Personas integrantes del Frente por la Defensa de los Derechos de los Pueblos y Barrios Originarios y organizaciones aliadas fueron reprimidas por elementos de la policía capitalina mientras se manifestaban de manera pacífica en protesta por el proyecto de Plan General de Desarrollo Urbano y del Programa General de Ordenamiento Territorial.
Elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México encapsularon y agredieron a los manifestantes, quienes iniciaron su marcha desde la estación del Metro San Antonio Abad, en la Calzada de Tlalpan, hasta las instalaciones de la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes (SEPI).
La agresión en contra de los integrantes del Frente se da dos días después de que la policía capitalina agrediera a trabajadores del Poder Judicial que protestaban por la extinción de 13 de los 14 fideicomisos que garantizan sus prestaciones laborales y pensiones; dos días después de que intentaran desalojar de manera violenta a integrantes de la comunidad otomí de la Casa de los Pueblos y Comunidades Indígenas “Samir Flores”, antes Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), y seis días después de que desalojaran de un inmueble en la colonia Juárez a la Okupa Chia-Paz, creada en solidaridad con las comunidades zapatistas ante los crecientes ataques de grupos paramilitares en la región.
Los manifestantes fueron encapsulados y agredidos una vez iniciada la marcha, alrededor del mediodía de este miércoles, y horas después de nueva cuenta cuando se instalaron en plantón frente a las oficinas de la SEPI. Los integrantes del Frente buscaban tener una mesa de diálogo con las autoridades, la cual se ofreció a las 19:00 horas, pero nunca se cumplió.
“Al parecer ya ni siquiera tenemos derecho a manifestarnos, vinimos a manifestarnos a la Secretaría de Pueblos y Barrios por nuestro derecho al agua, al suelo, al territorio, por la defensa de nuestros pueblos, y los policías nos rodearon” , denunció una manifestante.
Los integrantes del Frente solicitan reponer el procedimiento para la elaboración del proyecto de Programa General de Reordenamiento Territorial y del Plan General de Desarrollo de la Ciudad de México, por considerar que los foros de parlamento abierto que se están realizando no toman en cuenta los derechos de los pueblos originarios.
“Las personas mandarán sus opiniones por escrito (a los foros), pero el Congreso puede ignorarlas o solamente dar a conocer al Instituto de Planeación Democrática y Prospectiva el resultado de las participaciones (…) El Congreso podrá impedir el acceso a las personas que no se hayan registrado previamente, y también limitará las participaciones al periodo de tiempo que ellos determinaron arbitrariamente”, expresa el Frente en uno de sus documentos de protesta. Advierte también que los partidos representados en la Ciudad de México “se han replegado a los intereses del sector inmobiliario”.
Más tarde, la Secretaría de Gobierno de Ciudad de México dijo que la Policía Metropolitana actuó “bajo los protocolos” para “contener actos violentos”.
“En todo momento elementos de la Policía Metropolitana actuaron bajo los protocolos establecidos para contener los actos violentos de los manifestantes y salvaguardar a trabajadores y transeúntes”, indicó la dependencia en un comunicado.
Además, la dependencia se refirió a lo ocurrido como “agresiones y destrozos” de los manifestantes del Frente contra el personal de la SEPI y sus instalaciones. En su versión, la Secretaría de Gobierno local dijo que “algunas personas” lanzaron piedras a las instalaciones de la dependencia, lo que “rompió vidrios y causó destrozos”.
“Intentaron derribar las puertas, las cuales se mantenían cerradas por seguridad del personal que labora en esa dependencia”, agregó la Secretaría de Gobierno.
La Secretaría de Gobierno sostuvo que los policías evitaron que los objetos arrojados lesionaran a sus compañeros y a ciudadanos que pasaban por el lugar. “Personal de Concertación Política ofreció una mesa de diálogo a los manifestantes que establecieron un plantón en el sitio, pero esta propuesta fue rechazada”, reportó. Los manifestantes explicaron que el diálogo estaba condicionado a que levantaran su plantón, pero sin garantizarle la realización del mismo.
El gobierno capitalino, encabezado por Martí Batres, llamó a que las “expresiones públicas” sean pacíficas y reiteró “su compromiso de garantizar el derecho a la libre manifestación e impulsar siempre el diálogo para lograr acuerdos en beneficio de la población”.
