Lilith Saori Arreola desapareció hace dos años, cuando acudió a vacacionar a Playa Zicatela, en Oaxaca, y aunque se han realizado búsquedas en vida -es decir, en hospitales, albergues, centros de adicciones y cárceles-, su familia reclama que no hay avances en la investigación del caso, y aunque tres personas estuvieron con ella el día en que fue vista por última vez, no han querido declarar sobre lo ocurrido.
“Es como si Lilith no hubiera desaparecido con ellos, y estas cosas son las que la Fiscalía deja pasar, en las que no se centran… Estoy muy triste y desesperanzada, porque en este punto creo que no se está buscando a mi hija por ser una chica transgénero“, lamenta Joanna, madre de la joven.
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Por ello, Joanna continúa organizando rifas y buscando financiamiento para viajar cada tanto de Toluca a Oaxaca, para exigir avances en las investigaciones a las autoridades y continuar con la difusión del boletín de búsqueda de la joven, “porque quiero que se siga escuchando el nombre de mi Lilith, y que la gente conozca las dificultades de una búsqueda sin recursos”.
De acuerdo con las tres personas que estuvieron con Lilith el último día que se supo de su paradero, viajaron juntos al municipio de Pochutla, Oaxaca, el 31 de diciembre de 2022, y tenían su boleto de vuelta para el 6 de enero. Sin embargo, cuatro días antes de la fecha prevista para su regreso, Saori discutió con uno de sus acompañantes, y en seguida salió del hotel donde estaban hospedados, sin que se volviera a tener información de ella.
La noticia llegó a Joanna por redes sociales, cuando encontró el boletín de búsqueda de Lilith en Instagram, en una publicación donde se señalaba que había desaparecido el 2 de enero de 2023 en Playa Zicatela, vistiendo un short color negro de mezclilla, una playera blanca sin mangas y un top.
En cuanto supo la noticia, la madre de Lilith se puso en contacto con las tres personas que se encontraban con ella, pero no tuvo mayor información. La versión que dieron fue que salió del hotel por un ataque de pánico y que la buscaron sin éxito, aunque fue hasta dos días después de la desaparición cuando acudieron a poner la denuncia correspondiente.
Según los dichos de las tres personas que se encontraban de viaje con Lilith, al verla correr intentaron alcanzarla sin éxito, aunque en un video que las autoridades mostraron a Joanna se observa que dos de los acompañantes logran darle alcance en la calle y hablaron por un par de minutos con ella, para luego quedarse mirando cuando la joven se aleja.
Pese a que se cuenta con dicha evidencia, Joanna reclama que las autoridades encargadas de la investigación no han conseguido que las personas que estuvieron con su hija amplíen sus declaraciones y aporten información para localizarla.
“Apenas ahora la Comisión de Búsqueda local está esperando el análisis de la sábana de llamadas del teléfono de Lilith para poder crear otro plan, porque con la estrategia de búsqueda por polígonos no han tenido resultados positivos, pero van más de dos años de la desaparición, ¿por qué tuvieron que esperar tanto tiempo? Yo sé que no es fácil conseguir esos datos, pero desde hace mucho eran importantes en la investigación”, agrega angustiada.
Debido a las dilaciones en las intervenciones de las autoridades, Joanna señala que interpuso una queja ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, “pero de nada sirvió porque me canalizaron con la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca y nunca pasó nada, las inconsistencias y la revictimización que sufrió mi hija quedan en un par de llamadas a las que después ya no dan respuesta… pero yo estoy aquí para buscarla”.
Con voz entrecortada, Joanna describe a su hija como una joven aficionada al cosplay -disfrazarse como alguno de sus personajes favoritos- que sueña con poner un refugio para perros, y está indecisa entre estudiar gastronomía o diseño de modas. Antes de desaparecer, estudiaba el idioma inglés y el japonés, con la esperanza de viajar a Japón.
Lilith es una joven “llena de amor incondicional por los que no tienen voz, rescataba perritos, y aunque entonces yo no entendía la importancia que tenía, era de las que acudía a las marchas contra la violencia hacia las mujeres”, detalla su madre.
Ocho meses antes del viaje a Oaxaca y de su desaparición, Lilith se fue a vivir con su pareja, una de las tres personas que la acompañaban en aquellas vacaciones, por ello, Joanna reclama el no haber sido notificada por él de inmediato cuando no se supo lo que le ocurrió, hecho al que atribuye el entorpecimiento de los primeros días de su búsqueda.
