Miles de palestinos se echaron a la carretera este domingo para regresar a sus casas en la Franja de Gaza, donde entró en vigor un cese el fuego entre Israel y el movimiento islamista palestino Hamás tras más de quince meses de guerra.
La tregua empezó casi tres horas después de lo acordado porque Hamás comunicó con retraso la lista de rehenes que preveía liberar este domingo.
Hamás justificó el retraso por “complicaciones en el terreno y la continuación de los bombardeos” de Israel este domingo, que, según la Defensa Civil gazatí, dejaron ocho muertos en la Franja, un territorio devastado por el conflicto, desencadenado por un ataque de los islamistas en Israel el 7 de octubre de 2023.
Antes incluso de que el alto el fuego entrase en vigor, miles de desplazados palestinos, cargados con sus enseres, se echaron a la carretera, en camionetas, carros arrastrados por burros y a pie, en el norte y en el sur de la Franja, según imágenes de AFP.
En Jabaliya, en el norte de Gaza, escenario de una intensa operación militar israelí desde octubre, los habitantes descubrieron un desolador paisaje lleno de escombros.
Al final del Ángelus, el papa Francisco pidió que el alto al fuego “sea respetado de inmediato” por ambas partes y expresó su “gratitud a los mediadores”.
El acuerdo fue negociado durante meses por los mediadores y entró en vigor en vísperas de la investidura de Donald Trump como presidente estadounidense.
Aún así, Netanyahu aclaró el sábado que se trata de “un alto el fuego provisional” y que Israel se reserva “el derecho de reanudar la guerra con apoyo estadounidense”.
En Israel, el acuerdo generó divisiones y el partido del ministro israelí de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, de ultraderecha, hostil al pacto, anunció que dejaba la coalición de Netanyahu. Sin embargo, esto no pone en peligro el gobierno, que todavía goza de una estrecha mayoría en el Parlamento.
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“Si Hamás permanece en el poder, la inestabilidad regional que provoca podría perdurar. No hay futuro de paz, de estabilidad ni de seguridad para ambas partes si Hamás sigue en el poder en la Franja de Gaza”, señaló por su parte el canciller israelí, Gideon Saar.
Según el texto acordado, 33 rehenes tomados por Hamás el 7 de octubre de 2023 serán devueltos en la primera fase de la tregua, de 42 días, y en el mismo período, 737 prisioneros palestinos serán liberados de las cárceles israelíes, según el Ministerio israelí de Justicia.
Un funcionario militar dijo que la liberación de rehenes se llevará a cabo en tres puntos de la frontera de Israel con Gaza, donde serán atendidos por médicos y luego trasladados a hospitales.
El brazo armado de Hamás publicó una lista de tres rehenes israelíes que serán liberadas este domingo, tres mujeres secuestradas el 7 de octubre.
Según el Foro de Familias de Rehenes, se trata de Emily Damari y de Doron Steinbrecher, capturadas en el kibutz Kfar Azza, y de Romi Gonen, secuestrada en el festival de música Nova.
Por su parte, Israel estableció una lista de 90 detenidos palestinos que podrían ser liberados el domingo, en su mayoría mujeres y menores de edad.
Hamás indicó que esperaba que Israel le transmitiera esa lista “dentro de poco”, y precisó que el acuerdo establece “la liberación de 30 prisioneros palestinos a cambio de cada civil retenido”.
Entre los prisioneros palestinos que forman parte del acuerdo se encuentra Zakaria al Zubeidi, exlíder de las Brigadas de Mártires de Al Aqsa, el brazo armado del partido Fatah del presidente Mahmud Abás.
En esta primera fase se negociarán las modalidades de la segunda, que debería permitir la liberación de los últimos rehenes. La tercera y última fase estará dedicada a la reconstrucción de Gaza y la devolución de los cuerpos de los rehenes fallecidos en cautiverio.
Además de las liberaciones de rehenes, la primera etapa del acuerdo incluye, según el presidente estadounidense Joe Biden, “un alto el fuego total”, la retirada israelí de las zonas densamente pobladas de Gaza y un aumento de la ayuda humanitaria.
Las autoridades egipcias precisaron que el acuerdo prevé “la entrada de 600 camiones de ayuda al día”, incluyendo 50 de carburante.
Según la ONU, los primeros camiones de ayuda humanitaria entraron en Gaza “apenas quince minutos después” de que se implementara la tregua.
El ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 dejó como saldo la muerte de mil 210 personas en Israel, la mayoría civiles, según un recuento de AFP basado en datos oficiales.
De las 251 personas secuestradas ese día, 94 siguen como rehenes en Gaza y, de estas, 34 habrían muerto, según el ejército israelí.
