Durante los tres meses que permanecieron sin respuesta sobre su inicio de labores, en diversas entidades del país médicos que optaron por plazas del IMSS-Bienestar tuvieron que sortear las dificultades que generó la incertidumbre: desde renunciar a otras oportunidades de empleo o aceptar trabajos temporales hasta resolver cambios de residencia que ya se habían concretado.
Desde el 16 de marzo, cuando supuestamente debían haber empezado labores, tras una convocatoria para ocupar plazas del IMSS-Bienestar que se promovió en el evento “Unidos transformaremos la atención en los servicios de salud. FAMILIA IMSS 2023”, más de 600 médicos se quedaron sin respuesta ni certezas sobre su ingreso a diferentes instalaciones hospitalarias del país a cargo de ese órgano público descentralizado. Apenas hace unos días, empezaron a ser llamados de manera paulatina, solo en algunos estados e instalaciones.
Francisco, médico recién egresado de la especialidad de hematología que cursó en el IMSS Centro Médico Guadalajara, tenía ya una oferta laboral en esa misma ciudad, pero decidió aplicar a una de las plazas que conoció de última hora para el IMSS-Bienestar. El IMSS, dice, siempre ha sido confiable, por lo que no creyó que en ese organismo fuera a existir ningún problema con el inicio de labores.
Como tiene familiares en Los Mochis, Sinaloa, decidió optar por una base en una de las instalaciones hospitalarias de esa ciudad. Dejó la oferta previa que tenía en Guadalajara, donde comentó que ya tenía otra oportunidad y que no podría tomarla. Además, para ese momento —con el proceso de supuesta contratación ya avanzado— incluso se había mudado y empezado a rentar en Los Mochis con su familia nuclear.
“Nunca me imaginé que fuera a pasar esto. Además tengo familia; entonces, mover la escuela y todo fue un show”, lamenta. Sin noticias de cuándo empezaría a laborar, solo le quedó esperar por un poco de fortuna mediante consultas privadas.
Consultado en diversas ocasiones sobre el aplazamiento y la falta de certidumbre, el IMSS no dio respuesta. Francisco cree que él contó con la ventaja de tener una subespecialidad, que permite que, de a poco, puedan presentarse consultas particulares o en hospitales privados; sin embargo, aclara, al inicio es difícil conseguir mucho trabajo. “En el medio privado son como uno a tres años para que ya tengas un flujo más continuo”, agrega.
Aunque, en su caso, concluyó el proceso de reclutamiento y obtuvo la cédula de asignación de plaza, que se entregó a la mayoría de quienes optaron por las plazas del IMSS-Bienestar, confiesa que su expectativa de que la dependencia cumpliera era cada vez menor y si las consultas privadas no resultaban, tendría que volverse a mudar o encontrar alguna opción, si la hay, en otro servicio público de salud.
“Como subespecialista, yo tengo alguna oportunidad, pero la mayoría de las plazas son de medicina familiar, creo, y desafortunadamente ellos sí no tienen otro trabajo; la mayoría de los compañeros sí están totalmente dependientes de esas plazas”, señala. Médicos que dieron su testimonio aseguraron que, de palabra, el sueldo que les prometieron para las plazas rondaba entre los 30 y 40 mil pesos mensuales.
Luis también quedó a la espera de que caiga alguna consulta privada. Terminó su especialidad en cirugía general en el Hospital General de Acapulco, por parte de la UNAM. Como originalmente reside en Jiquilpan, Michoacán, aplicó a una plaza en una instalación hospitalaria del IMSS-Bienestar en Sahuayo, pero el proceso de entrega de documentos y cursos de inducción se hizo en Morelia.
Por ello, hizo la inversión en todos los traslados necesarios a la capital del estado durante al menos dos semanas. Después, el ingreso se aplazó y se quedó sin respuestas. Casi un mes después, seguía teniendo expectativas de que el ingreso pudiera darse el 16 de abril, pero la confirmación nunca llegó. “Yo sé que la delegación de Morelia no tiene la culpa, sino que es a nivel central, y básicamente que nos iban a avisar y a avisar y así estuvieron, nada más dándonos largas”, lamenta.
