La Fiscalía de la Ciudad de México giró una orden de aprehensión el 27 de marzo pasado en contra del gineobstetra Jesús Luján Irastorza, conocido también como el “rey del parto inducido”, quien enfrenta diversas denuncias penales, luego de acreditar su posible participación en conductas presuntamente relacionadas con el delito de práctica indebida del servicio médico.
“…estableciéndose la existencia de los hechos que la ley señala como delito de práctica indebida del servicio médico en grado de tentativa, ilícito cometido en agravio de (…), sancionados con pena privativa de libertad en términos de lo que establece la legislación sustantiva penal, así como la probabilidad de que el imputado Jesús Estuardo Luján Irastorza intervino en su comisión en su calidad de coautor material”, señala la dependencia en el documento.
Hasta ahora, la orden de aprehensión –que corresponde apenas a una de las denuncias– no ha podido ser cumplimentada porque el médico permanece ilocalizable desde la semana pasada, según confirmó el equipo que tiene a su cargo el proceso legal.
El despacho Nassar y Nassar representa a diversas víctimas que pertenecen al colectivo Con Ovarios, formado tras la publicación de casos de partos inducidos sin consentimiento, cirugías innecesarias, complicaciones severas en procesos sencillos e incluso consecuencias fatales derivadas del parto, documentados por Animal Político en marzo de 2023.
Aunque en el pasado solo dos acusaciones habían derivado en demandas civiles y otras nunca llegaron a instancias formales por diversas circunstancias, tras la primera publicación otras 17 mujeres compartieron su testimonio. Meses después, todo ello derivó en el surgimiento del colectivo y la presentación de varias denuncias formales, cuya existencia fue reconocida por el propio Luján Irastorza a finales de 2023.
Esto luego de que, como parte del proceso de investigación, su Clínica Pronatal fuera inspeccionada y suspendida el 5 de diciembre de 2023 por indicios presuntamente relacionados con el delito de responsabilidad profesional, luego de los señalamientos de malas prácticas del médico y su equipo. El cierre se dio por presuntas irregularidades en el manejo de las instalaciones y en el cuidado en procedimientos médicos.
Las denunciantes y su equipo legal están a la espera de la pronta ubicación del médico, pues consideran que no puede eludir la justicia y el proceso que se iniciaría una vez que sea detenido. “Ante la gravedad de las consecuencias legales, la respuesta inmediata del presunto responsable ha sido evadirse de la justicia, convirtiéndose en prófugo”, acusó el colectivo Con ovarios.
Añadieron que este paso significa un gran avance en la búsqueda de justicia, el cual no se habría logrado sin todas las mujeres que compartieron su testimonio en torno a las violencias y negligencias que vivieron en el consultorio de Luján Irastorza. “Que alzaran su voz fue indispensable para sentar este precedente legal y mediático en contra de la impunidad”, añadió la agrupación.
“Las acompañaremos siempre y hoy abrazamos especialmente a las mujeres a las que el Dr. Jesús ‘N’ robó la oportunidad de ser madres, a las que operó sin justificación médica alguna, así como a las mamás que perdieron a sus bebés por la negligencia de este médico y sus colaboradores”, subrayaron.
Animal Político documentó también que en México no existen mecanismos eficientes para sancionar a médicos que ejercen violencias o malas prácticas. Las demandas suelen tardar años y las instancias gubernamentales son inoperantes, mientras el gremio niega que existan violencias específicas, como la ginecobstétrica.
A propósito del 80 aniversario de la liberación del infame campo de concentración, en BBC Mundo recuperamos este reportaje sobre un grupo no muy conocido.
ADVERTENCIA: Este artículo contiene imágenes extremadamente gráficas que incluyen cadáveres y descripciones de asesinatos en masa.
“Yo trabajé en los crematorios. Llevaba personas de las cámaras de gas a los hornos”, recordó Dario Gabbai.
El exprisionero del campo de concentración de Auschwitz (situado en la Polonia ocupada por los nazis) se refería a la tarea de retirar los cadáveres de las víctimas judías para llevarlos a ser incinerados.
