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Día de Muertos: lluvias e inundaciones dejan a productores de Xochimilco sin cempasúchil
Día de Muertos: lluvias e inundaciones dejan a productores de Xochimilco sin cempasúchil
Flores de cempasúchil dentro de un vivero afectado por la inundación| Foto: Rodrigo Gijón
6 minutos de lectura

Día de Muertos: lluvias e inundaciones dejan a productores de Xochimilco sin cempasúchil

A tres semanas de una inundación que afectó a más de 200 productores de cempasúchil y nochebuenas, los floricultores de Xochimilco enfrentan dificultades económicas pues no podrán vender sus plantas para Día de Muertos y fin de año.
27 de octubre, 2024
Por: Rodrigo Gijón Martínez

El pasado domingo 6 de octubre productores de Xochimilco fueron testigos de cómo sus cempasúchiles, nochebuenas y otras flores se inundaban debido a las fuertes lluvias y el desbordamiento de los canales. Ahora, en vísperas del Día de Muertos y cerca del fin de año, sus plantas siguen muriendo y no saben si el gobierno los seguirá apoyando.

En entrevista con Animal Político, la alcaldesa de Xochimilco, Circe Camacho Bastida, aseguró que hasta el viernes 11 de octubre habían registrado al menos 200 productores afectados en los barrios de Caltongo, San Gregorio y San Luis.

De estos productores habría casi cinco millones de plantas afectadas entre cempasúchil, nochebuenas y otras especies que se cultivan en la región.

Un día después de la inundación, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, acudió al barrio de Caltongo, en Xochimilco, para evaluar los daños. Señaló que había al menos 300 viviendas afectadas y ordenó el despliegue de servidores públicos para contabilizar los daños y limpiar la zona.

Anastasio García, floricultor de Caltongo, Xochimilco, reveló que en su vivero están en riesgo al menos 2 mil 500 de sus nochebuenas y 11 mil flores de ornato.

“Estamos dependiendo de lo poco que subsista. Mi nochebuena se acabó, ya no tengo esperanza de vender a finales de noviembre, principios de diciembre”, aseguró.

Nochebuenas que se inundaron comienzan a marchitarse
Nochebuenas que se inundaron comienzan a marchitarse| Foto: Rodrigo Gijón

 

Cristóbal García, productor de cempasúchil del barrio de Caltongo, compartió que de las 20 mil plantas que sembró, alrededor de 6 mil ya se perdieron por el agua, la cual alcanzó los 40 centímetros de altura. 

Sin embargo, aún está a la espera de ver si otras 500 plantas se mantienen lo suficientemente sanas para venderse, pues explicó que no es hasta dos semanas después que se comienzan a ver los efectos del agua.

“Se quema (la flor) porque el agua tiene salitre, la tierra es muy salitrosa y con el agua se contamina”, señaló.

Flores comienzan a morir debido a las sales que absorben del agua
Flores comienzan a morir debido a las sales que absorben del agua| Foto: Rodrigo Gijón


Aseguraron que después de los censos, las autoridades no se han acercado para darle seguimiento al apoyo para productores. En su experiencia previa, aún falta que acuda el seguro, evalúe los daños y libere los recursos.

“Si nos dan a todo dar, pero si no pues igual tenemos que quedar así, no podemos hacer otra cosa (…) Ahora sí que vienen, censan y no sabemos cuándo vaya a ser si es que dan”, concluyó.  

Al respecto, Anastasio recordó otras ocasiones en las que la autoridad contaba con presupuesto para apoyar el cual nunca llegó a los productores.

¿Qué se está haciendo por los productores de cempasúchil en Xochimilco?

La alcaldesa de Xochimilco aseguró que su gobierno les compró plantas a los productores de cempasúchil para las decoraciones en la alcaldía.

Además, se adelantó el inicio de la venta de flores para que los productores pueden vender la mayor cantidad de plantas.

De igual forma, se está intentando acordar con los gobiernos de otras alcaldías para que también compren con los productores de Xochimilco y no con los de otras entidades y están procurando que los floricultores cuenten con espacios de venta en sus plazas.

También lee: ¡Corre por las tuyas! Festival de flores de cempasúchil: cuándo, dónde y qué encontrarás

Por su parte, el Gobierno de la Ciudad de México anunció el 12 de octubre la compra de 218 mil plantas de cempasúchil a los afectados en los barrios de Caltongo y Xaltocan.

También, se entregaron kits con productos fitosanitarios para evitar la pérdida de plantas y flores por la formación de hongos.