Como al resto de sus colegas, específicamente quienes han podido viajar a la Ciudad de México para contactar a autoridades de la delegación central del IMSS, le dijeron que en algún momento se daría, pero que la Secretaría de Hacienda aún no liberaba el presupuesto. Esa es la misma respuesta que varios reportaron desde hace meses. Mientras tanto, se mantuvo “de la consulta que caiga” como médico particular y de lo que ahorró durante la residencia.
“Ahorita como egresado no hay mucho movimiento, porque uno va saliendo, y también eso implica gastos. Entonces (trabajo hay) muy poco, casi nada”, comenta.
Mientras unos trataron de abrirse camino en el sector privado o lidiaron con las consecuencias y sostenibilidad de un cambio de residencia que podía resultar infructuoso, otros médicos optaron por tomar empleos con menos garantías de estabilidad o en condiciones más precarias mientras esperaban la respuesta del IMSS-Bienestar.
Ana egresó de la especialidad de oftalmología, que cursó como residente en la unidad de alta especialidad de Torreón, Coahuila. Cuando surgió la convocatoria de IMSS-Bienestar, eligió esa plaza porque podría laborar en su ciudad. Sin embargo, tuvo que elegir entre esa y otra de IMSS ordinario porque no había compatibilidad de horario. Se decidió por la primera.
Como los demás, el 15 de marzo recibió la noticia de que las labores no se iniciarían al día siguiente. Inicialmente, pensó que solo tomaría una quincena más, pero conforme fue avanzando el tiempo, empezó a preocuparse y se sumó a la organización y presión que han ejercido sus colegas. “Si yo hubiera sabido que no íbamos a entrar el 16 de marzo y que nadie nos iba a asegurar una fecha de inicio, ni de loca agarro esta plaza”, lamenta.
En IMSS ordinario habría tenido la ventaja, además, de que existían muchas bases disponibles para su especialidad. Ahora se dice frustrada porque le mintieron como a muchos. A principios de mayo, no le quedó más que conseguir otro empleo en una clínica privada de oftalmología, donde trabaja para otro médico.
“No tengo para poner un consultorio y comprar mis propios aparatos; el plan era ir sacando de lo que me iban a pagar, ir generando para comprar mis propias cosas y ya no lo pude hacer, y de hecho apenas me van a pagar a fin de mes. Si hubiera sabido que no íbamos a iniciar, por lo menos hubiera empezado a trabajar desde antes”, cuenta Ana.
Para la especialidad que estudió Teo en Puebla, anatomía patológica, había muy pocos espacios en el IMSS-Bienestar. Él reside en Xalapa, Veracruz, de donde es originario, y encontró solo seis lugares en oferta: al sur de esa entidad, en Guerrero y en Sinaloa. Mientras otros rechazaron ofertas o renunciaron a otras oportunidades, él solo tenía esa opción. No le quedó de otra que empezar a trabajar en un consultorio de Farmacias Similares.
En Tlaxcala, incluso ya había conseguido un lugar donde rentar, porque les dijeron que empezarían muy pronto, prácticamente en menos de un mes —el evento del IMSS, conocido por ellos como “draft”, se realizó a principios de marzo—. De hecho, se quedó allá durante el proceso de reclutamiento, pero al ver que no tendría ingresos, renunció a la renta y regresó con sus familiares a Xalapa.
“Me siento frustrado porque soy médico especialista; hemos invertido más de 10 años de formación, queremos trabajar, y básicamente es eso, seguimos en las mismas. De hecho, es frustración y enojo porque se nos prometió una cosa que no sabíamos si se cumpliría. Muchos compañeros, por ejemplo, que son de un estado, se fueron confiados a rentar, por ejemplo, desde la Ciudad de México hasta Sinaloa o Baja California, y ahí siguen, sin ingresos”, lamenta Teo.
