Tras casi dos años de no tener titular en el Instituto de Planeación Democrática y Prospectiva de la Ciudad de México (IPDP) y de haber sido cancelado el Plan General de Desarrollo (PGD), la jefa de gobierno, Clara Brugada, buscará en 2025 establecer las directrices de la política de desarrollo urbano por los próximos 20 años.
La urbanización sigue creciendo en varias partes de la CDMX y de acuerdo con el último censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), hay 9 millones 209 mil 944 habitantes.
De acuerdo con autoridades, el Programa General de Desarrollo (PGD) es un instrumento que sirve para orientar el desarrollo urbano y el ordenamiento territorial de la CDMX. Esto, a su vez, determina la política, la estrategia y las acciones del desarrollo urbano, así como las bases para expedir los programas de los subsecuentes ámbitos de aplicación.
Con esto, los habitantes de la ciudad podrán beneficiarse a través de un mejor acceso a servicios como el agua, infraestructura vial y el desarrollo del medio ambiente. Tener una movilidad integrada y accesible, protección del suelo de conservación, desarrollo agroecológico de zonas rurales, la regeneración de las condiciones ecológicas tanto el suelo, agua, aire, tierra y la atención integral de los asentamientos humanos.
En el caso de la capital, el proyecto tendrá que avanzar para crear el Plan General de Ordenamiento Territorial (PGOT), el cual tiene el objetivo de que la ciudad sea “más próspera, sustentable y amigable con el medio ambiente”.
“Como lo hemos dicho incansablemente en todos los momentos —hay que– construir políticas de Estado que rebasen los sexenios. Entonces, construir políticas públicas durante 20 años bajo metas y objetivos es la gran tarea que tenemos que hacer; no podemos hablar de agua, de seguridad, no podemos hablar del Sistema Público de Cuidados, del medio ambiente a corto plazo, siempre tenemos que estar pensando a largo plazo”, declaró Brugada el pasado 14 de noviembre.
El gobierno de Claudia Sheinbaum, como mandataria capitalina, tuvo que haber publicado el PGD y el PGOT desde octubre de 2022, tal como establece la Constitución local; sin embargo, la falta de consenso entre grupos sociales y las autoridades impidió que estos documentos fueran aprobados.
Las autoridades capitalinas organizaron una consulta de las versiones anteriores de proyectos del PGD y PGOT, pero el resultado se anuló ante la falta de participación ciudadana y el reclamo por parte de algunos grupos sobre la falta de difusión de los documentos y los procesos de participación.
Ante las inconsistencias reclamadas, Sheinbaum anunció la reposición del proceso para elaborar y dialogar los documentos.
“No tiene sentido que ni en el caso del suelo de conservación ni en otras dudas que se han planteado sobre otros temas, se acelere un proceso que tiene que ser democrático y de consensos en la Ciudad, y de respeto en general, a los usos de suelo de la Ciudad”, señaló Sheinbaum en diciembre de 2022.
Dichos proyectos han sido criticados por especialistas y académicos, ya que en anteriores administraciones han considerado prohibir construcciones con carencias de agua, lo que podría generar una marginación para alguna zona.
“Si pones en zonas que tienen agua otro complejo como Mítikah, entonces al cabo de un tiempo ya no va a tener. Nadie quiere decirlo, pero ya no cabe otro megaproyecto en la ciudad, no hay agua, pero vemos que el compromiso con el acceso equitativo en este proyecto está ausente”, declaró la académica de la UNAM, Elena Burns.
Hace un año, el entonces jefe de gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres Guadarrama, retiró los dos planes un día antes de que se aprobaran automáticamente tras la falta de dictaminación.
Actualmente no hay quien realice los planes para que los expertos evalúen debido a que tanto el director general del Instituto, Pablo Benlliure, como dos consejeros renunciaron, mientras que otros tres terminaron su gestión.
Sin embargo, pese a que el instituto permanece acéfalo, este año expertos han insistido en que para que pueda aprobarse el PGOT es necesario que exista una Ley de Ordenamiento Territorial que regule al plan, también hace falta que se nombre a la persona titular y consejeros del instituto.
Por ello, este 26 de diciembre la mandataria capitalina envió una lista de 10 personas especialistas en desarrollo urbano para que diputados eligan a 5, quienes serán las encargadas de seleccionar a quien quede al frente del organismo y se encargue de poner en marcha los planes en menos de un año, según los objetivos del gobierno de CDMX.
En ese tenor, en octubre de este año, el pleno del Congreso local aprobó el dictamen presentado por las Comisiones Unidas de Administración Pública Local y de Planeación del Desarrollo, para reformar y adicionar un párrafo cuarto, quinto y sexto, y recorrer el subsecuente del artículo 28 de la Ley del Sistema de Planeación del Desarrollo de la Ciudad de México.
