
Con el funcionamiento del Tren Maya, los servicios ecosistémicos de la Península de Yucatán disminuirán en las próximas décadas; el crecimiento urbano y turístico implicarán una mayor demanda de recursos, aumentarán los niveles de contaminación, disminuirán las poblaciones de polinizadores y se acrecentará la vulnerabilidad del territorio frente al cambio climático.
A estas conclusiones llegan los peritajes realizados por investigadores en conservación biológica y restauración ecológica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que fueron presentados por la organización Territorios Diversos para la Vida (TerraVida), como parte del amparo promovido por pueblos y comunidades indígenas, habitantes de la península de Yucatán y organizaciones de la sociedad civil, y cuya audiencia constitucional se celebrará el próximo 4 de junio.
Entre las principales consecuencias previstas para 2030 y 2050, destaca el tema de la fragmentación de ecosistemas. Con la realización de los primeros trazos para construir las 34 estaciones del megaproyecto Tren Maya, el hábitat de fauna característica de la Península de Yucatán -como jaguares y tapires- quedó dividido, lo que afecta gravemente la calidad de vida de las especies.
El Tren Maya fragmentó y aisló a las poblaciones de la selva maya desde su construcción; como consecuencia, el ecosistema perderá paulatinamente flor y fauna, y afectará la conectividad entre las poblaciones características de la Península de Yucatán.
Para proyectar los cambios que tendrá la península de Yucatán en los años 2030 y 2050, el investigador Enrique Martínez Meyer hizo un peritaje sobre los efectos de la fragmentación de ecosistemas en la Península de Yucatán, con y sin la presencia del proyecto Tren Maya.
Martínez Meyer, biólogo e investigador del Instituto de Biología de la UNAM, explicó que la fragmentación de los ecosistemas ocurre cuando se divide a los paisajes naturales en áreas de menor tamaño por alguna actividad, en este caso la construcción y operación del Tren Maya.
Estudios científicos han demostrado que fragmentar un ecosistema conlleva la pérdida de hábitat para las especies de flora y fauna, y afecta la conectividad entre las poblaciones.
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“La preocupación, del lado de las personas que estamos en el tema ambiental, es que hay efectos directos inmediatos. Pero hay efectos en el largo plazo, en diferentes períodos en el tiempo, que no se ven de manera inmediata y tienen consecuencias que difícilmente se van a poder asociar al impacto original”, comentó Martínez Meyer.
De acuerdo con los peritajes presentados por TerraVida, la degradación de la calidad del hábitat disminuirá la provisión de servicios ecosistémicos en la selva; entonces, las vulnerabilidades ante el cambio climático y la presión en la demanda de recursos comenzarán a hacerse presentes.
Pese a que el territorio del sureste ha experimentado los efectos de un deficiente ordenamiento territorial, particularmente desde la proliferación de construcciones inmobiliarias y turísticas en ciudades como Cancún y Tulum, estas experiencias no fueron tomadas en cuenta para prever el impacto negativo que podría ocasionar la falta de planeación en la construcción del megaproyecto ferroviario Tren Maya.
Luis Zambrano González, especialista desde hace más de 20 años en humedales, ecosistemas acuáticos y restauración en el Instituto de Biología de la UNAM, se encargó de liderar el peritaje dirigido a explicar cómo podría ocurrir la disminución de los servicios ecosistémicos con y sin Tren Maya.
En el peritaje, el investigador advierte que los servicios ecosistémicos en la península estarán bajo presión debido a factores como el crecimiento poblacional, el cambio en el uso del suelo, la pérdida de biodiversidad, la expansión urbana, la fragmentación de los ecosistemas, la erosión, la alteración de los flujos de agua, la producción de alimentos, la vulnerabilidad ante eventos extremos causados por el cambio climático y el aumento en la liberación de CO2.