A Teo le quedó la fe de que el aplazamiento se resolviera, situación que solo ha sucedido parcialmente, y que alguna autoridad explicara lo sucedido. “Vemos que las autoridades dicen que no hay médicos especialistas, y sí, aquí estamos, estamos laborando aquí en las farmacias, en contratos, ya que ellos no cumplieron; eso es lo que ocurre. De que hay, sí habemos”, agrega.
La serie fotográfica #PídemeUnRetrato busca acortar la distancia y crear un lazo entre quienes no pueden reencontrarse.
Gisela lleva sin abrazar a su hijo Edson más de 3.400 días.
Ella no lleva la cuenta, porque la distancia entre Caracas y Miami ha hecho que esos diez años se hayan vuelto eternos. El conteo lo hizo el fotógrafo venezolano Roberto Mata, quien se ofreció a hacerle un retrato a Gisela para regalárselo a su hijo, como parte de una serie fotográfica que busca acortar la separación que ha impuesto la migración venezolana en los últimos años.
“Yo lo extraño, pero no se lo digo porque se pone triste. Y no quiero eso”, se lee en la leyenda de la foto que publicó Mata en su cuenta de Instagram @robertomataphoto.
“Lo que yo quisiera poder hacer es visitarlo, cocinarle, hacerle sus postres. (…) Besitos, Edson, que Dios te bendiga”, cita a Gisela, que vive en Caracas.
Roberto cuenta que la idea de la serie #PídemeUnRetrato surgió a partir de su propia experiencia migratoria, que comenzó en 2019 cuando se mudó a Miami. “Tengo un hermano en Buenos Aires a quien no veía desde hace 7 años y finalmente en septiembre pude abrazarlo. Eso antes en Venezuela era impensable. No había razones para que estuviéramos tanto tiempo separados”, afirma Mata a BBC Mundo.
Entonces, pensó que podría ser útil haciendo lo que sabe hacer. “Yo he sido retratista toda mi vida”, asegura Roberto, quien comenzó a tomar fotos cuando tenía 12 años. “Pero lo mío siempre ha estado más vinculado a lo editorial, publicitario o corporativo. Esta vez, sería lo que no soy: un fotógrafo de portarretrato para crear un lazo adicional entre esas dos personas que están convencidas de que no se van a volver a ver”.
Comenzó publicando un particular aviso en su cuenta de Instagram que decía lo siguiente: “Se ofrece fotógrafo a domicilio para retratar a tu ser querido. A ese que, gracias a la distancia, llevas muchos años sin abrazar. Momento para que pele el diente frente a la cámara [sonreír] y te diga eso que no te ha dicho en todo este tiempo”.
Recibió un poco más de 100 solicitudes. Le llegaron historias de parientes en Estados Unidos, Suiza, Canadá, Argentina y España que deseaban tener un retrato actualizado de su familiar en Venezuela, reflejo de los numerosos destinos en los que se encuentra la diáspora de un país asolado por la crisis económica y política.
Descartó muchas y se quedó con aquellas que tuvieran más de 5 o 7 años separados, sin posibilidad de reunirse.
El retrato de Gisela fue el primero en publicarse el 24 de noviembre en su perfil de la red social. La mujer, de 71 años, sonríe a la cámara en el ambiente acogedor de la sala de su casa en San Antonio de los Altos, una localidad cercana a Caracas.
En el segundo retrato sale Maia, una niña de 9 años que tiene más de 2.400 días sin abrazar a su papá, que está en Europa. “Yo quiero dibujar con él, quisiera verlo pronto, porque tengo muchos años que no lo veo. Quiero que me lleve a un parque de diversiones”, le dice a Mata.
No luce triste en la foto. Todo lo contrario. Exhibe su mejor sonrisa, minutos antes de salir a su colegio. Y le pide a Mata que le envié a su papá una foto de una paloma “dálmata” que vio mientras se dejaba tomar la foto.
“Yo no quería convertir un regalo en una tragedia“, explica el fotógrafo. “Es un obsequio. Algo distinto. Bonito, con gente sonriendo. No quería armar un expediente. El drama ya está en la propia historia. No quería extenderlo más”.
