La noche del pasado sábado 9 de noviembre, el señor Ricardo Ramos estaba, como todo Querétaro, consternado e impactado por la noticia que comenzó a correr por los noticieros y las redes sociales: a las 9 de la noche, un convoy de al menos dos camionetas llegó a un bar en la zona del centro histórico y cuatro sujetos se bajaron para abrir fuego con armas largas en contra de los jóvenes que ahí departían.
Como resultado, 10 personas fueron asesinadas en cuestión de segundos, entre ellas tres mujeres. Además, al menos otra docena de personas resultaron heridas de diferente gravedad por las balas, en una de las peores masacres que se recuerden en la capital queretana y en uno de los hechos más violentos de lo que va del actual gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Luego de conocer la noticia, el señor Ricardo explica en entrevista con Animal Político que comenzaron a buscar a su sobrina Fátima Ramos, una joven de 25 años que estudiaba la licenciatura en Administración de Empresas, para asegurarse de que se encontraba bien.
Ese sábado 9 de noviembre cumplía años el padre de Fátima, un prominente activista pro movilidad de Querétaro que había fallecido víctima de una enfermedad pocos meses atrás, en marzo.
Fátima, dice su tío, se sentía “muy triste” ese sábado por el cumpleaños de su padre difunto, por lo que había invitado a una prima a salir para distraerse un rato. Ambas llegaron a eso de las ocho de la tarde al bar Cantaritos, en la avenida Circunvalación, a tan solo 15 minutos caminando del Palacio de Gobierno de la ciudad. En ese bar, rodeado de gimnasios concurridos, talleres mecánicos, y de otros bares, restaurantes, y billares, solo una hora después, llegó el grupo armado y sin mediar palabra entró al local y abrió fuego.
Tras el suceso, los familiares de Fátima comenzaron a buscarla. Pero del otro lado de su celular la joven no contestaba.
Muy pronto saltaron las alarmas.
“Cerca de las 3 de la madrugada nos avisaron de que Fátima estaba entre las víctimas del ataque”, dice Ricardo Ramos, su tío paterno.
“Sabíamos que era víctima, pero no a qué grado, por eso buscamos en el hospital. Teníamos la ilusión y la esperanza de que se hubieran equivocado”.
Sin embargo, poco después se confirmó que no se trataba de un error: Fátima era una de las 10 personas asesinadas la noche del sábado 9 de noviembre.
Junto a ella, yacían los cuerpos de Rodrigo García; Giovanni Arellano; Diego Tapia; Carlos Gómez; Jesús Alberto Arteaga; Fernando Núñez; Arturo Velazco; Angie Ascencio; y Berenice López. Todos eran jóvenes.
En la tarde del domingo, el alcalde de Querétaro, Felipe Fernando Macías, salió públicamente en redes sociales a decir que el ataque al bar “fue dirigido contra delincuentes”, y que éste era producto de la violencia que se vive a nivel nacional.
Les comparto el siguiente mensaje sobre el trabajo, colaboración y medidas que estamos implementando para fortalecer la seguridad de Querétaro. pic.twitter.com/JZWrZY2CoR
— Felipe Fernando Macías (@FeliFerMacias) November 10, 2024
Ayer lunes, la presidenta Sheinbaum aseguró durante su conferencia ‘mañanera’ que hay una persona detenida por estos hechos y que en la balacera “iban a por una persona”. Mientras que, en la tarde, el vicefiscal de investigación científica y policial de Querétaro, Humberto Pérez González, señaló que “una de las víctimas pudiera estar vinculada a un grupo delictivo”.
Estas declaraciones molestaron a los familiares de las víctimas, porque consideran que criminalizan a todas las personas que fueron asesinadas la noche del sábado pasado, sin que, además, la Fiscalía del estado haya concluido una investigación fehaciente de lo sucedido y los motivos que desencadenaron la masacre.
“No se vale que las autoridades entren al juego de la ligereza, de decir que todos eran delincuentes. Yo no soy quién para decir quién sí era delincuente y quién no, pero se llenan rápido la boca diciendo ‘ah, es que eran delincuentes’. Poco faltó para que dijeran ‘se lo merecían’”, critica el tío de Fátima.
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“Ofende que digan que mi sobrina era delincuente cuando ni su padre, ni ella, se pasaban un alto en bicicleta, ni se metían en una calle en sentido contrario”, hace hincapié el hombre, que explica que su hermano José Luis Ramos Ortiz era un reconocido activista en pro de la movilidad ecológica y sostenible en Querétaro, y que su sobrina Fátima, que llevaba las redes sociales de la organización civil ‘Saca la Bici’, acababa de retomar los estudios tras dejarlos por un tiempo tras el fallecimiento de su padre.
