
No hicieron falta 50 años para que la peor pesadilla de un pueblo minero se hiciera realidad en Carrizalillo, una comunidad de la región Centro de Guerrero.
En los próximos años, el ejido podría convertirse en un pueblo fantasma, mientras sus habitantes enfrentan un desplazamiento forzado, sin dinero, sin tierras y con problemas de salud.
Equinox Gold, la tercera trasnacional en extraer oro en los 20 años de minería en Carrizalillo, ha anunciado el cierre de sus operaciones y ya ha iniciado el proceso. La empresa notificó individualmente a los habitantes que dejará de ocupar sus parcelas, tanto individuales como de uso común.
Según la mesa ejidal de Carrizalillo, esta medida busca presionar a la comunidad para que firme un nuevo convenio de ocupación, que reduciría en un 65 % el pago de renta y eliminaría beneficios sociales, incluyendo el apoyo para la compra de medicamentos para la población enferma.
Si Carrizalillo acepta, la mina seguirá operando; de lo contrario, su cierre será definitivo.
Mutaciones genéticas, cáncer, abortos espontáneos, partos prematuros, hernias discales, tos crónica, dermatitis y conjuntivitis son solo algunas de las enfermedades que padecen los habitantes de Carrizalillo.
Cada persona sufre al menos uno de estos males, lo que los obliga a gastar mensualmente en costosos medicamentos que deberán tomar de por vida. Gran parte de lo que reciben por la renta de sus parcelas, tanto individuales como de uso común, se destina a estos tratamientos, explicaron en la casa de salud comunitaria, creada por las propias empresas mineras.
Solo en febrero, dos personas fallecieron por cáncer: una por cáncer de útero y otra por cáncer de pulmón. Según el personal médico, ambos casos están relacionados con la contaminación del aire y otros factores derivados de la minería.
Entre la población, varios hombres que operaban maquinaria pesada han desarrollado hernias discales. “En lugar de reubicarlos, la mina simplemente los despide”, señalaron en la casa de salud.
Las niñas, niños y adolescentes padecen dermatitis atópica, lo que los obliga a aplicarse cremas hidratantes cada dos horas. Además, las enfermedades respiratorias y oculares son constantes: “De cada 20 pacientes, 15 vienen por problemas respiratorios y cinco por afecciones en los ojos”, detallaron.
Quienes padecen enfermedades oculares deben usar de por vida ungüentos oftálmicos, ya que el polvo reseca sus ojos. La tos crónica también es común.

Lo más grave son las enfermedades derivadas de mutaciones genéticas, como la microtia, que provoca que niñas y niños nazcan sin una parte de la oreja y sin funcionamiento en el oído interno.
Ahora, Equinox Gold busca eliminar del convenio de ocupación las cláusulas que garantizan beneficios sociales, incluida su contribución para la compra de medicamentos.
“Actualmente, el ejido cubre el 70 % del costo de los medicamentos y la empresa solo el 30 %. Aun así, las personas enfermas no los reciben de forma gratuita, sino a mitad de precio, porque son demasiado caros para pagarlos en su totalidad”, explicaron en la casa de salud.
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En Carrizalillo, la escasez de agua es evidente. Antes de 2005, la comunidad contaba con varios manantiales; hoy, de las tuberías solo sale aire, mientras la mina riega constantemente su patio de lixiviados con una solución cianurada que requiere millones de litros de agua. Desde el centro del pueblo, se pueden ver las capas húmedas de tierra en el patio de lixiviados, que son irrigadas las 24 horas del día. En contraste, el resto del pueblo está cubierto por un polvo seco.
El complejo minero Los Filos-El Bermejal está compuesto por cinco minas: tres a cielo abierto y dos subterráneas. Según imágenes satelitales de Google Earth, el 84 % del proyecto se encuentra dentro del ejido de Carrizalillo, mientras que el 16 % está en los bienes comunales de Mezcala y Xochipala, comunidades del municipio de Eduardo Neri.
El ejido de Carrizalillo arrienda mil 400 hectáreas a Equinox Gold, mientras que Mezcala renta mil 300 y Xochipala, 50. Sin embargo, la minera solo utiliza alrededor de 700 hectáreas.
