Ante la ausencia de espacios y apoyo económico para el arte de mujeres trans, las artistas Rojo Génesis y Sofía Moreno trabajan en la apertura de un museo en la Ciudad de México para albergar la obra de distintas creadoras que cuentan con trayectorias desde la década de los años setenta.
“La iniciativa empezó en 2022, ante la ausencia de las mujeres trans en el mundo del arte, porque creímos necesario contar con un espacio físico para hacer frente a la violencia simbólica que hemos vivido en el arte, en donde todo mundo habla de nosotras, pero sin nosotras, y eso nos empezó a generar ruido”, señaló Rojo Génesis.
Antes de conseguir un espacio para montar un museo, Rojo inició el proyecto “Plasticidades Encarnadas”, en el que reunió el trabajo artístico de mujeres trans que produjeron arte de 1970 a 2023 en distintos territorios de México, iniciativa a partir de la cual se vinculó con Sofía Moreno.
“Hablamos de cómo se ha transformado el movimiento trans en México, y en la necesidad de contar con espacios más allá del activismo y la lucha en materia de derechos humanos, y de ahí surgió el sueño de crear el museo, en donde podemos sentarnos a dialogar, cuestionarnos y sentirnos verdaderamente representadas”, agregó
El local que albergará el Museo de Arte Transfemenino se encuentra en la calle Doctor Andrade No. 24, en la colonia Doctores, donde hasta hace unos meses había un bar del que sólo quedan algunas pintas de grafitti en las paredes, que poco a poco están siendo rehabilitadas por sus nuevas inquilinas.
“Estamos cambiando radicalmente este espacio que antes era un bar, y nos parece interesante realizar y ver de cerca su remodelación, porque igual que el cuerpo cambia, los espacios también lo hacen, y este se está transformando para dar lugar a otras voces”, comentó Sofía Moreno.
Ambas artistas coincidieron en que resulta de una “importancia histórica” la existencia de un espacio como el que están gestionando, “porque va a albergar la historia de mujeres trans, que es una historia de calle, de trabajo sexual que nos atraviesa a todas, y necesitamos plataformas para que las artistas históricas y las jóvenes puedan socializar y compartir”.
Subrayaron que para el mes de febrero, cuando se prevé la inauguración del Museo de Arte Transfemenino, el espacio “va a estar a la altura de cualquier galería de la Ciudad de México u otras partes del mundo, y tendremos colaboraciones con artistas e investigadoras de talla internacional”.
“Queremos inaugurar el museo en febrero, mes en el que se conmemora la semana en la que se realizan distintas ferias de arte. Para entonces esperamos contar con la participación de distintas artistas, además de que en el Museo del Chopo se expondrá la investigación que ha realizado Rojo Génesis desde la década de los setenta hasta la actualidad”, detalló Moreno.
También destacó que “todo el trabajo está respaldado por alianzas importantes con el Archivo Trans de Argentina, que ha sido un pilar muy importante para la creación de este espacio, quienes nos apoyaron a acceder al Fondo Internacional Trans, con quienes hemos conseguido fondos a través de muestras de cine y exposiciones”.
Aunque el museo estará en constante cambio de exposiciones y actividades, Rojo Génesis indicó que en él se expondrá la obra de distintas artistas, además de ropa y objetos que son parte de la historia de las mujeres trans.
“Los objetos que formarán parte de las exposiciones son parte de la extensión de la memoria sobre nosotras, desde zapatos, vestidos, instalaciones de archivo histórico, entre otros que den cuenta de la diversidad de experiencias de vida que tenemos las mujeres trans”, explicó Rojo.
Sofía Moreno apuntó que será “muy interesante ver el trabajo de las compañeras con ojos de amor, y con un trato de importancia como el de cualquier galería, aunque nosotras no lo vemos como una competencia, porque las artistas trans no trabajan para que su producción sea objetos que ante el mercado sean valorados en millones, sino que son fieles al movimiento que las inspira, que en muchos casos es la vida callejera”.
