Todo ha cambiado y todo sigue igual. Las elecciones presidenciales estadounidenses, que Kamala Harris y Donald Trump disputarán dentro de un mes, se perfilan tan indecisas y tensas como siempre a pesar de los sobresaltos vividos.
El expresidente republicano ha visto cómo su base electoral, ya de por sí sólida, se galvanizaba tras sufrir dos intentos de asesinato, en Pensilvania en julio y en Florida en septiembre.
La repentina irrupción de la vicepresidenta en la carrera, tras la histórica retirada de Joe Biden en julio, ha devuelto la esperanza al Partido Demócrata, que temblaba por las malas encuestas del octogenario presidente.
Kamala Harris está empatada con Donald Trump en las encuestas, o ligeramente por delante a nivel nacional, pero no ha conseguido el impulso que necesita en los únicos estados que cuentan.
Como en 2016 y 2020, los famosos estados bisagra o pendulares (Arizona, Carolina del Norte, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin) podrían decidir si la exfiscal de 59 años o el millonario de 78 consiguen los 270 votos electorales que necesitan para ganar.
La vicepresidenta espera que Estados Unidos esté preparado para una “nueva generación” de líderes. Es decir, que el país quiera romper con Donald Trump eligiéndola a ella, de padre jamaicano y madre india.
Kamala Harris no entró en los detalles de su programa centrista, que combina firmeza frente a la inmigración ilegal, promesas de mejoras para la clase media y la defensa del derecho al aborto, un tema en el que los republicanos se sienten especialmente incómodos.
Frente a los ataques e incluso insultos de Donald Trump, la candidata demócrata prefiere herir su susceptibilidad, como hizo durante el debate de septiembre con innegable éxito. Lo calificó de débil y le dijo que los estadounidenses lo habían “echado” en 2020.
Candidato a la Casa Blanca por tercera vez, Donald Trump repite la partitura de 2016 y 2020, presentándose como un antisistema, cercano a la gente y muy crítico con las élites de Washington.
El mismo credo de campaña: la lucha contra la migración ilegal, que según él está “destruyendo” las ciudades estadounidenses.
En cada uno de sus mítines, el septuagenario pinta un panorama sombrío de un país asolado por migrantes “terroristas” y “violadores”, salidos de “cárceles y manicomios”. También critica a su rival por la inflación.
Acusa a “Camarada Kamala”, como la apodó, de querer introducir medidas “sacadas directamente de Venezuela o de la Unión Soviética” para contrarrestar la subida de los precios.
A sus mítines acuden huestes de seguidores con gorra roja, convencidos de que su héroe, condenado por un delito penal a finales de mayo, es víctima de una persecución política o que los demócratas fomentan las amenazas contra él.
El propio Donald Trump ha achacado su segundo intento de asesinato a la “retórica” de sus adversarios, mientras que los demócratas le acusan de ser el instigador de un clima político a veces irrespirable.
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En vísperas de las elecciones del 5 de noviembre la tensión política va en aumento. Los centros electorales de los condados más disputados se han convertido en fortalezas, protegidos por vallas de hierro forjado y detectores de metales.
La certificación de los resultados de las elecciones presidenciales en el Capitolio, escenario el 6 de enero de 2021 de un ataque de simpatizantes de Trump, se hará esta vez con el mayor nivel de seguridad posible para un acto oficial.
Pero se teme que, una vez más, la votación sea tan reñida que se tarden días, y no horas, en declarar un ganador.
Donald Trump, que nunca ha reconocido su derrota en 2020, ya ha acusado a los demócratas de “hacer trampas”.
Un grupo de científicos logró estimar por primera vez la antigüedad de Pando.
Para el visitante desprevenido, Pando no es más que un hermoso bosque de una especie de álamos llamados temblones.
Pero durante miles de años sus raíces han guardado un secreto genético que lo hace aún más interesante.
Ubicado en un área de 43 hectáreas cerca de Fish Lake, en Utah, Estados Unidos, algunos científicos lo consideran “el organismo vivo más grande y más pesado del mundo”.