Los peritajes también indican que la construcción del Tren Maya y el consecuente cambio de uso de suelo tendrán un impacto significativo en la provisión de alimentos en la península de Yucatán. La disminución de la abundancia de polinizadores, debido a la pérdida de su hábitat natural, afectará la producción agrícola en la región.
“La polinización sí es un gran problema, pues es la base de la producción agrícola. Estamos perdiendo mucha capacidad para contar con el servicio de polinización que da el ecosistema, ésta se basa en los insectos y los murciélagos que, con el Tren Maya, se reducirá mucho sobre todo en la parte sur”, advirtió Zambrano.
El peritaje destaca también la pérdida de capacidad de captura de carbono por la deforestación y fragmentación de la selva; la afectación a los servicios de polinización; la alteración de hábitats críticos para la conservación de especies endémicas y en peligro; así como la pérdida de cobertura vegetal.
Viridiana Maldonado, abogada en TerraVida advirtió que no es necesario esperar para observar los impactos en la península de Yucatán, ya que el proyecto se encuentra en operación desde diciembre de 2023 y los efectos ya son visibles en las comunidades aledañas al proyecto.
La abogada explicó que las comunidades han compartido a TerraVida cómo, paulatinamente, han cambiado sus dinámicas cotidianas con la llegada de personas provenientes de distintos sectores y la creciente presencia de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Para TerraVida, éste es un factor relevante y preocupante en términos del impacto que puede tener en las comunidades ya que, no solo implica la presencia de una secretaría como la de la Defensa Nacional sino también, el temor que representa defender el territorio al que han pertenecido las comunidades por generaciones.
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“Evidentemente el miedo es mucho mayor porque no es lo mismo enfrentarse a una empresa nacional o internacional que hacerlo contra el Estado, ya sea a nivel estatal o federal. Eso conlleva un temor real y fundado respecto a lo que puede implicar mantenerse al frente de estos procesos”, explicó Maldonado.
Ante la falta de planeación y transparencia en el trazo que la administración de Andrés Manuel López Obrador realizó para construir el Tren Maya, comunidades, profesionistas, colectivos y organizaciones de la sociedad civil en la región han denunciado irregularidades en el proyecto.
Las proyecciones de Luis Zambrano sobre el impacto en los servicios ecosistémicos arrojan cuán afectados estarán aquellos beneficios que las personas obtienen de la naturaleza.
Según los resultados de los estudios, hay cuatro rubros que muestran los impactos para 2030 y 2050:
“Nos dicen ‘ese es el objetivo’ y nos preguntamos ¿cómo se va a llevar a cabo ese objetivo? Y la respuesta es que ese objetivo se lleva a cabo a partir del cambio de uso de suelo. Si tú quieres desarrollar más el turismo, pues ya no caben en Cancún, tienes que desarrollar otras zonas. ¿En dónde quiere estar el turismo? La mayoría de los turistas no buscan la selva, quieren estar en las zonas costeras”, afirmó Zambrano González.
Sin embargo, en las zonas costeras, explicó el investigador, se encuentran los manglares, que son ecosistemas de gran importancia pues dan muchos servicios ecosistémicos y que están siendo amenazados y destruidos en la Riviera Maya.
“La destrucción es altísima por el cambio de uso de suelo para construir hoteles y resorts, hacia el sur de Cancún. Los manglares son talados pues no son el típico paisaje que busca el turista asomándose al balcón de su cuarto”, añadió.
Otro aspecto que amenaza a la selva maya es la agricultura intensiva. El experto recordó que, en los últimos años, grupos de personas que tienen la visión de intensificar la agricultura en suelos muy pobres arremeten contra el territorio.
Según los resultados de las periciales del juicio de amparo, que está por recibir una resolución, el impacto en los servicios ecosistémicos de provisión se verá reflejado por la fragmentación de selvas y bosques, sistemas donde la huella acumulativa ya interrumpe el movimiento natural de las especies. Esto afecta a los animales que necesitan desplazarse para encontrar comida o reproducirse.
