Omar García Harfuch, titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), descartó que exista una relación entre el asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores cercanos de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, el atentado que sufrió él en junio de 2020 y el ataque al periodista Ciro Gómez Leyva en diciembre de 2022.
En conferencia de prensa, tras una reunión con la Junta de Coordinación Política en la Cámara de Diputados para presentar avances de la Estrategia de Seguridad, el funcionario dijo que no le gustaría “especular” porque está en curso la investigación sobre el doble homicidio ocurrido el pasado martes 20 de mayo, sin embargo, señaló que hasta el momento no hay ningún vínculo entre las tres agresiones.
“No hay ninguna relación al momento que indique que están vinculados el atentado que nosotros sufrimos o el atentado que sufrió Ciro Gómez Leyva a este. Son casos distintos, al momento no hay nada que los vincule, pero lo que sí queremos que la ciudadanía sepa es que son hechos que no van a quedar impunes”, sentenció Harfuch.
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El titular de Seguridad del gobierno de Claudia Sheinbaum reiteró su respaldo “absoluto” a Clara Brugada tras el asesinato de la secretaria particular y el asesor del gobierno capitalino. Además, dijo que la investigación está en manos de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, pero tiene “todo el apoyo y respaldo” de la dependencia a su cargo y la Fiscalía General de la República (FGR).
“No importa el tiempo que tarde, las investigaciones son firmes, son muy profesionales y vamos a dar resultados en este caso y ayudar a la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México en todo lo que sea necesario”, añadió.
Ximena Guzmán, secretaria particular de Brugada, y José Muñoz, asesor del gobierno de CDMX, fueron asesinados a temprana hora del martes 20 de mayo en la calzada de Tlalpan.
Tras los hechos, autoridades capitalinas iniciaron con las investigaciones correspondientes y llevaron a cabo el análisis de las cámaras de videovigilancia en la zona para tratar de identificar a los presuntos responsables.
El mismo día, la Secretaría de Seguridad Ciudadana de CDMX informó el aseguramiento de una moto, un casco y un chaleco a unas calles de la agresión directa a los colaboradores cercanos de Brugada, mientras que a poco más de dos kilómetros ubicó una camioneta de la marca Nissan de color azul. Esos fueron los primeros indicios sobre el caso.
Al siguiente día, el 21 de mayo, la fiscal de la Ciudad de México, Bertha Alcalde Luján, dio a conocer que se trató de una agresión directa que contaba con un grado importante de planeación.
Durante una conferencia sobre los avances del caso, la funcionaria detalló que hay cuatro sujetos presuntamente relacionados con el ataque: el autor material y tres personas más que apoyaron en la conducción de los vehículos en los que huyeron. Por el momento, se está procesando la información para localizarlos y detenerlos.
“Podemos decir que el evento efectivamente fue planeado, incluso en días previos se identificó la vigilancia de una persona a las víctimas en las inmediaciones del ataque”, detalló la funcionaria y agregó que el crimen fue perpetrado por sujetos con experiencia previa e implicó una inversión de recursos considerables, humanos, logísticos y materiales.
En tanto, el área de Asuntos Internos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de CDMX (SSC) inició una investigación este lunes tras darse a conocer que dos policías presuntamente habrían manipulado la escena del homicidio de Ximena Guzmán y José Muñoz.
A través de redes sociales circula un audio en donde una persona nombrada como Delta, e identificada como el jefe de patrullas, conversa con la jefa del sector Nativitas, y le cuestiona por qué movió indicios de la escena del crimen.
Sobre la “presunta detención de dos policías”, la cual no fue desmentida, por supuestamente alterar la zona del asesinato, la SSC informó que todos los indicios han sido entregados a la Fiscalía capitalina, que se inició una investigación interna y que se realizaron cambios en mandos policiales.
El 26 de junio de 2020 hombres armados atacaron el convoy del entonces secretario de Seguridad Ciudadana de la capital, Omar García Harfuch, mientras circulaba por calles de la colonia Lomas de Chapultepec.
El funcionario resultó con tres impactos de bala y lesiones por esquirla, tras una cirugía fue reportado como estable.
Tras el incidente murieron dos elementos de seguridad que se desempeñaban como escolta y una mujer que pasaba por el lugar en su vehículo.
Dicho ataque ocurrió luego de que varias personas llegaran en un camión de tres y media toneladas, bajaron portando armas largas y dispararon contra el entonces secretario de Seguridad.
