Para entender mejor
La ofensiva que Israel lanzó a la Franja de Gaza provocó una crisis sanitaria en la región, a tal grado que el sistema de salud está a punto de colapsar. De acuerdo con lo narrado por el personal de Médicos Sin Fronteras, no tiene manera de seguir auxiliando a los miles de heridos que llegan, pues trabajan en condiciones de violencia y escasez de insumos básicos.
“El sector sanitario está a punto de colapsar. Es inminente. No sé cómo vamos a gestionar el enorme número de personas heridas. Ahora mismo tenemos más de 3 mil pacientes heridos, cuando nuestra capacidad máxima es de 700 camas “, dijo Nedal Abed, médico cirujano del Hospital Al-Shifa, ubicado al norte de Gaza.
De acuerdo con el médico, la mayoría de los pacientes heridos son civiles, niños y mujeres, pero creen que será imposible ayudarlos a todos debido a los constantes ataques.
“Estamos trabajando bajo mucha presión. Contamos con un equipo médico muy limitado, incluso, en Médicos Sin Fronteras, abrimos nuestros almacenes para el Ministerio de Salud de Gaza”.
La crisis sanitaria empeoró tras la orden de evacuación de todos los hospitales por parte del gobierno de Israel.
“Esta orden no tiene sentido porque hay más miles de pacientes heridos y no pueden ser evacuados a ningún sitio”; dijo Nedal Abed.
De acuerdo con los médicos, en Gaza ya no es posible admitir a nuevos pacientes debido a las condiciones paupérrimas con las que trabajan, escasez de personal, medicamentos y equipos médicos.
“Hay un flujo constante de pacientes y heridos graves, con heridas traumáticas complejas, quemaduras, fracturas y miembros aplastados”.
El hospital Al-Shifa, el principal de Gaza, acoge ahora a miles de personas que acudieron allí buscando protegerse de los constantes bombardeos. Mientras Gaza está a oscuras, Al-Shifa es uno de los pocos lugares que aún tiene electricidad, aunque el combustible sólo durará otras 24 horas como máximo.
Guillemette Thomas, coordinadora médica de Médicos Sin Fronteras, explica que desde hace diez días, cuando comenzó la ofensiva israelí, su personal se ha enfrentado a falta de equipo, luz y agua, lo que hace su tarea de ayudar casi imposible.
“Las pocas instalaciones médicas que siguen funcionando en el norte de Gaza se encuentran bajo una presión inimaginable. Gran parte del personal médico se ha visto obligado a huir al sur, ya que los ataques israelíes son implacables. El personal restante tiene que hacer frente a un acceso restringido a la electricidad y el agua, en un contexto de asedio”; narró Guillemette Thomas.
De acuerdo con lo narrado por Thomas, algunos de los médicos se quedaron para seguir atendiendo a los heridos; sin embargo, debido a que los ataques no cesan, muchos han perdido la vida.
“El personal médico sufre la misma suerte que el resto de los gazatíes: son bombardeados constantemente desde hace 10 días. Nuestros colegas nos cuentan que muchos médicos y otros trabajadores sanitarios han muerto desde el inicio de la ofensiva israelí”; explicó.
La coordinadora médica estima que la mayoría de los heridos podría morir en las próximas horas debido a que no cuentan con atención hospitalaria.
“Me temo que estas personas corren grave peligro de morir en las próximas horas porque se está haciendo imposible recibir atención médica”.
Apenas el martes, un hospital ubicado en Gaza fue bombardeado, dejando, de acuerdo con los últimos reportes, entre 100 y 300 personas muertas.
“Estimamos que el número de muertos se sitúa probablemente en el extremo inferior del espectro de 100 a 300”, según extractos de la evaluación de los servicios de inteligencia enviados al Congreso.
“Aún estamos calculando las cifras probables de víctimas y nuestra evaluación puede evolucionar, pero este número de muertos sigue reflejando una asombrosa pérdida de vidas”, dice el informe.
Hamás culpa a un ataque aéreo israelí, pero Israel dice que un cohete palestino mal dirigido fue el que causó la tragedia.
Imagina que se libra una batalla en la sala de juntas de una empresa multimillonaria que desarrolla una tecnología futurista potencialmente capaz de salvar o destruir el mundo.
Su director ejecutivo, que cuenta con el apoyo de los líderes mundiales, es derrocado por directivos de alto nivel que se vuelven contra él, provocando una reacción del resto de la empresa que exige despedirlos a ellos.
No es el guion de una serie de Netflix, sino los últimos días en OpenAI.
Periodistas, inversores y aficionados a la tecnología han estado observando los acontecimientos como si de una producción de ficción se tratara, aunque las opiniones difieren sobre si sería un thriller o una comedia.
La batalla en la cúspide de OpenAI, la empresa creadora del chatbot de inteligencia artificial ChatGPT, comenzó repentinamente el pasado viernes, cuando la junta directiva anunció el despido del cofundador y director ejecutivo Sam Altman.
