El gobierno de México anunció un plan de reconstrucción con presupuesto de 61 mil millones de pesos para atender las afectaciones que dejó el huracán Otis en Guerrero, lo que según especialistas será insuficiente para cubrir los costos de los daños y no asegura apoyo para todas las personas damnificadas, especialmente a las más pobres, que viven en asentamientos irregulares.
Hasta ahora, las autoridades estiman que al menos 273 mil 844 viviendas, 600 hoteles y condominios, además de en 120 hospitales y clínicas resultaron dañados en Guerrero, donde el huracán dejó 48 personas muertas y 53 desaparecidas, de acuerdo con las cifras más actualizadas de las autoridades.
Para atender la situación, el “Plan general de reconstrucción y apoyo a la población afectada en Acapulco y Coyuca de Benítez por el huracán Otis” indica que el gobierno adelantará el pago de programas sociales, dará prórrogas de pago de créditos, condonará el servicio de luz y dará apoyos de 8 mil, 35 mil y 60 mil pesos a quienes tuvieron daños en sus viviendas y vivan en estos dos municipios, los únicos reconocidos en la declaratoria de emergencia por Otis –que inicialmente se había declarado para 47–.
Jesús Carrillo, director de Economía Sostenible del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), explica que actualmente no es posible calcular el presupuesto necesario para la reconstrucción, que de acuerdo con la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) podría tardar dos años y tener un costo de hasta 300 mil millones de pesos, según sus estimaciones.
“Me parecería irresponsable pensar que ya se sabe lo que se necesita de manera muy concreta, todavía estamos en un periodo de conocimiento sobre lo que pasó, pero no hay duda de que los 61 mil millones de pesos que se anunciaron hace unos días van a ser insuficientes y todavía no sabemos cuál será el monto final que se asigne”, señala.
El especialista del IMCO agrega que tampoco se sabe de dónde saldrán los recursos para la reconstrucción, ya que el programa que sustituyó al Fondo de Desastres Naturales (Fonden) tuvo 13 mil 568 millones 217 mil pesos para operar en 2023, por lo que el presupuesto extra tendrá que salir de recortes a otras políticas públicas.
Además, Carrillo indica que la falta de claridad sobre la asignación de los montos que se dará a las viviendas afectadas en Guerrero podría dejar a algunos sectores de la población con recursos insuficientes para reconstruir y provocar el aumento de asentamientos irregulares, “lo que incrementa la vulnerabilidad de la población frente a otros posibles eventos climatológicos”.
Carla Escoffié, abogada y activista por el derecho a la vivienda, destaca que el mayor desastre del huracán Otis es la desigualdad, que deja en mayor vulnerabilidad frente a los daños a las personas en condición de pobreza y pobreza extrema, y es que, tan solo en Acapulco, el Instituto de Vivienda y Suelo Urbano (Invisur) contabilizó al menos a 5 mil 550 familias que vivían en asentamientos precarios, ubicados en zonas de alto riesgo, al margen de ríos, arroyos, cerros y laderas inestables.
“En México hay un problema de asentamientos precarios, también llamados irregulares, donde la población enfrenta problemas con su situación jurídica y de acceso a derechos, porque son personas que viven en la pobreza, sin acceso a servicios básicos, y lo que ocurre es que todos estos están invisibilizados, no están ni siquiera en los censos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), por lo que no se sabe si estarán contemplados para los apoyos que de la Secretaría del Bienestar”, comenta.
De acuerdo con el Informe de Pobreza y Evaluación 2022, elaborado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), de las 779 mil 566 personas que vivían en Acapulco en 2020, el 52.1% se encontraba en situación de pobreza, y 16.7% de pobreza extrema; en el caso de Coyuca de Benítez, estos porcentajes ascienden a 65.5% y 27.3%, respectivamente.
Previo al paso de Otis, en Acapulco el 16.3% de la población presentaba rezago educativo, el 37.1% presentaba carencia en el acceso a servicios de salud y el 55.4% no tenía seguridad social, además el 17.3% tenía carencias en la calidad y espacios de vivienda, 29.2% no contaba con servicios básicos en su casa, y el 34.6% no accedía a alimentación nutritiva y de calidad.
En Coyuca de Benítez, el 23.7% de la población presentaba rezago educativo, 41% presentaba carencia en el acceso a servicios de salud y el 74.6% no tenía seguridad social, además, el 30.2% tenía carencias en la calidad y espacios de vivienda, 59.3% no contaba con servicios básicos en casa, y el 29.5% no accedía a alimentación nutritiva y de calidad.
Con estos datos, la abogada afirma que se puede ver que “en este tipo de desastres quienes más sufren y reciben el mayor impacto no son las zonas hoteleras, sino los asentamientos, que no solo pierden el patrimonio conseguido muchas veces con esfuerzo intergeneracional, sino se genera un efecto de desintegración de las comunidades, con el riesgo de que no les permitan volver a construir en donde estaban”, explica la abogada.
Acerca del censo que realiza la Secretaría del Bienestar para los apoyos que se darán a quienes tuvieron daño en sus viviendas, Escoffié alerta que existe el riesgo de que estos sean un foco de corrupción, como ha ocurrido con el reparto de apoyos para damnificados de otros fenómenos naturales.