El Frente por la Defensa de los Derechos de los Pueblos y Barrios Originarios de la Cuenca del Anáhuac, formado por miembros y autoridades tradicionales y representativas que incluye a 66 pueblos y barrios originarios y a 47 representantes de diferentes autoridades comunitarias, solicita la reposición del procedimiento para la elaboración del Plan General de Desarrollo (PGD) y el Programa General de Ordenamiento Territorial (PGOT), a lo que incluso en su momento se había comprometido la entonces jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.
En junio de 2023 el Congreso de la Ciudad de México recibió el proyecto del plan y el programa sin que se elaboraran con participación pública ni se consultaran con los pueblos y barrios originarios. De ser aprobados como están, ambos tendrán una vigencia de 15 y 20 años y afectarán la planificación y desarrollo de la ciudad, así como el acceso al agua y a un medio ambiente sano, documenta el Frente. “Los documentos actuales presentan contradicciones legales y omisiones inaceptables. Pedimos que se rechacen los proyectos de PGD y PGOT y que se devuelvan para que se repita el proceso, con la participación real de la comunidad, para crear planes que beneficien a todos“, indica la organización en una petición elaborada en Change.org.
El Frente también pide la eliminación del sistema de registro impuesto por la SEPI y la desaparición de dicha dependencia, por considerar que se han excluido pueblos y barrios originarios.
El proyecto dePlan General de Ordenamiento Territorial (PGOT), enviado por el Instituto de Planeación Democrática y Prospectiva (IPDP) al Congreso de la Ciudad de México para su discusión, también dejó fuera algunas consideraciones técnicas en materia de riesgos que fueron formuladas por el Consejo de Resiliencia de la Ciudad de México, grupo colegiado que está reconocido en la Ley de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil de la capital, conformado por especialistas, funcionarios públicos y sector privado.
Era el inicio de su campaña, y el veterano británico disparó una andanada de tiros a las líneas francesas. O mejor dicho, el director Ridley Scott estaba promoviendo su última película, que se estrenará en noviembre.
Napoleón promete ser un relato épico sobre el ascenso del emperador, interpretado por Joaquín Phoenix, que se enfoca en la volátil relación del emperador con su primera esposa Josephine (interpretada por Vanessa Kirby).
Y aunque todavía no se estena, se ha generado una conversación alrededor de la película biográfica, mayoritariamente gracias a comentarios que hizo Ridley Scott en una entrevista con la revista de cine Empire:
“Yo lo comparo [a Napoleón] con Alejandro Magno, Adolf Hitler, Stalin”, dijo Scott, cuando explicaba su versión del personaje.
“Escucha, tiene un montón de cosas malas en su haber. Al mismo tiempo, destacó por su valentía, su capacidad de hacer y su dominio. Fue extraordinario”.
¿Qué? ¡Detente! Los franceses no perdieron el tiempo en devolver el fuego y corregir al insolente británico.
“Hitler y Stalin no construyeron nada y sólo provocaron destrucción”, dijo a The Telegraph Pierre Branda, director académico de la Fundación Napoléon.
“Napoleón construyó cosas que todavía están en pie hoy“, añadió.
Thierry Lentz, de la Fundación Napoléon, dijo en el mismo artículo: “Napoleón no destruyó ni Francia ni Europa. Su legado fue posteriormente celebrado, aceptado y ampliado”.
Entonces, ¿cuál es la verdad del asunto? ¿Ridley Scott tiene algo en qué apoyarse?
Napoleón, un comandante militar brillante, llegó al poder en 1799, durante el período de inestabilidad política que sucedió a la Revolución Francesa.
Sus admiradores dicen que convirtió a Francia en un país más meritocrático de lo que había sido bajo el Antigüo Régimen, anterior a la revolución.
Napoleón centralizó el gobierno, reorganizó la banca, impulsó la educación e instituyó el Código Napoleónico, el cual transformó el sistema legal y se convirtió en modelo para muchos otros países.
Pero también llevó a cabo una serie de guerras sangrientas en Europa buscando establecer un imperio que en su auge se extendía desde la Península Ibérica hasta Moscú.
Hacia 1812, las únicas áreas de Europa que no estaban bajo su control -ya sea a través de mando directo o a través de alianzas- eran Gran Bretaña, Portugal, Suecia y el Imperio Otomano.
Finalmente fue derrotado en 1815 por una alianza de naciones liderada por Gran Bretaña, en la batalla de Waterloo.
Napoleón y su Código Napoleónico figuraban de manera prominente en las mentes de los británicos de la época, y lo han hecho durante décadas. Los caricaturistas estaban obsesionados con él.