Una de las grandes preocupaciones para los expertos es el impacto que el Tren Maya tendrá en la provisión de alimentos y la estrecha relación que tiene con los polinizadores de la península de Yucatán. Las proyecciones a futuro para los años 2030 y 2050, incluídas en las periciales, advierten que la abundancia de insectos podría verse disminuida drásticamente.
En México, se estima que el 88% de las especies cultivadas dependen de los polinizadores para su producción. En la península de Yucatán se encuentran polinizadores como la abeja Apis mellifera, la abeja melipona y los murciélagos, cuya presencia es crucial en la polinización de cultivos como calabaza, tomate, chile habanero, pimientos, aguacate, palma de coco y cucurbitáceas como la sandía, el melón y el pepino.
Para determinar la disminución en la abundancia de polinizadores en la península Luis Zambrano González explicó que utilizaron el modelo de polinización InVEST, el cual permite analizar si un servicio ecosistémico se puede reducir o aumentar, en este caso se usó para estimar la abundancia de polinizadores en la región.
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Este modelo toma en cuenta la disponibilidad de sitios de anidación y recursos florales dentro de los rangos de vuelo de los polinizadores para calcular un índice de la abundancia de polinizadores que anidan en cada celda del paisaje. Dicha información, junto con datos sobre recursos florales, actividad de alimentación y rango de vuelo, estima cuántos polinizadores visitan cada unidad territorial.
Los resultados del modelo InVest para polinizadores arrojan que en el escenario actual, las áreas clasificadas de alta abundancia de polinizadores representan el 38%.
Sin embargo, esta cifra disminuye conforme a los escenarios, sin Tren Maya y con Tren Maya, que el peritaje del Dr. Zambrano González proyectó para los años 2030 y 2050. Según los resultados del modelo de polinización InVEST en un escenario sin Tren Maya, para 2030 la abundancia alta de polinizadores solo se reducen ligeramente al 36%; mientras que para el año 2050 la reducción será del 35%.
En cambio, en un escenario con Tren Maya el descenso de abundancia alta de polinizadores para 2030 decrece mucho más ya que, solo tendrá el 30% de estos animales importantes para la seguridad alimentaria. La proyección para 2050 es más preocupante ya que, apenas alcanzará el 26% de abundancia alta de esta diversidad de especies en la península.
Es decir, para el 2030 con el Tren Maya la península de Yucatán tendrá un 8% menos de polinizadores y un 12% menos en 2050 comparado con el escenario actual que representa el 38%.
“La tecnología nos ayuda a hacer todo ese tipo de análisis para decir que esto tiene un costo mayor en el largo plazo porque va a reducir los beneficios ecosistémicos de los cuales, el tren y el turismo dependen para sobrevivir [como]: agua, captura de carbono, o polinización, que es la que le da de comer a la gente que vive ahí”, señaló Zambrano.
De acuerdo con las periciales las zonas de alta abundancia de polinizadores se encuentran, principalmente, en las selvas perennifolias -también conocidas como bosques tropicales- las cuales se localizan al este y sureste de la península, en áreas protegidas como Calakmul, Bahías de Chetumal y Sian Ka’an.
Estas áreas protegidas han mantenido una cubierta vegetal más conservada gracias a su estatus. Esto les permite ser refugios clave para los polinizadores. Sin embargo, en las zonas aledañas, la fragmentación de la cubierta vegetal provoca la disminución en la abundancia de polinizadores.
“Si tú destruyes esos servicios ecosistémicos para atraer más turistas, el resultado es que te vas a quedar sin turistas dentro de 20 años porque ya no va a haber los servicios ecosistémicos que son fundamentales para que haya turistas.
“El proyecto busca atraer a una gran cantidad de personas, lo que podría generar presión sobre los recursos del territorio, como el agua y los alimentos. En este escenario, existe el riesgo de que, en poco tiempo, la disponibilidad de estos recursos sea insuficiente o se vea comprometida, especialmente si se consideran los posibles efectos del cambio climático y la alta vulnerabilidad de la península de Yucatán ante fenómenos meteorológicos extremos, como sequías y huracanes”, comentó el investigador.