Gabbai, con quien la BBC conversó antes de su fallecimiento en 2020, era uno de los últimos testigos oculares de la Solución Final: el plan nazi para eliminar a los judíos de Europa que acabó con el asesinato de seis millones de judíos.
En el 80 aniversario de la liberación de Auschwitz-Birkenau, recuperamos de nuestros archivos la historia de los Sonderkommandos, los prisioneros judíos que eran obligados a cooperar en el Holocausto.
Para acelerar el ritmo de los asesinatos, los nazis establecieron campos de exterminio como Auschwitz-Birkenau y crearon una unidad especial llamada Sonderkommando (comandos especiales).
Estaba formada por prisioneros judíos deportados a Auschwitz desde 16 países, cuyo trabajo alimentó la máquina de matar.
“Es algo que nunca olvidaré. Yo tuve la suerte de sobrevivir”, declaró Gabbai.
Después de la liberación de Auschwitz el 27 de enero de 1945 por las fuerzas soviéticas, muchos sobrevivientes expresaron en libros sus experiencias.
Pero se escuchó muy poco de los pocos Sonderkommandos que lograron salir.
En la década de 1980, Gideon Greif, un historiador experto en el Holocausto establecido en Israel, comenzó la larga tarea de descubrir el misterio de aquellos miembros de los comandos especiales.
“Uno de mis objetivos era mejorar su imagen. Cuando comencé la investigación, se les consideraba colaboradores y asesinos. Pero ellos eran las víctimas, no los perpetradores”, le dijo Greif a la BBC.
El reconocido sobreviviente de Auschwitz Primo Levi escribió en el libro “Los hundidos y los salvados” que la creación de Sonderkommando fue el crimen más satánico del nazismo. Y Greif está de acuerdo.
“Fue la decisión deliberada de los alemanes de utilizarlos. También querían que los judíos compartieran la culpa. Esta es una idea muy cruel. Querían borrar la diferencia entre criminal y víctima”, agregó el investigador.
Greif documentó la experiencia de 31 Sonderkommandos en su primer libro sobre ellos, “Lloramos sin lágrimas”.
Los miembros de los comandos especiales se vieron obligados a ayudar en los procesos de asesinato. Las SS cometieron realmente la matanza.
Este grupo de prisioneros tenía que buscar implantes como dientes de oro y objetos de valor ocultos en los cuerpos antes de deshacerse de los cadáveres.
Existen muy pocas imágenes de Sonderkommandos trabajando en Auschwitz, pero después de la liberación del campo, los soviéticos escenificaron varias imágenes que recreaban los horrores por los que pasaron.
Gabbai tenía la tarea específica de cortar y recoger el cabello de las mujeres asesinadas.
Décadas después, recordó cómo se sintió entonces conversando con una organización estadounidense dedicada a entrevistar a los sobrevivientes del Holocausto, la USC Shoah Foundation.
“Me dije a mí mismo: ‘¿cómo puedo sobrevivir? ¿Dónde está Dios?'”, se preguntó Gabbai.
Un hombre polaco le dijo entonces que se mantuviera fuerte, y él decidió seguir ese consejo.
“Me dije a mí mismo: ‘soy un robot… cierra los ojos y haz lo que sea que tengas que hacer sin preguntar demasiado'”, comentó.
Gabbai no podía darse el lujo de desobedecer órdenes. Cuando alguien era un poco lento o ineficiente, era castigado brutalmente.
A veces, los guardias de las SS inspeccionaban los cadáveres de camino a las incineradoras. Si veían un implante de oro que los miembros de los comandos habían pasado por alto, la persona responsable podía ser arrojada viva a las llamas.
Otros castigos incluían ser disparado, torturado, golpeado o rodar desnudo sobre la grava.
Estos castigos se realizaban en presencia de otros Sonderkommandos para intimidar a todo el grupo.
El trabajo ofrecía poca protección. Los nazis solían matar a los miembros de los comandos especiales cada seis meses y traían nuevos reclutas.
