Donald Trump anunció el miércoles a Tulsi Gabbard, Marco Rubio, Pete Hegseth y Matt Gaetz como parte de su equipo en el gabinete de seguridad para su nuevo periodo como presidente de los Estados Unidos.
Estos nombramientos se dan luego de que el domingo Trump confiara el control fronterizo a Tom Homan, un defensor de la política de mano dura que ya estuvo al frente del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE).
Esta semana, Trump también anunció al empresario Elon Musk y al biotecnólogo Vivek Ramaswamy para dirigir el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE por sus siglas en inglés).
El latino Marco Rubio será el jefe de la diplomacia de su futuro gobierno.
Es una “voz muy poderosa para la libertad” y “un guerrero intrépido que nunca retrocederá ante nuestros adversarios”, dijo Trump en un comunicado sobre Rubio, quien se convertirá en el primer latino en ocupar el cargo.
Rubio, hijo de inmigrantes cubanos, es considerado “un halcón partidario de aplicar mano dura con China e Irán, apoya a Israel y quiere acabar con la guerra en Ucrania”.
En cuanto a América Latina, critica duramente al gobierno castrista de Cuba, al mandatario venezolano Nicolás Maduro y al nicaragüense Daniel Ortega.
En un comunicado, Rubio dijo que trabajará con Trump “todos los días para llevar a cabo su agenda de política exterior”.
En el pasado Trump y Rubio fueron rivales en las primarias republicanas de 2016.
Por aquel entonces, la relación entre ambos era execrable. El senador dijo de Trump que tenía las “manos pequeñas” y le llamó “estafador”. El magnate también se burlaba de él, con el apodo de “pequeño Marco”.
La relación fue mejorando durante el mandato presidencial de Trump, con quien trabajó sobre temas de América Latina.
Donald Trump nominó como directora de inteligencia nacional a la antigua demócrata Tulsi Gabbard, quien se ha opuesto al apoyo de Estados Unidos a Ucrania y se ha reunido con el presidente de Siria, Bachar al Asad.
El presidente electo republicano dijo que Gabbard, una veterana y otrora aspirante demócrata a la Casa Blanca, aportará “el espíritu intrépido que ha definido su ilustre carrera”.
Gabbard agradeció a Trump “la oportunidad de servir como miembro de su gabinete para defender la seguridad y la libertad del pueblo estadounidense”.
La excongresista hawaiana cambió de bando para apoyar a Trump a principios de este año, ayudándole en el debate contra Kamala Harris.
Gabbard hizo afirmaciones falsas en 2022 sobre la existencia de laboratorios biológicos patrocinados por Estados Unidos en Ucrania, parte de la propaganda rusa para justificar la invasión de ese año.
En 2019, Hillary Clinton dijo que Rusia estaba preparando a un demócrata estadounidense para que se presentara como candidato de un tercer partido, unos comentarios que aparentemente iban dirigidos a Gabbard. Ella lo desmintió.
Donald Trump nominó este miércoles a Matt Gaetz, un congresista muy controvertido y uno de sus escuderos más leales, como secretario de Justicia y fiscal general.
“Matt pondrá fin a la instrumentalización de nuestra administración”, estimó en su red Truth Social. El presidente electo, criminal convicto, acusa al actual Departamento de Justicia de haber fomentado una “caza de brujas” contra él.
El presidente electo Donald Trump nombró como secretario de Defensa a Pete Hegseth, exmayor del ejército estadounidense y actual presentador de Fox News, la cadena favorita de los conservadores en Estados Unidos.
“Con Pete al timón, los enemigos de Estados Unidos están sobre aviso: nuestras fuerzas armadas volverán a ser grandes y Estados Unidos nunca retrocederá”, dijo Trump en un comunicado.
*Con información de AFP.
En 2016 se creyó que Trump sería un problema para México y el resultado fue casi opuesto. Ahora llega un Trump más ambicioso y en México gobierna una mujer. Una coyuntura desafiante para dos países que se necesitan.
México es quizás el país más afectado en el mundo por lo que ocurre en Estados Unidos.
Las razones son de toda índole: por la frontera de 3.000 kilómetros que comparten, porque es su mayor socio comercial, porque millones de familias tienen miembros en ambos países.
Pero si es el más afectado por razones estructurales, también lo es por razones coyunturales.
Donald Trump fue elegido este martes como nuevo presidente de Estados Unidos en parte gracias a su agenda agresiva hacia México, la cual incluye altos aranceles a las importaciones desde ese país y la deportación de mexicanos indocumentados que estén en territorio estadounidense.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, quiso calmar los ánimos en su conferencia de prensa del miércoles: “No hay motivo ninguno de preocupación (…) México siempre será un país independiente y soberano. Va a haber buena relación. No competimos entre nosotros, nos complementamos (…) Hay mucha unidad y mucha fortaleza de la economía mexicana”.
Sin embargo, las señales de alarma están prendidas.
“Para Sheinbaum va a ser un desafío enorme”, dice Juan Gabriel Tokatlián, doctor en relaciones internacionales. “Si esta política de desalojar migrantes es llevada a cabo y si hace un proteccionismo a ultranza concentrado en Estados Unidos, va a ser una situación muy complicada para México”.
Estos son los cuatro ámbitos sobre los cuales va a girar la compleja relación entre México y Estados Unidos durante los próximos 4 años.
El miércoles, el peso mexicano registró su peor marca en dos años, de casi 21 pesos por dólar, debido a la victoria de Trump.