“La historia de los censos para reconstrucción en México ha sido de malas experiencias, incluso se han emitido recomendaciones de derechos humanos porque los programas sirvieron para corrupción, con desvío de recursos, y al final dejaron a muchas personas sin la respuesta prometida, entonces es una situación que preocupa, porque no hay garantías de que no se va a repetir en este caso”, detalla.
Aunque hasta ahora “no queda claro qué parámetros están utilizando en el censo que ya está en marcha para determinar las zonas que serán consideradas, porque si están usando la del INEGI entonces la mayoría de los asentamientos precarios van a quedar fuera, y tampoco se sabe cómo va a ser la participación de las personas en el plan de reconstrucción, sobre todo si podrán permanecer en el lugar donde estaban, o cuáles serán las estrategias de reubicación tomando en cuenta los riesgos frente a otros desastres”.
“No estoy minimizando los daños, ni en el sector privado ni en la gente de ninguna situación económica, pero es un hecho que el turismo en Acapulco no se va a acabar por esto, pero lo que sí se puede acabar y perder para siempre son los vínculos vecinales y la permanencia de muchas familias”, expone Escoffié.
El ave del terror superaba los 2,5 metros de altura y tenía poderosas extremidades y un pico enganchado con el que destrozaba a sus presas.
Hace 13 millones de años, en los amplios pantanales primitivos de Sudamérica, un enorme reptil aviar no volador, conocido como el “ave del terror”, dominaba el entorno con violenta voracidad.
Estas aves eran depredadoras por excelencia; podían alcanzar estaturas de más de dos metros y tenían poderosas extremidades, afiladas garras y potentes picos encorvados con los que despedazaban la carne de sus presas.
Sin embargo, un nuevo estudio de un fósil encontrado en Colombia hace varios años concluyó que el ave del terror posiblemente no lo tenía todo a su favor y también fue víctima de otros depredadores en un mundo de “todos contra todos”.
Los paleontólogos en el país sudamericano observaron unas marcas de colmillos en un hueso fosilizado que pertenece a una de estas peligrosas aves, lo que supone que algún otro animal aún más grande la pudo haber matado.
Los expertos compararon las perforaciones de los colmillos en el hueso de pata fosilizado con la dentadura de otro reptil prehistórico de tipo caimán o cocodrilo.
Escaneos en 3D de las mordeduras permitieron a los científicos reconstruir lo que creen que fue una “pelea a muerte” que el ave del terror no sobrevivió.
El nuevo estudio, publicado en la revista Biology Letters, comparó el tamaño y la forma de las marcas de dientes con los cráneos y dientes de depredadores similares a cocodrilos en colecciones de museos.
Los investigadores dicen que la muestra es una rara evidencia de la interacción entre dos de los principales depredadores extintos de la época.
El hueso estudiado fue descubierto hace más de 15 años en el desierto de Tatacoa en Colombia.
Cuando el ave habitaba en los pantanos de la región hace 13 millones de años, tendría unos 2,5 metros de altura y se cree que usaba sus poderosas extremidades para dominar y despedazar a su presa.
Lo que los científicos no han podido probar de forma concluyente es si esta particular y desafortunada ave del terror murió en el ataque o si el caimán la devoró como carroña.
“En las marcas de mordedura del hueso no hay señales de curación”, explicó el principal investigador Andrés Link, de la Universidad de los Andes, en Bogotá.
“Así que si ya no estaba muerta, murió en el ataque. Ese fue el último día en que el ave estuvo en este planeta. 13 millones de años después se encontró un pedazo del hueso de su pata”.
El desierto de Tatacoa es rico en yacimientos de fósiles de una época conocida como el Mioceno Medio.
En ese entonces, era un pantano húmedo, donde la sedimentación de los ríos atrapaba y fosilizaba los huesos de animales muertos, resultando en los restos preservados que se encuentran en la actualidad.
Este hueso en particular fue descubierto hace 15 años por César Augusto Perdomo, un coleccionista de fósiles de la región.
Los científicos colombianos trabajaron conjuntamente con Perdomo, estudiando y catalogando los fósiles que había recopilado en su museo.
Allí se dieron cuenta de que el trozo de hueso del tamaño de un puño correspondía a la pata de una ave del terror.
Ese fue un descubrimiento emocionante, porque los fósiles de ave del terror son raros.
Link y sus colegas también quedaron fascinados con las marcas de perforaciones en el hueso, que claramente habían sido hechos por los colmillos de otro poderoso depredador.
Dichas marcas corresponderían a una especie de caimán extinto llamado Purussaurus neivensis, un tipo de cocodrilo que midió hasta cinco metros de largo.
Los investigadores piensan que emboscó a su presa desde la orilla del río, muy similar a como lo hacen los cocodrilos y caimanes modernos.
“Me imaginaría que estaba esperando a que una presa se acercara”, expresó Link.
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Si eso, en efecto, fue una batalla entre dos depredadores ápice, que permite formar una idea de lo que era un antiguo ecosistema.
Las feroces aves del terror pudieron ser mucho más vulnerables a los depredadores de lo que se pensaba.
“Cada pedazo de un cuerpo nos ayuda a comprender mucho sobre cómo era la vida del planeta en el pasado”, declaró Link a la BBC.
“Eso es algo que me asombra, cómo un pequeño hueso puede completar una historia”.
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