Sin embargo, reconoce que no faltó quienes se quebraron cuando preguntó si creen que volverán a ver a su familiar. “Yo no puedo hacer nada para ver a Laura”, le contó Diamante (85 años) durante su sesión para el tercer retrato. “(Mi nieta) No puede venir, yo no puedo viajar sola, no tengo la capacidad, y si tuviera la capacidad de viajar, lo haría por poco tiempo“.
Diamante tiene más de 2.600 días sin abrazar a su nieta y entre ellas no existe la posibilidad de un reencuentro. “Yo adoro a Laura, la quiero ver, ella es mi sol… La aprieto fuerte, fuerte, al pecho, porque ella es la continuación de mi hija (fallecida). Mientras ella esté siento que también está mi hija”.
Mata confiesa que se contuvo más de una vez. Aunque lleva años retratando los problemas de Venezuela, el tema de la distancia le pega de cerca. Cuenta que son diez hermanos y sólo tres quedan en Venezuela.
“Uno de los peores castigos que se le puede hacer a una sociedad es separarla, sin la esperanza de un futuro mejor. La familia venezolana está rota y eso es irreparable. No tiene solución. Ya sea por la edad, los papeles o el dinero, no hay posibilidad de reencuentro. La fractura está hecha”.
Sin embargo, Paula (83 años) y Juan (89 años), por ejemplo, no pierden la esperanza. Llevan casi dos años sin abrazar a su nieto, Juan Pablo, y nadie les quita la idea de que volverán a encontrarse. “Yo estoy segura de que voy a poder ver a Juanpi, porque creo en Venezuela, en lo que estamos haciendo y, además, creo en mi salud”, dice.
Juan Pablo (27 años) esperó impaciente en Nueva York que le llegara la foto en la que aparecen sus abuelos. La vio a ella con sus labios pintados de rojo sonriendo al lado de su esposo, quien sale montado en una moto con una actitud inquebrantable a sus casi 90 años. De inmediato, le envío un mensaje de voz a Mata en agradecimiento:
“Vi la foto. Fue una verdadera genialidad que hayas montado a mi tato en la moto de mi primo. (risas) Me llenó de mucha buena energía. Ni me ha dado tiempo para la nostalgia, con eso te digo todo. Esta foto es lo que necesitaba para seguir adelante, subir a otro nivel y afrontar otra etapa de mi vida. Eso es lo que ha generado tu foto. Estoy con el corazón lleno”.
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Muchos venezolanos que han visto la serie #PídemeUnRetrato le aseguran a Mata que se sienten identificados con el tema de la distancia, aún cuando no tengan relación con los protagonistas de sus primeras imágenes.
Ese fue mi caso. Al ver sus retratos, pensé en mi hijo Andrés, que vive conmigo en Miami y lleva siete años sin ver a su abuela paterna en Venezuela. Ella sólo le celebró su primer cumpleaños. No puede viajar a Estados Unidos, porque no tiene visa y nosotros no podemos salir. Se lo comento a Mata durante esta conversación y su respuesta fue inmediata: “¡Vamos a retratarlo!”.
“Qué hermoso, estoy superemocionada, no te imaginas lo sensible que estoy con ese regalo”, dice su abuela al ver el retrato de Andrés.
“Es lo máximo que me han podido regalar en años. Cómo quisiera darle un abrazo fuerte”.
“Hemos naturalizado tanto la distancia que nos hemos desconectado”, reflexiona Mata. “El ánimo de este trabajo fotográfico es el reencuentro“.
Piensa seguir buscando historias en sus próximos viajes. Tiene previsto uno a Nueva York y otro a Alemania. Prevé publicar otro aviso ofreciendo su servicio de fotógrafo a domicilio con sus nuevas coordenadas. No se le puede contratar, aclara. Sólo contarle tu historia y pedirle a tu familiar que “pele el diente” (sonría).
Él se encargará de hacer el retrato y de enviarlo como lo que es: un regalo.
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