Anita Torres Juárez y su hijo Viviano Villano Torres sobrevivieron a la explosión de una mina terrestre en el estado de Michoacán.
El 24 de marzo de 2024, salieron de la comunidad de Holanda, perteneciente al municipio de Apatzingán, hacia un rancho de su propiedad en la comunidad de La Limonera, de donde son originarios.
Pasaron un convoy militar estacionado sobre el camino. Los militares los pararon y les sugirieron que tuvieran mucho cuidado, porque esa zona estaba plagada de explosivos.
Te puede interesar | Dos militares mueren por explosión de mina en Buenavista, Michoacán; es el segundo caso esta semana
La campesina de 73 años de edad y su hijo de 38 dudaron de la advertencia y siguieron su camino, pero metros adelante el destino cambió para ellos: una llanta delantera de su camioneta activó accidentalmente una mina terrestre.
“Sobrevivimos a una mina. Caímos a una mina, cuando íbamos para el rancho”, cuenta doña Anita. “Yo y mi hijo sobrevivimos a esa mina, lo que es un milagro de Dios, porque esas cosas no se las deseo ni al más enemigo del mundo, porque cómo cree que reventó la camioneta y gracias a Dios que no nos pasó nada; nomás perdí mi oído; ya no oigo”, prosigue.
La señora Anita y Viviano, quien padece un problema neuronal por cisticercosis, fueron víctimas de uno de los artefactos explosivos improvisados que el Cártel Jalisco Nueva Generación y sus grupos criminales aliados han colocado en predios y caminos del estado de Michoacán.
Animal Político recorrió varias zonas donde han sido sembrados los artefactos explosivos. Uno de los puntos es justamente en el vértice que hacen las localidades de Acatlán, Las Salatera, Las Anonas y la Limonera, de Apatzingán, donde incluso hay una base militar y por donde se pasean los comandos del CJNG y sus socios Los Viagras.
Esa zona de la Tierra Caliente michoacana fue minada por el bloque criminal Cártel Michoacán Nueva Generación, conformado por Los Viagras y el Cártel Jalisco Nueva Generación, para impedir el avance de los operativos militares, de acuerdo con autoridades federales de seguridad.
Apenas el pasado sábado 8 de febrero, un campesino de 43 años de edad, así como un adolescente de 14, murieron tras estallarles un artefacto explosivo improvisado terrestres, en un predio de la localidad de Santa Ana, municipio de Buenavista.
Los informes oficiales indican que el jornalero y el menor realizaban labores de limpieza en una parcela, cuando sin darse cuenta, con un azadón, activaron uno de los explosivos. El estallido mató de inmediato al campesino y al adolescente, quien fue alcanzado por la onda explosiva.
Por eso, para Anita y su hijo sobrevivir a la explosión de la mina terrestre se trató de “un milagro”.
“La camioneta brincó y se meció así al lado de la carretera y nosotros quedamos atrapados en aquél humaderón”, describe Anita.
Ella y su hijo quedaron aturdidos dentro de la cabina de la camioneta, destrozada por la explosión que retumbó a varios kilómetros a la redonda.
Tras el sorpresivo estallido, Viviano le preguntó a Anita qué era lo que había pasado. Viviano salió de la camioneta, sin saber qué hacer. A los pocos minutos, llegó un grupo de militares que estaban metros atrás sobre el camino minado.
“Los soldados nos ayudaron, nos bajaron del carro; el carro estaba de la caseta para adelante, todo despedazado y ya los soldados nos auxiliaron”, recuerda.
Anita y su hijo fueron trasladados a un hospital, donde a ella le diagnosticaron problemas en uno de sus oídos.
“Una cosa tremenda, un dolor tremendo”, cuenta la mujer de pelo cano. “Ojalá y Dios nos ayude de seguir viviendo más, porque necesita uno trabajar, porque no tenemos fondos para seguir sobreviviendo”.
Lamentablemente, para Anita y su familia, el Cártel Jalisco Nueva Generación ya ha minado todos los caminos que rodean su rancho y se ha apoderado de propiedades de los habitantes.
No habían pasado ni 10 minutos desde que Anita dio su testimonio cuando los estruendos de los fusiles de asalto, las explosiones de los drones y el rugir de las ametralladoras anunciaron un nuevo ataque en Acatlán, en Apatzingán, donde se reunieron las familias desplazadas.
