En el momento en el que se sintió más solo durante los 44 días que duró la privación de su libertad en Qatar, el temple de Manuel Guerrero prevaleció gracias a la fuerza que le dio saber que tanta gente, a kilómetros de distancia, luchaba por su liberación.
“Me dieron una fuerza enorme de seguir adelante; llegó un momento en que me sentí tan solo… Cuando no tienes acceso, cuando no sabes qué está pasando, de repente te das cuenta de que ‘wow, toda esta gente está ayudando”, relata en entrevista para Animal Político.
Los primeros días fueron los más duros, casi sin comunicación y orillado a rogar –‘literalmente rogar’, remarca– por sus medicamentos. Poco más de seis meses después, entre el mal sabor de esos recuerdos y las secuelas psicológicas que persisten, de lo vivido rescata la solidaridad de personas que antes le eran ajenas tanto como la posibilidad de sentar un precedente con su caso.
“Me gustaría que se utilizara para hacer un parteaguas, para cambiar la legislación en algunos países, para que Qatar aunque no reconozca a las personas LGBT, creo que sí tiene que reconocer los derechos humanos, para mí eso es lo más importante. No importa si eres gay o no eres gay, Qatar debe respetar los derechos humanos, y más allá, de todos los detenidos que se encuentran en el sistema”, sostiene.
Esa cifra no es menor, de acuerdo con estadísticas que representan apenas “la punta del iceberg”, según advierte el informe Nuestras identidades bajo arresto, de la Asociación Internacional de Personas LGBTI (ILGA), que documenta mil 300 ejemplos de casos de aplicación de leyes penales en 72 países diferentes contra personas de la diversidad sexual, que “representan solo la parte limitada de los casos que se documentan de alguna manera”.
Durante todo 2023, consigna la más reciente versión del documento, continuaron produciéndose detenciones y procesamientos por actos sexuales consensuales entre personas del mismo sexo o por expresiones de género diversas, que en esos países se castigan con multas, encarcelamientos, castigos corporales y, posiblemente, pena de muerte.
“Las nociones binarias y esencialistas de género hacen que las personas trans y de género diverso sean procesadas sobre la base de leyes que criminalizan los actos sexuales entre personas ‘del mismo sexo’; ciertas formas de ‘prueba’ se utilizan habitualmente para detener y acusar a personas en todas las regiones”, alerta la ILGA.
Entre los casos documentados por la asociación, existen pruebas de la aplicación de leyes de ese tipo en al menos 32 estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Aunque el juicio que el Estado qatarí emprendió contra Manuel sí concluyó, con una sentencia desfavorable, el número de procesamientos judiciales –advierte el informe– es un mal indicador, pues los casos muestran que la mayoría de arrestos, aprehensiones y detenciones no seguidos de procesos formales son la regla; en muchos casos, la detención sin juicio puede extenderse a varios días, semanas o incluso meses sin ningún tipo de revisión.
Así pudo haber sido el caso de Manuel, de no ser por la red de apoyo –transformada después en Comité– que empezó a construirse a partir de su detención e incomunicación el 4 de febrero de este año, seguida de manifestaciones en la Secretaría de Relaciones Exteriores, la embajada británica y múltiples comunicaciones públicas que no cejaron hasta que fue liberado, de manera condicionada, el 17 de marzo.
Casi tres meses después, a principios de junio, el Estado qatarí emitió una sentencia condenatoria mediante la que determinó la deportación de Manuel, el pago adicional de una multa equivalente a cerca de 50 mil pesos mexicanos y seis meses de prisión, declarados suspendidos desde entonces, es decir, sin necesidad de cumplirlos. Pese a la apelación de su defensa legal, a cargo de Amnistía Internacional, la resolución se mantuvo firme y el mexicobritánico salió de ese país el 12 de agosto.
Aunque las convicciones de Manuel se han fortalecido, como dijo durante su primera aparición pública la mañana de este martes, en entrevista confiesa que si bien su deseo es que el caso trascienda, regresa a México cansado, después de haber estado prácticamente 16 años fuera de nuestro país, siete de ellos en Qatar, donde antes de su detención pudo disfrutar por mucho tiempo de su vida y su trabajo.