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La diputada morenista y presidenta de la Comisión de Administración Pública Local, Elizabeth Mateos Hernández, indicó que esta ley no considera el supuesto en el cual se encuentra el comité de selección de aspirantes de la titularidad de la Dirección General del Instituto de Planeación Democrática y Prospectiva local, con la falta definitiva del total de sus integrantes, ya que únicamente se establece el supuesto de ausencia de algún miembro.
Mateos Hernández explicó que se debe reestablecer la funcionalidad del comité para impulsar un desarrollo adecuado de la capital y no caer en este vacío legal nuevamente, por lo que se propone añadir el proceso a seguir ante esta situación, y permitir que la persona titular de la jefatura de gobierno pueda emitir una nueva convocatoria, en un término de 60 días.
En este sentido, se establece en la ley que para la renovación de las personas integrantes del comité de selección, cuyo periodo de designación haya concluido, o en caso de que se produzca la falta definitiva de todos sus integrantes, se deberá seguir el procedimiento para su conformación y para las postulaciones que le corresponden, la persona titular de la jefatura de Gobierno observará el criterio de paridad de género.
El 26 de diciembre, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, envió la propuesta de 10 personas aspirantes a integrar el Comité de Selección de la Persona Titular de la Dirección General del IPDP.
El documento revela que se recibieron 37 propuestas. Del total, 30 solicitantes cumplieron con todos los requisitos; mientras que 7 tuvieron algún incumplimento, pero solo fueron seleccionados 10.
Entre los aspirantes, el 10 % fue propuesto por una cámara relacionada con materias de planeación, el 36 % por una institución académica y el 53 % por una organización de la sociedad civil.
La lista propuesta por Clara Brugada incluye a:
Ana Isabel González González, Arturo Bautista Lozano Cámara, Enrique Soto Alva, Ernesto Jiménez Olin, Guadalupe Valencia García, Juan José Orozco y Orozco, María de Lourdes García Vázquez, María del Pilar Muriedas Juárez, Naxhelli Ruiz Rivera y Salvador Rafael Munguía Pérez.
“Es un buen avance en la reconstrucción del Instituto de Planeación, es la segunda etapa después de la convocatoria. Ahora estos perfiles serán revisados y se tendrán que elegir a cinco considerando la paridad de género”, dijo la presidenta de la Comisión de Planeación del Desarrollo del Congreso CDMX, Olivia Garza.
El proceso para elegir a las y los cinco integrantes se llevará a cabo el próximo año en las Comisiones Unidas de Administración Pública y de Planeación del Desarrollo.
Alegres, intensos, perdurables… y siempre hermosos: estos son los brochazos de color que México ha dado al planeta.
El torneo fue el primero que se transmitió a color en todo el mundo, permitiéndole a los televidentes ver los tonos de los uniformes de los equipos nacionales.
Pero esa no era la primera vez que México coloreaba el planeta.
Unas décadas atrás había dado un brochazo con un rosa brillante basado en los colores naturales del árbol de bugambilia.
La historia del color en Mesoamérica era muy antigua, pero el diseñador, fotógrafo y pintor Ramón Valdiosera lo había puesto en la escena internacional en un desfile realizado el 6 de mayo de 1949 en el famoso Hotel Waldorf-Astoria en Nueva York.
El artista había adoptado ese rosa tras realizar un viaje de investigación por México, en el que coleccionó trajes y vestidos característicos de diversas regiones para luego adaptar la indumentaria tradicional a la moda contemporánea.
Cuando le preguntaron por el origen del vibrante tono, Valdiosera contestó que formaba parte de la cultura mexicana, lo que inspiró el nombre “Mexican Pink” o rosa mexicano.
Con ese apelativo entró al sistema de definición cromática de Pantone.
Otro color que resonó en la escena internacional a mediados del siglo XX fue un azul resistente y brillante que los mayas inventaron siglos antes de que sus tierras fueran colonizadas.
Esta vez debido a que los arqueólogos lo “redescubrieron” y sus características los intrigaron.
Tiempo atrás, en la Europa del siglo XVII, solo los pintores más ilustres se podían permitir el lujo de usar el pigmento azul ultramarino, pues era hecho de lapislázuli, una piedra semipreciosa proveniente de las lejanas minas en Afganistán.
Costaba su peso en oro, así que los artistas menores tenían que conformarse con colores más apagados que se desvanecían con la luz del Sol.
Entre tanto, al otro lado del océano Atlántico, artistas como José Juárez, Baltasar de Echave y Cristóbal de Villapando en México, Nueva España, usaban sin vacilación en sus obras barrocas coloniales un hermoso color azul.
Estaba hecho de una arcilla rara llamada atapulgita mezclada con el tinte de la planta añil.
Esa receta lo hacía tan resistente que sobrevivió el paso del tiempo fijado en las ruinas prehispánicas de Mesoamérica, en los murales azules de la Riviera Maya, lo que hoy es México y Guatemala, que datan del año 300 d.C.
El color tenía un significado ceremonial especial para los mayas.