Con la operación del Tren Maya los servicios de regulación, es decir, aquellos que están relacionados con los índices de riesgo en los asentamientos humanos, podrían verse notoriamente disminuidos. En las periciales advierten que la calidad de estos servicios puede determinar si las personas y sus entornos construidos enfrentan daños mínimos o severos.
“Cuando se rompe el equilibrio de los servicios ecosistémicos debido a la fragmentación provocada por el tren y al aumento en el cambio de uso de suelo, lo que estamos haciendo no solo es ser más vulnerables, es decir, no solo estamos promoviendo más cambio climático a nivel global, sino que nos volvemos más vulnerables a los efectos que tiene ese cambio climático a nivel local. Entonces, si viene un huracán y ya no hay manglar que disminuya sus efectos, y la destrucción nos pega a todos”, explicó Zambrano.
El investigador añadió que, cuando se afecta a los ecosistemas como los de la península de Yucatán que aún tienen muchos ecosistemas prístinos costeros, se pone en riesgo fundamentalmente a las comunidades rurales pues las hace mucho más vulnerables a los efectos del cambio climático.
La abogada Viridiana Maldonado recordó que el crecimiento desmedido del turismo podría verse intensificado con la implementación del proyecto integral del Tren Maya, un impacto que ya comienza a manifestarse con la construcción ilegal de un hotel militar dentro de una área natural protegida.
Se trata del Hotel Tren Maya Calakmul, en Campeche el cual consta de 144 habitaciones master room, restaurante, bar, alberca, área de cafetería, oficinas administrativas, lobby y edificio de servicios múltiples como servicio médico, lavandería. Además, dicho alojamiento se encuentra a 51 km de la estación del Tren Maya.
“No se trata únicamente del Tren Maya sino de todo el entramado de megaproyectos que ha detonado en la región como el hotel en Calakmul, ‘La puerta al mar’ en Felipe Carrillo Puerto y las graves afectaciones a los cenotes en Tulum y Playa del Carmen. Estos proyectos se configuran como un modelo de desarrollo que fragmenta ecosistemas, desplaza comunidades y pone en riesgo el patrimonio biocultural de la península”, señaló Maldonado.
Por su parte, Zambrano añadió que con la llegada de más personas para habitar en la península y la masificación del turismo, la demanda de servicios también crecerá y con ello la provisión de agua y la gestión de desechos.
“Se tienen que construir carreteras y lugares de producción alimentaria de manera intensiva para tener estos bufetes inacabables en los hoteles all inclusive, en donde puedes comer 220 hamburguesas de calidad ínfima, pero son 220 hamburguesas que tienen un alto costo ecológico. Se requiere de abastecimiento de energía también, por ende más cableado y aumento en la contaminación por la energía que tienes para este aumento de turismo”, ejemplificó.
A esa demanda de servicios se suma el incremento en la cantidad de aviones que llegarán a la península de Yucatán. Para cubrir esa demanda, se creó un nuevo aeropuerto en el municipio de Tulum y se están construyendo más carreteras para conectar los sitios turísticos con la terminal aérea, en detrimento de la selva.

Una especie de moho estaría desafiando lo que los científicos entienden sobre los efectos de la radiación en la vida
El moho hallado en el lugar del desastre nuclear de Chernóbil parece alimentarse de la radiación. ¿Podríamos usarlo para proteger a los viajeros espaciales de los rayos cósmicos?
En mayo de 1997, Nelli Zhdanova entró en uno de los lugares más radiactivos de la Tierra -las ruinas abandonadas de la central nuclear de Chernóbil- y descubrió que no estaba sola.
