En el último año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador el presupuesto a la Secretaría de Salud y el IMSS Bienestar, que atienden a quienes no tienen seguridad social, es decir, a los más pobres, registró un subejercicio de 16.8 %, de acuerdo con el informe trimestral de la Secretaría de Hacienda.
Mientras que un nuevo programa llamado “La Clínica es Nuestra”, que consiste en entregar dinero directamente a las comunidades para que se encarguen de mejorar la infraestructura de sus centros de salud, ya gastó mil millones de pesos en el primer semestre del año.
Se trata de un modelo parecido al programa educativo “La Escuela es Nuestra”, mediante el cual se han entregado más de 84 mil millones de pesos durante el sexenio a los comités escolares, sin que hasta el momento hayan comprobado cómo y en qué se gastaron.
De acuerdo con el informe del segundo trimestre de la Secretaría de Hacienda, la Secretaría de Salud y el IMSS Bienestar que atienden a la población sin seguridad social, tenían previsto un presupuesto de 92 mil millones de pesos para el periodo enero a junio, pero sólo gastaron 76 mil millones de pesos, lo que representa un subejercicio de 16.8 %; es decir, no gastaron lo previsto, de acuerdo con un análisis del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP).
Además en el reporte sobre las variaciones del gasto, Hacienda explica que los cambios presupuestales en la Secretaría de Salud fue porque no hubo asignación de recursos al programa “Atención a la Salud y Medicamentos Gratuitos para la Población sin Seguridad Social Laboral, debido a su resectorización al ‘Ramo Entidades no Sectorizadas’; así como menor gasto al programa Atención a la Salud”.
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Al revisar el ‘Ramo de Entidades no Sectorizadas’ efectivamente se registra un aumento presupuestal, que está justificado por el “mayor gasto al programa de Atención a la Salud de Personas sin Seguridad Social, y asignación de recursos a los programas: La Clínica es Nuestra; y Proyecto de Infraestructura Social de Salud”.
En este semestre, el presupuesto en salud está priorizando el nuevo programa “La Clínica es Nuestra” del IMSS-Bienestar que, según información oficial, busca mejorar las condiciones de infraestructura y equipamiento de 11 mil 947 centros de salud de todo el país.
De acuerdo a lo que ha explicado Zoé Robledo, titular del IMSS-Bienestar, en este programa se identifican las necesidades a partir de asambleas realizadas por Comités de Salud para el Bienestar, en los que participa la propia comunidad: un presidente, secretario, tesorero, vocal de salud, vocal de saneamiento, de nutrición y de educación para la salud.
“Dichos comités recibirán los recursos para ejercerlos y verificar que se lleven a cabo de la mejor manera. Los ciudadanos que integran los comités decidirán en asambleas las acciones de mejora en infraestructura y equipo médico en sus centros de salud”, explicó Robledo en abril pasado en la conferencia presidencial.
Hasta junio pasado, el gobierno había entregado mil 969 millones de pesos a tres mil 552 Comités de Salud para el Bienestar en ocho estados que transfirieron servicios de salud a IMSS-Bienestar.
Entre las entidades que recibieron los recursos está la Ciudad de México, con 154 millones de pesos para 212 Comités de Salud para el Bienestar. En el Estado de México se instalaron mil 74 comités que recibieron 648 millones 800 mil pesos.
En Morelos recibieron 120 millones de pesos; Puebla recibió 429 millones de pesos; Tlaxcala, 88 millones de pesos; Hidalgo, un millón 200 mil pesos; Nayarit, 137 millones de pesos; Colima, 59 millones de pesos.
Mientras que Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Quintana Roo, Campeche y Tabasco, recibieron 2 mil 431 millones de pesos.
Se trata de un modelo similar al programa “La Escuela es nuestra” que, pese a haber entregado más de 80 mil millones de pesos durante el sexenio ha sido señalado por operar sin mecanismos que permitan comprobar en qué se usan los recursos entregados a las escuelas y cómo se decide el gasto.
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De acuerdo con una investigación de Animal Político y Data Cívica, hasta 2022 los apoyos sólo habían llegado al 36 % de los planteles del país y las autoridades desconocían cómo se gastaron más de 23 mil millones de pesos de presupuesto público.
El análisis realizado a los padrones del programa de 2019 y 2021 se confirmó que en algunos municipios beneficiaron a más escuelas de las existentes, de acuerdo con datos públicos y actualizados del Sistema Interactivo de Consulta de Estadísticas Educativas de la SEP.