Kits fitosanitarios podrían no ayudar a los productores de Xochimilco

Los productores entrevistados por Animal Político aseguraron que los paquetes fitosanitarios no funcionan, pues las plantas estuvieron bajo el agua demasiado tiempo, lo que provocó un exceso de sales.

“Nos dio fungicidas y todo eso, pero ya, el daño ya estaba hecho. Como estaba muy dañada no sabemos bien si le sirvió de algo porque al estar bajo el agua más de 24 horas se dañaron mucho”, dijo Cristóbal García.  

Anastasio además argumentó que los productos contribuirían a la contaminación de los canales de Xochimilco.

“En lugar de ayudarnos a la compra de macetas, de tierra, que la compren ellos y nos la proporcionen, no, nos dan fungicidas para seguir contaminando”, declaró.

Cultivo de flores de ornato durante y después de la inundación en Xochimilco
Cultivo de flores de ornato durante y después de la inundación en Xochimilco| Foto: Especial

 

También aseguró que se podrían pagar las plantas perdidas para que de esa forma puedan volver a sembrar y tener para comer en los meses siguientes mientras llega marzo y abril, cuando pueden volver a producir.

Ya que, como explicaron ambos, en caso de vender los cempasúchiles y las flores inmediatamente después del incidente la gente le hubiera reclamado porque la flor se les habría marchitado en sus casas.

Cristóbal señaló que tendrán que iniciar su próxima producción un poco más precaria porque la ganancia de las flores se reinvierte para otros insumos

¿Por qué se inundó?

De acuerdo con Anastasio García, tras las fuertes lluvias del domingo 6 de octubre el agua bajó de San Lorenzo Atemoaya con dirección al canal de Nativitas y de ahí siguió corriendo por el resto de canales.

Por su parte, la alcaldesa, Circe Camacho, señaló que el agua que escurre de Milpa Alta cae en Xochimilco. Explicó que por ser domingo la persona responsable de activar la esclusa de los canales no lo hizo.

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Ante esto, personal de la alcaldía tuvo que romper los candados para acceder a las compuertas y desviar el agua a otros canales como el de Japón.

Anastasio García asegura que la población intentó avisar a la alcaldía sobre el aumento en los canales y la necesidad de abrir las compuertas; sin embargo, al ser domingo no encontraron a nadie.

Parte importante de la producción de flores se está perdiendo
Parte importante de la producción de flores se está perdiendo| Foto: Rodrigo Gijón

Por su parte, Cristóbal García señala que se hubieran inundado incluso si se hubiera abierto la compuerta a tiempo, “pero a lo mejor no en esa cantidad”.

“Igual no 40 cm igual 20, igual nos hubiera afectado. No le echamos la culpa al gobierno porque tenía dos tres días que habían tomado posesión”, dijo.

No es la primera gran inundación en Xochimilco

Anastasio García, de 77 años, relató que esta no es la primera crisis por inundaciones en Xochimilco en los últimos tiempos.

El 16 de mayo del año 2000 se reventó una barrera de costales en el canal turístico. Esa fue la primera inundación grave.

“Ese día en la tarde noche vimos que el tirante de los canales del agua de los canales empezó a subir y nos fuimos directamente a la compuerta que está en la curva sobre Avenida Nuevo León entre Xochimilco y San Gregorio para tratar de aperturala”

Sin embargo, no encontraron a la persona responsable del trabajo, por lo que el agua subió y alcanzó un metro de altura en la zona más baja.

En ese momento, Anastasio García narra que la delegada Estefanía Chávez Barragán los “dejó morir solos”, pues no les otorgó ayuda.

“Esa pila de costales con tepetate está desde 1987 y digo está porque todavía en este momento ahí persiste. No se ha hecho una esclusa en forma para poder controlar los niveles”, explicó.

Pero esta no fue la única gran inundación, después del terremoto de 2017 los productores se encontraron nuevamente con inundaciones en sus cultivos.

Entérate: “Nos siguen vigilando”, manifestantes de San Gregorio Atlapulco piden retirar cargos a detenidos en Xochimilco

De acuerdo con Anastasio García, una compuerta que existe entre el canal turístico y la zona productiva de Caltongo se reventó; sin embargo, cuando acudieron a aperturar la exclusa en la curva estaban las autoridades sin hacer nada.

“En esa ocasión para Xochimilco, por esa inundación, le enviaron un buen billete, hasta donde yo supe mandaron varios millones de pesos para podernos ayudar, pero nunca vimos llegar un solo centavo”, relató.

El pasado 6 de octubre, una vez más, la compuerta de los canales no se abrió a tiempo, ocasionando pérdidas para cientos de familias.

