Agonizaba la conferencia mañanera número mil 440 del sexenio -la última en la que responderá preguntas el presidente Andrés Manuel López Obrador-, cuando de la segunda fila surgió una pregunta que le resultó incómoda: “¿Usted se ve con un hijo en la Presidencia? ¿Le gustaría?”.

El presidente, que ya había anunciado el final de la conferencia con su clásico “vámonos a desayunar”, se aferró al atril para revirar a la reportera Dalila Escobar de la revista Proceso.

“No, eso es futurismo corriente, barato, vulgar; cada quien tiene que labrarse su propio destino. Eso me lo preguntas porque así deben de estar pensando los editores de Proceso, que causa pena ajena que una revista con tanto prestigio, de un periodista que Fuentes llegó a decir que era el Zarco del siglo XX, terminara como está, convertido en una revista amarillista, dedicada, entregada por completo al conservadurismo”.

“En general no ve que haya posibilidades…?”, insistió la reportera, en alusión a Andrés López Beltrán, hijo del presidente que recientemente se acaba de integrar al Comité Ejecutivo Nacional de Morena como secretario de Organización.

En su penúltima conferencia mañanera, el presidente cerraba la ronda de preguntas y respuestas con una nueva diatriba en contra de los medios que no le gustan, usando para ello su conocida relación con el periodista Julio Scherer García, fundador de Proceso y fallecido en 2015, con quien AMLO presume una larga amistad. 

“Lo lamento muchísimo, de veras, porque conocí a don Julio, nos quisimos mucho, y esa revista en su tiempo era defensora de los intereses del pueblo y se enfrentaba al poder autoritario, y ahora se convirtió en un boletín del PAN; es como si fuese el Reforma”, prosiguió el primer mandatario.

“¿Por qué le molesta, presidente?”, insistió la periodista.

“¿Pero por qué se molesta… qué tiene de malo?”, alcanzó a interrumpirlo la reportera.

“Ah, por eso, porque me molesta mucho todo aquello que signifique mantener un régimen de corrupción, y eso es lo que han hecho ustedes, afianzar… o querer, porque no pudieron eh, nos hicieron lo que el viento a Juárez”, cerró el presidente.

Así fue la última mañanera de AMLO con preguntas y respuestas

En su último viernes como presidente, López Obrador ofreció su penúltima conferencia mañanera, la número mil 440, según el conteo que él mismo dio el pasado 1º de septiembre, en su último informe de gobierno.

El Salón Tesorería, en el ala norte de Palacio Nacional, lucía más lleno de lo habitual, con reporteras y reporteros de la mayoría de los medios nacionales; periodistas que trabajan en canales independientes, reporteros de los estados que viajan expresamente para acudir a la conferencia, youtubers y “comunicadores alternativos” que han sido protagonistas de polémicos episodios en los últimos seis años.

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Cerca de las 7:20 horas, el presidente apareció con su habitual grito de “¡ánimo!”, que fue respondido por unos cuantos de los presentes.

Apenas tocó el atril, el presidente anunció que ésta sería la última conferencia con preguntas y respuestas, pues la del lunes 30 de septiembre -su último día de gobierno- será solamente para leer un mensaje y realizar un convivio con la fuente presidencial.

“Ya es sólo fiestón y bailongo”, bromeó.

Lo acompañaban, en esta última comparecencia ante la prensa, Román Meyer, secretario de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano; Jorge Nuño, secretario de Comunicaciones y Transportes; Alberto Becerra, director del Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado; Marath Bolaños, secretario del Trabajo, y Zoé Robledo, director del IMSS. Los dos últimos ocuparán los mismos puestos en la próxima administración.

Y estaban también María Elena Álvarez-Buylla, directora del Conahcyt, y Pedro Salmerón, director del Archivo General Agrario, dos de los funcionarios más polémicos de la autodenominada 4T.

Antes de las preguntas y respuestas -la última tanda del sexenio-, el presidente informó que 22 Congresos estatales ya habían avalado la reforma constitucional que otorga el mando de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, y aprovechó para hacer una defensa de la polémica reforma.

Genio y figura, López Obrador se lanzó contra críticos de derecha e izquierda por igual.

El dirigente panista Marko Cortés, los expresidentes Felipe Calderón y Ernesto Zedillo, el historiador Enrique Krauze y el escritor Héctor Aguilar Camín estuvieron entre los mencionados de la conferencia.

Pero además de los villanos habituales, el presidente se lanzó también contra los “conservadores disfrazados de progresistas” que critican la militarización del país.

“En este periodo hemos logrado quitar las máscaras, y no lo hemos hecho sólo nosotros, sino les ha salido lo facho a muchos que navegaban, que aparentaban ser progresistas. Porque es un momento de transformación no hay justo medio, hay que definirse, y ayudó muchísimo este proceso de transformación a que se acabara prácticamente con la simulación. Ya no hay aquello de que ‘yo soy independiente’, ‘yo soy de la sociedad civil’, cuando en realidad eran conservadores. 

“Decía Ocampo: ‘los moderados no son más que conservadores más despiertos’. Traen un discurso progre, engañabobos, pero cómo hicieron daño”, añadió el presidente, en una alocución dirigida lo mismo a quienes acompañaron el jueves la marcha de las madres y padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa, que a los defensores del Inai y otros organismos constitucionales autónomos, que van a desaparecer en cuanto se apruebe la reforma constitucional que procesa la mayoría legislativa de Morena.

