Durante la gestión de David Colmenares al frente de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), ha disminuido la realización de auditorías forenses, un tipo de investigación en el que el organismo realiza “una revisión rigurosa y pormenorizada de procesos, hechos y evidencias, con el propósito de documentar la existencia de un presunto acto irregular”.
Entre 2019 y 2022, la ASF realizó el menor número de auditorías forenses en los últimos 10 años. Mientras en la administración del anterior auditor, Juan Manuel Portal, se realizaban entre 10 y 15 auditorías forenses por año, en la de Colmenares han sido menos de 10 e incluso, en 2021, no hubo ninguna, de acuerdo con la revisión del Programa Anual de Auditorías de 2013 a 2022.
Las auditorías forenses, en algunos casos, son el preámbulo a una denuncia penal que la ASF puede interponer al encontrar evidencia de un presunto delito. Sin embargo, las denuncias penales de los últimos cinco años se han concentrado en irregularidades del sexenio pasado. El único caso denunciado del gobierno actual es el desvío ocurrido en Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), organismo creado en esta administración y cuyo exdirector, Ignacio Ovalle, aún mantiene un cargo público; actualmente, está al frente del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (Inafed).
En la revisión de la Cuenta Pública de 2022, el plan de auditorías contempla realizar 10 auditorías forenses, pero ninguna de ellas será al gobierno de López Obrador, sino únicamente a los estados que recibieron recursos de la Federación para la construcción de infraestructura social y participaciones federales. Se trata de la primera ocasión en una década en que no habrá ninguna auditoría forense a alguna área del gobierno federal en funciones.
Este viernes, cuando el auditor Colmenares entregó el primer informe de la Cuenta Pública de 2022, la diputada de Morena Inés Parra le llamó “tapadera” de actos de corrupción. “Está el tema del Tren Maya, el tema de la Conade, que es lo más reciente y que no se está investigando”, reclamó.
Incluso, durante el acto protocolario, la legisladora se levantó de su lugar y se dirigió a Colmenares, a quien le entregó una cacerola y le pidió que la abriera.
“Destape, auditor tapadera. Destape la cloaca de la corrupción. Aquí se lo dejamos. Mire, destápelo. Usted, destápelo, sin miedo. ¡Destape la cloaca!”, insistió.
Colmenares no lo hizo, pero ella sí. Dentro de la cacerola había ratones de plástico que dejó frente al auditor.
Más tarde, la diputada Parra aseguró: “Quedó muy claro el símbolo de que él va a seguir tapando a todos los ratones de diferentes niveles de gobierno. Es lamentable lo que está pasando en nuestro país y, lamentablemente, que los diputados de esta Cámara no están exigiendo las denuncias de hechos ante la Fiscalía Anticorrupción, porque tienen mucho rezago el auditor”.
En el informe de la Cuenta Pública de 2022, la Auditoría solo detectó irregularidades y un monto por aclarar que asciende a 61.5 millones de pesos, mucho menor a lo detectado en otros años.
Hoy, antes de que el auditor superior de la Federación, David Colmenares, empezara a presentar el informe de la Cuenta Pública 2022, la diputada Inés Parra, de Morena, interrumpió la sesión y lo acusó de ser “tapadera” de actos de corrupción. pic.twitter.com/qNxWEq7iF5
— Animal Político (@Pajaropolitico) June 30, 2023
Las auditorías forenses fueron aplicadas para revisar a las universidades públicas que prestaban supuestos servicios a la Secretaría de Desarrollo Social en 2013 y 2014, por lo que la Auditoría alertaba de la violación a la Ley de Adquisiciones, porque las instituciones educativas subcontrataban a empresas para hacer más de 90% de los servicios.
Dichas auditorías fueron retomadas en La Estafa Maestra, la investigación periodística que demostró que más 3 mil millones de recursos públicos fueron desaparecidos a través de un mecanismo de corrupción en el que 11 dependencias de gobierno subcontrataron a ocho universidades, pero estas a su vez subcontrataban a empresas fantasma que no podían cumplir con los supuestos servicios.
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En 2019, prácticamente el primer año de gestión de Colmenares, la Auditoría solo hizo nueve auditorías forenses, pero al año siguiente la cantidad bajó aún más, a seis, el menor número registrado en 10 años; para 2021, no hubo ni una auditoría de este tipo.
Regularmente, las auditorías forenses se realizan al gobierno federal y en específico a tareas de desarrollo social y desarrollo económico, pero en 2022, por primera vez, este tipo de revisiones no incluirá ni un rubro del gobierno federal, sino únicamente los estatales.
Se harán tres auditorías forenses al rubro de Infraestructura social, participaciones federales, y cinco más en Participaciones federales y otros.
Con la llegada de Colmenares en 2018, fue desmantelado el equipo de Auditoría Forense encabezado por Muna Dora Buchain, quien dirigió las investigaciones a las universidades, a las que periodistas dieron seguimiento y documentaron sus hallazgos en La Estafa Maestra.
“Hay 36 bebés prematuros. Había 39, pero perdimos tres”, cuenta el doctor Marwan Abu Saada, jefe del departamento de Cirugía General en el hospital Al Shifa de la Ciudad de Gaza.
“Dos murieron cuando se fue la luz en el hospital debido a la falta de oxígeno. El tercero murió por gastroenteritis”.