Los Filos-El Bermejal fueron, alguna vez, los cerros más altos de Carrizalillo. Hoy, esa tierra y rocas han sido removidas y almacenadas en el patio de lixiviados. Lo que antes eran cerros de más de mil metros de altura, ahora son cráteres de entre 200 y 300 metros de profundidad.
La comunidad perdió sus manantiales. El más importante, conocido como El Triángulo, del que dependía el 80 % de la población, quedó atrapado en medio del área de lixiviación. Como compensación, la empresa prometió instalar un sistema de agua entubada, pero nunca llegó a salir ni una gota, ni limpia ni contaminada.
Ante la falta de agua, los habitantes gastan una parte considerable de lo que reciben por la renta de sus tierras en la compra de garrafones.
Mientras tanto, la empresa sigue utilizando millones de litros de agua por segundo para separar el oro de la tierra y la roca mediante un proceso que usa cianuro.
En 2010, según la mesa ejidal, hubo un derrame de solución cianurada en el subsuelo. Aunque la empresa asegura tenerlo bajo control, esta contaminación ha causado la muerte de al menos 30 animales al año, entre vacas, toros, chivos y burros.
Si la empresa se va, los ejidatarios no podrán recuperar su modo de vida anterior. Las mil 300 hectáreas rentadas han sido alteradas de tal forma que ni siquiera saben si podrían volver a sembrar o criar ganado.
De acuerdo con el proyecto de impacto ambiental, el cierre de la mina debería tomar seis años, pero la empresa ya ha dado por terminados los convenios de ocupación.
La contaminación ha cambiado el ecosistema: ya no llegan aves migratorias, las cuales antes formaban parte de la alimentación de los pobladores. Además, las parcelas han sido removidas y es incierto si podrán volver a ser fértiles.

Equinox Gold asegura que Los Filos-El Bermejal ya no es un negocio rentable. Sin embargo, los ejidatarios sostienen que el problema radica en el proceso de recuperación del oro.
Según los propios datos de la empresa, solo logran recuperar el 30 % del oro depositado en el patio de lixiviados. Esto se debe a la alta presencia de cobre en el mineral, ya que el cianuro atrapa primero el cobre y luego el oro, lo que hace el proceso más lento y costoso.
Este problema surgió en 2013, cuando comenzaron a extraerse cuerpos de sulfuro de cobre. Su alta concentración ha incrementado el consumo de cianuro y agua, elevando los costos de producción. A esto se suma el uso de maquinaria obsoleta, que encarece aún más la extracción y el acarreo del material.
Aun así, el ejido estima que el costo de producción por onza de oro es de 2 mil 150 dólares, mientras que la rentabilidad es de 2 mil 600 dólares, lo que deja un margen de ganancia de 450 dólares por onza.
En 2024, según su propio reporte, Equinox Gold extrajo 170 mil 000 onzas de oro, generando ingresos de 76 millones de dólares. “No es una pérdida, sigue siendo rentable para la empresa”, sostienen los ejidatarios.
La minera ha planteado que para mejorar la recuperación del oro necesita hacer una inversión millonaria en una nueva planta CIL (Carbón in Leach), en lugar del sistema de lixiviación que usa actualmente.
Las cifras de la inversión han variado: primero mencionaron 300 millones de dólares, luego 500 y más recientemente 800 millones. Sin embargo, el ejido se basa en un informe dirigido a los socios de la empresa, donde la inversión estimada es de 500 millones.
Con este nuevo sistema, se podría recuperar hasta el 80 % de las 400 mil 000 onzas de oro almacenadas en el patio de lixiviados, lo que permitiría extender la operación 15 años más y generar 500 millones de dólares anuales con una producción de 320 mil 000 onzas.
“O sea, negocio sí hay”, sostienen los ejidatarios.
Para hacer viable el cambio de proceso, el ejido propuso reducir la renta anual de 6.9 onzas a 4.0 onzas por hectárea, con un incremento gradual hasta 2040. Sin embargo, la empresa plantea reducir la renta a 2.5 onzas por hectárea, sin incrementos, y pagarla de manera mensual.
“Si aceptamos esa propuesta, recibiríamos unos 60 mil pesos anuales por hectárea, y nadie puede vivir con eso”, explicó un ejidatario.