“Por un lado, creo que estoy un poco cansado, han sido meses que emocionalmente han sido… Me encuentro cansado. Ojalá que esto sirva para que países como Qatar cambien su normativa; ahora, qué tanto yo participaría en la lucha, creo que es más algo que Enrique y ahora la organización Xuma es lo que van a tratar de propulsar. No sé tanto cuál sería mi participación directa”, revela.
La lucha quedará quizá en mayor medida en manos de su hermano Enrique Guerrero, que durante más de seis meses no dejó de insistir en su libertad. Víctima de una detención arbitraria hace más de 10 años en México, documentada por Amnistía Internacional en su informe Falsas Sospechas, ya está acostumbrado a lidiar con el Estado. “Cada vez que se violan los derechos de personas que están alrededor de Enrique, los estados deben temblar”, bromeó Edith Olivares, integrante de la organización, durante el mensaje público de Manuel.
Aun si su participación no fuera protagónica, Manuel está convencido de que es necesario dar visibilidad respecto a todos los países donde la orientación sexual sigue siendo un delito, así como promover mayor certeza y transparencia para quienes viajan o trasladan su vida a esos lugares, que deberían responder a la presión internacional.
“En efecto, no vamos a cambiar la cultura musulmana, pero sí siento que debería haber un respeto a las preferencias sexuales”, señala. En Qatar, la ILGA ha identificado por lo menos 17 ejemplos individuales de aparente aplicación de la ley contra personas de la diversidad sexual entre 1995 y 2023. “Esto no refleja la totalidad de los casos, ya que varias detenciones siguen sin denunciarse”, acota el documento.
En ese país, el código penal establece hasta siete años de prisión a varones que “copulen sin forzar, coacción o artimaña”. Debido a la influencia de sus principios religiosos, Qatar es uno de 11 miembros de la ONU en los que todavía existe alguna posibilidad legal de que la pena de muerte se imponga como castigo por actos sexuales entre personas del mismo sexo. “Las personas de género diverso se enfrentan a graves formas de criminalización y hostilidad por parte de los actores estatales y de la sociedad”, advierte el informe.
Según lo documentado también por la Fundación Alwan, el Departamento de seguridad Preventiva de Qatar suele arrestar a las personas LGBTQ+ locales y extranjeras en función de su expresión de género. En diversos casos, tal como sucedió con Manuel, la policía hace uso de informantes o de vigilancia de comunicaciones en línea, lo que incluye la persecución de personas que viven con VIH, a pesar de las afirmaciones de su gobierno en torno a que su sistema de salud no discrimina.
Manuel está en el proceso de cerrar un ciclo, pero la búsqueda de justicia tiene más ramificaciones. Su hermano Enrique anunció que ante Naciones Unidas ya se promovió una acción urgente con la intención de sentar un precedente, mediante los grupos de trabajo de diversidad y género, y de detenciones arbitrarias.
“El objetivo es sobre todo sentar un precedente, porque evidentemente Qatar es muy difícil que escuche a las Naciones Unidas, un clamor en favor de los derechos humanos, pero lo importante es sentar este precedente, porque pasa de manera sistemática y es increíble que el caso de Manuel sea el primero que tiene este nivel de difusión e impacto. Lo que no se documenta es como si nunca hubiera pasado”, asegura Enrique.
Durante su detención en Qatar, Manuel tuvo que atestiguar como los nacionales de aquel país pertenecientes a poblaciones LGBT+ son sometidos, previo a su detención, a 30 días de las conocidas como “terapias de conversión”, esfuerzos para corregir la orientación sexual. Del mismo modo pudo constatar que entre representantes del Estado qatarí, aún priva el desconocimiento en torno al VIH, lo que no creía posible.
“Yo creí que vivíamos en 2024, y al momento de estar en Qatar en detención, yo sentía que regresaba a tiempos que nunca en la vida había visto. Era tratar de yo dar clases de VIH a gente con la que estaba viviendo, para que tuvieran la confianza de que no había posibilidad de transmisión. Me sentía como si viviéramos en la época de las cavernas, los guardias no estando enterados, la población, fue algo muy shockeante”, relata.