En respuesta a ese ataque, Israel emprendió una campaña aérea y terrestre en la Franja que se cobró la vida de al menos 46 mil 913 personas, principalmente civiles, según datos del Ministerio de Salud del gobierno de Hamás, que la ONU considera fiables.
En el remot asentamiento de Kapisillit, los groenlandeses le cuentan a la BBC que Trump puede visitar la isla “pero eso es todo”.
El sol se eleva sobre las montañas cubiertas de hielo del fiordo de Nuuk mientras viajamos por una de las últimas fronteras salvajes del mundo.
Pero hay sombras que se ciernen sobre este paisaje y sobre el resto de los espacios helados de Groenlandia.
Con Donald Trump a punto de convertirse en presidente de Estados Unidos, su negativa a descartar la toma de Groenlandia por la fuerza resuena en conversaciones de toda la isla.
“Será bienvenido si viene a visitarnos, por supuesto”, dice el patrón del barco pesquero reconvertido que nos lleva hacia el este. Consciente de que necesita relacionarse con gente de todos los colores políticos, pide que no se le nombre, pero utiliza una frase que se oye a menudo por aquí.
“Groenlandia pertenece a los groenlandeses. Así que Trump puede visitarla, pero nada más”.
Las aguas están en calma cuando llegamos al asentamiento aislado de Kapisillit, de unos 40 habitantes, donde unos cuantos cazadores salen en busca de focas.
La temperatura es de -16 ºC y, con el viento, la sensación térmica es de -27 ºC.
Pero cerca del puerto me encuentro con Kaaleeraq Ringsted, un bisabuelo de 73 años, que está secando filetes de bacalao pescados en las abundantes aguas junto a la puerta de su casa.
Cuando le pregunto si el presidente electo Trump comprará o invadirá Groenlandia, al principio se ríe. Luego su tono se vuelve serio.
“No se puede aceptar que diga esto. Groenlandia no está en venta”.
Luego me cuenta cómo aprendió a pescar y cazar aquí con su padre y su abuelo, y cómo quiere preservar esta vida para sus hijos y nietos.
Al cruzar la bahía, el barco se adentra en el hielo roto de la superficie. Dos águilas se posan en una roca en busca de peces en las aguas cristalinas.
Nos dirigimos a la granja de Angutimmarik Hansen, que cría ovejas y caza focas, aves silvestres y conejos.
Todo el alimento de invierno para las ovejas tiene que importarse de Dinamarca, un recordatorio de cómo el duro clima determina las condiciones de vida aquí.
En la puerta de su casa hay un estante con rifles de caza. Se da cuenta de que los miro.
“Son por si hay una invasión”, bromea.
Pero su actitud ante la retórica belicosa procedente de Mar-A-Lago dista mucho de ser tranquila.
“Menudo estúpido que es Trump”, afirma. “Jamás venderemos Groenlandia”.
Esta pequeña granja está a unos 4.828 km de Florida, donde el presidente entrante de EE.UU. dio su ya célebre rueda de prensa la semana pasada.
“Pero Trump no es EE.UU. Podemos entendernos con la gente de EE.UU.”, declara Hansen.
El efecto Trump se disparó con la llegada a Groenlandia de Donald Trump Jr, que se sumó a las declaraciones de su padre. Llegó a la capital, Nuuk, en el avión 757 de la familia, el Trump Force One, y permaneció allí durante cuatro horas y treinta y tres minutos.
“Ha sido un placer increíble conocer gente, y la gente estaba muy contenta de reunirse con nosotros”, dijo, después de almorzar en un hotel local. “Papá tendrá que venir aquí”.
Luego regresó a los climas más soleados de Florida.
Trump Jr fue recibido por el empresario local Jorgen Boassen, que en su día hizo campaña por el presidente electo.
Boassen declaró a los medios locales que era el “mayor fan” de Trump y que “por supuesto que están interesados en nuestro país, y pueden venir y ver cómo es nuestro país. También se trata de abrirse al comercio y la cooperación”.
La ciudad de Nuuk es la capital más septentrional del mundo. Tiene una próspera sociedad civil y una prensa potente. Y hay cierta satisfacción por que los comentarios de Trump hayan impulsado el debate sobre la independencia de Groenlandia a la escena internacional.
Debe haber una Groenlandia que no sea colonia de nadie, dicen activistas como Kuno Fencker, diputado de la coalición gobernante y miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores y Seguridad del Parlamento local.
Nos reunimos en el puerto, bajo la estatua de bronce de Hans Egede, el misionero del siglo XVIII considerado aquí como el hombre que abrió el camino a la colonización.