Lugareños de las zonas minadas de Apatzingán poco a poco han tenido que huir, solo con lo indispensable y con el dolor de perderlo todo. Se calcula que se trata de unas mil 200 familias que fueron desplazadas hacia Acatlán y otras comunidades.
“Yo tuve que huir de donde nací por miedo, ni modo que por valiente, porque tiene uno miedo que nos quiebren con una mina de esas. Nos vinimos huyendo del mal paso”, relata Pablo López Tapia, un ganadero y agricultor, originario de Las Anonas, a pocos kilómetros de Acatlán.
Las Anonas también está plagada de explosivos, lo que provocó que se convirtiera en un pueblo casi fantasma, al que las familias ya no pueden regresar.
En Acatlán, las familias desplazadas cuentan con tristeza y frustración la manera en la que sobreviven lejos de casa.
Así como el resto de los habitantes, don Pablo dejó todo su ganado, la principal base económica para su familia.
“Pues hay mucha mina y los amigos (delincuentes), ahí están. Están unos aquí, otros acá y otros allá, y estamos nosotros en medio. Nomás estamos esperando que nos caigan”.
“No puede uno ir al campo, porque hay minas enterradas y uno que no las conoce, pues las pisas y se acabó el corrido”, cuenta el hombre.
Su sombrero ataja el sol que va directo a su cara, en una región donde las temperaturas pueden alcanzar hasta 42 grados centígrados. El hombre de 79 años todavía camina con entereza. Él y su familia, reitera, huyeron porque no podían quedarse en “una zona de guerra”, pese al dolor de abandonar su tierra y su patrimonio.
“De ahí nos tocó correr; corrimos para acá, a ver si me defendían los de aquí. Nos vinimos con una muchacha y un muchacho (hijos), la muchacha ya con hijos, pero el muchacho todavía no. No vinimos de huida, pues”.
“Porque además está uno en las noches con el Jesús en la boca, de a qué hora nos caen también los dronazos”, remata.
A pocos kilómetros, mientras los desplazados narraban cómo la violencia los ha dejado sin nada, se confirmó un cruento hecho provocado por explosivos.
Los cuerpos cercenados y calcinados de dos hombres fueron rescatados del interior de una camioneta siniestrada por el estallido de un explosivo.
Las víctimas circulaban el 12 de enero pasado en una camioneta, entre huertas de limones, cuando al llegar al acceso principal de Las Bateas, también en el municipio de Apatzingán, estalló el artefacto improvisado.
Como resultado, los tripulantes de la camioneta murieron y sus cuerpos quedaron calcinados al igual que la camioneta en la que viajaban.
Días antes, el 9 de enero, un jornalero resultó lesionado en otra ranchería de ese municipio de la Tierra Caliente, al estallarle otro de esos artefactos plantados por el crimen organizado.
El trabajador agrícola se encontraba en una huerta ubicada entre El Capire y Los Hornos, cuando el tractor que conducía pasó sobre el artefacto explosivo y lo hizo detonar.
El estallido provocó daños en el tractocamión y en un remolque con fertilizante, pero también en algunas partes del cuerpo del jornalero al ser alcanzado por las esquirlas.
El terror de morir destrozados por el estallido de un artefacto explosivo improvisado no solo ha sido sembrado por los criminales entre las autoridades y los pobladores, sino también en médicos y profesores, quienes han decidido no acudir a las escuelas o a las clínicas rurales.
El temor se confirma con cada tragedia que da cuenta del grado de violencia que se vive en esta y otras regiones de Michoacán por los explosivos y grupos criminales provenientes del estado de Jalisco.
Una víctima más fue el productor de limón y profesor rural, Ramón Paz Salinas, quien murió cuando le explotó un artefacto explosivo improvisado tipo mina, mientras se dirigía de su huerta a dar clases en una localidad del municipio de Apatzingán.
Mientras Animal Político realizaba recorridos por las zonas minadas, el docente de 69 años de edad se dirigía en su camioneta de la localidad de Las Bateas a El Tepetate, cuando accidentalmente activó uno de los explosivos terrestres.
Te recomendamos | Organizaciones reportan más de 550 personas desplazadas por la violencia en Tierra Caliente y la costa de Michoacán
Habitantes de la zona lamentaron el fallecimiento del productor de limón, a quien reconocían por su espíritu altruista y su labor social en apoyo a las comunidades más vulnerables de ese municipio de la Tierra Caliente.
