Hace más de una semana comenzó la disputa por una área verde en la colonia Villahermosa en Tampico, Tamaulipas, donde la iglesia cristiana “Pan de Vida” quiere construir un templo a pesar de que es un área verde con campos deportivos. Los vecinos montaron una guardia y presentaron un amparo federal para impedir que les quiten el terreno.
En la primera intervención de las autoridades, sin dar más detalles o mostrar documentos, la alcaldesa de Tampico, Mónica Villarreal Anaya, y el secretario de Obras Públicas, Rogelio Ontiveros Arredondo, reconocieron como propietarios a “Pan de Vida”.
La abogada Kisai Camacho, representante de los habitantes de la colonia Villahermosa, explicó en una entrevista para Elefante Blanco la razón que desestima la compra del campo deportivo.
“El 4 de octubre de 1965, la asamblea de ejidatarios determinó que el lote número uno, de la manzana 24 del sector de Laguna de la Puerta, sería destinado como área verde para el disfrute y recreación de los habitantes, desde entonces es bien conocido que aquí es área verde, así sale en los planos del ayuntamiento”, mencionó Camacho.
Son alrededor de 50 vecinos los que mantienen día y noche una guardia al pie del campo con el objetivo de impedir la edificación en el predio, el cual mide más de siete mil metros cuadrados.
Regino Andrade, habitante de la colonia Villahermosa desde hace más de 20 años, expone que intentan frenar la construcción no solo por defender el área verde, sino porque en temporada de lluvia el campo actúa como un desfogue natural de agua.
“No estamos en contra de la iglesia, estamos tratando de evitar una catástrofe mayor, al haber una construcción en el campo, ésta impediría el desagüe de las lluvias. Nos veríamos afectadas varias colonias, desde la tercera hasta la décima avenida”, aseguró Andrade.
Además, explicó que en época de lluvia el agua sube hasta la copa de los árboles, comprometiendo el patrimonio de varias familias que ya se han visto afectadas.
La alcaldesa de Tampico, Mónica Villarreal Anaya y el secretario de Obras Públicas, Rogelio Ontiveros Arredondo, afirmaron que no hay irregularidades en la compra de dicho campo, acreditando como dueños a la asociación religiosa “Pan de Vida”.
“Se compró de una manera correcta, cuentan con todos los requisitos para poder establecer dentro de este predio la actividad que ellos quieren. No es municipal, es completamente privado”, sostuvo la presidenta municipal.
En días pasados Ontiveros Arredondo, declaró que la iglesia cristiana, presentó estudios de suelo compatibles, además de la escritura pública y el manifiesto de propiedad.
“Hoy por hoy ellos son los dueños, nosotros no podemos negarle ninguna licencia de construcción a alguien que cumple con todos los requisitos”, explicó el secretario de Obras Públicas.
Ante el peligro de construcción, habitantes de dicho sector consiguieron un amparo que suspende de manera provisional el proyecto de edificación del templo.
Esta medida será revocada hasta que las autoridades responsables reciban notificación de lo que se resuelva en el caso de manera definitiva.
Victoria Camacho, residente de la colonia Villahermosa, compartió en entrevista para Elefante Blanco que no es la primera vez que particulares intentan adueñarse del predio.
“Anteriormente ya habían querido venir a construir un casino, pero jamás se había escalado a mayores; intentaban comprar pero nunca les habían dado licencia por parte del ayuntamiento porque sabían que era un área verde, desconozco porque esta administración si les concedió el permiso”.
Será el próximo 13 de marzo que una audiencia dictamine el futuro del predio de la colonia Villahermosa, mientras tanto el plantón de vecinos continúa de manera permanente ante el latente peligro de construcción.
Esta nota se publicó originalmente en Elefante Blanco.
Los soldados ucranianos en el campo de batalla no creen que la guerra contra Rusia vaya a terminar pronto.
Mientras Moscú considera un alto el fuego temporal, su maquinaria militar sigue presionando en el frente. Las negociaciones diplomáticas pueden ser lentas y difíciles, pero en el campo de batalla, se pueden medir en vidas perdidas.
A un hospital militar en el este de Ucrania, los heridos llegan en oleadas en ambulancia. Aquí, hay una desconexión obvia entre la diplomacia que tiene lugar lejos de los combates y la brutalidad de la batalla, en la que los cuerpos humanos todavía están siendo destrozados, despedazados y marcados por las bombas y las balas.
Vemos a otras dos docenas de soldados ucranianos heridos que se suben a un autobús para ser llevados a un hospital en Dnipro; algunos están heridos pero caminan, otros son llevados en camillas. El autobús está provisto de equipos médicos para monitorear a los heridos mientras son trasladados a toda velocidad por carreteras llenas de baches.
Los hombres a bordo son los menos gravemente heridos. La mayoría fueron alcanzados por metralla. La causante es a la ahora más prolífica y temida arma en el frente: los drones.
