Tres horas antes de que Otis entrara a las costas de Guerrero convertido en un huracán de categoría 5 -el más fuerte que haya golpeado a Acapulco en toda su historia- todo parecía normal en el puerto: restaurantes, comercios, gasolineras y hoteles operaban como de costumbre. Las alertas de la autoridad no preveían la magnitud de la catástrofe.
A las 9 de la noche había una llovizna pertinaz y un poco de viento y, en el complejo turístico Mundo Imperial, se inauguraba la XXXV Convención Internacional Minera, el evento más grande que había tenido Acapulco luego de meses de poca actividad.
Para ese momento, a los chats de hoteleros y comerciantes apenas había llegado un aviso de “alerta total”, emitido por la alcaldesa de Acapulco, Abelina López, quien dio una rueda de prensa para advertir que Otis había alcanzado categoría 4. “Es momento de extremar precauciones y esperar su furioso embate”, escribió en su cuenta de X a las 19:44 horas del martes 24 de octubre.
Pedro Haces Sordo, gerente del hotel Elcano y cónsul honorario de España en Acapulco, recuerda cómo fluyó la información aquel martes: a las 13:00 horas, las noticias que los hoteleros tenían por parte de la autoridad hablaban de un huracán categoría 1. A las 14:00 horas ya era categoría 2, y después de las 16:00 horas, ya se hablaba de un huracán categoría 3.
Hasta ese momento, él seguía en conversaciones con organizadores de la Convención Minera sobre la posibilidad de organizar una cena que se celebraría el miércoles 25 de octubre como parte de ese evento internacional que congregaba en Acapulco a alrededor de 10 mil personas.
Sin que nadie pidiera cancelar actividades o resguardar a los visitantes, la Convención Minera se inauguró a las 19:00 horas, con un mensaje del secretario de Gobierno del estado y un coctel de bienvenida. Lo único anormal era que la gobernadora, Evelyn Salgado, había cancelado su participación en la ceremonia, por lo que algunos de los asistentes permanecieron hasta después de las 22:00 horas en las inmediaciones del Mundo Imperial.
“Fue normal como hasta las 11 de la noche. A las 6 de la tarde, a las 7 de la tarde, todavía era una tarde como todas las de Acapulco, ni lluvia ni nada; y como a las 11 fue cuando empezó el aire a soplar muy fuerte”, recuerda el hotelero en entrevista telefónica.
“Había un coctel, que todavía se llevó a cabo, y sí, estaban concentrados la mayoría de los mineros en las sedes del evento. Nosotros, la actividad que íbamos a tener con ellos al día siguiente, desde la tarde les dijimos que no se iba a poder llevar a cabo. Pero en realidad nadie se imaginaba la magnitud, porque ellos mismos nos decían que si no se ponían tan mal las cosas, que se llevara a cabo esa actividad. Al final este huracán rebasó a todo mundo”, relata.
El aviso que recibieron los hoteleros de Acapulco después de las 8 de la noche -confirmado por el presidente de la República a las 20:06 horas en su cuenta de X- era que Otis tocaría tierra como huracán categoría 5, pero que esto ocurriría entre las 4 y las 6 de la madrugada del miércoles 25.
Por ello, la mayor parte de los establecimientos en la Zona Diamante, la Zona Náutica y Acapulco Dorado permanecieron abiertos hasta las 22:00 horas. Aunque, según el gerente de Elcano, muchos de los empleados de esos negocios comenzaron a regresar a sus casas desde la tarde. Incluso, las tiendas departamentales de la Costera Miguel Alemán bajaron sus cortinas a las 20:00 horas, por iniciativa propia y no por instrucciones del gobierno.
Finalmente, Otis tocó tierra a la medianoche, devastando todos los hoteles, restaurantes, comercios, edificios de departamentos y viviendas de Acapulco. Pero la falta de previsión se hizo más notoria durante el miércoles, cuando Acapulco amaneció destruido y sin autoridad.