Se trató del tercer estallido en menos de un mes en ese municipio.
Las autoridades estatales y federales se han desplegado por esta región y han montado operativos para detectar y desactivar las minas terrestres artesanales, que el gobierno federal llama Artefactos Explosivos Improvisados.
Incluso, tras el asesinato del profesor rural, el Ejército Mexicano envió un vehículo antiminas, con el que se buscan los explosivos y se destruyen. Sin embargo, no ha sido suficiente, ya que pocas semanas después, el 8 de febrero, fue cuando dos personas murieron por la explosión de minas en el municipio de Buenavista.
La organización criminal que fundó y lidera Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, minó sus campos de batalla para atacar a autoridades o a grupos delictivos antagónicos.
Esos artefactos explosivos también son utilizados por el CJNG y sus aliados, Los Viagras, para proteger sus campamentos y puntos de concentración, evitando así deserciones dentro de su ejército de sicarios.
El primer registro de un crimen con la explosión de un artefacto explosivo de fabricación artesanal en la historia del país ocurrió el 8 de febrero de 2022, cuando un jornalero y un niño murieron tras pisar accidentalmente una mina terrestre en El Aguaje, municipio de Aguililla.
Desde ese entonces, hay registro de al menos 14 personas muertas, entre ellas personal militar, policial y civiles, además de un número igual de lesionados al estallarles un artefacto explosivo terrestre.
Semanas antes del primer doble homicidio con minas terrestres, un destacamento del Ejército detectó varias camionetas con hombres armados en un camino que comunica a Santa María del Oro, con Los Reyes, Michoacán, a la altura de Zipoco.
Los informes señalan que la orden para la tropa fue que no intentaran algo para detenerlos, porque tenían información de que el comando escoltaba un lote importante de pólvora y c4 (un explosivo de uso militar).
El grupo armado llegó a Zipoco, donde ya había desplazado a todas las familias, a través de amenazas y ataques armados.
Los habitantes huyeron a Petacala, Los Plátanos y otras localidades, ubicadas en los límites de la tierra fría de Michoacán y la tierra caliente de Jalisco.
También lee | Votar entre Balas: la guerra entre cárteles silencia la democracia en territorios de Jalisco
Las casas y comercios se convirtieron en un campamento y fábrica de explosivos de esa organización criminal, proveniente de distintos municipios de Jalisco.
Ahí, empezó la elaboración y distribución de artefactos explosivos improvisados, que el gobierno federal se resiste a reconocer como minas terrestres.
Los influencers han generado una industria de “moda rápida” que mueve más de US$21.000 millones, pero algunos creen que su popularidad llegó a su límite.
En 2019, Diana Wiebe estaba inmersa en las redes sociales cuando se encontró con una influencer que promocionaba unos rizadores sin calor. “Eran rizadores con los que podías dormir toda la noche y la promesa era despertarte con unos rizos preciosos”, le cuenta a la BBC.
Fue uno de los muchos productos que TikTok le influyó para comprar, pero al igual que muchos otros, incluidas cremas para la piel y exfoliantes faciales, rápidamente se dio cuenta de que no los necesitaba.
“Para ser sincera, los rizadores interrumpieron mi sueño y los usé una sola noche”, dice, y agrega: “Mi cabello es naturalmente ondulado, así que creo que el rizador en realidad me dio demasiados rulos”.
Avanzamos hasta 2025 y Wiebe, quien vive en Ohio, ahora es una influencer, pero hay una diferencia entre ella y muchas otras. Ella está tratando de “desinfluir” a sus seguidores para que no compren cosas que no necesitan.
En sus videos diarios de TikTok, la creadora de contenido, que tiene más de 200 mil seguidores en la aplicación, hace preguntas como “¿querías ese producto antes de que te lo ofrecieran?” y recuerda a sus seguidores que las compras de ropa semanales y mensuales no son normales.
La cultura del haul es un tipo específico de contenido de redes sociales que se originó en YouTube en el que alguien muestra sus últimas compras, generalmente de ropa, a sus seguidores.
Wiebe es parte de un movimiento que crece desde 2023 y que rechaza la cultura tradicional de los influencers. Ha explotado en TikTok con el hashtag #deinfluencing, acumulando más de mil millones de visitas.