“Donald Trump es un político”, dice Fencker.
“Es un duro hombre de negocios y conocemos su retórica, y esa retórica es algo a lo que nos hemos acostumbrado desde 2019, y solo se trata de hablar con un igual, un aliado, sobre cómo podemos resolver las cosas aquí en el Ártico y también en la OTAN”.
Fencker ofrece el argumento central de los independentistas.
“Lo que hace falta aquí es que Groenlandia, como Estado soberano, negocie directamente con Estados Unidos y no que Dinamarca lo haga por nosotros”.
La independencia de Dinamarca podría tener un coste financiero importante.
Groenlandia recibe subvenciones de Copenhague por valor de aproximadamente una quinta parte de su PIB cada año. Fencker sugiere, al igual que otras figuras destacadas, que la isla negocie con Estados Unidos y Dinamarca para obtener ayuda.
“No somos ingenuos. Necesitamos apoyo en defensa, seguridad y también desarrollo económico. Queremos una economía sostenible y autosuficiente”.
El director del periódico local Sermitsiaq, Maasana Egede, admite que le preocupó la amenaza implícita de fuerza de Donald Trump, pero quiere ver si la realidad coincide con la retórica.
En cuanto a la independencia, Egede se siente frustrado por lo que considera un debate polarizado en los medios de comunicación locales e internacionales.
“Estamos contando esta historia de que tiene que haber independencia o no independencia. Pero hay todo un relato intermedio, y es que la gente quiere la independencia, pero no a cualquier precio. Hay un nivel de vida que hay que mantener. Hay un comercio que hay que mantener. Hay formas de vida que hay que mantener”.
Existe la expectativa de que en algún momento -no en un futuro inmediato- se vote a favor y Dinamarca acepte el resultado.
El primer ministro de la isla, Mute Egede, ofreció una rueda de prensa conjunta con la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, a raíz de los últimos comentarios de Donald Trump.
“No queremos ser daneses, no queremos ser estadounidenses, queremos ser groenlandeses”, dijo. La primera ministra danesa se cuidó de no ofender a nadie, y menos al presidente entrante de Estados Unidos.
“El debate sobre la independencia de Groenlandia y los últimos anuncios de EE.UU. nos demuestran el gran interés que despierta Groenlandia”, declaró.
“Acontecimientos que ponen en marcha muchas reflexiones y sentimientos en Groenlandia y Dinamarca”, añadió.
Frederiksen sabe muy bien que este sentimiento viene de lejos en Groenlandia. El recuerdo de la injusticia y el racismo sigue fresco entre la población indígena inuit.
Escándalos como la campaña de inserción de dispositivos intrauterinos (DIU) para evitar embarazos en miles de mujeres y niñas inuit en los años 60 y 70 ensombrecen la relación entre Groenlandia y Dinamarca.
No se sabe cuántos de estos procedimientos se llevaron a cabo sin el permiso de las implicadas, pero las cifras son considerables. El objetivo era reducir la población groenlandesa.
Maliina Abelsen es exministra de Finanzas del gobierno de Groenlandia, y ahora asesora a empresas y organizaciones que trabajan en la isla. También ha trabajado para UNICEF Dinamarca y para importantes empresas groenlandesas, como el grupo marisquero Royal Greenland.
Abelsen cree que hay que hacer mucho más para corregir las injusticias del pasado.
“Creo que mucha gente está diciendo, quizá también el gobierno y el Estado daneses: ‘Oh, bueno, ya sabes que esto ocurrió en el pasado. Fue hace muchos años. ¿Cómo vamos a ser responsables de ello? Es hora de seguir adelante'”.
“Pero no puedes seguir adelante si no lo has superado y no has reconocido lo que te ocurrió. Ese es un trabajo que tenemos que hacer junto con Dinamarca, no algo que Groenlandia pueda hacer por sí sola”.
A pesar de su alto perfil en la sociedad civil y los círculos empresariales, Maliina Abelsen afirma que cuando se trata de racismo -por ejemplo, bromas sobre los inuit- ella puede hablar en nombre de la mayoría de los groenlandeses “ya que todos lo hemos experimentado en nuestra vida”.
Las cuestiones de la autodeterminación y de afrontar el pasado están íntimamente entrelazadas.
Ahora, la intervención de Donald Trump ha puesto ambas ante los ojos del mundo.
Pero el mensaje que escuchamos -desde los remotos asentamientos del fiordo hasta la capital, Nuuk- es que el destino de Groenlandia debe decidirse aquí, entre personas cuyas voces han sido ignoradas durante demasiado tiempo.
Con información adicional de Adrienne Murray y Kostas Kallergis.
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