En términos prácticos, esto significaría que un ejidatario con una hectárea rentada recibiría solo 5 mil pesos al mes.
Las comunidades de Mezcala y Xochipala aceptaron la oferta de 2.5 onzas por hectárea, dejando a Carrizalillo solo en su demanda frente a la minera.
La mesa ejidal explica que eso obedece al valor de la tierra y a la factura social que Carrizalillo ha tenido que pagar.
Primero, Carrizalillo renta 95 % de su superficie, la que ya está toda contaminada y esas tierras eran sus parcelas de cultivo, mientras Mezcala y Xochipala tenían esas tierras ociosas.
Segundo, Carrizalillo tiene el patio de lixiviados a 450 metros en línea recta, sin ninguna barrera física; Xochipala a 8 kilómetros y Mezcala a 10, con cerros de por medio.
Desde hace un par de meses, Horacio Montiel vive a tan solo 200 metros del patio de lixiviados, ahí construyó su casa porque ahí está su parcela.
Los costos para Carrizalillo en devastación y enfermedades en sus habitantes han sido muy altos. “Por eso nosotros no podemos aceptar la renta que nos ofrecen”, afirma.

La estructura construida sobre el sarcófago que cubre el reactor que explotó en 1986 resultó dañada tras un ataque que Ucrania atribuye a Rusia.
El escudo protector que cubre el reactor nuclear de Chernóbil, en Ucrania, ya no puede cumplir su principal función de contención tras un ataque con drones a principios de este año, señaló la agencia de control nuclear de la ONU.
Los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) descubrieron que la enorme estructura, construida sobre el lugar del desastre nuclear de 1986, había perdido “sus funciones de seguridad primarias, incluida la capacidad de aislamiento”.
En febrero, Ucrania acusó a Rusia de atacar la central nuclear, un señalamiento que el Kremlin negó.
La OIEA afirmó que las reparaciones eran “esenciales” para “prevenir una mayor degradación” del refugio nuclear. Sin embargo, el experto ambiental Jim Smith le dijo a la BBC que “no es algo por lo que debamos entrar en pánico”.
El profesor Smith, de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido), quien ha estudiado las secuelas del desastre de Chernóbil, afirmó que el mayor peligro asociado al lugar era el polvo radiactivo.
Sin embargo, añadió que “el riesgo es bajo” porque el polvo contaminado está contenido dentro de un grueso “sarcófago” de hormigón cubierto por el escudo protector.
La explosión de Chernóbil en 1986 expulsó material radiactivo al aire, provocando una emergencia de salud pública en toda Europa.
En respuesta, la antigua Unión Soviética construyó el sarcófago sobre el reactor nuclear.
El sarcófago solo tenía una vida útil de 30 años, lo que provocó la necesidad de una cubierta protectora para evitar fugas de material radiactivo durante los siguientes 100 años.
La OIEA informó que un equipo completó una evaluación de seguridad del sitio la semana pasada, después de que resultara gravemente dañado por el ataque con drones.
El ataque provocó un incendio en el revestimiento exterior de la estructura de acero.
Los inspectores indicaron que no se produjeron daños permanentes en las estructuras de soporte ni en los sistemas de monitoreo de la cubierta, y que se habían realizado algunas reparaciones en el techo.
Sin embargo, el director general de la OIEA, Rafael Grossi, declaró: “Una restauración oportuna e integral sigue siendo esencial para evitar una mayor degradación y garantizar la seguridad nuclear a largo plazo”.
Desde principios de diciembre, el organismo de control nuclear de la ONU ha estado evaluando la infraestructura energética de Ucrania mientras el país continúa defendiéndose de Rusia.
Rusia lanzó ataques aéreos nocturnos contra la ciudad de Kremenchuk, un importante centro industrial en el centro de Ucrania.
Además de evaluar Chernóbil, la OIEA ha estado inspeccionando las subestaciones eléctricas vinculadas a la seguridad nuclear.
“Son absolutamente indispensables para suministrar la electricidad que todas las centrales nucleares necesitan para la refrigeración de los reactores y otros sistemas de seguridad”, declaró Grossi.
“También son necesarias para distribuir la electricidad que producen a los hogares y la industria”, agregó.
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