Sin desmarcarse de AMLO, la presidenta Sheinbaum esboza sus primeras cien acciones de gobierno
Para entender mejor
Por un momento, Claudia Sheinbaum privilegió la cortesía, dejó los reclamos para después y, antes de portar la banda presidencial, caminó hasta el lugar en donde estaba Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, le extendió la mano y le dio un beso en la mejilla.
Fue un saludo respetuoso de la Presidenta de la República a la titular del Poder Judicial, que fue presenciado silenciosamente por Andrés Manuel López Obrador, quien aún portaba la banda presidencial y las observaba sin hacer gesto alguno.
A diferencia de Sheinbaum, el hoy expresidente decidió no saludar a Norma Piña cuando llegó a la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados para la ceremonia oficial de investidura de la primera mujer que ocupará la Presidencia de México.
Pero el saludo entre Sheinbaum y Piña no fue un “borrón y cuenta nueva” en la relación entre los dos Poderes de la Unión. Al tomar el micrófono, en su primer discurso ya como presidenta y frente a la ministra, Sheinbaum no matizó el discurso de su antecesor, defendió la recién promulgada reforma constitucional y afirmó: “queremos que se termine la corrupción en el Poder Judicial”.
En el Pleno de San Lázaro, diputados y senadores de Morena y los partidos aliados corearon: “¡Sí se pudo!, ¡Sí se pudo!”. Afuera, a unas cuadras de la Cámara de Diputados, rodeados por vallas de acero que les impidieron el paso, trabajadores del Poder Judicial protestaban por la reforma que López Obrador firmó en el día de la Independencia, antes de dejar el poder.
“Si el objetivo hubiera sido que la presidenta controlara la Suprema Corte, hubiéramos hecho una reforma al estilo (de Ernesto Zedillo). No. Eso es autoritarismo, nosotros somos demócratas”, lanzó la presidenta, mientras Norma Piña la observaba inexpresiva.
La escena marcó el primer día del sexenio de Claudia Sheinbaum, un día histórico y cargado de simbolismos, en el que la nueva titular del Ejecutivo pidió a todas y todos pronunciar la palabra presidenta, con a al final, pues “lo que no se nombra no existe”.
Reconocimientos a AMLO, de principio a fin
Ante legisladoras y legisladores congregados en sesión de Congreso General en el Palacio de San Lázaro; integrantes del nuevo gabinete, su familia y la presencia de 105 representantes políticos internacionales, Claudia Sheinbaum dedicó los primeros párrafos de su primer discurso a Andrés Manuel López Obrador, a quien definió como “el dirigente político y luchador social más importante de la historia moderna”.
Pese a las impugnaciones a la elección del 2 de junio y las quejas por una supuesta “elección de Estado”, las bancadas de la oposición no protestaron, no gritaron consignas en contra de Sheinbaum o de López Obrador. Tampoco aplaudieron ni se levantaron de sus asientos.
En 44 minutos, Claudia Sheinbaum esbozó de manera general los ejes que guiarán su gobierno, siempre a partir de la consolidación de lo hecho por el político tabasqueño: “el segundo piso de la cuarta transformación”, como lo ha denominado desde que era candidata.
Y, aunque ya portaba la banda tricolor, pareció que aún no creía ser la presidenta de México, pues mientras hablaba de la soberanía y suficiencia alimentaria se refirió a López Obrador como “presidente”.
Un desliz que corrigió rápidamente, pero que repitió y explicó horas más tarde, en su discurso en el Zócalo de la Ciudad de México.
En la segunda parte de su discurso en la ceremonia oficial, Sheinbaum reivindicó a todas aquellas mujeres invisibilizadas y resaltó la importancia de que, después de 65 presidentes hombres, ahora sea una mujer la que encabece el rumbo de la nación.
“Soy madre, abuela, científica y mujer de fe. Y, a partir de hoy, por voluntad del pueblo de México, la presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Gobernaré para todos y para todas, y tengan la certeza de que pondré mi conocimiento, mi fuerza, mi historia y mi vida misma al servicio del pueblo y de la patria. Tengo la certeza de que consolidaremos juntas y juntos un México cada día más próspero, libre, democrático, soberano y justo. No les voy a defraudar. Les convoco a seguir haciendo historia”, dijo antes de cerrar su discurso con una arenga más partidista que republicana: “¡Que viva la cuarta transformación!”.
Luego se acercó a Ifigenia Martínez, la luchadora política que, a sus 94 años, acudió con tanque de oxígeno a presidir la sesión, como un símbolo de resistencia y lucha. Cariñosamente, Sheinbaum besó en la frente a la diputada presidenta del Congreso.
Por primera vez, tres mujeres presiden los tres Poderes de la Unión: Norma Piña, quien presenciaba la escena desde el costado derecho de la mesa, Claudia Sheinbaum, que sonreía orgullosa, y la maestra Ifigenia, quien pidió auxilio para mantenerse de pie en el momento más emotivo de la ceremonia.