Aparece en el fondo de las novelas de Jane Austen. Por ejemplo en Orgullo y Prejuicio, que se publicó en 1813, aparecen las milicias que iban a repeler una invasión napoleónica.
El gran detective Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle, se refiere a su archienemigo, el profesor Moriarty, como el “Napoleón del crimen”. En la novela corta Rebelión en la Granja, de George Orwell –que se publicó en 1945– el cerdo que se convierte en dictador se llama Napoleón.
Pero, ¿es realmente justo referirse a Napoleón como dictador, o equipararlo con otros famosos dictadores?
El profesor de historia de la Universidad de Newcastle, en Australia, Philip Dwyer no lo cree. Dwyer escribió una biografía de Napoleón de tres tomos.
“Puedes tener un debate sobre si Napoleón era un tirano o no –yo me inclinaría por el lado de tirano– pero ciertamente, no era un Hitler o Stalin, que fueron dictadores autoritarios que reprimieron a sus propios pueblos de manera brutal, ocasionando millones de muertes”.
Algunos incluso han argumentado que el imperio era un “estado policial” debido al intrincado sistema de informantes secretos que mantenía bajo control a la opinión pública.
“Pero muy pocas personas –un número de aristócratas más o menos involucrados en tramas para derrocar al régimen, algunos de ellos periodistas– fueron ejecutados por su oposición a Napoleón. Si fuera a comparar a Napoleón con alguien. sería con Luis XIV, un monarca absolutista que llevaba a cabo guerras innecesarias que costaban miles de vidas”.
“También es cierto que Napoleón hizo la guerra –debatible si eran necesarias o no– y eso le costó la vida a millones de personas, aunque no sabemos cuántos civiles fueron muertos directa o indirectamente por las guerras”.
La periodista francesa y columnista del Telegraph Anne-Elisabeth Moutet concuerda en que Napoleón no es comparable a Hitler o a Stalin.
“Napoleón no tenía campos de concentración”, le dijo a BBC Culture. “No escogía minorías para masacrarlas. Sí, había una policía intrusiva, pero la gente ordinaria podía vivir la vida como quería y decir lo que quisiera”:
Moutet dice que los franceses principalmente ven a Napoleón como un reformador.
“Tenía una mente extraordinaria y fue el instigador del cuerpo legal e instituciones bajo las cuales nos regimos hoy en día”.
“Nos gusta pensar –y no es del todo falso– que muchas personas estaban mucho más felices bajo el gobierno francés que bajo cualquier tipo de leyes feudales que tuvieran antes”:
Sin embargo, Charles Esdaile, profesor emérito de Historia en la Universidad de Liverpool y autor de varios libros sobre Napoleón, incluido Las Guerras de Napoleón: Una historia internacional 1803-1815, tiene una posición diferente:
“Veo a Napoleón como un jefe militar. Un hombre impulsado por su ambición personal que fue absolutamente despiadado. Un hombre que tenía una clara visión del tipo de Francia que necesitaba construir, y de hecho de la Europa que necesitaba construir, para sostener su maquinaria de guerra. Cualquier idea de que él fuera algún tipo de liberador, algún tipo de hombre del futuro, es esencialmente parte de la leyenda napoleónica”.
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Opina Esdaile que “la maquinaria de propaganda napoleónica era una herramienta muy, muy poderosa para el imperio y exportó una versión de las guerras en las que mucha de la culpa recaía en la pérfida Albión (Inglaterra)”.
“No era Francia para nada, eran todos declarándole la guerra a Francia. Esta poderosa leyenda napoleónica continúa operando hasta el día de hoy. Napoleon es una presencia viva. Continua operando desde más allá de la tumba, moldeando la manera en la que lo vemos”, concluye el historiador.
Pero Esdaile también rechaza las comparaciones con Stalin o Hitler:
“Napoleón tenía muchas fallas y era un personaje detestable pero la ideología racial que caracterizó al régimen Nazi simplemente nunca estuvo allí”.
“Napoleón no fue culpable de genocidio. Napoleón no cae en purgas completas. Para ser justos con Napoleón, el número total de presos políticos en el curso de su reinado es relativamente limitado. Compararlo a él con Hitler y con Stalin es una tontería histórica”.
Por supuesto, Ridley Scott es un titán de la industria de las películas –dirigió Blade Runner, Gladiator, Thelma y Louise, Alien, entre otras– que ha estado en el negocio lo suficiente como para saber promocionar una película.
Es totalmente factible que supiera que los comentarios de Hitler y Stalin fueran a generar publicidad y que lo haya hecho por esa razón.
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