El 20 de diciembre de 2024, Carlos David “N” y José María” “N”, dos personas relacionadas con la agresión, fueron sentenciadas a 86 años y ocho meses de prisión.
En tanto, en diciembre de 2022, la camioneta donde viajaba el periodista Ciro Gómez Leyva fue atacada a balazos cerca de su domicilio, en la colonia Florida, al sur de CDMX.
“Alguien, a juzgar por lo que ocurrió, por lo que me dijo la autoridad, el Ministerio Público, los peritos, me quiso matar anoche”, dijo la mañana del 16 de diciembre en su programa radiofónico.
Ese mismo día, Harfuch reconoció que el ataque al periodista fue directo y concretamente para atentar contra su vida.
“Lo que sabemos es que fue un ataque directo, fue un ataque en su contra, más que hablar de un hecho aislado hablamos de un hecho concreto, específico de atentar contra su vida”, sostuvo.
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Dos meses después, en febrero de 2023, el funcionario confirmó que uno de los autores materiales del atentado contra Gómez Leyva era conocido como “El Patrón” y que posiblemente estaba vinculado al Cártel Jalisco Nueva Generación.
Un par de meses después de atraer el caso, en octubre, la FGR informó sobre la detención de Armando Escárcega, “El Patrón”, presunto autor intelectual del atentado contra el periodista. El hombre fue capturado en la ciudad de Delano, California, Estados Unidos.
En junio de 2024, un juez dictó prisión preventiva oficiosa a Escárcega, esto tras ser extraditado por el gobierno de Estados Unidos a México.
“El Patrón” llegó a México la tarde del sábado 29 de junio. Fue entregado a elementos de la Fiscalía General de la República (FGR) y presentado ante un juez del Reclusorio Norte por los presuntos delitos de asociación delictuosa y tentativa de homicidio.
Esta película sobre la adicción a las drogas fue muy aclamada y criticada cuando se estrenó en 2000. Hoy, no es menos polémica.
Cuando el filme Réquiem por un sueño se estrenó hace 25 años, generó excelentes críticas y una acalorada polémica.
La proyección de medianoche en el Festival de Cine de Cannes culminó con una efusiva ovación de pie por parte de los 3 mil espectadores del auditorio.
Cuando se encendieron las luces y se vio a Hubert Selby Jr., autor de la novela de 1978 en la que se basó la película, las lágrimas corrían por sus mejillas.
La admiración de la crítica llegó pronto, y Peter Bradshaw, del diario británico The Guardian, dijo con entusiasmo que el director Darren Aronofsky había alcanzado las legendarias alturas de Orson Welles en cuanto a “energía, consistencia y dominio absoluto de la técnica”.
Sin embargo, la recepción fue muy distinta en el Festival de Cine de Toronto, donde algunos espectadores vomitaron de asco.
Con una clasificación para mayores de 17 años, la película recaudó apenas 7.5 millones de dólares con un presupuesto de 4.5 millones, y fue criticada duramente por algunos detractores por, como expresó Jay Carr en el Boston Globe, “refugiarse en una visión del infierno nacida de la comodidad burguesa”.
Lo que dividió la opinión de la crítica fue la forma en que Réquiem por un sueño retrataba a los drogadictos, con detalles desgarradores y en primer plano.
La película presenta a una viuda, Sara Goldfarb (interpretada por Ellen Burstyn), que se vuelve adicta a las pastillas para adelgazar con el objetivo de participar en un concurso televisivo.
Mientras tanto, su hijo Harry (Jared Leto) y su mejor amigo Tyrone (Marlon Wayans) traman un plan para enriquecerse vendiendo heroína. Cuando las cosas se complican, presionan a Marion (Jennifer Connelly), la novia de Harry, para que intercambie sexo por drogas.
La trama se arremolina como un torbellino que los arrastra hacia sus espantosos destinos: torturas con electrochoques, amputación de un brazo gangrenoso, reclutamiento en una cuadrilla de trabajo penitenciario supervisada por un guardia racista y explotación sexual.
Darren Aronofsky quiso ofrecer al público un bombardeo sensorial que imitara la experiencia de la adicción.
Pero terminó haciendo mucho más, provocando serios debates sobre el libre albedrío del adicto, la línea entre la observación compasiva y el voyerismo explotador, y el tóxico canto de sirena del propio sueño americano.
Veinticinco años después, estos debates siguen latentes.