“Su único pecado fue festejar el cumpleaños de mi hermano fallecido. Se sentía triste y por eso invitó a su prima a tomarse una cerveza. Pero ella no se drogaba, no se prostituía, no vendía drogas, nada de eso. A sus 25 años, era una niña de bien y de muchas ideas”.
“¿O de qué se trata? –se pregunta enojado el hombre durante la entrevista afuera de la casa funeraria donde se veló el cuerpo de la joven–, ¿de que ya no podemos ni salir a la calle? Somos millones de personas en este país que ya no podemos salir tranquilos a la calle. En este país nos estamos quedando solo los viejos, y los jóvenes están yéndose en hechos tan lamentables como este”.
Ricardo Ramos recuerda, además, que el ataque al bar Cantaritos “no fue en la madrugada”, sino a las 9 de la noche, “y no fue en una calle oscura, sino en una calle céntrica, comercial, con muchos negocios alrededor”.
“No se vale que una muchacha sana, una persona que su único pecado fue tratar de pasar un rato feliz con sus amigos y con una prima, acabe de esta manera. No se vale”, concluye el hombre entre sollozos.
Al mediodía de ayer, se realizó una misa en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario del Rayo, a unos 20 minutos en auto del lugar de los hechos, donde más familiares, amigos y amigas se acercaron para despedir entre aplausos a Fátima.
Al término del evento, familiares pidieron que se respetara la intimidad y el dolor de la familia de la joven.
“Solo pedimos que se haga justicia para Fátima y el resto de las víctimas”, se limitó a decir uno de los familiares que se acercó con los medios de comunicación.
“Exigimos que se haga justicia”, sentenció.
Científicos han descubierto las antiguas técnicas que usaban los mayas para construir ciudades resistentes al paso del tiempo, como la recientemente hallada Valeriana.
Ruinas de ciudades antiguas siguen apareciendo en los bosques de América. ¿Cómo han podido permanecer en pie durante más de un milenio a pesar de las lluvias tropicales, los huracanes y el crecimiento de la selva?
Cualquiera que conduzca por el asfalto áspero de la carretera 269 que divide en dos la península de Yucatán, en el sureste de México, nunca habría sabido que estaban allí.
Una espesa selva bordea ambos lados de la carretera, con algún que otro trozo despejado para el ganado. Sin embargo, después de una curva inofensiva en la carretera, cerca del pequeño asentamiento de Dos Lagunas, se ha estado escondiendo una ciudad entera.
Oculta bajo una maraña de árboles, enredaderas y otra vegetación, los científicos han descubierto una extensa colección de casas, plazas, pirámides de templos e incluso un campo de juego de pelota que tienen las “señales de una capital política maya clásica”.
Los restos de la ciudad, a la que los investigadores han llamado Valeriana, se encuentran entre las 6.674 estructuras que encontraron dispersas en sitios a lo largo del estado de Campeche en el lado occidental del Yucatán.
Algunas de las construcciones más grandes pueden incluso rivalizar con pirámides más famosas en otros sitios mayas.
El descubrimiento, realizado mediante una técnica de escaneo láser aéreo llamada Lidar, ha planteado la tentadora posibilidad de que aún haya muchos más restos del antiguo mundo maya esperando ser encontrados.
Pero también revela algo extraordinario sobre el antiguo mundo maya. A pesar del clima tropical húmedo y el abrazo envolvente de la jungla, muchos de sus edificios siguen en pie después de 1.500 años.
“Si se observan los modelos digitales del terreno que se producen con el sistema Lidar, se pueden ver las habitaciones individuales de los edificios en las que se han derrumbado las bóvedas”, afirma Luke Auld-Thomas, arqueólogo de la Universidad de Tulane y de la Universidad del Norte de Arizona (EE.UU.), que dirigió el equipo que hizo el último descubrimiento.
“Se pueden ver columnas a lo largo de la fachada de los edificios que se utilizaban para actividades administrativas. Por lo tanto, están en muy buenas condiciones. No se podía entrar en ellos, pero muchos de ellos todavía tienen paredes en pie y detalles arquitectónicos que están bastante bien conservados”.
Entonces, ¿cuál era el secreto de los antiguos mayas? ¿Cómo ha resistido su famosa arquitectura a los estragos del tiempo?
La antigua civilización maya surgió por primera vez en algún momento antes del año 2000 a.C. en un área que hoy comprende el sureste de México, Guatemala, Belice y las partes occidentales de Honduras y El Salvador.
Durante el Período Clásico de esta civilización, entre el 250 y el 900 d.C., los mayas construyeron imponentes templos piramidales, hermosos palacios y edificios finamente decorados con intrincadas esculturas y máscaras elaboradamente talladas.