Vivir con VIH incluso le costó el aislamiento durante su privación de la libertad. Cuando se hizo oficial su condición de salud, lo enviaron a una celda de castigo durante cuatro días porque los encargados de la vigilancia creían que el virus se transmitía por el contacto. “Hasta que ellos investigaron, Amnistía Internacional, y los consulados tanto de México como de Inglaterra intervinieron, volví a regresar a la población general”, relató.
Para él fue impactante darse cuenta de que aún ahora, en 2024, las personas no conocen lo básico de la enfermedad. Los antirretrovirales, además, para su efectividad requieren de adherencia, lo que implica un seguimiento puntual del tratamiento, un rasgo inconsistente durante la detención de Manuel, que ya ha logrado regularizar. Tras hacerse estudios médicos en Inglaterra, luego de salir de Qatar, sabe que su salud está en orden.
El martes por la mañana aprovechó su mensaje público para condenar los prejuicios hacia quienes viven con VIH. Ahí subrayó la importancia de saber que quienes tienen una carga viral indetectable no pueden transmitir el VIH, una verdad científica que debe ser difundida para combatir el estigma y la ignorancia que aún prevalecen en muchas partes del mundo.
“El problema es más en la cuestión psicológica, creo que deja secuelas más fuertes, el tener que rogar, literalmente rogar, todos los días para tener acceso al medicamento, y había días que lo conseguía y había días que no lo conseguía; eso fue creo que lo más fuerte, el decir ‘por qué, por qué alguien puede tener acceso a sus medicamento y yo no lo puedo tener’. Entonces eso me generó mucha ansiedad”, abunda en entrevista.
El gobierno qatarí se llevó además sus 7 años de ahorros de una pensión laboral por su trabajo en la aerolínea Qatar Airways, pero eso no le quita –subraya– su experiencia y sus ganas de seguir creciendo. Será más adelante, pues hoy su prioridad es pasar tiempo de calidad con su familia y amigos en un país que hace mucho tiempo no visitaba con calma, “para platicar largo y tendido, sin estar presionado”.
Para las poblaciones LGBT+ le queda un gran agradecimiento: “Por estar ahí; ellos no saben pero me dieron una fuerza enorme de seguir adelante; es más que nada un agradecimiento y decirles que nos debemos sentir orgullosos de ser parte de la comunidad gay”, sostiene.
Harris ha demostrado ser buena en los debates. Pero ahora se enfrentará a Donald Trump, que suele ser un reto formidable incluso para los políticos más experimentados
Durante un debate crucial de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020, uno de los candidatos pareció dominar el escenario. Interrumpió a sus rivales en momentos estratégicos, a veces hablando por encima de ellos.
Se enfrentó directamente a un oponente, Joe Biden, generando titulares durante días y haciendo que algunos se preguntaran si había violado algún tipo de decoro político tácito.
Ese candidato, sin embargo, no era Donald Trump. Era Kamala Harris.
Este martes Harris se subirá de nuevo al escenario de un debate. Pero esta vez, habiendo dado un paso más allá al convertirse en la candidata demócrata a la presidencia, se enfrentará a Trump en un duelo que le plantea el reto más difícil de su campaña hasta el momento.
Los debates han desempeñado un papel fundamental en la carrera política de Harris, desde su candidatura a fiscal general de California hasta su ascenso a la vicepresidencia. Al volver a ver cuatro de sus debates clave, queda claro que Harris sabe cuándo acaparar el centro de atención, pero también cuándo mantenerse al margen mientras un rival se autoinflige un golpe.
Harris confía en utilizar estos instintos contra Trump, quien es notoriamente combativo. Su campaña también querrá disipar las preocupaciones de larga data sobre sus habilidades para hablarle al público que comenzaron con su fallida candidatura a la Casa Blanca de 2020, y sólo se agudizaron por su torpeza en algunas entrevistas en los últimos años.
No hay margen para el error, dado que estos eventos se definen por clips virales, por lo que es tan importante para la campaña de Harris que esta evite tropezar como que logre darle un golpe destacado a su rival.