Me habla por teléfono mientras soldados israelíes registran el sótano del mayor hospital de la Franja de Gaza. Israel acusa a la milicia palestina de Hamás de ocultar allí una de sus bases de operaciones y Estados Unidos dice contar con información de inteligencia que respalda esta acusación. Hamás lo niega.
La voz del doctor llega con dificultad por una precaria línea telefónica después de numerosos intentos de hablar con él. El equipo que atiende a los recién nacidos duerme estos días en el hospital junto a los bebés.
El doctor, su equipo y los bebés se han convertido en los últimos protagonistas del drama humano en Gaza, donde el Ejército israelí lleva a cabo una ofensiva en respuesta a los ataques de Hamás en territorio israelí del pasado 7 de octubre.
Los 36 bebés prematuros sobrevivientes tienen pesos que oscilan entre los 800 y los 1.200 gramos y el más pequeño tiene solo 28 semanas. El doctor Abu Saada explicó que el hospital no tiene noticia de ningún familiar, a los que resulta imposible ubicar en medio del caos de la guerra.
Según su relato , dos de los bebés, fueron llevados al hospital después que se los encontrara sin adultos al cargo después de un bombardeo.
Otros cuatro nacieron por cesárea cuando sus madres ya habían muerto.
“Usamos mantas térmicas como las que son habituales en las operaciones y las colocamos bajo los bebés. También, bombonas de oxígeno, aunque, por suerte, ahora solo dos bebés lo necesitan”, dice el doctor, sobre cómo cuidan a los pequeños.
El personal del hospital pidió reiteradamente que se habiliten corredores seguros para que los pacientes y profesionales puedan ser evacuados. Abu Saada alerta del riesgo de infecciones por las circunstancias en las que tienen que hacer su trabajo: “Hacemos todo lo que podemos para esterilizar los tubos de oxígeno, pero es difícil. Por eso estamos pidiendo que se evacue a los bebés“.
“Nuestros recursos son muy limitados. Ni siquiera tenemos agua. Para abrir la bomba de agua necesitamos tener energía. Solo podemos activarla cada seis horas, lo que se convierte en un enorme desafío. No tenemos agua para beber ni asearnos“, relata el doctor.
Los problemas para mantener la higiene ponen a los bebés en riesgo de enfermedades e infecciones.
“Tratamos de salvar la vida de estos bebés manteniendo la temperatura en la sala, alimentándolos y dándoles antibióticos si los necesitan”, asegura Abu Saada.
El médico asegura que reciben cuidados médicos constantes, pero que “no están en un ambiente adecuado”.
La falta de combustible ha dejado al hospital sin la electricidad que necesita para hacer funcionar las incubadoras.
Según el doctor, el depósito del oxígeno fue alcanzado por un proyectil y no hay combustible para hacerlo funcionar. “El bloqueo sobre Al Shifa nos impide reconstruir nada”, lamenta.
Hay entre 8 y 10 bebés en cada cama, con mantas térmicas para protegerlos del frío. “Si hace frío, si no hay electricidad, los cubrimos con papel de aluminio para potegerlos. Son muy vulnerables a la enfermedad”, dice Abu Saada.
“Guardamos el poco combustible que tenemos y la poca energía que nos llega de paneles solares para no perder a los prematuros. Ahora se encuentran en el quirófano de cirugía cardíaca.
El Ejército israelí anunció el envío de incubadoras y comida para bebés. Abu Saada no sabe nada de eso y dice que lo que más necesitan es combustible para hacer funcionar las incubadoras.
Cuenta que el ataque de las tropas israelíes al hospital afectó al puente que comunicaba el edificio de Cirugía General con el Cirugía Especializada, por lo que muchos médicos no pueden moverse del lugar donde estaban cuando se inició.
“En los últimos cinco días hemos dejado de recibir prematuros. Los admitíamos antes de que el hospital fuera asediado, pero ahora no podemos porque no estamos en condiciones de proveerles del cuidado que necesitan”, explica el médico.
“No están en las incubadoras que los mantendrían a la temperatura adecuada”.
“Estoy en contacto a diario con el especialista de Medicina Neonatal para chequear a los bebés prematuros, pero hoy no ha sido posible conectar con el otro edificio”.
Los neonatos afrontan un futuro incierto. El personal del hospital matiene la esperanza de que algún día se pueda encontrar a sus familias.
Por ahora, yacen todos juntos con etiquetas en las que dice “hijo de” o “hija de” y el nombre de la madre, si se sabe quién es la madre.
Antes que el doctor Abu Saada, otros médicos del hospital me hablaron de cómo viven la situación allí.
Adnan al-Bursh, jefe del servicio de Cirugía Ortopédica, dijo que no pueden “ni mirar por las ventanas” mientras las tropas israelíes entran en el complejo.
El doctor Mohamed Obeid, un cirujano, contó que alcanzó a echar una mirada por las ventanas de los quirófanos y vio a unos siete soldados israelíes entrar por el centro de Medicina Interna y Diálisis.
“Todo el mundo entró en pánico mientras los soldados se llevaban todo de los sótanos. Antes de que llegaran, habíamos evacuado a los pacientes de la cuarta planta en el edificio de Cirugía General mientras era bombardeado y las paredes sufrían serios daños, con metralla por todas partes, dijo Obeid.
Obeid relató que un grupo de 15 médicos permanece en una sala en el edificio sin contacto con los otros tras la incursión israelí. Dijo que su grupo está “desconectado del mundo exterior”.
Editado por Kate Forbes
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