Entre los ejemplos notables se incluyen Chichén Itzá, un sitio en Yucatán, México, que cuenta en su centro con una pirámide de 30 metros de altura llamada el Templo de Kukulcán.
También está el Templo IV, una pirámide de 65 metros de altura en las ruinas de la antigua ciudad maya de Tikal, en Guatemala.
En el pasado, descubrir una ciudad maya implicaba atravesar una espesa jungla y abrirse paso a machetazos entre la vegetación.
Pero ahora, tecnologías como Lidar están ayudando a revelar cuán extendidos están realmente los restos de antiguos asentamientos mayas.
Juan Carlos Fernández-Díaz, ingeniero de la Universidad de Houston, Texas, que participó en el último estudio, ha estado cartografiando áreas de Mesoamérica (incluidos México, Guatemala, El Salvador y Honduras) con Lidar durante los últimos 15 años.
Dice que casi dondequiera que mires puedes ver arquitectura maya bien conservada.
Entre los descubrimientos recientes se encuentra la estructura ceremonial maya más antigua y más grande, que se descubrió en el sitio arqueológico de Aguada Fénix en Tabasco, México, en 2020.
La plataforma elevada, larga y rectangular mide 1.400 metros de largo y entre 10 y 15 metros de alto. Fue construida con arcilla y tierra entre el 1.000 y el 800 a.C. y probablemente se utilizó para rituales ceremoniales.
Otro equipo utilizó el Lidar para descubrir un enorme yacimiento maya que se extiende aproximadamente 1.700 kilómetros cuadrados a lo largo del norte de Guatemala.
Los científicos detectaron 1.000 asentamientos conectados entre sí por caminos que los mayas probablemente recorrieron a pie.
“A medida que cartografiemos más y más partes de Yucatán, vemos que si arrojamos un dardo al mapa, donde sea que caiga ese dardo habrá algún tipo de infraestructura maya“, dice Fernández-Díaz.
Parte de la razón por la que estos descubrimientos siguen en pie es porque los antiguos mayas construían con piedra, que no se pudre como la madera.
Pero también eran especialmente buenos haciendo mortero para evitar que sus estructuras de piedra se desmoronaran y se convirtieran en montones de escombros.
Los estudios han demostrado que los antiguos constructores mayas utilizaban una variedad de materiales naturales, como sangre, huevos y caucho natural obtenido de árboles locales, para preparar el mortero.
Por ejemplo, cuando en 2018 los investigadores analizaron el mortero extraído de las piedras de la pirámide principal del sitio arqueológico de Witzinah, cerca de Yucatán, encontraron rastros de grasas saturadas típicas del caucho natural degradado.
Los expertos creen que los albañiles mayas obtenían el caucho de árboles locales y lo usaban como aglutinante junto con una arcilla de grano fino para crear un mortero duradero para unir la piedra.
Un estudio independiente realizado en 2014 examinó muestras de mortero del sitio arqueológico de Río Bec, en el sureste de Campeche, y encontró evidencia de que los albañiles mayas añadían ceniza volcánica al mortero para reforzarlo.
Sin embargo, quizás aún más sorprendente que sus estructuras de piedra es la conservación de yesos decorados que también se han descubierto en algunos lugares.
Los científicos saben desde hace tiempo que los antiguos mayas sabían hacer yeso de cal, que utilizaban para recubrir y proteger suelos o paredes interiores, unir piedras y cubrir y decorar la superficie de los edificios de piedra.
En Tikal y Copán, un antiguo yacimiento maya en Honduras, todavía se pueden ver ejemplos de edificios recubiertos de yeso con una intrincada decoración.
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En 2023, Carlos Rodríguez-Navarro, mineralogista de la Universidad de Granada (España), se propuso descubrir cómo las esculturas y templos adornados con yeso de cal de Copán se mantenían en excelente estado a pesar de haber estado expuestos a un ambiente tropical cálido y húmedo durante más de 1.000 años.
Como parte de su estudio, el equipo de Rodríguez-Navarro se reunió con albañiles locales de la zona y les preguntó sobre sus técnicas para hacer mortero de cal.
Los albañiles, que son descendientes directos de los antiguos mayas, dijeron que suelen utilizar extractos de plantas y, en particular, savia de los árboles Chucúm y Jiote (Chaká) en su mezcla.
A continuación, los investigadores analizaron el yeso antiguo del yacimiento de Honduras y prepararon una réplica del mismo.
El proceso de elaboración del yeso implica hornear material de roca carbonatada, como piedra caliza, utilizando altas temperaturas, antes de añadir agua a la cal viva resultante, formando una pasta de cal que se mezcla con arena.
A medida que el material se endurece, absorbe el dióxido de carbono del aire y lo atrapa en el cemento de calcita.
