
La primera entrega del volumen que México se comprometió a enviar a Estados Unidos bajo el Tratado de Aguas de 1944 comenzó a fluir hacia la presa Marte R. Gómez, en Tamaulipas, que funcionará como punto de derivación.
El volumen inicial es de 249 millones de metros cúbicos y deberá completarse a más tardar el 31 de enero de 2026, conforme al calendario del entendimiento binacional.

Juan Manuel Salinas Sánchez, gerente de la Unión Agrícola Regional del Norte de Tamaulipas (UARNT), explicó que se trata de “la primera parte del pago” y que el adeudo aún rebasa los 800 millones de metros cúbicos, aunque —dijo— el esquema contempla margen para cubrir el resto dentro del siguiente periodo quinquenal, bajo el supuesto de sequía severa.
La Marte R. Gómez (El Azúcar) se localiza en Camargo, Tamaulipas, y represa aguas del río San Juan y del río Álamo; su infraestructura abastece el riego de 73 mil 451 hectáreas del Distrito de Riego 026 Río San Juan.
El diseño del envío actual coloca a esa presa como nodo para derivar el volumen hacia el cumplimiento del tratado, lo que vuelve a poner la operación hidráulica en el centro del ciclo agrícola en el norte del estado.
El reporte de la UARNT sostiene que el DR026 mantiene condiciones de estabilidad para el ciclo, mientras que el DR025 Bajo Río Bravo enfrenta un escenario más frágil por bajos almacenamientos y la presión del cumplimiento internacional.
El DR025 —que se extiende en municipios como Matamoros, Valle Hermoso, Río Bravo y Reynosa— depende, principalmente, de volúmenes del Río Bravo almacenados en las presas internacionales La Amistad y Falcón, además de presas derivadoras como Anzaldúas y El Retamal, según documentos técnicos estatales.

En ese contexto, Salinas Sánchez señaló que los productores de sorgo ya iniciaron siembras en municipios como San Fernando, Méndez y Burgos, conforme al calendario que marca el arranque el 20 de diciembre, pero advirtió que el resultado dependerá de la disponibilidad real y del comportamiento del clima.
La entrega anunciada equivale a 202 mil acre-feet (aprox. 249.2 millones de m³) y forma parte de un paquete para atender el rezago del ciclo anterior y encauzar un plan de cumplimiento; ambos gobiernos señalaron como fecha de corte para definirlo el 31 de enero de 2026.
El pasado 12 de diciembre, México y Estados Unidos anunciaron el acuerdo para fortalecer la gestión del agua en la cuenca del Río Bravo bajo el Tratado de Aguas de 1944. La Secretaría de Relaciones Exteriores afirmó que el país no ha incumplido sus obligaciones y que, pese a una sequía “extraordinaria”, ha realizado entregas adicionales conforme a la disponibilidad real.
La Cancillería señaló que ambos gobiernos trabajaron en una ruta técnica para atender el déficit del ciclo anterior y ordenar la gestión del actual, en apego al Artículo 4 del Tratado.
El gobierno mexicano reiteró su disposición a mantener una cooperación “constructiva” con Estados Unidos para asegurar una implementación mutuamente beneficiosa del Tratado. Subrayó que el desafío requiere coordinación sostenida sin afectar el derecho al agua ni la producción de alimentos.
Días antes de este anuncio, el presidente Donald Trump advirtió que impondría un arancel de 5% a los productos mexicanos si no se cumplían las entregas de agua. El mandatario acusó que México “sigue violando” el acuerdo y exigió más de 200 millones de metros cúbicos antes de que terminara el año.
El Tratado de 1944 establece obligaciones recíprocas: Estados Unidos debe entregar mil 850 millones de metros cúbicos anuales del río Colorado a México, mientras que México debe aportar 432 millones de metros cúbicos del Río Bravo. Según autoridades estadounidenses, persiste un déficit acumulado superior a mil millones de metros cúbicos, lo que ha intensificado la presión en la relación bilateral.