La idea de la película surgió cuando el productor Eric Watson vio una copia de la novela de Selby en la estantería de Aronofsky en 1998.
“Darren me dijo que había tenido que dejarla a la mitad; era demasiado oscura e implacable, y eso me intrigó”, le dice Watson a la BBC.
“Le pregunté si podía prestármela para leer en un viaje de esquí con mis padres. Me arruinó las vacaciones por completo. Al volver, le dije a Darren: ‘Esta es la indicada; tenemos que hacer esta película’. Así que adquirimos los derechos de la novela por 1.000 dólares, y Darren escribió el guion”.
Aronofsky y Watson enviaron el guion a todos los grandes estudios. ¿La respuesta?
“¡Silencio!”, recuerda Watson. “Nadie se molestó en llamarnos para rechazarlo”.
Sin desanimarse, consiguieron la mitad de la financiación que necesitaban de Artisan Entertainment y contrataron a un productor independiente, Palmer West, para que les ayudara a reunir el resto de un presupuesto ajustado.
El proceso de casting también resultó complicado.
“Tobey Maguire, Adrien Brody, Joaquin Phoenix, Giovanni Ribisi… todos exploraron el proyecto o se presentaron a la audición para interpretar a Harry, pero rechazaron el papel”, recuerda Watson. “Era un riesgo demasiado grande para sus carreras”.
Una vez elegidos, Leto, Connelly, Wayans y Burstyn se esforzaron por lograr autenticidad en sus interpretaciones.
Leto perdió 11 kg y convivió con heroinómanos sin hogar en el East Village de Nueva York.
Wayans recorrió sin camisa las gélidas calles de Brighton Beach, en Brooklyn, en febrero.
Al comenzar el rodaje, Burstyn simuló la pérdida de peso poco saludable de su personaje poniéndose un traje de 18 kg para sus primeras escenas, luego cambiándolo por uno de 9 kg y, finalmente, tomándose dos semanas de descanso y perdiendo 4.5 kg con una estricta dieta de sopa de repollo.
Aronofsky, inspirado por los planos de Spike Lee en “Haz lo que debas”, utilizó tomas SnorriCam (cámaras acopladas al cuerpo del actor) para transmitir una sensación de disolución de la realidad externa.
A esto añadió pantallas divididas, aceleraciones y desaceleraciones, fundidos a blanco, tarjetas de título, espirales de cámara, lentes ojo de pez, planos generales extremos, pixelaciones y puestas en escena surrealistas.
Todas eran herramientas para imitar las distorsiones sensoriales inducidas por los opioides.
Pero aunque estos efectos visuales generaron entusiasmo, la visión de la película sobre la adicción a las drogas generó controversia.
Mientras que Trainspotting (1996) había sido criticada por glorificar la estética de la “heroína chic”, Réquiem por un sueño se percibía como un retrato incesantemente sombrío del consumo de sustancias.
La imagen de una “espiral” se convirtió en la metáfora preferida de la crítica para describir la idea de la película de que los adictos, una vez enganchados, son arrastrados casi inexorablemente hacia finales horribles.
“Lamento decir que la forma en la que describe la trayectoria de la adicción a la heroína es notablemente precisa”, afirma David J. Nutt, profesor de neuropsicofarmacología en el Imperial College de Londres.
“La mayoría empieza a consumir por desesperación o desesperanza, pero muchos, como Harry y Tyrone, ven el narcotráfico como una aventura empresarial, como una forma de ganar dinero rápido y luego seguir adelante con sus vidas. Pero rara vez termina bien”.
Por otro lado, el profesor Nutt considera a Sara Goldfarb un símbolo de toda una generación de amas de casa de las décadas de 1950 y 1960 a las que se les recetaron anfetaminas sin supervisión médica adecuada.
En cuanto al destino de Marion, afirma que hoy en día “los proxenetas siguen controlando y abusando de las mujeres explotando sus adicciones”.
Pero lo fundamental de la película, añade Nutt, es que dramatiza la adicción como un trastorno químico cerebral que induce conductas compulsivas.
“No recurres a la reutilización de puntos de inyección extremadamente dolorosos a menos que seas presa de impulsos irresistibles”, afirma.
No todos los expertos en adicciones están de acuerdo.
Gene Heyman, profesor titular del departamento de Psicología y Neurociencia del Boston College, le dice a la BBC que Réquiem por un sueño describe admirablemente la euforia de la iniciación en las drogas, seguida de episodios de abstinencia cada vez más intensos y dolorosos.