Rojo señaló que “la apertura de un Museo de Arte Transfemenino es un acto de justicia histórica y un logro que reúne lo que ha sucedido e décadas de prácticas de mujeres trans, de mujeres de la noche, del trabajo sexual, junto con la obra de aquellas que ya han podido estudiar arte, en un acto de reconocimiento del valor de todas ellas”.
Para que la inauguración sea posible, las artistas llamaron a que quienes estén interesados en apoyar el proyecto a donar a través de transferencias a la cuenta 5579 1004 1591 2623 del Banco Santander; además, en los siguientes días tendrán distintos eventos en el local que albergará el museo, donde los asistentes podrán comprar ropa, revistas, maquillaje e incluso muebles.
El dinero recaudado servirá para concluir con la rehabilitación del espacio y el inicio de las actividades artísticas del museo: “es un trabajo que requiere dinero para trabajos de limpieza, construcción, plomería, e incluso nuestras comidas del día, por lo que esperamos que más personas se acerquen y nos apoyen a llegar a nuestra meta”.
“Sabemos que con este espacio no va a cambiar la transfobia ni los transfeminicidios, pero estamos gestionando un espacio en el que las mujeres trans, víctimas o no, puedan crear y experimentar a través del arte”, refirió Sofía.
El expresidente uruguayo sobre sus tiempos de guerrillero, su fuga de una prisión por un túnel, cómo conoció a su esposa, la tortura y el retorno a la libertad.
José Mujica escuchó con buen humor las disculpas: la entrevista se extendió por casi dos horas, bastante más tiempo de lo previsto.
“Yo no tengo la culpa si tuve una vida que es una novela”, comentó luego, con una leve sonrisa cómplice.
La charla transcurrió el 7 de abril de 2023, un día soleado del otoño austral.
Mujica estaba dentro de un pequeño cuarto precario instalado frente a su casa en la zona rural de Montevideo, un lugar donde abundan el aire limpio, los cantos de pájaros y los ladridos de perros.
Con 87 años de edad entonces, Mujica rememoró para el podcast Witness History de BBC World Service varias etapas de su vida, todas previas a ser electo presidente de Uruguay en 2009 y volverse una figura reconocida de la izquierda latinoamericana a nivel internacional.
Los recuerdos incluyeron sus años de lucha armada en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), la guerrilla urbana uruguaya que en las décadas de 1960 y 1970 practicó asaltos, secuestros y ejecuciones influida por la revolución cubana y el socialismo.
En aquel tiempo los tupamaros usaban la violencia contra un gobierno constitucional, por lo que muchos los responsabilizan por el espiral de violencia que condujo al golpe de Estado militar de 1973, aunque según Mujica había en Uruguay una “democracia enferma” que reprimía cada vez más e iba hacia una dictadura inevitable como en otros países en la región.
El hombre apodado “Pepe” también sostuvo que nunca llegó a matar a alguien. “Yo no tengo ningún asesinato. De pura casualidad, pero no tengo ninguno”, dijo durante la entrevista.
Narró episodios como su fuga con otros 105 tupamaros y algunos presos comunes de la cárcel montevideana de Punta Carretas en 1971 por un túnel, un hecho impactante que llevó al gobierno a transferir de la policía a los militares el comando del combate a la guerrilla.
También se refirió a su período más largo y duro en prisión, así como al recuerdo de su primer encuentro con Lucía Topolansky, quien mucho después se volvería su esposa y en 2010 lo investiría como presidente por ser la senadora más votada, una vieja tradición en Uruguay.
Lo que sigue es un resumen de cinco de esos momentos en la vida de Mujica, relatados por él mismo, junto a un pedido que indicó para su muerte.
En esa época yo era el jefe militar de una columna (del MLN-T). Estábamos preparando una operación que al final se hizo legendaria.