“El camino de ida puede ser largo, pero está lleno de esperanza. Sin embargo, el regreso es más difícil”, cuenta Sasha.
Sasha viaja en un tren nocturno que se adentra en una zona de guerra. La joven de 22 años va en el llamado “tren del amor”, que parte desde la capital ucraniana, Kyiv, para encontrarse con el hombre que ama en Kramatorsk, una ciudad en la región de Donetsk, en el este del país. El reencuentro será muy esperado, pero también breve.
Mientras toma su café de la mañana, Sasha le dice a BBC News: “No me preocupo por mí misma, sino por mi esposo. En este momento, él está saliendo de su posición”.
El viaje es agotador y muy peligroso, pero para Sasha, vale la pena el esfuerzo. “El camino de ida puede ser largo, pero está lleno de esperanza. Sin embargo, el regreso es más difícil”, comenta.
Desde el 5 de noviembre de 2025, Ferrocarriles Ucranianos ha suspendido los servicios de tren en Donetsk debido a la intensificación de los ataques contra la infraestructura ferroviaria. Ahora, el tren no se detiene en la propia Kramatorsk, sino en un pequeño pueblo que se encuentra a dos horas en autobús de la ciudad.
“Y durante ese transbordo, cualquier cosa puede pasar”, dice Sasha. “Pero es bueno que los trenes sigan funcionando, porque eso da esperanza”, añade.
Sasha se casó en agosto de 2025.
“Dmytro me lo dijo de inmediato: serás mi esposa. No le creí. No tenía planeado casarme antes de los 25 años”, dice ella con una sonrisa.
Su esposo es militar de carrera. Siete de sus 26 años de vida los ha pasado en las fuerzas armadas de Ucrania. Sasha también tiene vínculos con el ejército. “Todos los hombres de mi familia sirven. Mi padre es policía, pero después de jubilarse también se unió a las fuerzas armadas. Mi hermano mayor también está en el ejército”, explica.
Sasha viaja a Kramatorsk casi todos los meses. Desearía poder hacerlo con más frecuencia, pero para Dmytro es difícil conseguir permisos.
Después de la boda, Sasha llegó a considerar mudarse a Kramatorsk. “Hablamos de ello a principios de septiembre. Y hace un mes, volvimos a hablarlo. Y hace una semana. Hablamos de eso todo el tiempo, pero obviamente ahora no es posible porque Kramatorsk es peligrosa”, explica.
Dmytro elige zonas relativamente tranquilas y seguras para sus breves reencuentros, pero aún así, la ciudad sigue siendo “muy ruidosa” y hay “muchos ataques”. “Cuando él duerme a mi lado, no tengo miedo a nada”, añade Sasha.
El tren que toma desde Kyiv es de alta velocidad. Pero ese día, tiene un retraso de al menos dos horas.
“Va rápido hasta Poltava, pero una vez que llegamos a la región de Járkiv, tenemos que dar rodeos debido a los bombardeos a la infraestructura. Nunca se puede estar seguro de cuándo llegaremos. La gente se va enterando sobre la marcha”, explica el inspector del tren.
A veces el viaje se complica aún más después de que el tren llega al final del trayecto en la ciudad de Barvinkove. En una ocasión, el autobús estaba estacionado lejos de la estación y, finalmente, se marchó sin ella.
“Vi a una taxista”, recuerda Sasha. “Simplemente la convencí para que me llevara a Kramatorsk. Condujimos a través de la niebla durante unas tres horas. La carretera estaba llena de baches”.
“Lo único que me ayuda a seguir adelante es el sentido común: que todavía estamos vivos, hay comunicación, transporte y podemos vernos”, dice Sasha con una sonrisa.
Y después de cada encuentro, comienza a prepararse para el siguiente.
En el andén de Barvinkove, la gente desembarca con cautela. La niebla del atardecer añade atmósfera y, para algunos, una sensación de calma. “Cuando hay niebla, vuelan menos drones”, se susurran las abuelas entre sí.
En la oscuridad, quienes bajan del tren no están muy seguros de hacia dónde ir. La única opción es seguir a la multitud, compuesta en su mayoría por personas vestidas de camuflaje.
Un hombre con barba abraza suavemente a una chica con una chaqueta blanca. Me acerco a la pareja para charlar.
“Tomé valeriana para no llorar. La última vez lloré todo el tiempo y no pudimos despedirnos adecuadamente”, dice Polina, quien conoció a Andriy en un autobús hace cuatro meses. Él se dirigía a alistarse en el ejército. Ella regresaba a casa desde la costa.
Polina tiene 24 años y esta es su primera visita a Kramatorsk. Antes Andriy solía viajar a Kyiv los fines de semana.
“No llevamos mucho tiempo juntos y realmente ansiamos este tiempo a solas. En un momento dado, le dije a Andriy que ya no me importaba: vendría aunque fuera por medio día, solo para tomar un café juntos”, comenta ella.
Finalmente, a Andriy le dieron un pase de fin de semana, y Polina compró un billete de tren.
“Las relaciones a larga distancia son difíciles”, admite Polina. “Cuando Andriy no responde, empiezo a preocuparme de inmediato… pero puede que simplemente se esté duchando o algo así. Además, cada vez que nos vemos, siento que tenemos que volver a acostumbrarnos a la presencia física del otro, porque no nos conocemos desde hace tanto tiempo”.
El peligro es constante. Temprano por la mañana, cuando el tren de Polina llegó de vuelta a Kyiv, escuchó explosiones en el andén. Esa noche, la capital había soportado una de sus alertas de ataque aéreo más largas: más de 10 horas. Más tarde se confirmó que hubo decenas de heridos y dos muertos.
Mientras tanto, los trenes que llevan a las parejas a las ciudades de primera línea también alejan a las familias de ellas. Las autoridades locales instan regularmente a la población a marcharse por seguridad. El frente de batalla está a solo 20 km de las ciudades de Kramatorsk y Sloviansk. Ambas están bajo constantes bombardeos y también al alcance de los drones.
Cada día, unas 200 personas llegan al centro de evacuación en el límite de las regiones de Járkiv y Donetsk en busca de seguridad.
Algunos viajan en sus propios vehículos con un plan claro para su vida futura. Otros esperan el tren de evacuación de los Ferrocarriles Ucranianos, aunque con retraso debido a los constantes ataques rusos acabará por llegar.
“Ya estoy deseando que llegue el próximo encuentro”, dice Sasha con nostalgia. “Simplemente no hay tiempo para las lágrimas ni para la desesperación”.
Con reportería adicional del equipo de periodismo global de la BBC.
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