“Con los planes de búsqueda en vida no hubo resultados, no se logró información de Lilith sobre si fue vista en alguna localidad, y todo esto ha sido muy difícil para mi, el estar viajando llena de esperanza para Oaxaca, estar pegando boletines en las zonas de mayor afluencia, pero siento que se pudo aprovechar mejor el tiempo”, lamenta.
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Gracias al apoyo del colectivo Defensores por la Justicia, la carpeta de investigación del caso de Lilith fue turnada a una la fiscalía especializada en desapariciones del estado, con lo que Joanna espera que las diligencias avancen y logren hallar a su hija, “porque siento que conforme va pasando el tiempo ya no se tomó en serio la búsqueda, siguen con las mismas estrategias y no hay nada nuevo”.
De acuerdo con cifras de la Comisión Nacional de Búsqueda y la Secretaría de Gobernación, actualmente en México hay 122 mil 833 personas desaparecidas y no localizadas. En el caso de Oaxaca son 737 casos.
El presidente llega a los 100 días de su segundo gobierno con varias medidas encaminadas, pero encuentra obstáculos a algunos impulsos reformistas.
En los primeros 100 días de su segundo mandato, Donald Trump mostró que busca ampliar el poder de por sí descomunal que tiene como presidente de Estados Unidos.
Ha invocado una autoridad extraordinaria para diversos cometidos: desde remodelar el comercio internacional hasta deportar migrantes sin seguir necesariamente el debido proceso.
Con una catarata de órdenes ejecutivas firmadas en este lapso, el presidente quiere modificar el gobierno de EE.UU. a su gusto y reclama mayor influencia sobre los bufetes de abogados, las universidades y las reglas electorales de su país.
Trump ha indicado incluso que podría buscar un tercer mandato pese a que la Constitución le impone un límite de dos.
Pero Erica Frantz, una profesora de ciencia política en la Universidad Estatal de Michigan experta en autoritarismo, descarta que el apetito de poder de Trump sea mayor ahora que en su primer gobierno (2017-2021).
“Lo que es diferente es su capacidad para tener éxito en la búsqueda del poder”, dice Frantz a BBC Mundo. “Está siendo mucho más exitoso en marginar, silenciar o desmantelar a cualquier individuo, institución o grupo que potencialmente pudiera limitar su poder”.
Sin embargo, Trump 2.0 tampoco se ha salido siempre con las suyas. Y esto se debe en gran medida a tres obstáculos importantes con los que se ha topado hasta ahora:
Trump domina a su Partido Republicano, que a su vez tiene mayorías en ambas cámaras del Congreso, por lo que el Poder Judicial es un contrapeso clave del presidente de EE.UU.
Los tribunales federales han suspendido temporalmente medidas polémicas de Trump, como su intento de terminar con la ciudadanía automática que la Constitución otorga a quien nace en el país.
Otro caso notorio en el que intervino la justicia es la deportación de un inmigrante al que Trump acusa de pertenecer a la pandilla MS-13.
Kilmar Abrego García fue enviado a una cárcel de El Salvador junto a otros inmigrantes pese a que un fallo judicial prohibía hacerlo. El gobierno primero dijo que se trató de un error administrativo y luego reivindicó la expulsión.
El asunto llegó a la Corte Suprema, que exigió al gobierno “facilitar” la liberación de Abrego García. Y, ante señales de que esto se demoraba, la jueza federal que supervisa el caso, Paula Xinis, acusó al Ejecutivo de actuar de “mala fe” por negarse a informar sobre el caso y ordenó una investigación inusual al respecto, que luego pausó por unos días.
El máximo tribunal de EE.UU. ha fallado sobre otras acciones del gobierno, por ejemplo al ordenarle que le avise con “tiempo razonable” a los migrantes venezolanos que quiere deportar, para que puedan desafiar legalmente su expulsión.
Pero también ha desactivado bloqueos que jueces de menor rango pusieron a medidas controversiales de Trump, como los despidos de personal y congelamientos de fondos en el gobierno.
Con una mayoría conservadora de seis jueces en nueve —tres de ellos nombrados por Trump—, la Corte Suprema será decisiva en varios de estos casos y, según Frantz, aún está por verse su voluntad de servir de control significativo al mandatario.
“Otros tribunales pueden desempeñar un papel importante, como lo están haciendo, en los intentos de hacer retroceder a Trump”, dice la experta. “Pero en última instancia, si la Corte Suprema cede, la puerta se abre de par en par para que siga la toma de poder y la democracia decaiga”.
Una de las novedades del regreso de Trump a la Casa Blanca han sido sus esfuerzos para ganar influencia sobre algunas de las principales universidades de EE.UU.