“Estaban en un estado de shock constante. Vieron a miles de judíos ser asesinados cada día. Era un gran desafío permanecer con vida”, dijo Greif.
Sin embargo, muchos como Gabbai no solo sobrevivieron sino que ofrecieron información sobre el funcionamiento real de aquella fábrica de la muerte.
“Cerraban las puertas. Luego, las SS lanzaban el Zyklon B desde las aberturas de arriba. Tardaban unos cuatro-cinco minutos en morir, excepto las personas en el lado de donde venía el gas. Allí tomaba un par de minutos”, agregó.
El Zyklon B llegaba a los campamentos en forma de bolitas de cristal. Tan pronto como los gránulos estaban expuestos al aire, se convertían en gas venenoso y comenzaban a matar personas.
Uno de los Sonderkommandos documentado por Greif fue Ya’akov, el hermano de Dario Gabbai.
Ya’akov vio a dos de sus primos aparecer en la cámara de gas. Les indicó que se sentaran cerca de donde salía el gas para tener una muerte rápida e indolora. Le dijo a Greif: “¿Por qué deberían sufrir tanto?”.
Greif señaló que muchos de los que trabajaban en los comandos cambiaron para siempre.
“Para dar servicio a una fábrica de la muerte como aquella se convirtieron en personas sin emociones. Eso no significa que no fueran buenas o malas personas. Algunos de ellos me contaron lo que hicieron para ayudar a mantener la dignidad de las víctimas judías”, añadió.
Josef Sackar fue el primer Sonderkommando que Grief conoció en 1986.
El hombre a menudo trabajaba en el lugar donde se pedía a las mujeres que se desnudaran.
“Movía mi cabeza hacia otra dirección y me aseguraba de que no se avergonzaran mucho”, le relató a Grief.
Shaul Chasan tenía que sacar los cuerpos de los muertos de la cámara de gas y colocarlos en los ascensores que los llevarían a los crematorios.
Él le contó a Grief que siempre se esforzaba por asegurarse de que los cuerpos no fueran arrastrados sobre la tierra y los escombros del suelo de las cámaras de gas.
La mayoría de los miembros de estos comandos eran judíos ortodoxos. Greif aseveró que muchos días lograban rezar tres veces al día, como lo estipula el judaísmo.
Sorprendentemente, podían orar juntos cada vez que obtenían el número mínimo de diez que requieren las leyes religiosas.
Cuando los guardias del campo no estaban cerca, algunos incluso recitaban el kadish -una oración tradicionalmente dedicada en memoria de los muertos- durante el proceso de cremación.
Menos de 100 Sonderkommandos, reclutados durante la deportación de judíos húngaros a Auschwitz, lograron sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial.
En Yad Vashem, el Museo de la Historia del Holocausto de Israel, se señala cómo aumentaron los asesinatos después de que comenzara la deportación de judíos húngaros en mayo de 1944.
“En solo ocho semanas, unos 424.000 judíos fueron deportados a Auschwitz-Birkenau”.
La tasa de asesinatos superó por mucho la capacidad de los crematorios. Pero el militar alemán a cargo, Otto Moll, fue implacable y ordenó a los Sonderkommandos que desenterraran algunas fosas crematorias.
Una foto tomada de manera clandestina por un Sonderkommando muestra claramente cuerpos incinerados en una fosa al aire libre, lo cual supondría años más tarde una valiosa evidencia.
Shlomo Dragon fue testigo de inusuales actos de desafío y habló a Greif sobre uno de ellos.
“Una mujer se negó a desnudarse por completo, y cuando un hombre de las SS, Schillinger, le apuntó con su arma y le exigió que se quitara la ropa interior, se quitó el sostén, se lo pasó por la cara y le golpeó con él, consiguiendo que soltara su arma. La mujer rápidamente la agarró, apuntó y disparó, matando a Schillinger”, contó.
La mujer, identificada como la bailarina polaca Franceska Mann, logró una reputación legendaria después de su muerte.
Otro miembro de los comandos vio cómo un grupo de niños polacos desnudos comenzó a cantar Shema Yisrael, una oración judía, y entró a la cámara de gas con perfecta disciplina.