Ya está en Netflix la última adaptación al cine de la famosa novela mexicana. Una obra que supo identificar elementos centrales de la vida y la idiosincrasia de los mexicanos. Acá te explicamos por qué Pedro Páramo terminó siendo tan ilustrativa de este país inabordable.
Y está luego porque, si bien es una de las tres o cuatro novelas insignes mexicanas, Pedro Páramo no entra en los moldes y códigos usuales de la literatura: es compleja, ambiciosa, enigmática, intensa. Y por eso, muy mexicana.
Ahora la novela, precursora del llamado “boom latinoamericano” y descrita por Jorge Luis Borges como “una de las mejores de las literaturas de lengua hispánica, y aun de la literatura”, llegó al cine.
Es la cuarta vez que se intenta una adaptación cinematográfica de la novela. Se hizo en 1966, 1978, 1981. Y la nueva es, probablemente, la más ambiciosa.
La produjo Netflix. La dirigió Rodrigo Prieto, un reputado cinematógrafo mexicano. La escribió Mateo Gil, un laureado guionista español. Y ha generado, como era de esperarse, críticas y elogios enérgicos, porque el reto es mayúsculo, casi inabordable.
Este es un libro colosal de solo 132 páginas. Propone un abordaje profundo, amplio y trascendental de México. Lo hace con innovaciones conceptuales, narrativas y visuales.
Y es tan emblemático porque expuso facetas de la mexicanidad que quizá hoy parecen obvias, pero que en los años 50 se estaban empezando a identificar, y hoy siguen vigentes.
Rulfo, en parte por su condición de huérfano, de víctima de guerras civiles, de curioso viajero, supo no solo identificar, sino mágicamente exponer cinco de las facetas de México que acá recogemos de manera breve.
Como le muestran al mundo cada 1 y 2 de noviembre, los mexicanos tienen una íntima relación con la muerte: la acogen, la honran, la tienen en cuenta.
Y Pedro Páramo es, sobre todo, una novela de fantasmas.
La premisa de la novela es más o menos esta: el joven Juan Preciado viaja al pueblo de Comala tras la muerte de su madre en busca de su padre, Pedro Páramo, un cacique y patriarca en tiempos de guerra civil que sufre una pena de amor.
Preciado, alucinado y confundido, se encuentra con personajes que, como el pueblo, parecen estar en tránsito hacia la muerte.
Juan Villoro, un escritor mexicano, explicó en una conferencia de 2016 sobre el tema en el Colegio Nacional mexicano: “Los fantasmas de Rulfo no son para dar miedo, sino fantasmas en pena, ánimas que están tratando de llegar al más allá, y no llegan (…) Los fantasmas de Rulfo, al ser pobres, son fantasmas de verdad”.
Preciado busca a su padre, pero en el camino se da cuenta que está en el mismo tránsito que los personajes que se topa.
“Ha atravesado —elabora Villoro— el río de la inmoralidad y pasa la historia buscando un segundo río que le conceda la muerte, la muerte como bendición (…) Los personajes esperan no solo una muerte física, sino también una muerte que los redima moralmente”.
Una muerte, pues, entendida a la mexicana.
Pedro Páramo es, también, una novela sobre la realidad social de un país.
Julia Santibáñez, escritora y gestora cultural, explica: “Rulfo sufrió las consecuencias de la guerra y fue víctima de la economía que surgió de las guerras (…) La pobreza, la exclusión y la violencia no son solo temas que le importan, sino que vivió y que están en la novela de manera tentacular, en cada página”.
Los padres del escritor murieron cuando él tenía menos de 10 años en plena Guerra Cristera por las reformas liberales de una revolución que recién terminaba. Rulfo se crio en orfanatos, no fue a la universidad y trabajó en la burocracia del Estado y fundaciones, cargos que le permitieron viajar y ver el país de primer mano.
Volvemos con Villoro: “Rulfo plantea una historia de aquellos que han sido expulsados de la historia de los hechos. Son tan pobres, están tan desposeídos, que ni siquiera tienen derecho a que nada les suceda: no tienen propiedad, destino propio ni historia”.
Esta es una novela sobre los excluidos. Una obra sobre un país de pobres. Una realidad social que en 70 años ha cambiado, pero que en muchos sentidos sigue igual: hoy, uno de cada tres mexicanos es pobre y la desigualdad está entre las cinco más agudas del mundo.