Cubrían a las víctimas de los sacrificios y los altares en los que se ofrecían con una pintura azul brillante, escribió Diego de Landa Calderón, obispo del México colonial durante el siglo XVI, en su relato de primera mano.
Durante la colonización, los materiales nativos como el azul maya se explotaron junto con todos los demás recursos de la tierra y su gente en el Nuevo Mundo.
Y hubo otro pigmento, uno de los más antiguos utilizados en América, que tras la invasión española se comercializó en todo el mundo.
A pesar de que su producción se convirtió en una industria que dependía por completo de los conocimientos, la experiencia y el trabajo de los indígenas mexicanos, nunca se les reconoció.
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Para la élite del mundo antiguo, el escarlata era símbolo de riqueza y estatus.
Gastaban sumas fantásticas en busca de tonos cada vez más vibrantes, pero un rojo verdaderamente potente era esquivo.
Lo mejor que tenían la realeza y la élite europea hasta el siglo XVI era la Sangre de San Juan y el rojo armenio, que datan del siglo VIII a.C.
Pero, al estar hechos de diferentes variedades de parásitos de la raíz de Porphyrophora, su producción era laboriosa y la disponibilidad era escasa, incluso a los precios más altos.
En el Nuevo Mundo, sin embargo, los pueblos mesoamericanos habían desarrollado un pigmento hecho a partir del insecto cochinilla.
El pequeño parásito, que se alimenta del cactus tuna, se cultivaba en México y Perú en tiempos prehispánicos.
La hembra se secaba y trituraba para extraer el ácido carmínico rojo, y los aditivos de diferente acidez producían tonos que iban del rosa claro al morado oscuro.
Y el rojo era más brillante y más saturado que cualquiera del Viejo Mundo.
Los pueblos americanos tenían sistemas para criar y manipular genéticamente la cochinilla para obtener características ideales, y el pigmento se utilizaba para crear pinturas para códices y murales, para teñir telas y plumas, e incluso como medicina.
Cuando los conquistadores llegaron a Ciudad de México, sede del imperio azteca, el color rojo estaba en todas partes.
Los pueblos de las afueras pagaban tributos a sus gobernantes aztecas en kilos de cochinilla y rollos de tela de color rojo sangre.
No obstante, Hernán Cortés, quien reconoció inmediatamente las riquezas de México y se las describió en cartas al rey Carlos V, no consideró que el pigmento fuera un tesoro comparable con el oro y la plata que quería saquear.
Pero cuando en 1523 el tinte llegó a España, el rey vio en la cochinilla una oportunidad para engrosar las arcas de la corona.
Los tintoreros europeos se lo confirmaron.
Tras experimentar con el color, quedaron encantados: era 10 veces más potente que la Sangre de San Juan y producía 30 veces más tinte por onza que el rojo armenio.
A mediados del siglo XVI se utilizaba en toda Europa y para la década de 1570 se había convertido en uno de los negocios más rentables de Europa y uno de los principales productos de exportación del Nuevo Mundo.
La demanda explosiva condujo a un rápido crecimiento de la producción, que se realizaba casi exclusivamente en Oaxaca por productores indígenas.
Se convirtió en el segundo producto de exportación más valioso de México después de la plata y, en el siglo XVII, se comercializaba en lugares tan lejanos como India.
Los pedidos como tinte para suntuosas sedas, terciopelos y tapices europeos se dispararon.
Luis XIV ordenó que la tapicería de las sillas y las cortinas de la cama real en Versalles se tiñeran con cochinilla, mientras que los británicos vistieron de ese carmín a los oficiales de su ejército.
Los pintores adoptaron rápidamente la cochinilla, desde Tintoretto, en la década de 1550, hasta Van Gogh, siglos después, pasando por muchos y grandes artistas.
Los españoles controlaban exclusivamente el acceso al rojo cochinilla, manteniendo la verdadera fuente del pigmento como un secreto celosamente guardado.
“El intento de controlar el comercio revela cuán importante fue como producto global”, anota Gabriela Soto Laveaga, profesora de Historia de la Ciencia en la Universidad de Harvard.
“Era uno de los más codiciados porque creaba una sensación de lujo: no cualquiera podía usarlo, solo la élite”.
Pero, como subraya, era un secreto robado.
“Los franciscanos y los dominicanos se acreditaron haberle, supuestamente, enseñado a los nativos cómo plantar los cactus, producir y cosechar los insectos”, explica.
“No era cierto: los indígenas no sólo habían sabido cómo hacer todo eso durante cientos de años, sino también cómo usar los diferentes tintes rojos”.
En el siglo XVIII, los biólogos europeos finalmente lograron descifrar que el origen del valioso pigmento era un insecto.
Para cuando México se independizó, España ya había perdido su monopolio.
En el siglo XIX, la cochinilla fue reemplazada en gran medida por tintes sintéticos, aunque todavía se usa hoy en día en muchos alimentos, bebidas, ropa y cosméticos.
Y eso siempre será gracias a los conocimientos de las culturas que habitaron esas tierras.
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