Tres horas, cinco preguntas

Según los usos y costumbres de la mañanera, las primeras dos filas para reporteras y reporteros fueron ocupadas este viernes por quienes ganaron el sorteo que cada madrugada, después de las 6:00 horas, se lleva a cabo en los Patios Marianos del Palacio Nacional.

Después de la pandemia, en el ritual matutino se estableció que, para preguntarle al presidente, hay que llegar temprano, meter un papelito en una caja de plástico y esperar a que la suerte asigne uno de los ocho lugares de la primera fila, o si acaso las ocho sillas de la segunda.

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Aún así, en la penúltima conferencia -la última con preguntas y respuestas- sólo cinco comunicadores pudieron hacer uso del codiciado micrófono.

La primera fue de Yesenia Peralta, de una revista llamada Business Energy, que sólo usó la palabra para agradecer las mañaneras y elogiar que sea “el informativo con más rating del país”.

El periodista Ernesto Ledezma, de Rompeviento TV, hizo incisivas preguntas que, nuevamente, se quedaron sin respuesta, como la del papel del exsecretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, en el encubrimiento al Ejército en el caso Ayotzinapa durante la pasada administración.

Sin embargo, Ledezma logró arrebatarle al presidente el compromiso de buscar -en las menos de cien horas que le quedan a su administración- un acuerdo reparatorio que permita la libertad de Kenia Hernández, activista indígena acusada por la SCT y CAPUFE por la toma de casetas durante protestas de comunidades indígenas y que purga una condena de 10 años en el temible Cefereso 16.

César Huerta, de la revista Polemón -fundada por Jaime Avilés-; Omar Niño, quien sólo dijo venir de San Luis Potosí, y Liliana Piña, de A Tiempo y Puente Libre, medios digitales de Chihuahua, hicieron peguntas que permitieron al presidente consumir el tiempo en anécdotas, críticas a sus adversarios, agradecimientos al pueblo que siempre lo respaldó y sus frases hechas -mil veces ensayadas- que tal vez no volverán a escucharse en Palacio Nacional.

“No se reprimió, no se masacró a nadie, no hubo masacres, no hubo censura, no se persiguió a nadie”, dijo, para presumir, de inmediato, que nunca ordenó correr a nadie del Canal Once -por ejemplo-, donde según sus cálculos el 80 por ciento de quienes tienen un espacio son “defensores del conservadurismo rancio, puro facho o de pensamiento conservador”.

“Yo tengo que agradecer al Creador y a la suerte de que no cometí muchos errores; sí se cometieron errores, pero no muchos, porque los errores nuestros se magnificaban, ¡pero con todo!”, exclamó en una nueva defensa de su gestión.

“Nada más que el pueblo es mucha pieza, y aquí la gente empezó a tomar consciencia o, mejor dicho, retomó sus convicciones, se dio cuenta de que iba ser tremendo, terrible el que se impusiera el conservadurismo, porque son nefastos, repito, hipócritas, corruptos, autoritarios, clasistas, racistas. Y entonces el resultado de la elección pasada aquí en la ciudad fue completamente distinto a lo que sucedió en la elección intermedia del 2021”, enumeró, cuando habló del resultado electoral del pasado 2 de junio en la capital del país.

El resto de las preguntas ya se le tuvieron que hacer a gritos, desde gayola.

La situación de los mexicanos que están en Líbano en la nueva crisis de Medio Oriente; los estragos del huracán en Acapulco; su agenda de los últimos días; si aún duerme en Palacio Nacional; si el 1º de octubre sale de Palacio o de su casa para entregar la banda presidencial; los temas que va a tratar con los jefes de Estado que sí vienen a la toma de protesta de Claudia Sheinbaum; la inauguración de un puente en Tijuana… fueron algunos de los temas que, como bolas rápidas, el presidente bateó, cuidándose de no sacar la pelota del diamante.

‘Adiós, adiós’

Pero, entre los gritos, se coló la pregunta de Proceso, que lo hizo salir de la caja de bateo. 

Aunque la reportera no mencionó el nombre de Andrés López Beltrán, la sola referencia a una probable candidatura presidencial de su hijo le borró la sonrisa a López Obrador, quien mostró el rostro duro que usó en muchas mañaneras.

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“Eso es futurismo corriente, barato, vulgar”, dijo, desencajado.

Quizás para no cerrar sus “diálogos circulares” con ese trago amargo, el presidente decidió tomar otra bola ensalivada.

“¿Qué aprendizaje o lección se lleva de su etapa como presidente?”, le gritaron a bocajarro.

“Que el pueblo de México es amoroso, amoroso, que es el mejor pueblo del mundo, nuestro pueblo”, respondió.

“¿Qué les aconseja a los jóvenes políticos?”, le cuestionaron desde otra silla.

“Que le tengan siempre mucho amor al pueblo. Y si no alcanzan a querer al pueblo, que cuando menos lo respeten, que no lo ofendan, que no lo ninguneen”, dijo.

El presidente se apartó del atril, se despidió con un sonoro “¡adiós, adiós!”, se cortó la transmisión y se apagaron las luces.

La liturgia mañanera llegó a su fin.