La novela, según Villoro, “nos hace preguntarnos cuántos mexicanos están en la condición de expulsados de la historia”.
Hay expresiones de los personajes de Pedro Páramo que, aunque sea inventadas por Rulfo, parecen sacadas de la calle en cualquier rincón de México.
Santibáñez explica que Rulfo “puso el centro de gravedad en el lenguaje y creó un lenguaje que se parece al del campo, pero que no es estrictamente igual y podríamos morir pensando que es el lenguaje del campo”.
Y esa, según Villoro, fue la clave de la gran innovación lingüística de la novela, porque “toma elementos del habla popular, pero lo recrea de tal manera que el habla popular se convierte en algo más auténtico que lo que dicen los campesinos (…) Es algo incluso más auténtico que el mundo de los hechos”.
Qué puede parecer más mexicano, así no lo sean del todo, que adjetivos como “desconchinflado”, o arcaísmos como “si consintiera en mí”, o frases involuntariamente poéticas como “tú que tienes los oídos muchachos”, o enunciados redundantes como “esto prueba lo que te demuestra”.
Los mexicanos tienen expresiones, dialectos, formas que revelan parte de su idiosincrasia: van desde expresiones simples como “a poco” y “qué crees” hasta construcciones complejas como “de tocho morocho” y “nos cayó el chahuistle”.
Y Rulfo, más que hacer el ejercicio periodístico de reportar las expresiones más mexicanas, creó otras tan originales, tan mundanas, tan cercanas, que parecen sacadas de la boca de cualquier habitante de este país.
La vida de Rulfo estuvo, no precisamente por razones felices, en constante movimiento: cuando joven vivió en varias partes del diverso estado de Jalisco, pasó tiempo en Guadalajara y Ciudad de México y, ya adulto, recorrió el país como parte de sus labores como burócrata, investigador y fotógrafo aficionado.
Gracias al movimiento conoció las regiones de México, un país que tiene todo tipo de ecosistemas, pero que en su mayoría se conoce como un espacio seco, árido, caliente e inhóspito.
Dice Villoro que Comala, el pueblo donde trascurre la novela, remite el comal, esa plancha de barro sobre la cual los mexicanos han cocinado sus alimentos durante siglos, porque se trata de un lugar caliente y seco.
Famosa es esta frase de uno de los personajes: “Dicen que en Comala los que se mueren y se van al infierno regresan a Comala por su cobija”.
“Es un paisaje filtrado, indeciso, intermedio, inseguro; lo que ves está tamizado; hay nieblas, polvo, tolvaneras, humo, oscuridad, sombras que tienen eco”, explica Villoro.
Pero además de esta recreación precisa del espacio mexicano, Rulfo también hizo un análisis político sobre la tierra, que tras la revolución habría de ser distribuida equitativamente, pero la promesa se rompió.
“El reparto que hubo a consecuencia de la revolución fue terrible, porque se supone que se repartió para responder a las exigencias revolucionarias, pero luego se supo que eran arenales, tierras no cultivables como son las tierras de Comala”, señala Santibáñez.
Pedro Páramo es, también, un perfil crítico del hombre mexicano.
Un quinto elemento del retrato que hace Rulfo de México tiene que ver con la figura del patriarca en una sociedad machista: Pedro Páramo, el cacique en Comala, es padre de niños que no reconoce, revolucionario que traiciona la revolución y tirano que asesina a sus adversarios impunemente.
“No es que Rulfo tuviera una preocupación por el machismo o una mentalidad feminista, sino que identificó algo central de la personalidad del mexicano”, dice Santibáñez.
Alrededor del 40% de las familias mexicanas, según datos oficiales, carecen de una figura paterna. Eso ocurre hoy, pero viene de décadas atrás.
“Pedro Páramo es la figura del padre tiránico de la familia mexicana”, dice Villoro.
Y lo es por varias razones: porque abandona a sus hijos, porque administra el poder de manera arbitraria y traicionera y porque lleva el desamor de Susana San Juan de manera arrogante y arbitraria.
Una faceta que, en general, sigue vigente en la cultura mexicana, según Santibáñez: “Pedro Páramo bien le podría cantar a Susana una canción de Luis Miguel diciendo ‘tengo todo excepto a ti’”.
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