En el hotel Elcano, con 180 habitaciones, la ocupación era del 45 por ciento, por lo que había menos de 300 huéspedes, que en su mayoría se refugiaron en los baños de sus habitaciones.
Cuando pasó el huracán, los huéspedes bajaron al lobby y, al amanecer, pudieron apreciar la destrucción de habitaciones, recepción, zona de alberca, palapas, salones y restaurantes.
Afuera del hotel la devastación era mayor y no había autoridad en las calles. No había energía eléctrica, teléfono ni internet, y nadie asistió a los hoteleros para ayudar a sus huéspedes a regresar a sus destinos.
“Si tú ves el hotel, la parte que da al mar y a la alberca, ves muchísimos colchones, y dices ‘cómo volaron estos colchones, cómo volaron muebles pesados, sillones, sofás camas’, todo eso voló. La gente fue bajando poco a poco, nosotros como teníamos preparados alimentos, pues se les dio de desayunar; después, algunos se fueron inmediatamente y los que se quedaron estuvieron durmiendo en el lobby y en un salón que tenemos. Unos se quedaron un día, otros dos días, porque hubo muchos coches dañados, y hasta el tercer día el gobierno puso autobuses para la gente que se quisiera ir. La gente no sabía ni qué hacer”, recuerda Haces.
Lee: Huracán Otis: ¿A qué hora y cómo alertaron autoridades de México y el centro de huracanes de EU?
Gabriela Martínez es presidenta de la Asociación Femenil de Ejecutivas de Empresas Turísticas de Acapulco, y coincide con el gerente de Elcano en que las autoridades sí avisaron, pero no acertaron ni en la magnitud ni en la hora precisa en la que pegaría el meteoro.
“Sería engañarte decir que no nos avisaron. Sí, sí nos dijeron, pero nunca nos dijeron que no iba a ser normal, no previeron ni la magnitud y no previnieron correctamente lo que se avecinaba”, señala la empresaria, también en una comunicación desde la Ciudad de México a Acapulco, “de hecho, el martes eran las 9 de la noche y había lloviznitas en algunas partes y no pasaba nada; la información que teníamos era que entraba entre las 4 y las 6 de la mañana; ésa era la información que yo tenía”.
La presidenta de la AFEET, que reúne aproximadamente a 15 hoteles de Acapulco, confirma que no hubo ningún aviso particular a los hoteleros para tomar medidas especiales, resguardar a los huéspedes o tomar previsiones para lo que vendría después del huracán.
Al día siguiente -recuerda- amaneció todo destruido y nunca llegó nadie a auxiliar a los turistas, a la población, a los hoteleros o a los comerciantes, que tuvieron que resignarse a que sus negocios fueran saqueados.
“Una cosa fue llevando a la otra; vino Otis y destruyó, y luego salió la gente a destruir lo que había quedado en pie. ¿Y cuándo apareció una ayuda?, nunca. Tú hasta el día de hoy no puedes ver camiones de recolección de basura del ayuntamiento; no hay policía vial, no hay policía turística, no hay nada; está llegando el Ejército por tandas, llegaron a salvaguardar los negocios cuando los negocios ya no tenían nada dentro”, comenta.
Gabriela Martínez informa que, en los días que siguieron al golpe de Otis, no hubo auxilio de alguna autoridad a los pequeños hoteleros de Acapulco, ni tampoco a las grandes cadenas, quienes tuvieron que arreglárselas para atender a sus huéspedes.
“Vamos a pensar que dijeron ‘no les avisemos para no generar pánico’, que sería una aberración, pero si ya se sabe lo que va a pasar se envían cuadrillas al día siguiente para entrar al puerto y resguardar la ciudad. Eso no se hizo. Estuvimos abandonados y seguimos abandonados”, comenta.