Junto con hashtags como “núcleo del subconsumo” y “consumidor consciente”, comparten mensajes clave, como: “La moda rápida no te hará elegante” y “el subconsumo es el consumo normal”.
A medida que arranca el 2025, Wiebe cree que la corriente cultural está cambiando y que los influencers han alcanzado su cima de popularidad.
“Algunos de los contenidos de los influencers son simplemente una provocación para causar ira”, dice, haciendo referencia a la táctica de internet de publicar contenido para incitar el enojo y generar visitas.
TikTok se ha convertido en la plataforma por defecto para los influencers, pero, dado que la aplicación se enfrenta a un futuro incierto en Estados Unidos, Wiebe cree que es un momento de cambio.
“No sé cuál será el futuro de TikTok, pero el tipo de influencia que vemos allí no se da en otras aplicaciones”, afirma, y menciona lo prolífico que se ha vuelto el contenido de compras en TikTok, en comparación con otras plataformas como Instagram.
Wiebe cree que este cambio se debe a una mayor conciencia de lo que realmente hacen los influencers.
“Cuando empecé a ver más anuncios en mi muro de TikTok, pensé en todo lo que había comprado en los últimos años gracias a las reseñas de los influencers”, afirma. “De repente me di cuenta de que todo era publicidad, desde contenido promocional pagado hasta creadores que compartían sus compras”.
“No es como ver la televisión, donde puedes reconocer un anuncio. Con los influencers te sientes como si estuvieras escuchando a un amigo o familiar porque vemos a nuestros TikTokers favoritos como personas que conocemos”, señala.
La mayoría de las interacciones de Wiebe en línea son positivas, con comentarios como: “Necesitaba escuchar este consejo hoy”. Sin embargo, otros se preguntan por qué siente la necesidad de entrometerse en los hábitos de compra de otras personas.
Wiebe insiste en que no está abogando por un estilo de vida de “no comprar”. En cambio, se describe a sí misma como partidaria de “desacelerar y pensar bien las compras en vez de apresurarse”.
Su consejo es opuesto al conocido eslogan de los influencers que animan a sus seguidores a “correr, no caminar” para comprar el último producto.
Esta misma mentalidad llevó a Christina Mychaskiw a adoptar un enfoque más consciente a la hora de gastar. A través de sus publicaciones en YouTube, TikTok e Instagram, su objetivo es ayudar a otras personas a vivir una vida plena sin arruinarse.
Mychaskiw dice que sabe de primera mano lo poderosos que pueden ser los influencers. “En 2019, tenía una deuda de 120 mil dólares canadienses (US$83.000) por préstamos estudiantiles y seguía comprando semana tras semana. Toqué fondo cuando compré un par de botas que costaban más que mi alquiler, aunque sabía que no podía pagarlas”.
La creadora de contenidos, que vive en Toronto, dice que se sentía atrapada en un ciclo de “Instagram versus realidad”, según le cuenta a la BBC. “Tenía una idea de cómo debería ser mi vida en función de mi carrera y de lo que hacían mis compañeros”.
Mychaskiw suele hablar de este tema en su podcast, donde escucha a sus oyentes hablar de su lucha contra la presión constante de comprar y la decepción cuando los productos no cumplen n sucos expectativas.
“La gente ya no ve el valor de lo que compra. La promesa de estos artículos simplemente no está a la altura de las expectativas. Parece que todo es cada vez más caro, pero de menor calidad y menos satisfactorio”.
Mychaskiw no quiere que la gente cometa el mismo error que ella, que en un principio abandonó el consumo de golpe y llevó una vida minimalista, lo que, según ella, la hacía sentir miserable.
Desde entonces, ha llegado a un punto intermedio: se da un capricho de vez en cuando, pero se recuerda a sí misma que antes de ir de compras debe “revisar su armario”.
La creadora de contenido ya ha cancelado su deuda estudiantil. ¿Su consejo para los demás? “Suelta el teléfono. Navegar y consumir contenido constantemente te hace más propenso a ceder a los mensajes subliminales”, dice.
“Deja el teléfono, toca el césped, juega con tu vestuario y usa lo que ya tienes para crear looks divertidos. Tal vez te des cuenta de que lo que tienes es suficientemente bueno”.