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Imagen BBC
La vida de los hibakusha, sobrevivientes de las bombas atómicas que vivieron con miedo y ganaron el premio Nobel de la Paz
9 minutos de lectura

Para muchos habitantes de Hiroshima y Nagasaki sobrevivir a las bombas fue solo el comienzo de una vida en la que combatieron dolores físicos pero también profundas heridas emocionales.

11 de octubre, 2024
Por: BBC News Mundo
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Las bombas de Hiroshima y Nagasaki terminaron con la vida de miles de personas en un instante. Para los sobrevivientes fue solo el comienzo de años de dolorosas heridas, enfermedades, miedo, sentimiento de culpa y discriminación.

La organización Nihon Hidankyo, que agrupa a los hibakusha o sobrevivientes de las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre las ciudades japonesas en 1945, ganó el Premio Nobel de la Paz este año.

El movimiento representa a los 174.080 sobrevivientes de los bombardeos atómicos que residen en Japón, Corea y otras partes del mundo.

No existen cifras definitivas de cuántas personas murieron a causa de los bombardeos del 6 y el 9 de agosto de 1945,.

Los cálculos más conservadores estiman que cinco meses después de los ataques unas 110.000 personas habían muerto en ambas ciudades.

Otros estudios afirman que la cifra total de víctimas, a finales de ese año, pudo ser más de 210.000.

Escombros de edificios en Hiroshima.
Getty Images
Hiroshima quedó arrasada tras la explosión de la bomba.

El mundo ha conocido el relato del horror gracias a los sobrevivientes, a quienes se les conoce como hibakusha, que en japonés significa “persona afectada por la bomba atómica”.

Sus testimonios no solo dan cuenta de lo que vieron, sino de los traumas que aún llevan dentro.

“Hay muchos hibakusha que son narradores sociales, pero no son capaces de contarle su propia historia a sus hijos”, le dice a BBC Mundo Yuka Kamite, profesora de Psicología en la Universidad de Hiroshima, quien ha estudiado la salud mental de los hibakusha.

Una dura batalla

Se calcula que hoy aún viven unos 140.000 hibakusha, que rondan los 80 años de edad.

¿Cómo ha sido la vida de los hibakusha y por qué sobrevivir a la bomba fue solo una parte de la dura batalla que han dado para llevar una vida digna?

Miedo

Los hibakusha que recibieron el impacto de la bomba sufrieron quemaduras y heridas que marcaron sus cuerpos y sus rostros.

Una sobreviviente con quemaduras en la cara
Getty Images
Muchos sobrevivientes sufrieron quemaduras y de los efectos de la radiación.

Aquellos que estuvieron expuestos a mayores dosis de radiación, aunque a primera vista parecían ilesos, luego mostraron síntomas como pérdida del pelo, sangrado y diarrea.

Luego se reportó un aumento en enfermedades como el cáncer y la leucemia.

“Todavía siento miedo de que se me puedan manifestar las consecuencias de la radioactividad y morir en cualquier momento”, le dice a BBC Mundo Yasuaki Yamashita, un sobreviviente de Nagasaki que tenía 6 años el día de la explosión y que hoy, a sus 81 años, vive en México.

Ese miedo los llevó a una vida de estrés, confusión, incertidumbre y ansiedad. Incluso vivían con temor de pasarle los efectos de la radiación a sus hijos.

“Los efectos de la radiación son invisibles, eso los hizo sentirse inestables e intranquilos, sin saber qué iba a pasar con su futuro”, le dice a BBC Mundo Hibiki Yamaguchi, investigador en el Centro para la Abolición de Armas Nucleares de la Universidad de Nagasaki.

Dos sobrevivientes con heridas
Getty Images
Las bombas causaron heridas físicas y psicológicas.

El miedo marcó para siempre la salud mental y emocional de muchos hibakusha.

Luli van der Does, profesora en el Centro para la paz de la Universidad de Hiroshima que ha estudiado los efectos de la bomba en los sobrevivientes, menciona algunos ejemplos de cómo el miedo se quedó grabado en sus mentes.

“Algunos no pueden comer pescado seco porque les recuerda el olor de los cuerpos quemados”, le dice van der Does a BBC Mundo.

“Otros se tuvieron que ir de Hiroshima y nunca volvieron a visitar su ciudad, otros dicen que no pueden comer pepinos, porque ante la falta de medicinas tras la bomba era lo único que podían usar para curar sus heridas”.

Yasuaki Yamashita en una foto de cuando era pequeño a la izquierda y una foto reciente
Cortesía/Marcos González
Yasuaki Yamashita tenía 6 años cuando explotó la bomba en Nagasaki. Hoy, a sus 81 años, vive en México.