Otra empresaria hotelera de Acapulco, quien pide el anonimato por temor a represalias de la autoridad, asegura que la alerta no fue suficiente, y prueba de ello es que la vida era normal en el puerto hasta las 8 de la noche, cuando la alcaldesa Abelina López ofreció la conferencia de prensa en la que habló de “alerta total”.
“Teníamos la convención minera. Después de un septiembre muy difícil, en el que todos estábamos ávidos de que llegara turismo, estaba llegando este evento. Ese día era la inauguración, a las siete, siete y media y, es más, los mineros nos estaban reservando habitaciones y mesas en restaurantes; ni ellos tenían una idea. Iban llegando mineros a las 8, 9 y 10 de la noche, en vuelos que iban aterrizando para la convención”, relata.
El problema fue al día siguiente, cuando la falta de previsión provocó que, al desastre por el huracán, siguiera el desastre social.
La empresaria hotelera describe una ciudad caótica, en la que la ausencia de autoridad provocó el saqueo de tiendas, no sólo de alimentos y productos básicos, sino de boutiques de ropa y tiendas departamentales en las que la gente se llevaba juguetes, aparatos electrodomésticos, rollos de tela, muebles, sillas, mesas…
“A mí me tocó caminar para ver mis negocios, y había establecimientos, como La Parisina, el Office Depot, que tenían daños por el huracán, vidrios rotos, a lo mejor una inundación, pero que eran rescatables… Pero entonces empezaron los saqueos, y todos los locales que estaban abiertos comenzaron a ser rapiñados, y la autoridad no estaba. Vi que en un Oxxo la gente se llevó hasta el carrito de los helados, la máquina para calentar los hotdogs. Y la autoridad no existía. En unas tiendas había gente formada para pagar por sus mercancías, y en otras había gente llevándose todo. No contuvieron. A Acapulco lo devastó el huracán, pero también la rapiña, y no había policía ni autoridad alguna”, recuerda.
Las 48 horas que siguieron al huracán, describe esta habitante de Acapulco, fueron de un desgobierno total. El Ejército y la Guardia Nacional comenzaron a llegar desde el jueves 26, pero tomaron control del puerto hasta el viernes 27. Mientras tanto, cada quien se cuidó como pudo y las autoridades civiles brillaron por su ausencia.
BBC Mundo analiza, con la ayuda de expertos, los efectos del levantamiento de esta y otras sanciones a Cuba anunciado por la Casa Blanca.
En una inesperada decisión, el presidente estadounidense Joe Biden retiró a Cuba de la lista de EE.UU. de países patrocinadores del terrorismo.
La nación caribeña llevaba cuatro años en esa “lista negra” desde que el expresidente Donald Trump la incluyera en 2021 como una de las últimas medidas de su anterior mandato.
Cuba también formó parte de esta lista elaborada por el Departamento de Estado desde 1982 hasta 2015, cuando Obama la sacó como parte de su política de “deshielo” hacia el régimen entonces liderado por Raúl Castro y hoy a cargo del presidente Miguel Díaz-Canel.
La retirada de la lista de patrocinadores del terrorismo anunciada por la Casa Blanca podría durar poco, ya que Trump regresará a la presidencia el lunes 20 de enero.
Trump podría revertir la decisión de Biden de forma relativamente sencilla, sin necesidad de consultar con el Congreso.
Además, su designado secretario de Estado, Marco Rubio, aseguró este miércoles frente al Senado estadounidense no tener “duda alguna” de que el régimen de Díaz-Canel patrocina el terrorismo internacional.
Tras la salida de Cuba solo quedan tres países en la lista negra del Departamento de Estado: Corea del Norte, Irán y Siria.
Los países designados como patrocinadores del terrorismo enfrentan severas restricciones económicas, financieras y diplomáticas, como la prohibición de exportaciones de armas, la suspensión de ayuda económica, el bloqueo de créditos internacionales y limitaciones para acceder al sistema financiero global.