Antes de que todo concluyera, Sheinbaum se dirigió a López Obrador, ya despojado de la banda y del poder presidencial, para darle un último abrazo.
Él bajó las escaleras de la tribuna y se perdió entre el mar de diputados y senadores oficialistas que, celular en mano, buscaban afanosamente tomarse “selfies”. Hasta el cierre de esta edición, no se conocía el paradero del expresidente.
Ella aguardó unos minutos en la Mesa Directiva y aceptó a tomarse fotos, saludar y recibir los abrazos de sus simpatizantes y compañeros de partido.
En esos momentos, ocurrió otro beso que marcaría la jornada: el que ella le dio en la mano al senador del Partido Verde, Manuel Velasco, quien se acercó a la tribuna a saludarla, estiró su brazo y dejó que la presidenta le acercara la mano a los labios.
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El beso al exgobernador chiapaneco y dirigente del Verde -partido señalado por múltiples acros de corrupción en las últimas décadas- se hizo viral en redes sociales, y provocó una lluvia de críticas a la presidenta, la primera en un sexenio que apenas comienza.
Minutos después, Sheinbaum bajó al fin de la tribuna y, en medio del caos generado por legisladores convertidos en fans, salió escoltada por la comisión de cortesía, no sin antes saludar a una escolta integrada sólo por mujeres, quienes portaban la bandera de México.
En el tumulto, Sheinbaum no supo en dónde estaba su esposo, Jesús María Tarriba -con quien había llegado-, por lo que subió a su auto particular sólo con su coordinadora general de comunicación social, Paulina Silva.
Escoltada por camionetas del Ejército y la Guardia Nacional, se enfiló a Palacio Nacional para tomar protesta a su gabinete, ofrecer un almuerzo a los políticos internacionales que la acompañaron en su investidura y, hacia las 16:00 horas, encabezar la ceremonia programada como “toma de protesta ante el pueblo de México”, que incluía recibir el bastón de mando de manos de representantes de los 70 pueblos originarios y comunidades afroamericanas que existen en el país.
“Déjeme ofrecerle mi copalito”
Aunque se tenía previsto que la presidenta Claudia Sheinbaum ofreciera su primer discurso público en el Zócalo de la CDMX después de las 17:00 horas, la amenaza de lluvia provocó que una hora antes se abrieran las puertas de Palacio Nacional, de donde salió Sheinbaum tomada de la mano de su esposo y enfundada en el mismo vestido color hueso, confeccionado por artesanas oaxaqueñas, que lució en la ceremonia oficial en San Lázaro.
Como hizo AMLO el 1 de diciembre de 2018, Sheinbaum participó de un ceremonial prehispánico, atestiguado por los 400 mil asistentes que, según datos del Gobierno capitalino, colmaban el primer cuadro.
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Alrededor de 70 mujeres indígenas de diferentes rodearon a Sheinbaum, levantaron los brazos, invocaron los cuatro rumbos y el centro del universo, quemaron copal e hicieron sonar instrumentos autóctonos cuando el bastón de mando quedó en manos de la nueva presidenta.
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La mujer indígena que encabezaba la ceremonia tuvo que interrumpir su discurso porque su voz se quebró mientras bendecía a la presidenta.
“Hermanita Claudia, te bendecimos. Y con este copalito te decimos que nuestro dador de la vida, nuestro padre y madre te bendigan en este trabajo tan importante para los mexicanos, porque tenemos esperanza en ti, porque estamos aquí para…”.
Abrazó a Sheinbaum y con la voz quebrada, agregó: “déjame ofrecerte mi copalito. Que dios te bendiga, Claudia”.
Hecho de cedro rojo, Sheinbaum recibió el bastón de mando con el que los pueblos indígenas la reconocen como su legítima gobernante.
Lo empuñó con su brazo izquierdo mientras los asistentes corearon: “¡presidenta!”, ¡presidenta!”.
“Tenemos un buen maestro”
Fue su día, una tarde histórica para las mujeres de México y de América Latina; sin embargo, las referencias a Andrés Manuel López Obrador fueron permanentes, y la evocación del líder fundador del partido-movimiento fueron hechas por la propia Sheinbaum, quien comenzó su discurso del Congreso hablando del desafuero al tabasqueño, y cerró el del Zócalo recordando las enseñanzas del “buen maestro”.
Durante su discurso en el Zócalo capitalino, el cual duró una hora y 8 minutos, la presidenta hizo referencia a López Obrador en 10 ocasiones.
“El día de hoy inicia el Segundo Piso de la Cuarta Transformación de la vida pública de México. Sabemos que hay la primera transformación, la Independencia; la segunda, la Reforma; la tercera, la Revolución mexicana; y la cuarta, iniciada por el mejor presidente de México, Andrés Manuel López Obrador”, dijo al inicio.
Después, siguiendo sus pasos, pidió paciencia a los presentes porque, “así como lo hizo Andrés Manuel López Obrador”, haría 100 compromisos con el pueblo de México.