Había un grupo económico en Uruguay que guardaba riqueza clandestinamente para eludir impuestos. Tenía reservas en monedas de oro, libras esterlinas… Teníamos la información y estábamos preparando esa operación (para robarlo).
Estábamos en un café con compañeros legales, que no eran clandestinos. Llegó una patrulla y ahí anduvimos a los tiros. Traté de resistir y recibí algunos balazos en el suelo a causa de los cuales perdí el bazo, me hirieron el páncreas y fui a dar a un hospital militar que estaba muy cerca.
Me operaron. Y yo no sabía nada: el que me operó era un médico compañero que yo ni conocía. Fue una desgracia con suerte.
La primera fuga, que se llamó “El Abuso”, está precedida por un montón de intentos.
La idea era que los compañeros de afuera de la cárcel hicieran un túnel hacia adentro. Pero tuvo enormes inconvenientes que causaron alarmas y la hicieron peligrar.
En esas condiciones surgió la idea de intentar un túnel de adentro de la cárcel hacia afuera. Pero había que solucionar una multitud de problemas. Uno de ellos: ¿cómo agujerear las paredes en una cárcel vieja de ladrillos enormes, muy duros?
Nos enteramos por los presos comunes que las paredes se serruchan con una cadena. Hicimos un primer ensayo en la celda en que yo estaba con otros compañeros. Robamos una cadena de los baños, hicimos un agujerito de un lado al otro y empezamos a serruchar. Pero las cadenas no resistían. Entonces decidimos cortar por la mezcla, el material más blando, con los alambres de las camas.
Mediante sobornos, convencimos a algunas autoridades para que las requisas fueran una mirada desde afuera y nada más.
Estábamos en un piso arriba y el piso de más abajo era de presos comunes. Necesitábamos atravesar las paredes de tal manera que se sacaban unos paneles cuadrados y se ponían.
Hacíamos entrar portland blanco (un tipo de cemento) entreverado con harina. Con eso hacíamos un revoque que después ensuciábamos con café y yerba, para que quedara con la impresión general que tenían las celdas. Entonces estábamos en condiciones de sacar los pedazos y comunicarnos.
Habíamos logrado convencer a un preso común que estaba abajo, a partir de cuya celda íbamos a iniciar el túnel hacia afuera, con la promesa de que cuando lográramos la libertad también lo íbamos a llevar. Y así fue.
Fue una obra que llevó más de un mes. Organizamos a los compañeros más fuertes para que fueran haciendo el túnel. Tuvimos que solucionar el problema del aire con unos fuelles que fabricamos.
Cuando llegamos al cimiento había que bajar más y ahí nos encontramos con un pedazo de roca que nos trancó. El plan estuvo a punto de fracasar, pero logramos superarlo. Y atravesamos la calle.
Sacábamos la tierra en bolsitas y la íbamos poniendo debajo de las camas. Quedamos casi atorados de tierra, pero disimulamos.
Pudimos aprontar la infraestructura para una noche determinada en la que los compañeros tenían que ocupar las casas de enfrente, por donde íbamos a salir.
Teníamos algunos compañeros que eran ingenieros que inventaron un aparato para podernos guiar bajo tierra. Le erramos por un metro más o menos al lugar por donde teníamos que salir.
Los compañeros que ocuparon la casa, con un estetoscopio, averiguaban los golpes.
Estábamos contentos, pero muy preocupados. Esto estuvo acompañado con una fiesta que hicieron otros compañeros en una parroquia que había al lado, con baile y todo, que distraía.
Paralelamente en otro extremo de la ciudad, en La Teja, los compañeros que estaban afuera hicieron una cantidad de operaciones que tenían la función de tratar de llevar el aparato policial hacia los disturbios, para que hubiera menos capacidad represiva en la zona donde estábamos.
Salimos en dos camiones que se habían conseguido en una barraca.