Por ejemplo, no pueden obtener préstamos del Fondo Monetario Internacional y otras instituciones globales.
Además, facilita demandas civiles en tribunales estadounidenses y afecta a su reputación internacional, complicando sus relaciones con otros países.
En el caso particular de la isla, estas sanciones ahondaban las que ya habían sido impuestas de manera más extensa por el embargo económico y comercial vigente desde la década de 1960.
“Desde entonces Cuba ya estaba sometida a duras restricciones incluidas en el embargo, así que la mayoría de las disposiciones que implicaba estar en la lista tampoco causaban mucho daño adicional”, le explica a BBC Mundo Robert L. Muse, abogado especializado en las sanciones de EE.UU. al país caribeño.
Pese a esto, Muse y otros expertos destacan al menos tres beneficios que le aporta a Cuba abandonar la lista de patrocinadores del terrorismo.
En primer lugar, podría favorecer a un sector clave en la economía cubana: el turismo.
Desde que en 2021 el Departamento de Estado incluyó a Cuba en su lista negra, toda persona que haya viajado a la isla está sometida a un escrutinio más severo para ingresar a Estados Unidos.
Por ejemplo, los ciudadanos de la UE y otros países como Chile, Corea del Sur o Japón que visitan un país incluido en la lista de patrocinadores del terrorismo pierden el privilegio de la exención de visado de turismo a EE.UU. bajo el programa ESTA.
Al eliminar a Cuba del listado, estas personas ya pueden viajar a la isla sin miedo a que en el futuro les exijan visado para ingresar a territorio estadounidense, lo que en teoría incentivará los viajes a la isla.
En todo caso, se desconoce cuál será el alcance real de la medida a la hora de reactivar el maltrecho sector turístico del país caribeño, que pasó de recibir 4,2 millones de visitantes en 2019 a menos de 2,4 millones en 2024, según estimaciones y a la espera de datos oficiales.
“Uno podría esperar que crezca la demanda de visitas de países de la Unión Europea, pero hay otros factores que influyen de forma negativa en el turismo, como la crisis económica, la escasez, los apagones y los problemas eléctricos”, indica a BBC Mundo el economista cubano Ricardo Torres, investigador de la American University en Washington DC.
Cuba vive una profunda crisis económica con escasez de alimentos, medicinas, combustible y casi todos los productos, así como frecuentes cortes eléctricos, lo que ha provocado en los últimos tres años un éxodo migratorio de sus habitantes, y también se considera un factor clave en el descenso del turismo.
En segundo lugar, la inclusión en la lista negra suponía para Cuba un obstáculo adicional a la hora de acceder a financiación exterior y participar en negocios internacionales.
“Como patrocinador estatal del terrorismo, los bancos e instituciones financieras rechazan las transacciones relacionadas con Cuba. Incluso si se les explica que son legales, se niegan a hacerlo. Es casi una reticencia supersticiosa a involucrarse en cualquier tipo de comercio con países que están en esa lista”, afirma el jurista Robert L. Muse.
Muse asegura que “es beneficioso salir de la lista porque tiene un efecto inhibidor en las instituciones financieras y los inversionistas”.
Pero, aunque Cuba se libra de un importante obstáculo, no implica que los bancos y organismos internacionales vayan a estar dispuestos a aportar financiación a un país técnicamente en bancarrota que en los últimos años ha incumplido la mayoría de los compromisos con sus acreedores, desde sus aliados China y Rusia hasta el Club de París.
Y si, pese a esto, hubiera entidades dispuestas a financiar a Cuba, podrían temer repercusiones si el país regresa más adelante a la lista de patrocinadores del terrorismo.
“Cuba estaba en la lista, Obama la eliminó, después Trump la introdujo de nuevo y ahora Biden la quita; entonces, durante el periodo en el que no están las sanciones, puedes involucrarte en transacciones que, si luego se reintroducen las sanciones, pueden crearte problemas”, explica el economista Ricardo Torres.