“Tiene que mantenerse firme”, afirma Aimee Allison, fundadora de She The People, una organización que apoya a las mujeres minorías en política. “Y tiene que comunicar en el escenario del debate por qué está luchando”.
En sus primeras apariciones en debates, Harris tuvo éxito dejando que sus oponentes se desmontaran a sí mismos.
En un debate de 2010 para el puesto de fiscal general de California, los moderadores le preguntaron a Harris y a su oponente republicano, Steve Cooley, sobre una práctica controvertida conocida como double-dipping, que permite a un funcionario público cobrar tanto su sueldo como una pensión.
“¿Piensa usted cobrar tanto su pensión como su sueldo como fiscal general?”, preguntó un moderador a los candidatos.
“Sí”, respondió Cooley. “Me lo he ganado”.
Durante un rato, Harris no dijo nada mientras su rival defendía su postura.
“Adelante, Steve”, replicó ella. “¡Te lo has ganado!”
La campaña de Harris incluyó el momento en un anuncio en el que tachaba a Cooley de anticuado. Harris ganó las elecciones por un estrecho margen.
Y durante un debate en 2016 para un escaño en el Senado de Estados Unidos por California, la oponente de Harris inexplicablemente terminó su intervención final con un dab, un movimiento de brazos que era popular en ese momento entre los jóvenes.
Harris, que parecía desconcertada, esperó unos instantes antes de replicar: “Así que hay una clara diferencia entre las candidatas en esta carrera”.
Los votantes volvieron a apoyar a Harris.
Ambos ejemplos demuestran el olfato de Harris para las oportunidades en el escenario del debate, así como su sentido para saber cuándo es mejor dar un paso atrás.
“Creo que es alguien que utiliza el silencio increíblemente bien”, aseguró Maya Rupert, una estratega demócrata que trabajó en las campañas presidenciales de Julián Castro y Elizabeth Warren en 2020.
Al entrar en la escena nacional, Harris demostró ser experta en reclamar la palabra. Una de sus tácticas probadas consiste en declarar de manera abierta su intención de hablar, obligando a sus oponentes –y al público– a escuchar.
El debate vicepresidencial de 2020 se recuerda sobre todo por una frase que le dirigió a Mike Pence cuando este empezó a interrumpirla: “Señor vicepresidente, estoy hablando”.
Y hace tan sólo unas semanas –lo que ilustra que la réplica fue más que algo puntual– Harris utilizó la misma frase con los manifestantes de Gaza que interrumpieron su mitin en Detroit. “Estoy hablando ahora”, les dijo. “Si quieren que gane Donald Trump, díganlo. Si no, hablo yo”.
“Está aplicando algo que muchas mujeres negras han usado con eficacia, que es insistir en su tiempo, e insistir en ser escuchadas”, dijo Allison. “Es muy eficaz a la hora de asegurarse de que se le escucha y se le respeta“.
Pero quizá su momento de debate más memorable se produjo en 2019, cuando Harris –entonces senadora estadounidense– dejó de hablar durante el debate de las primarias demócratas en Miami para cuestionar a Biden por su postura en el pasado sobre una política conocida como bussing.
Harris criticó a Biden por trabajar con legisladores que se oponían a la política de la era de los derechos civiles de transportar a los estudiantes a escuelas en diferentes vecindarios en un esfuerzo por abordar la segregación racial.
“Había una niña en California que formaba parte de la segunda clase que se integró a sus escuelas públicas, y la llevaban en autobús todos los días”, afirmó Harris.
Hizo una pausa antes de decirle a Biden: “Y esa niña era yo”.
Nina Smith, quien en aquel entonces era la secretaria de prensa itinerante del candidato presidencial Pete Buttigieg, explicó que ese momento hizo que las campañas rivales se sentasen y prestasen atención.
“Lo que nos demostró como equipo es que si ve una oportunidad, va a ir por ella”, recordó Smith a la BBC. “Creo que eso la convirtió en una experta debatiendo. Teníamos muy en cuenta cualquier golpe inesperado que pudiera dar la senadora Harris”.
“Demostró esa capacidad de fiscal… para poner de relieve los puntos débiles de sus oponentes”, agregó.