A mi esposa la conocí la noche que nos escapamos de la cárcel. Ella estaba con la gente que apoyaba desde afuera. Habían ocupado una de las casas en las cuales nosotros emergimos de abajo de la tierra para salir de la cárcel luego de haber hecho el túnel.
La vi casi accidentalmente y seguimos la vida.
Era una estudiante avanzada de arquitectura que trabajaba en una financiera paralela de un banco. Era muy bonita y joven.
Dentro de los trabajos que tenía en la financiera, la mandaban con un bolso de dinero a algunas avionetas que paraban en Carrasco. Era un negocio de economía financiera clandestina. Y decidió denunciarlo.
Pero el banco estaba muy conectado a los intereses de un ministro de Economía de la época. Se dio cuenta que los recursos legales que se podían hacer iban a fracasar y decidió pasarle la información a los tupamaros.
Unos compañeros fueron a esa oficina. Se llevaron un montón de documentación e hicieron la denuncia pública. Los dueños de la financiera no tuvieron mejor idea que hacer un incendio para tratar de disimular la cosa. Fue un escándalo.
Yo fui preso de vuelta y me volví a escapar. Esta segunda fuga fue al revés: un túnel de afuera hacia adentro.
Y nos encontramos una noche en que andábamos muy perseguidos. Yo ocupaba un cargo de relativa dirección y ella tenía contactos con parte del aparato clandestino.
Los humanos, aunque no lo sabemos, cuando vivimos una atmósfera de peligro donde está en juego a cada paso la libertad y la vida, nos aferramos al amor porque la naturaleza biológica nos lo impone.
Y nos juntamos una noche, en la costa de un arroyo.
Estuve en una especie de sótano muy húmedo en un cuartel de (la ciudad de) Paso de los Toros años después, cuando ya habían dado el golpe de Estado los militares.
Recuerdo que mantenía seis, siete ranitas en el calabozo. Les ponía un vasito con agua, para que se bañaran. Ranitas de zarzal.
Allí fue donde registré que las hormigas gritan cuando tú las agarras y las pones en el tímpano de la oreja.
Era como un corredor largo. En la parte de adelante siempre había un guardia, que caminaba de un lado al otro. Una larga escalera salía a un lugar donde estaba la guardia de soldados. Cuando había que ir al baño teníamos que llamar y nos llevaban.
En esa época, cada siete u ocho meses nos cambiaban de cuartel. Aprendimos una cosa: siempre se puede estar peor. Yo estuve siete años sin poder leer, sin libros, sin nada.
Muchos plantones y torturas varias al principio. Todo es relativo.
Por ejemplo, en el cuartel de Minas, cuando me sacaron de la cárcel y empezaron el peregrinaje por los cuarteles, estuve seis meses atado con alambre, esposado atrás. Tenía que pasar el día sentado en un banquito contra la puerta, en un calabozo.
Ahí me enteré que estaba cayendo Saigón en la guerra de Vietnam.
Yo salí en la primera tanda de compañeros, dos días antes, porque los que no tenían delitos de sangre salimos primero.
Pero salí con una misión: tenía que conseguir un local para que nos pudiéramos juntar. Y así fue.
Fui a mi casa, le di un abrazo a mi madre y salí inmediatamente a conseguir ese local. Logramos un convento en el cual nos juntamos y estuvimos casi un mes, donde decidimos lo que íbamos a hacer en esa etapa.
La noche que salí habían liberado a las compañeras también. Y alguna mano amiga la trajo (a Lucía) a mi casa. Nos dimos un abrazo y nos juntamos hasta hoy.
Manuela vivió 22 años. Es un récord. Se murió de vieja y está enterrada debajo de un secuoya. Cuando yo me muera, les he pedido que me calcinen y que me entierren ahí.
La vida es hermosa. Y triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae, en todos los órdenes.
El único milagro que hay es haber nacido. Por lo tanto, hay que darle una causa al milagro de haber nacido.
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