En el techo, las paredes y el interior de los conductos metálicos que protegen los cables eléctricos, el moho negro se había instalado en un lugar que antes se consideraba perjudicial para la vida.
En los campos y el bosque que rodea la central nuclear, los lobos y los jabalíes habían resurgido ante la ausencia de humanos.
Pero incluso hoy en día existen zonas específicas donde se pueden encontrar niveles alarmantes de radiación debido al material expulsado del reactor al explotar.
El moho, formado por diversos hongos, parecía estar haciendo algo extraordinario. No se había instalado simplemente porque los trabajadores de la planta se hubieran marchado.
En realidad, Zhdanova había descubierto en estudios previos del suelo alrededor de Chernóbil que los hongos estaban creciendo hacia las partículas radiactivas que cubrían la zona.
Ahora, descubrió que habían llegado a la fuente original de radiación: las habitaciones dentro del edificio del reactor que explotó.
Con cada estudio que la acercaba a la radiación dañina, el trabajo de Zhdanova también ha revolucionado nuestras ideas sobre cómo la radiación impacta la vida en la Tierra.
Ahora, su descubrimiento ofrece la esperanza de limpiar sitios radiactivos e incluso proporciona maneras de proteger a los astronautas de la radiación dañina durante sus viajes espaciales.
Once años antes de la visita de Zhdanova, una prueba de seguridad rutinaria del reactor cuatro de la central nuclear de Chernóbil se había convertido rápidamente en el peor accidente nuclear del mundo.
Una serie de errores, tanto en el diseño del reactor como en su funcionamiento, provocaron una enorme explosión en la madrugada del 26 de abril de 1986. El resultado fue una única y masiva liberación de radionucleidos.
El yodo radiactivo fue una de las principales causas de muerte en los primeros días y semanas, y, posteriormente, del aumento de casos de cáncer.
En un intento por reducir el riesgo de intoxicación por radiación y las complicaciones de salud a largo plazo, se estableció una zona de exclusión de 30 km, también conocida como la “zona de aislamiento”, para mantener a las personas alejadas de los restos radiactivos más peligrosos del reactor cuatro.
Pero mientras se mantenía a los humanos alejados, el moho negro de Zhdanova había colonizado lentamente la zona.
Como plantas que buscan la luz solar, la investigación de Zhdanova indicó que las hifas fúngicas del moho negro parecían atraídas por la radiación ionizante.
Pero el “radiotropismo”, como lo denominó Zhdanova, era una paradoja: la radiación ionizante suele ser mucho más potente que la luz solar, una descarga de partículas radiactivas que destroza el ADN y las proteínas como las balas perforan la carne.
El daño que causa puede desencadenar mutaciones dañinas, destruir células y matar organismos.
Además de los hongos aparentemente radiotrópicos, los estudios de Zhdanova encontraron otras 36 especies de hongos comunes, pero lejanamente relacionados, que crecían alrededor de Chernóbil.
Durante las dos décadas siguientes, el trabajo pionero sobre los hongos radiotrópicos que identificó llegaría mucho más allá de Ucrania. Contribuiría al conocimiento de una posible nueva base para la vida en la Tierra, una que prospera gracias a la radiación en lugar de la luz solar.
Y llevaría a los científicos de la NASA a considerar rodear a sus astronautas con paredes de hongos como una forma duradera de soporte vital.
En el centro de esta historia se encuentra un pigmento ampliamente presente en la vida terrestre: la melanina. Esta molécula, que puede variar del negro al marrón rojizo, es la que determina los diferentes colores de piel y cabello en las personas.
Pero también es la razón por la que las diversas especies de moho que crecían en Chernóbil eran negras. Sus paredes celulares estaban repletas de melanina.
Así como la piel más oscura protege nuestras células de la radiación ultravioleta (UV), Zhdanova sospechaba que la melanina de estos hongos actuaba como escudo contra la radiación ionizante.
No solo estaban los hongos aprovechando las propiedades protectoras de la melanina.