A quienes formaban parte de estos comandos se les daba normalmente más comida y mejores condiciones de vida que al resto de los prisioneros, a quienes se les daba sopa aguada.
También podían quedarse con la ropa de las víctimas. Greif dijo que se trataba de “incentivos marginales”.
También tenían alojamientos separados y eran monitoreados todo el tiempo. Sin embargo, lograron protagonizar una lucha que se conoce como “la rebelión del Sonderkommando”.
“Dos hermanos estuvieron involucrados en la planificación del levantamiento del sábado 7 de octubre de 1944. Fue una revuelta judía. Fue una historia de coraje. Debería estar escrita en letras de oro”, sostuvo Greif.
Ese día, algunos miembros de los comandos atacaron a sus guardias de las SS con piedras y prendieron fuego a un crematorio. Fue rápidamente sellado y 451 Sonderkommandos fueron asesinados a tiros.
Otros prisioneros como Marcel Nadjari registraron su ira en pedazos de papel.
“No estoy triste porque voy a morir, estoy triste porque no podré vengarme como quisiera”, escribió en noviembre de 1944.
Las cenizas de cada víctima adulta pesaban unos 640 gramos, según sus notas.
Este judío griego escondió luego su manuscrito de 13 páginas en un termo, que selló con una tapa de plástico. Luego colocó el termo en una bolsa de cuero y lo enterró.
Las notas dejadas por Nadjari y otras personas fueron recuperadas años después y descifradas minuciosamente.
Estos documentos son conocidos como “los rollos de Auschwitz” y proporcionan una valiosa información sobre la escala del crimen.
Tras la guerra, algunos miembros del Sonderkommando se enfrentaron a sus antiguos guardias en los tribunales.
Henryk Tauber testificó contra el comandante de las SS Otto Moll.
“En varias ocasiones, Moll arrojaba a personas vivas a las fosas crematorias”, recordó durante el juicio ante un tribunal militar estadounidense.
Moll fue finalmente condenado y ahorcado por su papel en una “marcha de la muerte”.
Temiendo la derrota, las SS comenzaron a evacuar el campamento desde mediados de enero de 1945. Cerca de 60.000 reclusos hambrientos y semidesnudos se vieron obligados a caminar a través de la nieve a temperaturas de -20 °C hasta ciudades a más de 50 kilómetros de distancia.
Los que no podían seguir el ritmo fueron asesinados a tiros.
Sin embargo, muchos criminales nunca fueron castigados. De aproximadamente 7.000 empleados en Auschwitz, solo alrededor de 800 respondieron ante la ley, según “Auschwitz”, una serie documental de la BBC/PBS.
El complejo Auschwitz-Birkenau es el sitio que albergó la mayor masacre en masa de la historia humana: se calcula que 1,1 millones de personas fueron asesinadas, de las cuales más del 90% eran judíos.
Esto es más que las pérdidas humanas sufridas por Reino Unido y Estados Unidos durante toda la guerra.
Greif estimó que el número de personas asesinadas supera los 1,3 millones. Insistió en que la búsqueda de la justicia no debe acabar.
“Ningún criminal nazi alemán merece morir en su cama”.
En varias ocasiones ha comparecido ante tribunales europeos para testificar contra presuntos criminales nazis.
“Los intentos alemanes de destruir todas las pruebas de sus crímenes llevaron a un vacío documental que solo puede ser llenado por los recuerdos de los sobrevivientes”, dijo Greif.
El historiador aseguró que su mayor logro es cambiar esa percepción sobre los Sonderkommandos.
“Nadie se atreverá a llamarlos colaboradores ahora”, zanjó.
El único sobreviviente del Sonderkommando, Gabbai, vivió en Los Ángeles hasta su muerte. Hace diez años, durante su visita para conmemorar el 70 aniversario de la liberación de Auschwitz, habló con la BBC.
“Me dije: ‘esta guerra va a terminar algún día y cuando termine puedo sobrevivir y contarle la historia al mundo'”.
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