El mandatario y sus asesores sostienen que buscan combatir el antisemitismo que hay en esas casas de estudios desde las protestas contra la guerra de Israel en Gaza.
Pero las exigencias que el gobierno ha hecho a las universidades, bajo amenaza de cortarles la ayuda financiera federal, van desde reformas internas hasta cambios en las políticas de admisiones, y según sus críticos comprometen la libertad académica.
Muchos se inquietaron cuando la Universidad de Columbia aceptó en marzo varias demandas del gobierno, incluido un cambio de supervisión en su departamento de Medio Oriente, para intentar mantener US$400 millones de fondos y contratos federales.
Sin embargo, en abril Trump y sus colaboradores chocaron con una institución que se negó a cumplir sus exigencias: la Universidad de Harvard.
“Ningún gobierno —sin importar qué partido esté en el poder— debe dictar qué pueden enseñar las universidades privadas, a quién pueden admitir y contratar, y qué áreas de estudio e investigación pueden seguir”, sostuvo el presidente de Harvard, Alan Garber, en un comunicado.
El gobierno congeló US$2.200 millones de fondos federales para esa universidad de élite, y podría hacer lo mismo con cerca de US$8.000 millones más.
Pero Harvard se mantuvo firme y presentó una demanda contra la administración de Trump, quien a su vez amenazó con quitarle la exención fiscal.
Joshua Sandman, un profesor emérito de ciencia política en la Universidad de New Haven, sostiene que Harvard no consiguió “proteger a estudiantes judíos de agresiones físicas, intimidación y acoso”.
Pero “Trump ha utilizado esto como pretexto para presionar a Harvard para que capitule y cambie su cultura y actitud liberal”, dice Sandman, que es experto en la presidencia de EE.UU., a BBC Mundo.
Tal vez otras universidades que evitaban confrontar a Trump en público hayan tomado nota de la actitud de Harvard ante la Casa Blanca.
La semana pasada, los líderes de más de 400 instituciones de enseñanza terciaria de EE.UU. emitieron un comunicado conjunto “contra la extralimitación gubernamental y la interferencia política sin precedentes que ahora ponen en peligro la educación superior estadounidense”.
Dos de los mayores retrocesos de Trump desde que asumió el 20 de enero están vinculados a un actor difícil de ignorar: el mercado.
La primera marcha atrás de Trump fue la tregua que anunció en su guerra comercial global, ante caídas extraordinarias en bolsas de valores y precios de bonos del Tesoro por el temor de los inversores al impacto de esa política en la economía.
“La gente se estaba pasando un poco de la raya, se estaban poniendo un poco nerviosos”, declaró el mandatario al anunciar en abril que suspendía por 90 días el aumento de aranceles a decenas de países excepto China.
Eso provocó cierto alivio en el mercado, pero Wall Street y los bonos volvieron a caer la semana pasada junto al dólar cuando Trump arremetió contra el presidente de la Reserva Federal (banco central) de EE.UU., Jerome Powell, por resistirse a sus reclamos de bajar las tasas de interés para impulsar la economía.
Trump llegó a pedir en redes sociales el despido de Powell, pese a que su labor es independiente, pero volvió a ceder tras otra reacción adversa del mercado a sus presiones.
“No tengo intención de despedirlo”, declaró el mandatario sobre Powell y el mercado volvió a dar señales de alivio.
Trump también sugirió que podría buscar una salida a la guerra comercial con China, ante advertencias empresariales de que los aranceles de 145% que anunció a importaciones de ese país podrían causar aumentos de precios y escasez de ciertos productos.
“145% es muy alto, y no será tan alto”, declaró Trump a la prensa, aunque China ha descartado negociar bajo coerción y tomó sus propias medidas de represalia comercial contra EE.UU.
Los analistas creen que el mandatario podría volver a cambiar sus posturas en cualquier momento, pero advierten que el mercado ya probó que puede doblarle el brazo.
“(Trump) es un empresario nato, así que claro que le importa cuando el mercado financiero —ya sea la bolsa, los bonos o las monedas— le pone el pulgar hacia abajo”, dice a BBC Mundo Arturo Porzecanski, un economista basado en Washington con experiencia en Wall Street.
A su juicio, también es significativo que Elon Musk anunciara que reducirá “significativamente” su participación en el gobierno de Trump después de que un informe mostró un desplome en los beneficios de su empresa Tesla, atribuido entre otros factores a sus actividades políticas.
“Lo que le saca la alfombra a Trump”, concluye Porzecanski, “es lo que pasa en los mercados”.
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