En los estanques alrededor de Chernóbil, las ranas con mayores concentraciones de melanina en sus células y, por lo tanto, de color más oscuro, lograron sobrevivir y reproducirse mejor, ennegreciendo paulatinamente a la población local que vivía allí.
En la guerra, un escudo podría proteger a un soldado de una flecha al desviarla de su cuerpo. Pero la melanina no funciona así. No es una superficie dura ni lisa. La radiación, ya sea UV o partículas radiactivas, es absorbida por su estructura desordenada, y su energía se disipa en lugar de ser desviada.
La melanina también es un antioxidante, una molécula que puede transformar los iones reactivos que la radiación produce en la materia biológica y devolverlos a un estado estable.
En 2007, Ekaterina Dadachova, científica nuclear del Colegio de Medicina Albert Einstein de Nueva York, contribuyó al trabajo de Zhdanova sobre los hongos de Chernóbil, revelando que su crecimiento no era solo direccional (radiotrópico), sino que, de hecho, aumentaba en presencia de radiación.
Descubrió que los hongos melanizados, al igual que los del reactor de Chernóbil, crecían un 10% más rápido en presencia de cesio radiactivo en comparación con los mismos hongos cultivados sin radiación.
Dadachova y su equipo también descubrieron que los hongos melanizados irradiados parecían utilizar la energía para impulsar su metabolismo. En otras palabras, la utilizaban para crecer.
Zhdanova había sugerido que estos hongos podrían aprovechar la energía de la radiación, y ahora la investigación de Dadachova parecía basarse en esta idea.
Estos hongos no solo crecían hacia la radiación para obtener calor o alguna reacción desconocida entre la radiación y su entorno, como había sugerido Zhdanova.
Dadachova creía que los hongos se alimentaban activamente de la energía de la radiación. Llamó a este proceso “radiosíntesis”. Y la melanina era fundamental en la teoría.
“La energía de la radiación ionizante es aproximadamente un millón de veces mayor que la energía de la luz blanca, que se utiliza en la fotosíntesis”, afirma Dadachova. “Por lo tanto, se necesita un transductor de energía bastante potente, y esto es lo que creemos que la melanina es capaz de hacer: transducir [la radiación ionizante] a niveles utilizables de energía”.
La radiosíntesis sigue siendo solo una teoría, ya que solo se puede demostrar si se descubre el mecanismo preciso entre la melanina y el metabolismo.
Los científicos necesitarían encontrar el receptor exacto -o un rincón específico en la intrincada estructura de la melanina- que participa en la conversión de la radiación en energía para el crecimiento.
En años más recientes, Dadachova y sus colegas han comenzado a identificar algunas de las vías y proteínas que podrían explicar el aumento del crecimiento de los hongos con la radiación ionizante.
No todos los hongos melanizados muestran una tendencia al radiotropismo y al crecimiento positivo en presencia de radiación. Un estudio de 2006 realizado por Zhdanova y sus colegas, por ejemplo, descubrió que solo nueve de las 47 especies de hongos melanizados que recolectaron en Chernóbil crecieron hacia una fuente de cesio radiactivo (cesio-137).
De manera parecida, en 2022, científicos de los Laboratorios Nacionales Sandia en Nuevo México no encontraron diferencias en el crecimiento cuando dos especies de hongos (una melanizada y otra no) fueron expuestas a radiación UV y cesio-137.
Pero ese mismo año, se volvió a detectar la misma tendencia de crecimiento fúngico al ser expuestos a la radiación en el espacio.
A diferencia de la desintegración radiactiva detectada en Chernóbil, la llamada radiación cósmica galáctica es una tormenta invisible de protones cargados, cada uno de los cuales viaja a una velocidad cercana a la de la luz a través del universo.
Originada en estrellas en explosión fuera de nuestro sistema solar, incluso logra atravesar el plomo sin mayor problema.