Ninguno de los soldados que entrevistamos cree que esta guerra vaya a terminar pronto. Maksym, de 30 años, está en una camilla conectado a un medicamento intravenoso para aliviar algo del dolor de las múltiples heridas de metralla que tiene en todo el cuerpo. Dice que ha oído hablar de un alto al fuego temporal de 30 días, pero añade:
“Considero a Putin un asesino y los asesinos no se ponen de acuerdo tan fácilmente”.
Vova, quien está sentado cerca, dice refiriéndose a la posibilidad de un alto al fuego: “No me lo creo”. Señala que cerca de la ciudad de Pokrovsk, que se encuentra bajo asedio, se estaban enfrentando a ataques rusos todos los días. “Dudo que haya una tregua”, me dice.
Otro soldado llamado Maksym dice que esta es la segunda vez que resulta herido. “No creo que haya un alto al fuego”, afirma. “Tenía muchos amigos que ya no están con nosotros”.
“Me gustaría creer que todo va a estar bien, pero no se puede confiar en Rusia. Nunca”.
El autobús médico es operado por el Batallón Médico del Ejército de Voluntarios de Ucrania, conocido como los Hospitalarios. Transportan a decenas de soldados heridos todos los días.
Sofiia, una estudiante de medicina de 22 años, ha estado trabajando con ese equipo durante los últimos 18 meses. Ella también es escéptica sobre las posibilidades de un alto al fuego: “No puedo creérmelo, pero realmente desearía que sucediera”, dice.
Me cuenta que cuando se enteró de que Estados Unidos y Ucrania habían acordado presionar para lograr un alto al fuego, los drones rusos sobrevolaban su base y eran interceptados por las fuerzas de defensa aérea ucranianas. Para ella, hablar de paz es como hablar de un universo paralelo.
Sofiia dice que “al menos es bueno que Ucrania y Estados Unidos vuelvan a hablar”. Pero en cuanto a las esperanzas de un alto al fuego, se remite al pasado reciente.
“Si nos fijamos en todos los intentos de alto al fuego que hemos tenido en el pasado, no funcionaron. ¿Cómo va a funcionar este?”, pregunta.
Su colega médico, Daniel, se unió a los Hospitalarios desde Suecia. Dice que entiende lo que se siente cuando una nación más pequeña es atacada por su vecino gigante. Su abuelo luchó por Finlandia contra Rusia durante la Segunda Guerra Mundial.
Cuando Daniel llegó a Ucrania, solía preguntarles a los soldados heridos qué querían hacer después de la guerra. Ya no lo hace. “Nadie quiere responder eso”, dice, “porque no quieren decepcionarse. No se atreven a tener esperanzas”.
Daniel no descarta un alto al fuego. Pero añade: “No se puede confiar en que Putin vaya a hacer algo que no le beneficie”.
Ucrania tiene mucha experiencia negociando con Rusia.
Francia y Alemania mediaron en los altos al fuego de 2014 y 2015, cuando las fuerzas respaldadas por Moscú tomaron por primera vez partes del este de Ucrania y Crimea.
Esa negociación no funcionó. Tampoco impidieron que Rusia llevara a cabo su invasión a gran escala de Ucrania ocho años después.
Puede que haya conversaciones de paz, pero los hombres de la 68ª Brigada Jaeger de Ucrania siguen preparándose para la guerra. Miramos cómo ensayan sus maniobras para evacuar a un soldado herido bajo fuego enemigo. La mayoría ya ha tenido que hacerlo en la vida real.
A lo lejos, oímos los estruendos de la artillería. Estamos a solo 16 kilómetros de la línea del frente, adonde pronto regresarán.
Han recibido pocas noticias positivas en los últimos días. Las fuerzas ucranianas están siendo superadas en Kursk. En agosto del año pasado, esa ofensiva sorpresa en territorio ruso parecía una jugada de brillantez táctica, que elevaba la moral. Ahora corre el peligro de convertirse en un importante revés estratégico.
Es posible que Kursk deje de ser pronto una moneda de cambio para futuras negociaciones, y se convierta en una pesada carga, por la pérdida de valioso equipamiento y vidas ucranianas.
Uno de los pocos aspectos positivos es que Estados Unidos ha reanudado su apoyo militar. Eso es importante para la 67ª Brigada, que opera con equipos fabricados en Estados Unidos. Realizan sus entrenamientos con un vehículo blindado MaxxPro suministrado por Washington.
Ivan, el conductor que lleva una pequeña bandera estadounidense en su uniforme, dice que le alivia que la administración Trump haya accedido a revertir el bloqueo. Su vehículo necesita reparaciones con regularidad. “Me gustaría que siguieran ayudando”, dice.
Pero Ivan aún no está seguro de si se puede confiar en el presidente Trump.
“Tengo dudas”, dice. En cuanto a confiar en el presidente Putin, responde: “No. Nunca”.
Aquí, incluso un alto al fuego temporal parece estar muy lejos.
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