¿Por qué?
Resulta que los 47 mil árboles que lo conforman están conectados por un sistema de raíces y son idénticos genéticamente.
“Todos estos árboles son en realidad un solo árbol”, le dijo a BBC Mundo el geógrafo Paul Rogers en 2018.
El fenómeno ha atraído durante décadas a los científicos. Y una de las grandes dudas que había respecto de Pando tenía que ver con su antigüedad.
Aunque desde hace tiempo ha sido considerado como uno de los seres vivos más antiguos de la Tierra, los expertos no sabían con certeza su edad.
Ahora, esa duda se disipó luego de que un equipo de biólogos lograra datarlo por primera vez.
¿Su conclusión?
Pando, el árbol más grande del mundo, tiene al menos 16 mil años.
Para estudiar la historia evolutiva de Pando, la bióloga Rozenn Pineau, del Instituto de Tecnología de Georgia, en Atlanta, y sus colegas, recolectaron y secuenciaron más de 500 muestras del árbol, así como de varios tipos de tejidos, incluyendo hojas, raíces y corteza.
El objetivo era extraer datos genéticos, buscando en particular las mutaciones somáticas, que son alteraciones en el ADN que ocurren en las células de un organismo después de la concepción.
Según declaraciones de Pineau recogidas por la revista especializada New Scientist, “al principio, cuando Pando germinó a partir de una semilla, todas sus células contenían ADN esencialmente idéntico”.
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“Pero cada vez que se crea una nueva célula y se replica la información genética, pueden producirse errores que introduzcan mutaciones en el ADN”, explicó.
De acuerdo con el estudio, al observar la señal genética de esas mutaciones presentes en diferentes partes del árbol, los investigadores pudieron reconstruir la historia evolutiva de Pando y estimar su edad.
Cabe recordar que los bosques de álamos se pueden reproducir de dos maneras: una es cuando los árboles maduros dejan caer semillas que luego germinan y, la otra se da cuando liberan brotes de sus raíces, a partir de las cuales nacen nuevos árboles a los que se les llama clones.
Pando no es el único bosque clon, pero sí el más extenso. Como los expertos lo consideran un mismo organismo, suman el peso de todos sus árboles, lo que da como resultado un ser viviente que pesa un estimado de 13 millones de toneladas.
Los investigadores hicieron tres estimaciones diferentes de la edad de este árbol, pues no estaban seguros de si habían pasado por alto algunas mutaciones o si algunas de las mutaciones que identificaron eran falsos positivos.
Suponiendo que los científicos identificaran correctamente cada mutación en la parte del genoma que secuenciaron, la primera estimación dice que Pando tiene unos 34 mil años de antigüedad.
Si los expertos incluyen posibles mutaciones somáticas no detectadas, la segunda estimación —y la menos conservadora— sugiere que el árbol Pando tendría unos 81 mil años.
Y si se considera que sólo el 6% de las mutaciones que observaron los biólogos son “positivas verdaderas”, Pando entonces tendría 16 mil años.
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Considerando todas estas incertidumbres, Rozenn Pineau y su equipo calcularon que la edad del árbol probablemente se encuentre entre 16 mil y 81 mil años.
“Aunque estos escenarios nos dan cifras bastante diferentes, todos apuntan a una conclusión notable: Pando es antiguo”, dijo Pineau a New Scientist.
“Incluso en su edad estimada más joven (16 mil), este clon de álamo ha estado creciendo desde la última edad de hielo”, agregó.
A través de su cuenta de X (Twitter), Will Ratcliff, otro de los biólogos que participó de la investigación, indicó que “para poner la edad de Pando en perspectiva, incluso según nuestra estimación más conservadora, estaba vivo cuando los humanos cazaban mamuts”.
“Según nuestra estimación más antigua, germinó antes de que nuestra especie abandonara África”, agregó.
En el estudio, en tanto, se indica que “independientemente del escenario, estas estimaciones destacan la notable longevidad de Pando (…), lo que lo convierte en uno de los organismos vivos más antiguos de la Tierra”.
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