En tercer y último lugar, ser considerado por Estados Unidos un patrocinador del terrorismo perjudica la percepción internacional sobre Cuba, cuyo gobierno ha priorizado históricamente proyectar una imagen favorable al exterior.
“Quizás lo más irritante para los cubanos es el oprobio moral asociado con ser designado como una nación terrorista. Implica ser un régimen fuera de la ley, y Cuba se siente ultrajada por esa caracterización”, afirma Robert L. Muse .
Salir del listado, agrega, “tiene para la isla un beneficio simbólico: es una acción que elimina ese estigma”.
La retirada de Cuba de la lista negra del Departamento de Estado de EE.UU. es parte de un acuerdo más amplio entre Washington y La Habana, coordinado con la mediación de la Iglesia católica y que incluye la liberación de presos políticos en la isla.
Además de la retirada de la isla de la lista de patrocinadores del terrorismo, según medios estadounidenses, Washington se comprometió en el acuerdo a revertir dos decisiones con importantes implicaciones económicas adoptadas durante el primer gobierno Trump.
En primer lugar, rescinde un memorando de 2017 que prohíbe las transacciones de personas bajo jurisdicción estadounidense con una lista de empresas y subentidades controladas por las fuerzas militares, de inteligencia o de seguridad cubanas, como la poderosa GAESA que controla varios negocios en la isla.
Esto podría facilitar la reanudación del envío de remesas de cubanos en Estados Unidos a sus familiares en la isla por la vía legal, es decir, a través de empresas controladas por las Fuerzas Armadas, que acaparan gran parte del poder económico del país.
En la práctica, sin embargo, los cubanos cuentan con otros modos más efectivos y baratos de enviar y recibir dinero, como transferencias electrónicas no afectadas por las sanciones o efectivo a través de “mulas” que viajan entre los dos países.
En segundo lugar, la Casa Blanca suspenderá el título 3 de la ley Helms-Burton, que permite a estadounidenses presentar demandas ante los tribunales por propiedades expropiadas por el gobierno cubano desde la Revolución de 1959.
Trump activó en 2019 este título de la ley, que permanecía suspendido desde su promulgación en 1966 para evitar conflictos diplomáticos con países aliados cuyas empresas operan en Cuba.
“A partir de hoy, no se pueden presentar demandas contra, por ejemplo, una compañía hotelera española que ocupe terrenos sobre los cuales alguien reclama derechos de propiedad bajo el lenguaje de la Ley Helms-Burton”, explica Muse.
Así, las demandas ya presentadas seguirán adelante pero no se pueden iniciar nuevas.
En todo caso, matiza el abogado, “la responsabilidad por el uso de propiedades confiscadas sigue existiendo y esto crea un desincentivo a largo plazo para invertir en Cuba, ya que siempre persiste la posibilidad de que las demandas se reactiven”.
Como compensación por el alivio de sanciones, Cuba se comprometió a liberar a un número “significativo” de disidentes, activistas defensores de los derechos humanos, periodistas y manifestantes encarcelados a raíz de las históricas protestas de julio de 2021, las mayores en las últimas seis décadas a las que siguió una dura ola represiva.
El régimen de Díaz-Canel, que según organizaciones mantiene encerrados a más de un millar de presos políticos, se comprometió este martes a liberar de forma gradual a 553 personas condenadas por diversos delitos -sin especificar más detalles- y el miércoles sacó de la prisión a los primeros 14.
Según Muse, la decisión de espaciar la liberación de los presos podría ser una herramienta de negociación ante el inminente regreso de Trump a la Casa Blanca.
“Si Cuba regresa a la lista de patrocinadores del terrorismo, ¿dejará de liberar a prisioneros y podría culparse a la administración Trump de que permanezcan en la cárcel? Eso está por ver”, plantea el jurista.
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