“En casos más severos, dicen que no pueden cruzar puentes ni ver ríos, porque comienzan a recordar los cadáveres que veían flotando tras la explosión”.

El miedo les afectó su salud emocional pero, además, los lanzó a una realidad que hizo aún más difícil su lucha por llevar una vida soportable después de la bomba.

Discriminación

Las heridas físicas, el temor a que los efectos de la radiación pudieran ser contagiosos y los traumas psicológicos de los hibakusha llevaron a que muchos comenzaran a ser discriminados por su condición.

“La gente temía que los sobrevivientes tuvieran una enfermedad contagiosa”, recuerda Yamashita.

“Decían: ‘Hay que separarlos, no hay que casarse con ellos, no hay que tener amistad con ellos’”.

El temor a la discriminación llevó a que muchos ocultaran su condición de hibakusha o se negaran a hablar de ello.

“Aquellos que tenían queloides [crecimiento excesivo del tejido de una cicatriz] en el cuerpo usaban mangas largas para cubrir sus cicatrices, incluso en pleno verano”, dice la profesora Kamite.

Una persona muestra sus cicatrices abultadas
Getty Images
Los sobrevivientes ocultaban sus cicatrices queloides por miedo a la discriminación.

También se les hacía difícil conseguir y conservar sus trabajos. Así lo recuerda Yasuaki Yamashita:

“Cuando salí de la preparatoria comencé a trabajar y casi al mismo tiempo comencé a sufrir los efectos de la radiación.

Empecé a perder la sangre, evacuaba sangre, vomitaba sangre, entonces no podía trabajar.

Si conseguía un trabajo, venía esa enfermedad y tenía que renunciar, así duré como dos años.

Mucha gente me decía que yo era un flojo, que no quería trabajar, pero no era eso, era que simplemente no podía trabajar. Yo necesitaba trabajar, pero no podía”.

Para las mujeres la situación muchas veces era aún más difícil.

En esa época casarse era muy importante para las mujeres japonesas.

Setsuko Thurlow
Getty Images
Setsuko Thurlow recuerda que cuando era joven, poder casarse era muy importante para las mujeres japonesas.

“Era casi la única cosa que una mujer esperaba”, recuerda Setsuko Thurlow, sobreviviente de Hiroshima, quien en julio compartió sus recuerdos durante un evento en línea para conmemorar el 75 aniversario de las bombas.

“Con esas cicatrices queloides, esas mujeres perdían la fe y la esperanza en la vida”, dijo Thurlow, quien en 2017 recibió en nombre de los sobrevivientes el Premio Nobel de Paz que se le otorgó a la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, por su sigla en inglés).

Keiko Ogura, otra sobreviviente de Hiroshima, recuerda que vivió esa discriminación en carne propia. Así lo contó en conversación con BBC Mundo:

“Tenía 8 años, era solo una niña pequeña en la escuela elemental, pero sabíamos que no debíamos decir que habíamos estado en la ciudad ese día. Si decíamos algo relacionado con la radiación, no nos podríamos casar.

No decíamos que éramos sobrevivientes. Teníamos un certificado de sobrevivientes y al mostrarlo en el hospital podíamos recibir tratamiento médico que ayudaba a pagar el gobierno. Sin embargo, la gente nos decía ‘no muestres eso’.

Keiko Ogura
Getty Images
A Keiko Ogura le enseñaban que no debía decir que era una sobreviviente de la bomba.

Al principio yo no le prestaba atención, sentíamos que todos compartíamos el mismo destino, pero cuando ya era una mujer en edad de casarme, a los 18 o 20 años, los hombres jóvenes de fuera de la ciudad me preguntaban “Keiko, ¿dónde estabas al momento de la bomba?Por mi parte no hay problema, pero a mis padres les preocupa”.

Sé que muchas otras personas también tuvieron esa experiencia”.

La profesora Van der Does cuenta que cuando llegaba el momento de casarse, algunas personas contrataban detectives para investigar si la pareja había estado en Hiroshima al momento de la bomba.

Otros, por su parte, sintieron esa discriminación de una manera más sutil o indirecta, y los puso en una posición vulnerable ante la sociedad. Una “discriminación silenciosa”, como la llama la profesora Van der Does.

Yoshiro Yamawaki con una camisa a cuadros.
Cortesía Yoshiro Yamawaki
Yoshiro Yamawaki lamenta no haber podido estudiar una carrera porque tras la muerte de su padre tuvo que dedicarse a trabajar.

“No sabes exactamente qué tipo de discriminación estás sufriendo, pero simplemente la sientes en tus interacciones sociales, o al darte cuenta de que a lo largo de tu vida has recibido un trato injusto”, explica.