Al final, Harris había hablado más que ningún otro candidato, salvo Biden. Su campaña anunció que había recaudado US$2 millones en las 24 horas posteriores al debate.
Sin embargo, a pesar del gran avance y la consiguiente subida en las encuestas, Harris tuvo problemas para articular su propia postura sobre el transporte en autobús. Esto sólo sirvió para subrayar los problemas de su mensaje y plantear dudas sobre su capacidad para articular una posición política coherente.
El episodio fue uno de los muchos tropiezos de Harris que acabaron por hundir su primera candidatura presidencial. Su incapacidad para articular una agenda política coherente fue una de las razones más citadas, y es una cuestión que tiene que aclarar en este nuevo debate, cuando casi con toda seguridad se la presionará sobre cuestiones políticas concretas.
Durante años, los republicanos han difundido fragmentos de las intervenciones públicas de Harris para ridiculizar su estilo y tacharla de inepta. Ha utilizado frases rimbombantes cuando habla de improvisto y, aunque algunos de sus giros han sido bien acogidos por sus partidarios, sus oponentes la han criticado a menudo por su falta de claridad.
En una entrevista reciente en la cadena CNN, la primera desde que se convirtió en candidata, dio una respuesta sobre el cambio climático que ilustra este asunto. “Es un asunto urgente al que debemos aplicar parámetros que incluyan el cumplimiento de plazos”, dijo Harris.
En un debate, el tiempo de uso de la palabra es limitado y la claridad del mensaje es crucial.
El debate en la cadena ABC será su mayor oportunidad para reorientar la opinión pública. Los debates anteriores demuestran que Harris suele llevar a estos eventos un conjunto de herramientas afiladas y que es capaz de asestar golpes.
Pero la presión de esos encuentros pasados era menor en comparación con lo que estará en juego cuando se enfrente cara a cara con Trump por primera vez.
Incluso para los políticos más experimentados, Trump representa un reto formidable, según coinciden los estrategas. En un debate de 2016 contra su oponente demócrata, Hillary Clinton, se hizo famoso por acosarla por el escenario, atrayendo toda la atención hacia él.
El primer debate de Trump en 2020 contra Biden se convirtió en un tumulto ininteligible en el que el republicano no paraba de interrumpir. En un momento dado, Biden se irritó tanto que le espetó: “¿Quieres callarte, hombre?”
“Donald Trump es un caso único y especial en el que nunca se sabe lo que va a pasar“, aseguró Smith, quien ha preparado a candidatos demócratas para estos eventos. “Durante la preparación, no le permitiría que se pusiera cómoda, para que desarrollara algún tipo de instinto, o insensibilidad, ante cualquier cosa que pudiera surgir”.
Harris, como exfiscal, es experta en los intercambios en el escenario del debate. Es algo que también ha demostrado durante las acaloradas audiencias del Senado, cuando ha interrogado a funcionarios de Trump y a candidatos al Tribunal Supremo.
Pero el formato del próximo debate de la cadena ABC puede limitar su capacidad para mostrar sus habilidades como fiscal, ya que los micrófonos se silenciarán cuando sea el turno de la otra persona para hablar.
Esto significa, basándonos en el debate Biden-Trump de junio que tuvo las mismas reglas, que probablemente tendrá que responder a preguntas difíciles de los moderadores en lugar de enfrentarse a Trump.
Y cuando Harris está en el extremo de las preguntas de los fiscales, ha tropezado en el pasado, como en una notoria entrevista en 2021 con Lester Holt, de NBC News, en la que tuvo problemas cuando se le presionó sobre la cuestión de la inmigración ilegal.
Un escollo que Rupert podría prever para el bando de Harris es que su candidata se vea arrastrada a un largo debate sobre los hechos con Trump. Eso podría enturbiar el encuentro para los votantes y dejar a los espectadores con la impresión de que él ha dominado la conversación.
Sugirió una tercera táctica que Harris podría añadir a su arsenal: no enjuiciar ni permanecer en silencio, sino ignorar.
“Tiene una gran oportunidad de expresar su punto de vista”, aseveró Rupert, “y no agobiarse por lo que él esté haciendo a su lado”.
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