En una publicación en un blog, la junta acusó a Altman de no ser “consistentemente sincero en sus comunicaciones” y alegó que, como resultado, había “perdido confianza” en su liderazgo.
Sólo hay seis personas en esa junta y dos de ellos eran Sam Altman y otro cofundador, Greg Brockman, quien renunció después de que el primero fuera despedido.
Cuatro figuras muy cercanas a Altman y la empresa entraron de inmediato en acción, tomando por sorpresa a toda la comunidad tecnológica, incluidos –supuestamente– sus propios inversores.
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Elon Musk, también cofundador de OpenAI, escribió en X (antes Twitter) que estaba “muy preocupado”.
Ilya Sutskever, el científico jefe de la empresa, era miembro de esa junta y escribió que “no tomaría medidas tan drásticas a menos que lo considerara absolutamente necesario”.
Ahora Sutskever ha expresado su pesar por la decisión y es uno de los muchos firmantes de una explosiva carta dirigida a la junta directiva, en la que piden el regreso de Altman y Brockman y amenazan con abandonar OpenAI si esto no sucede.
Entonces, ¿qué fue lo que desató esta rápida bola de nieve? En realidad aún no lo sabemos, pero se barajan algunas opciones.
Hay informes de que Altman consideraba algunos proyectos de hardware, como la financiación y el desarrollo de un chip de IA, lo que supondría una dirección bastante diferente en OpenAI. ¿Había asumido algunos compromisos de los que la junta no estaba al tanto?
¿O podría reducirse a una fuente de conflicto muy antigua y muy humana, como el dinero?
En una nota interna cuyo contenido se difundió ampliamente, la junta dejó claro que no acusaba a Altman de “malversación financiera”.
Pero sabemos que OpenAI se fundó como una organización sin fines de lucro; es decir, una empresa que no pretende ganar dinero. Recibe suficientes ingresos para cubrir sus propios costos de funcionamiento y cualquier exceso se reinvierte en el negocio. La mayoría de las organizaciones benéficas son sin fines de lucro.
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En 2019 se estableció una nueva rama de la compañía que sí buscaba obtener beneficios. La firma expuso cómo coexistirían las dos. La parte sin fines de lucro lideraría a la que obtuviera ganancias y se impondría un límite a los rendimientos que los inversores pudieran obtener.
No todo el mundo estaba contento con esto y se dijo que fue una razón fundamental tras la decisión de Elon Musk de abandonar la corporación.
OpenAI, sin embargo, se encuentra ahora en la circunstancia favorable de valer una enorme cantidad de dinero.
Según informes, una venta de acciones de empleados que no se llegó a materializar esta semana fue valorada en $86 mil millones de dólares.
¿Podría haber presiones para dar más poder a la parte lucrativa del negocio?
OpenAI está detrás de la inteligencia artificial general (AGI por sus siglas en inglés). Todavía no existe y es fuente de preocupación y asombro.
Es básicamente la idea de que algún día habrá herramientas de inteligencia artificial que puedan realizar una serie de tareas tan bien o mejor que los humanos (es decir, nosotros) en la actualidad.
La AGI tiene el potencial de cambiar toda la forma en que hacemos las cosas. Empleos, dinero, educación… todo eso queda en el aire cuando las máquinas pueden hacer cosas. Es, o será, un fenómeno increíblemente poderoso.
¿Está OpenAI más cerca de eso de lo que creemos? ¿Lo sabe Altman? En un discurso muy reciente, afirmó que lo que vendría el próximo año haría que el actual bot ChatGPT pareciera como “un familiar extravagante”.
Creo que eso es menos probable. Emmett Shear, el nuevo director ejecutivo interino de OpenAI, publicó en X que “la junta no destituyó a Sam por un desacuerdo específico sobre seguridad“.
También anunció que habrá una investigación sobre lo sucedido.
Pero Microsoft, el mayor inversor de OpenAI, ha decidido no arriesgarse a que Altman se lleve esta tecnología a otra parte.
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Anunció que el emprendedor se unirá al gigante tecnológico con sede en Seattle para liderar un equipo de investigación de IA aún por conformar. Su cofundador Greg Brockman lo acompañará y, a juzgar por la cantidad de empleados que publicaban hoy en X, parece que también se llevará a algunos de los mejores talentos de OpenAI.
Al parecer, Microsoft está dispuesto a igualar el salario de cualquier empleado de OpenAI que desee dejar la empresa.
Muchos miembros del personal de OpenAI compartían la misma publicación en X, que dice: “OpenAI no es nada sin su gente”.
¿Es eso una advertencia para Shear de que va a tener que contratar personal nuevo? Un compañero de la BBC que estaba frente a la sede de OpenAI me dijo el lunes que a las 09:30 en San Francisco no se veía llegar gente a trabajar.
O, ¿quizá es simplemente un recordatorio de que, a pesar de que esta corporación trabaja en una forma de tecnología que está reconfigurando el mundo, se trata en el fondo de un drama muy humano?
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