Los investigadores también siguieron el consejo de los albañiles y agregaron jugo de la corteza de los árboles Chucúm y Jiote a la mezcla.
Descubrieron que el yeso resultante era especialmente resistente y duradero.
“Pudimos reproducir exactamente la estructura, la textura y las propiedades mecánicas del material antiguo”, dice Rodríguez-Navarro.
Los científicos analizaron el yeso original mediante difracción de rayos X de alta resolución, una técnica que les permitió ver el material a escala atómica.
Los resultados mostraron que las moléculas del material orgánico de la corteza se habían incorporado a la estructura molecular del yeso de cal durante el proceso de fraguado o endurecimiento.
Según Rodríguez-Navarro, esto hace que el material sea muy duradero y resistente a la erosión física y química.
“Es muy difícil romper el material, porque es un compuesto entre materiales orgánicos e inorgánicos“, dice Rodríguez-Navarro.
“Por lo tanto, si intentas romper la calcita puramente inorgánica es muy fácil: es frágil, así que simplemente la golpeas y se derrumba. Pero si incorporas los átomos orgánicos de la savia del árbol, el material se vuelve más duro. Por lo tanto, la energía que tienes que gastar para romper ese material es muy, muy alta”.
La incorporación de material vegetal orgánico también hace que el material sea más insoluble, lo que evita que se disuelva con la lluvia, una característica importante en el clima tropical que a menudo se ve azotado por huracanes que traen fuertes lluvias.
Otros estudios realizados en yacimientos como Ek’Balam, en Yucatán, también han demostrado que los extractos de otro árbol (pixoy o Guazuma ulmfiolia) ayudan a actuar como fijador para preservar las capas de color utilizadas en el yeso de cal.
Por supuesto, existe otra razón por la que las ruinas de las ciudades mayas abandonadas pueden haber sobrevivido tanto tiempo: la propia selva.
Aunque los árboles han dificultado el hallazgo de las ruinas, también las han protegido de ser destruidas o saqueadas.
“Hay partes del mundo donde se han demolido pirámides con excavadoras para usarlas como relleno de carreteras o porque están en el camino de donde pasa el ganado”, dice Auld-Thomas.
“Sin embargo, es difícil hacerlo cuando hay un montón de árboles en el camino”.
Los mayas también transformaron el paisaje que rodeaba sus asentamientos para protegerse de los estragos del agua.
Auld-Thomas vio evidencia de esto en el sitio de Valeriana que ayudó a descubrir.
“Se encuentra en una zona que ha sido ampliamente modificada para la agricultura”, dice.
“Es bastante montañosa y, básicamente, cada superficie inclinada que está por encima del nivel de inundación estacional está esculpida, aterrazada y completamente remodelada para que la gente pudiera usarla para cultivar alimentos y mantener sus pies secos en la temporada de lluvias”.
Entonces, ¿podrían las sociedades modernas aprender algo de estos antiguos constructores mayas en lo que respecta a la creación de ciudades que sean resistentes al cambio climático?
“El caso de los mayas demuestra que es posible gestionar el paisaje de forma que pueda sobrevivir y prosperar durante un milenio, incluso en entornos bastante extremos en los que no llueve durante la mitad del año, pero luego llueve todos los días durante la otra mitad”, afirma Auld-Thomas.
También podríamos aprender de la elección de materiales de los mayas. El hormigón armado que se encuentra en la mayoría de los edificios modernos es lo suficientemente fuerte como para sostener enormes rascacielos, pero no están construidos para durar.
La vida útil de la mayoría de los edificios de hormigón armado con acero es de unos 50 a 100 años.
Al mismo tiempo, la producción de cemento representa actualmente el 8% de las emisiones globales de carbono, mucho más que la aviación.
Algunos investigadores están buscando alternativas al cemento basadas en cal.
Actualmente, la producción de cal es una fuente importante de emisiones de dióxido de carbono, pero los expertos están investigando la obtención de esta sustancia de otras fuentes, como los subproductos de la industria papelera, por ejemplo, lo que puede hacerla más sostenible.
Según Rodríguez-Navarro, inspirarse en los conocimientos de los antiguos mayas podría ayudar a que estos materiales sean más duraderos.
Los morteros de cal también pueden actuar como sumidero de carbono, absorbiendo el dióxido de carbono del aire a medida que se remineralizan y se endurecen formando piedra caliza.
“La cal está atrayendo mucha atención como posible material sostenible para la construcción moderna”, afirma Rodríguez-Navarro.
“No solo absorberá el CO2 durante la carbonatación, sino que al mismo tiempo se obtiene un material muy duradero si se añaden los aditivos orgánicos adecuados”.
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