspender los aranceles impuestos este sábado a las exportaciones mexicanas por el estadounidense.
Palabras que pueden sonar a la adulación típica de un subalterno a su jefe, pero recordemos que no hace mucho Ebrard era el gran oponente —y crítico— de Sheinbaum en las internas de su partido para la presidencia. “Yo no me voy a someter a esa señora”, llegó a decir el otro peso pesado del oficialismo.
Las cosas, por supuesto, han cambiado: ahora Sheinbaum no solo lleva las riendas de Morena, la coalición de gobierno, sin muchas alteraciones al orden, sino que goza de un inusual 80 % de aprobación entre los mexicanos, y eso antes de esta rencilla con Trump.
El mandatario puso los aranceles del 25 % a las importaciones de México —lo que sería un golpe inédito a las economías de ambos países, pero sobre todo de México, que exporta el 80 % de su producción a ese país— con el argumento de que hay una crisis de seguridad en la frontera que permite el tráfico de fentanilo y de migrantes hacia el norte.
Pero tras la conversación con Sheinbaum este lunes, Trump accedió a suspender los aranceles por un mes a cambio de que la presidenta mande 10 mil agentes de la Guardia Nacional a la frontera.
Cualquier conocedor del tema sabe que, a juzgar por la historia, México no tiene mucho margen de maniobra frente a una contraparte que es más grande y poderosa.
Hace ocho años, por ejemplo, Trump puso aranceles del 5 % a las exportaciones mexicanas y el entonces presidente, Andrés Manuel López Obrador, no tuvo otra opción que acceder a militarizar el tema migratorio.
Pero esta vez Trump viene con una agenda más drástica y por eso es esperable que las amenazas de aranceles o incursiones militares contra los carteles o deportaciones masivas de mexicanos vuelvan más pronto que tarde.
Dicho eso, el primer impase se superó. Y la estrategia que usó Sheinbaum para atenderlo, la misma que probablemente use de acá en adelante, combina varios frentes que aquí analizamos.
Desde que Trump fue electo, y las alarmas se prendieron en México debido a la agenda dura contra el país vecino planteada por el republicano en la campaña, Sheinbaum ha hecho diferentes llamados a la calma.
“Habrá una buena relación”, dijo al día siguiente de la elección. “Estamos preparados, estamos listos”, aseguró cuando él se juramentó el 20 de enero. “No hay que acelerarse”, indicó la semana pasada. “Serenidad y paciencia”, añadió.
Y este lunes, en la rueda de prensa tras la conversación, le preguntaron cómo fue el trato con Trump, y ella, pese a la notable distancia ideológica y de estilo, dijo: “No quiero calificarlo, todos los presidentes merecemos respeto, yo no quisiera entrar a un tema personal”.
El sábado, cuando se le vio su versión más vehemente ante los aranceles, Sheinbaum aseguró: “No es con la imposición de los aranceles como se resuelven los problemas, sino hablando y dialogando”.
La mandataria dialogó y, al menos por ahora, logró evitar unos aranceles que generarían una recesión en México.
Sheinbaum, como todos sus antecesores en el pasado, tuvo que ceder ante el deseo de Washington, que en la última década, en parte por el efecto político de Trump, ha ido acentuando su preocupación por la entrada de migrantes al país.
En ese sentido, anunció el despliegue de 10 mil soldados de la Guardia Nacional a la frontera. Ella dijo que era para detener el tráfico de drogas; Trump añadió que era para los migrantes.
En cualquier caso, será para ambas cosas. Y la pregunta es si esta vez será diferente al pasado, cuando los derechos humanos de cientos de migrantes fueron violados.
Sheinbaum, por si acaso, prometió que no será así.
Y al tiempo que cede en el tema prioritario de Trump, Sheinbaum ha mandado mensajes a sus bases: “La soberanía no es negociable”, dijo el sábado; “el trato tiene que ser entre iguales”, añadió este lunes.
Sus críticos, sin embargo, aseguran que la militarización de la frontera y del tema migratorio son precisamente formas de ceder la soberanía, así como lo hicieron todos sus antecesores, incluido López Obrador.
La firmeza retórica de Sheinbaum, sin embargo, no se quedó en los mensajes de corte nacionalista: también ha puesto sobre la mesa el hecho de que, según el Departamento de Justicia de EU, el 75 % de las armas que usan los carteles mexicanos son vendidas por empresas estadounidenses.
Un tema que suele pasar inadvertido para presidentes en Washington y en el que AMLO había hecho hincapié con una demanda “sin precedentes” de su gobierno en 2021 contra empresas de armas del país vecino.
En su rueda de prensa de este lunes la mandataria también aseguró, con una sonrisa quizá irónica, que le había propuesto a Trump revisar su política de salud pública para atender la crisis de consumo de estupefacientes, que es, según ella, lo que está detrás del tráfico de fentanilo.
Como profesora convertida en política, Sheinbaum tiene una especial tendencia a planificar y gestionar los diagnósticos con la rigurosidad de una académica laureada.
Por eso parte de su respuesta a la llegada de Trump al poder ha sido desarrollar planes detallados de contención.
Uno es, por ejemplo, en materia migratoria: se llama “México te abraza” y espera, por un lado, atender a los migrantes que estén en peligro de deportación en EU con programas de ayuda legal, y por el otro darles bonos, becas, seguro y demás beneficios sociales a quienes terminen retornando a México.
“A los hermanos y hermanas mexicanos quiero decirles que aquí está su presidenta y un pueblo entero para defenderlos”, aseguró en un video el domingo. “Si desean regresar a México, aquí los abrazamos”, aseguró mientras se ponía la manos en los hombros en señal de fraternidad.
Además del plan para los migrantes, Sheinbaum desarrolló un ambicioso plan económico, el Plan México, que busca reindustrializar la economía mexicana y atraer inversiones extranjeras con el objetivo, no precisamente declarado, de depender menos del intercambio con EU, tan volátil ahora con Trump al otro lado.
Ebrard, el secretario de Hacienda, se ha reunido con decenas de empresarios de ambos países en los últimos días. Sheinbaum anunció que la idea es seguir colaborando con el sector privado.
Durante el fin de semana Trump publicó una gráfica del número de encuentros de las autoridades estadounidenses con migrantes indocumentados en la frontera en la que se registra un descenso del 94 % desde la llegada del republicano al poder.
“La gráfica que el presidente Trump ha estado subiendo a sus redes sociales sobre la disminución de la migración fue elaborada por mi equipo de trabajo, que ha estado en constante comunicación con el suyo”, reveló Sheinbaum el domingo.
Viri Ríos, una analista mexicana, escribió apropósito en su columna de Milenio: “El equipo mexicano tiene completa conciencia de que la principal forma de apaciguar a Trump no es mediante políticas públicas exitosas, sino mediante la implementación de acciones que le permitan dar anuncios espectaculares y mensajes extraordinarios”.
Vistos hoy, los aranceles del 25 % del sábado parecen más un gesto de Trump que una medida concreta; una forma del apostador para llegar con margen a la negociación. Quien lo conoce sabe que esta es una movida clásica del manual trumpista.
Y Sheinbaum, al parecer, sabe con quién está tratando. Por eso reitera sobre lo que viene: “Estoy convencida de que vamos a llegar a muchos acuerdos”.
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