Aunque la devaluación es una tendencia normal en países emergentes tras las elecciones en la primera economía del mundo y fue en principio una caída menos drástica de lo esperado, los inversionistas extranjeros creen que las restricciones comerciales prometidas por Trump pueden afectar el desempeño de la economía mexicana.
Por varias razones.
Las remesas que los mexicanos en Estados Unidos envían cada mes a sus familiares son uno de los pilares de la economía de consumo de este país: están, según cifras oficiales, entre el segundo y tercer mayor ingreso después del turismo y las ventas del petróleo.
Esa fuente de ingresos se puede ver afectada por las deportaciones y los aranceles de Trump.
En campaña, el republicano también dijo que piensa imponer aranceles del 25% a las importaciones de México si el país no detiene el tráfico ilegal de migrantes.
También aseguró que va a sancionar el transbordo de productos chinos a través de México e imponer una tarifa de 500% a los automóviles producidos por empresas chinas en México.
Según el centro de estudios Capital Economics, un arancel del 10% a los productos importados de México significaría una reducción del 1.5% del PIB mexicano.
Durante el primer gobierno de Trump, entre 2017 y 2021, la guerra comercial con China benefició a México, ya que empresas que producían allá acercaron sus fábricas a EE.UU. radicándolas en el país latinoamericano.
Gracias a esto, el año pasado México se convirtió en el mayor importador a Estados Unidos del mundo, entre otras razones porque goza de un Tratado de Libre Comercio que facilita la importación de productos de un país a otro.
El TLCAN, asimismo firmado con Canadá, tendrá que ser ratificado en 2026 por los tres países.
Aunque en 2020 Trump accedió a firmarlo, lo más probable es que ahora lo use como mecanismo de negociación frente a dos de sus grandes obsesiones: la batalla comercial con China y la migración.
“La pregunta es qué tipo de proteccionismo quiere Trump: si es concentrado en Estados Unidos, sin contemplar a Canadá y México, o si lo hace con ellos pero evitando la triangulación con China”, explica Tokatlián.
El otro gran eje de la relación bilateral va a ser la migración.
Trump prometió deportar un millón de migrantes indocumentados al año y dijo que va a reanudar la construcción del muro fronterizo entre los dos países.
Ambas promesas son difíciles de cumplir, según expertos, porque son costosas y pueden afectar a la economía estadounidense, que en parte depende de la mano de obra migrante.
Sin embargo, con que solo una parte de la “deportación masiva” prometida se realice ya hay razones para la preocupación en México.
Se estima que 5 millones mexicanos están en Estados Unidos en situación irregular.
“México va a insistir en el diálogo y va a informar lo que ya está haciendo”, dice Yanerit Morgan, una diplomática y académica mexicana.
Para evitar los aranceles, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador accedió a detener migrantes y logró reducir el flujo de personas que ingresaba a Estados Unidos.
“Sheinbaum va a seguir con esa política, pero va a tener que fortalecer mucho la red consultar en Estados Unidos, no solo por las deportaciones, sino por el trato a los mexicanos allá”, dice Morgan.
La nueva mandataria mexicana ha insistido en que la migración transnacional debe ser atendida a través de soluciones sociales en los países de origen, una iniciativa que en principio no aparece en el manual trumpista.
A la ecuación se añade el complejo tema del tráfico ilegal de drogas.
Más de 80.000 personas murieron en Estados Unidos el año pasado por cuenta del fentanilo, un potente opioide que se produce y trafica desde México.
Trump prometió que va a bombardear los laboratorios de fentanilo en México, bloquear los puertos mexicanos que transporten sus precursores y designar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas.
Ninguna de estas iniciativas ha sido comentada por Sheinbaum, pero al menos en principio suenan como medidas que en México tocarían la sensible fibra de la injerencia.
En julio, la relación bilateral entró en crisis debido a la detención en Estados Unidos del capo mexicano Ismael “El Mayo” Zambada. La operación no fue notificada al gobierno mexicano y eso generó disgusto en el Palacio Nacional.
Aunque los dos gobiernos tendrán mandatarios nuevos cuando Trump se juramente en enero, el tema inevitablemente va a ser abordado con este antecedente y bajo la preocupación histórica mexicana, aunque marcada en este gobierno, de proteger su soberanía.
Todo lo anterior va a depender de la relación que entablen los jefes de Estado, quienes, en principio, son muy destinos: él, conservador y capitalista, ganó en parte gracias a su rechazo de lo que llama “feminismo radical”; ella, de izquierda y crítica del neoliberalismo, tiene una profunda preocupación por la causa feminista.
En los dos años y medio que AMLO y Trump coincidieron se estableció una relación cordial, pragmática, proclive a la negociación, que dejó a muchos sorprendidos por sus diferencias ideológicas.
AMLO llegó a escribir un libro titulado “Oye, Trump” en el que explicaba la importancia de los migrantes para Estados Unidos y proponía medidas no policiales para atender la migración.
Los expertos esperan que Sheinbaum mantenga el pragmatismo de su antecesor. Antes de las elecciones ella dijo en que va a trabajar con quien quiera que ganase.
“Sheinbaum tiene suficiente carácter como para tener un diálogo interesante, importante, horizontal con él. Ella llegó con un fuerte apoyo popular y eso es algo que Trump no puede negar”, dice Morgan.
La relación bilateral ha pasado por todo tipo de coyunturas difíciles. En 2016 se creyó que Trump sería un problema para México y el resultado fue casi opuesto. Ahora llega un Trump distinto, quizá más ambicioso, y en México gobierna la primer mujer presidenta, una “progresista” y “ambientalista”, que goza de un notable apoyo popular. Se viene, en todo caso, otra coyuntura desafiante.
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