Las demás referencias que hizo tuvieron que ver con el legado de AMLO, por ejemplo, los programas sociales, sus obras como el Tren Maya, y sus frases que repitió durante el sexenio: “con el pueblo todo, sin el pueblo nada”, o “la paz es producto de la justicia”.
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En el Zócalo también ofreció gobernar para todas y todos, pero tampoco tendió la mano a sus opositores, cuyos dirigentes no fueron invitados a la comida en Palacio Nacional, ni mencionados en el segundo discurso del día.
En la zona de invitados especiales estaban el gabinete legal y ampliado, gobernadores y gobernadoras de la 4T, legisladores, presidentes municipales, dirigentes de Morena, el Verde y el PT, y hasta “influencers” y “yutubers” asiduos a las mañaneras de AMLO. Pero ningún representante de los partidos de oposición.
Como lo hizo en la Cámara de Diputados, Sheinbaum cerró su discurso comprometiéndose a seguir haciendo historia, diciendo que no va a fallar y lanzando un “¡que viva la cuarta transformación!”.
Semana de 40 horas, sí; reelección y nepotismo, no
Escoltada de las representantes de los pueblos indígenas -todas ellas mujeres- Sheinbaum tomó el micrófono y dio a conocer los 100 compromisos con el pueblo de México.
Aunque en su mayoría se trató de promesas que había dado a conocer durante su campaña, algunas fueron nuevas, por ejemplo, impulsar la jornada laboral de las 40 horas, una sentida petición de los trabajadores y que, a pesar de haber un dictamen listo, no ha sido discutido por el poder Legislativo.
Incluso, la propia Sheinbaum había hecho saber durante la transición que no era una reforma prioritaria. Posición que también había aclarado Ricardo Monreal, coordinador de los diputados de Morena en la Cámara de Diputados.
No se trata de una reforma que se trabajará en el corto plazo, aclaró, pero “en acuerdo con las y los empleadores iremos alcanzando paulatinamente en el sexenio la semana de las 40 horas”, anunció.
Este mismo mes, adelantó, enviará una la ley para garantizar la obligatoriedad de la seguridad social para las y los trabajadores repartidores de aplicaciones telefónicas.
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Aunque de momento la reforma electoral no está contemplada, pues en distintas ocasiones ha manifestado que se debe analizar más profundamente cómo hacerla, Sheinbaum anunció que no solo va en contra de la reelección, sino también del nepotismo.
“Enviaremos una iniciativa de reforma constitucional para recuperar el principio democrático de no reelección, para que a partir del 2030 ningún puesto de elección popular pueda ser reelecto (…) ni presidentes municipales, ni senadores, ni diputados. Impulsaremos la prohibición de suceder a un familiar directo en los cargos de elección popular, no al nepotismo”, lanzó, lo que generó aplausos y gritos de aprobación por parte de los asistentes.
Igualmente, y tal como lo marca la Constitución, dijo que en 2027 se someterá a la revocación del mandato.
Las personas desaparecidas, fuera de su agenda
Al igual que sucedió en el gobierno del expresidente Andrés Manuel López Obrador, en los compromisos hechos por Claudia Sheinbaum quedaron fuera las madres buscadoras.
Esto, a pesar de haber presentado una ambiciosa agenda en favor de las mujeres, por ejemplo, reformas para garantizar la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres, igualdad salarial y un sistema nacional de cuidados.
En los 100 puntos enlistados solo se comprometió a seguir “trabajando con los familiares para alcanzar la verdad y la justicia hasta encontrar a todos los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa”, un pendiente que le heredó López Obrador quien al inicio de su sexenio se había comprometido a investigar a fondo la desaparición de los jóvenes, conocer la verdad y castigar a los responsables.
Durante el gobierno de López Obrador desaparecieron 51 mil 791 personas, el 44.8% de las 115,591 víctimas de esta tragedia.
La seguridad, su último compromiso
La seguridad en el país, una de las peticiones más sentidas de la población fue mencionada por la presidenta Claudia Sheinbaum en la parte final de su discurso. Fue el compromiso número 100.
No se comprometió a nada en concreto. Evitó las cifras y las promesas particulares, al tiempo que negó que la recién aprobada reforma que incorpora a la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional signifique que se está militarizando el país.
“Para los que critican que esto es militarización, falso, en nuestro país no hay Estado de excepción, no hay violaciones a los derechos humanos, lo que hay ahora con la Cuarta Transformación es más democracia, más libertades y un verdadero Estado de derecho que vamos a construir con el cambio en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Poder Judicial”, defendió.
“Además, la comandanta suprema de la Fuerzas Armadas es una civil y es mujer, y nunca vamos a dar una orden para reprimir al pueblo de México”, agregó.
La atención a las causas, el fortalecimiento de la Guardia Nacional, inteligencia e investigación, y coordinación, subrayó, serán los ejes principales de su estrategia, misma que presentará en los próximos días.
A las 6 de la tarde todo había concluido. La presidenta salió de Palacio Nacional y llegó a su departamento. Ahí durmió, al menos esta noche.