Pero ahí termina su precisión.
“Esta película cuenta una historia conocida: una vez adicto, siempre adicto, y es necesariamente una trayectoria descendente de la que nadie se recupera”, dice Heyman.
“Y eso es completamente falso. Todos los datos epidemiológicos muestran que, a los 30 años, la mayoría de los consumidores habituales de drogas maduran y dejan de consumir, no vuelven a consumir, y lo hacen sin tratamiento ni intervención profesional. “Eso son solo los datos, no mi opinión. Están ahí para que todos lo vean”.
Por su parte, Watson se exaspera al responder preguntas sobre la veracidad de la adicción en Réquiem por un Sueño.
“Hubert Selby fue muy activo en AA y NA [Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos], pero nuestra película nunca tuvo la intención de ser un documental ni un panfleto sobre el camino a la recuperación”, dice.
“No, no es realista. Es surrealista. Relájense”.
El propio Selby siempre insistió en que consideraba la drogadicción solo una manifestación del poder seductor del sueño americano y de lo que consideraba sus efectos tóxicos.
Antes del estreno de la película, escribió un nuevo prólogo para su novela, que decía: “Obviamente, creo que perseguir el sueño americano no solo es inútil, sino autodestructivo, porque en última instancia lo destruye todo y a todos los que lo componen”.
Muchos críticos han llegado a considerar que Réquiem por un sueño está en la misma línea que El gran Gatsby (1925) y Revolutionary Road (1961), obras que exponen el lado oscuro del mito estadounidense.
Con su televisión y su comida basuras, la película se circunscribe en un ambiente de adicciones específicamente estadounidense, afirma Kevin Hagopian, profesor de Estudios de Medios en la Universidad Estatal de Pensilvania.
“El concurso televisivo que cautiva a Sara se centra en crear una alegría ansiosa, exagerada y falsa”, dice.
“Aquí hay una búsqueda desmedida de panaceas irrealistas, un atajo hacia una solución rápida para no tener que pensar nunca en el propósito de la vida. Aquí, el sueño americano no es lo que hay que perseguir, sino el villano definitivo. Y esa crítica es tan devastadora para los mitos que nos sostienen que no es de extrañar que mucha gente no la acepte”.
Danny Leigh, ahora crítico de cine del diario Financial Times, elogió efusivamente Réquiem por un sueño en la revista Sight and Sound cuando se estrenó.
“Me cautivó lo que era: sin duda, una obra cinematográfica con estilo, con un crudo brío cinematográfico”, le dice Leigh a la BBC.
“Trainspotting había sido un acontecimiento cultural trascendental, que desencadenó un momento de vértigo en la cultura británica del momento, y vi ‘Réquiem por un sueño’ como una poderosa corrección, una advertencia casi paródica que golpeó con fuerza”.
Sin embargo, con el paso de los años, Leigh ha desarrollado recelos sobre la obra de Aronofsky.
“He llegado a sentir que hay cierta lascivia en su cine, como si se entrometiera en situaciones emocionalmente desesperadas y aplicara una condescendencia desagradable, incluso voyerista, a circunstancias trágicas”.
Leigh señala que este impulso alcanzó su extremo más grotesco en La Ballena (2022) de Aronofsky, en la que un profesor de inglés solitario y con obesidad mórbida, interpretado por Brendan Fraser, come hasta morir.
Hagopian, en cambio, considera que Aronofsky ha demostrado una genuina curiosidad por comprender a las personas marginadas de la sociedad.
“Muchas películas experimentales crean lo que yo llamaría ‘pesadillas de distanciamiento psíquico'”, opina.
“Piensen en Terciopelo azul (1986) de David Lynch, La pianista (2001) de Michael Haneke o Tenemos que hablar de Kevin (2011) de Lynn Ramsay; en todas ellas, nunca sabemos qué piensan o sienten realmente los personajes”.
Réquiem por un sueño, añade, adopta el enfoque opuesto al lograr lo que él llama una “pesadilla de intimidad psíquica”.
“Nos vemos tan cerca de los personajes que, en algún momento, su dolor y trauma parecen filtrarse en nuestra conciencia.
“Puede resultar claustrofóbico, incluso invasivo. Pero para mí, ese es el tipo de cine más valiente, y explica por qué esta obra de arte, ya sea que la admires o la detestes, queda grabada para siempre en la mente de las personas”.
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