Te interesa: ¿Qué es la ‘ecoansiedad’ y cómo podemos manejarla? Recomendaciones para promover la acción climática
Según la estilista Lucinda Graham, consumir constantemente moda rápida no solo es malo para las finanzas y el medio ambiente, sino también para el estilo personal.
“Piénsalo como si estuvieras cocinando”, le dice a la BBC. “Si preparas algo rápido, está bueno, pero no puede competir con un plato que se ha cocinado con cuidado y esfuerzo. Lo mismo ocurre con la moda rápida en comparación con un vestuario que ha sido cuidadosamente elegido”.
Graham aconseja a quienes estén buscando su propio estilo que sean pacientes. “El estilo personal necesita tiempo para desarrollarse y experimentar con las mismas prendas. También se trata, fundamentalmente, de comprar lo que te gusta, en lugar de lo que sigue la tendencia”, afirma.
“Cuando los influencers nos convencen de que compremos ropa, compramos artículos que representan el estilo de vida de otra persona e intentamos emular su vida, pero eso no da como resultado un vestuario práctico”.
El enfoque de Graham implica que es deliberada a la hora de comprar nuevas prendas y valora dejar que sus prendas “envejezcan” con el tiempo. “Tengo una chaqueta que tengo desde hace seis años y me encanta combinarla”, explica.
“Es agradable ver cómo cambia la ropa. Ahora mismo, las chaquetas de carpintero usadas y los pantalones Carhartt desgastados están de moda, pero en lugar de comprarlos en una tienda vintage, ¿por qué no comprar un par y dejar que envejezcan con el tiempo?”.
Ella dice que lo mismo se aplica a las tendencias: “La moda rápida nunca será auténtica. Si nos fijamos en el desaseo indie, por ejemplo, esos looks clásicos provienen de personas que realmente viven ese estilo de vida, no porque hayan comprado jeans rotos en línea”.
“La clave para romper ese ciclo y descubrir qué te gusta es hacer compras más intencionales, eliminando las pequeñas e impulsivas”.
Es difícil determinar si el movimiento de desifluencers está afectando a las marcas. Sabemos que gigantes en línea como Asos, Boohoo y Pretty Little Thing han luchado con la caída de la demanda y los cambios en los hábitos de los consumidores en los últimos años.
Sin embargo, no olvidemos que muchos muros todavía están inundados de influencers.
En 2023, se estimó que la industria global del marketing de influencers valía 21 mil 100 millones de dólares, más del doble de su tamaño en 2019.
En opinión de la estilista Aja Barber, dado que la creación de contenido todavía se considera una carrera a la que aspirar, aún no hemos alcanzado el “pico influencer”.
Barber es autora del libro Consumido: sobre el colonialismo, el cambio climático, el consumismo y la necesidad de un cambio colectivo; cree que el movimiento de desinfluencia es útil, pero opina que el tema debe instalarse fuera de internet para cambiar el modo de gastar de la gente.
La autora, que también es editora colaboradora de la revista Elle, dice que todos tenemos un papel que desempeñar. “Desde los multimillonarios propietarios de empresas hasta los influencers y nosotros como consumidores”, le dice a la BBC.
“En las redes sociales, un empleado de correos se puso en contacto conmigo y me dijo que había entregado un paquete del minorista de moda rápida en línea Shein en una casa 17 veces en un mes”.
Algunas estimaciones sugieren que cada año se producen en todo el mundo más de 100 mil millones de prendas de vestir, y más de la mitad acaba en vertederos en un plazo de 12 meses.
A menudo, la ropa que no se usa se exporta a países africanos y asiáticos, donde se desecha hasta el 40% en lugar de revenderla, lo que, según las organizaciones benéficas, ha contribuido a la contaminación del agua, generando riesgos para la salud.
Ya ha pasado casi un siglo desde los años 30, cuando las mujeres poseían alrededor de 60 prendas de vestir y compraban cinco nuevas al año.
Al reflexionar sobre cómo han cambiado las cosas, Barber dice que “el objetivo es vender la mayor cantidad posible de productos. Tenemos que ser realistas respecto del daño que los individuos comunes están haciendo con la idea de que podemos simplemente consumir y consumir sin que esto tenga un impacto negativo. Eso no es cierto”.
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
También puedes seguirnos en YouTube, Instagram, TikTok, X, Facebook y en nuestro nuevo canal de WhatsApp, donde encontrarás noticias de última hora y nuestro mejor contenido.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.