Yoshiro Yamawaki, sobreviviente de Nagasaki, es uno de esos casos de discriminación silenciosa.

“La bomba mató a mi padre, mi madre tenía siete hijos y no podía hacerse cargo de ellos. Por eso, tuve que dedicarme a trabajar, sin poder ir a la universidad, creo que eso fue una forma de discriminación”, dice Yamawaki en conversación con BBC Mundo.

Según explica Van der Does, es difícil conocer el daño psicológico y emocional que sufrieron los hibakusha porque muchos murieron sin ser capaces de hablar de ello.

Keiko Ogura con 8 años.
Cortesía Keiko Ogura
Keiko Ogura tenía 8 años cuando estalló la bomba en Hiroshima.

“Hay muchos que no han admitido ser hibakusha por el miedo a la discriminación”, dice la investigadora.

En una reciente encuesta que Van der Does realizó entre 1.652 hibakusha de Hiroshima y Nagasaki, encontró que el 31% de ellos ha sufrido varios tipos de trato discriminatorio a lo largo de su vida.

Esa discriminación en ocasiones se dio entre los mismos hibakusha.

“Los hibakusha conocían mejor que nadie lo que les ocurría, por eso muchas veces se discriminaban entre ellos”, dice Hibiki Yamaguchi, de la Universidad de Nagasaki.

Setsuko Thurlow hablando desde la tribuna de los premios Nobel
Getty Images
En 2017 Thurlow asistió a la ceremonia del Premio Nobel representando a las víctimas de los bombardeos.

Según Van der Does, esa discriminación era fruto del miedo y de la desesperación por vivir. “Estaban luchando por sobrevivir, tenían que competir entre ellos por lograr algún tipo de ayuda”, dice la profesora.

Culpa

Al miedo y a la discriminación con que cargaban los hibakusha muchas veces se les sumó un sentimiento de culpa por haber escapado con vida o haber sido incapaces de ayudar a quienes pedían auxilio.

Ese sentimiento de culpa de los sobrevivientes les causó sufrimiento a largo plazo, explica la psicóloga Kamite.

Hiroshima destruida tras la bomba
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Muchos hibakusha desarrollaron un sentimiento de culpa por no haber podido ayudar a las personas heridas.

Así lo recuerda la sobreviviente Keiko Ogura:

“Yo, al igual que el 90% de los sobrevivientes, tuve un sentimiento de culpa porque vi morir a familiares y amigos. Después de la explosión vimos gente bajo los edificios derrumbados pidiendo ayuda, pero no podíamos ayudarlos, estaban atrapados. Las madres trataban de sacarlos pero era muy difícil.

Luego, el fuego se esparció tan rápido que no tuvieron más opción que irse del lugar.

Eso los hizo preguntarse: ¿por qué no pude cumplir con el deber de ayudar a mis hijos hasta el último momento?

Tras la explosión, dos personas muy heridas se me acercaron y solo decían ‘agua, agua’. Yo les di de beber y luego murieron frente a mí. En ese momento no lo entendía, era solo una niña de 8 años, pero comencé a culparme porque sentía que los había matado. Sentía que si no les hubiera dado agua, ellos no estarían muertos. Me sentí así durante más de 10 años”.

Yasuaki Yamashita hablando en un foro
Getty Images
Algunos hibakusha cuentan su historia en eventos públicos, pero otros prefieren permanecer en silencio.

Según los expertos, la dificultad que muchos sobrevivientes tienen para hablar de su experiencia les ha afectado sus vidas.

“El velo de silencio sobre estos temas funcionó para ocultar las transgresiones ocasionadas por las secuelas atómicas”, dice Kamite.

Contra el silencio

Algunos hibakusha, sin embargo, han combatido ese silencio y comparten sus historias con los medios o como parte de campañas en contra de la proliferación de armas nucleares.

“Algunos están motivados por la ira, otros por un sentido de misión social, y otros pueden estar motivados por la respuesta al trauma”, dice Kamite.

Takashi Morita sostiene unas flores en la mano
Getty Images
Algunos hibakusha se convirtieron en activistas en contra de las armas nucleares.

La profesora, sin embargo, advierte que son solo unos pocos quienes participan en estas actividades sociales y que es probable que muchos hibakusha hayan sido una “mayoría silenciosa”.

Van der Does, por su parte, explica que con el tiempo los hibakusha lograron construir un sentido de comunidad que los ayudó a ganar aceptación en la sociedad.

“Se convirtieron en líderes en la lucha por el desarme nuclear”, dice la profesora. “Pasaron de ser víctimas a creadores de un mundo nuevo”.

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