En la Tierra, nuestra atmósfera nos protege en gran medida de ella, pero para los astronautas que viajan al espacio profundo se ha descrito como “el mayor peligro” para su salud.
Pero ni siquiera la radiación cósmica galáctica supuso un problema para las muestras de Cladosporium sphaerospermum, la misma cepa que Zhdanova encontró creciendo en Chernóbil, según un estudio que envió estos hongos a la Estación Espacial Internacional en diciembre de 2018.
“Lo que demostramos es que crece mejor en el espacio”, afirma Nils Averesch, bioquímico de la Universidad de Florida y coautor del estudio.
En comparación con las muestras de control en la Tierra, los investigadores descubrieron que los hongos expuestos a la radiación cósmica galáctica durante 26 días crecieron un promedio de 1,21 veces más rápido.
Aun así, Averesch todavía no está convencido de que esto se deba a que C. sphaerospermum estaría aprovechando la radiación en el espacio. El aumento en los niveles de crecimiento también podría deberse a la gravedad cero, otro factor que los hongos en la Tierra no experimentaron.
Averesch está realizando experimentos con una máquina de posicionamiento aleatorio que simula la gravedad cero aquí en la Tierra para analizar estas dos posibilidades.
Pero Averesch y sus colegas también probaron el potencial protector de la melanina en C. sphaerospermum colocando un sensor debajo de una muestra de hongos a bordo de la Estación Espacial Internacional.
En comparación con las muestras sin hongos, la cantidad de radiación bloqueada aumentó a medida que los hongos crecían, e incluso una mancha de moho en un disco de Petri parecía ser un escudo eficaz.
“Considerando la capa comparativamente delgada de biomasa, esto podría indicar una gran capacidad de C. sphaerospermum para absorber la radiación espacial en el espectro medido”, escribieron los investigadores.
Averesch dice que aún es posible que los aparentes beneficios radioprotectores de los hongos se deban a componentes de la vida biológica distintos al de la melanina.
El agua, por ejemplo, una molécula con un alto número de protones en su estructura (ocho en el oxígeno y uno en cada hidrógeno), es una de las mejores maneras de protegerse contra los protones que se desplazan por el espacio, un equivalente astrobiológico a combatir el fuego con fuego.
Incluso así, los hallazgos han abierto perspectivas intrigantes para resolver el problema de la vida en el espacio. Tanto China como Estados Unidos planean tener una base en la Luna en las próximas décadas, mientras que SpaceX, con sede en Texas, aspira a que su primera misión a Marte despegue a finales de 2026 y a que los humanos aterricen allí entre tres y cinco años después.
Las personas que vivan en estas bases deberán estar protegidas de la radiación cósmica. Sin embargo, usar agua o plástico de polietileno como caparazón radioprotector para estas bases podría resultar demasiado pesado para el despegue.
El metal y el vidrio presentan un problema similar. Lynn J. Rothschild, astrobióloga del Centro de Investigación Ames de la NASA, ha comparado el transporte de estos materiales al espacio para construir bases espaciales con una tortuga que lleva su caparazón a todas partes.
“Es un plan fiable, pero con un alto coste energético”, declaró en un comunicado de la NASA de 2020.
Su investigación ha dado lugar a muebles y paredes a base de hongos que podrían cultivarse en la Luna o Marte.
Esta “micoarquitectura” no sólo reduciría el coste del despegue, sino que, si los hallazgos de Dadachova y Averesch resultan correctos, también podría utilizarse para formar un escudo de radiación, una barrera autorregenerativa entre los humanos que viajan al espacio y la tormenta de radiación cósmica galáctica del exterior.
Así como esos mohos negros colonizaron un mundo abandonado en Chernóbil, tal vez algún día podrían proteger nuestros primeros pasos en nuevos mundos en otras partes del Sistema Solar.
*Esta es una adaptación al español de una historia publicada originalmente en inglés por BBC Future. Si quieres leerla en su idioma original, haz clic aquí.
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