Pobladores de la comunidad de Chautipan en Guerrero protestaron el viernes por la tarde frente a la Fiscalía General del estado e informaron que no son diez las personas integrantes de una familia de comerciantes desaparecidas sino que se trata de 17, entre ellos cuatro menores de edad.
Los manifestantes exigen la búsqueda de sus familiares y amigos dedicados a la venta de trastes y utensilios de aluminio.
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De acuerdo con la familia, las primeras desapariciones ocurrieron el 22 de octubre cuando los comerciantes acudiaron al municipio de Chilapa, posteriormente quienes han acudido en la búsqueda, también se desconce su paradero.
Por el momento, se mantienen activas 10 fichas de búsqueda de la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas (CEBP),, sin embargo, los inconformes aseguraron que hay otras 7 personas sin ser localizadas.
La Fiscalía de Guerrero ha informado de la búsqueda de 10 personas en la región Centro de Guerrero, y que inició una carpeta de investigación por el delito de desaparición cometida por particulares contra ese número de personas, de las que se tiene denuncia formal.
Las búsquedas se realizan en el municipio de Chilapa de Álvarez y se extiende a las localidades de Santa Fe, Loma Larga, Colotlipa y Tlanicuilulco, en el municipio de Quechultenango.
El pasado 30 de octubre, la Fiscalía General del Estado (FGE) inició un operativo de búsqueda de 10 familiares desaparecidos, que fueron vistos por última vez en los municipios de Chilapa y Quechultenango.
De acuerdo con los reportes de la dependencia, los desaparecidos, oriundos de Chautipa, municipio de Chilpancingo, desaparecieron en distintas fechas de este mes de octubre cuando se dirigían al municipio de Quechultenango a vender enseres de cocina, refiere la FGE.
El 22 de octubre, tres hombres y tres menores de este grupo de desaparecidos que salieron hacia Quechultenango, fueron vistos por última vez en El Epazote, municipio de Chilapa.
Posteriormente, dos hombres y dos mujeres, parientes de los primeros seis desaparecidos, se dirigieron a Quechultenango a buscarlos, pero, ahora, éstos también están desaparecidos. La última vez que se les vio fue en Tlanicuilulco, municipio de Quechultenango.
La Fiscalía emitió una ficha de búsqueda, siete de alerta Amber por la desaparición de los menores de edad, Leandro Geovani Francisco Sacristán, de 14 años; Raymundo Santos Francisco, de 13 años, y Diego Alfoso Francisco Sacristán, de 16 años.
En tanto, la Alerta Alba se aplicó para la búsqueda de Flor Itulia Cabrera Sánchez, de 53 años, y Clara Cabrera, de 30 años.
Por la alerta “Has Visto A”, la FGE inició la búsqueda de Alfonso Francisco Cabrera, de 35 años; José Enrique Francisco Cabrera, de 26 años, y Mario Francisco Millán, de 49 años.
Héctor Santos de la Cruz es otro de los desaparecidos, pero aún no se ha emitido la ficha de búsqueda, porque sus familiares no han llevado su fotografía.
Chautipa se una población de la sierra del municipio de Chilpancingo que en la última década ha sido afectada por la tormenta tropical Manuel y los huracanes Ingrid, Otis y John.
Es del dominio público que tanto en el municipio de Chilapa como en el de Quechultenango opera un grupo criminal.
Con información de Amapola Periodismo
Los puertorriqueños solo podrán votar en la elección presidencial si residen en otros lugares de Estados Unidos.
La broma ofensiva sobre Puerto Rico de un humorista en un mitin de Donald Trump el pasado domingo en Nueva York ha colocado a la isla en el centro de la recta final de la campaña electoral en Estados Unidos.
Tony Hinchcliffe dijo que Puerto Rico es “una isla de basura flotando en mitad del océano”, lo que causó indignación general en la comunidad boricua.
Pese a que uno de los portavoces de la campaña republicana dijo que Hinchcliffe “no refleja las opiniones de Trump”, el comentario ha vuelto a poner el foco en la situación de Puerto Rico y su estatus dentro de Estados Unidos, país al que pertenece y que en pocos días celebra su elección presidencial, en la que, paradójicamente, los habitantes en la isla no podrán votar.
El hecho de que los habitantes de Puerto Rico no puedan votar para elegir al presidente de EE.UU. es una de las razones por las que muchas voces dentro y fuera de la isla denuncian un trato discriminatorio por parte de Washington, hasta el punto de que es a menudo descrita como una “colonia”.
Aunque sí pueden hacerlo en las primarias de los partidos para elegir a sus candidatos, los 3,4 millones de ciudadanos estadounidenses que residen en Puerto Rico no pueden votar en la elección presidencial.
Puerto Rico es uno de los territorios de Estados Unidos, entidades administrativas fuera del continente americano que están bajo soberanía de Washington pero no son estados de la Unión.
Los habitantes de estos territorios no pueden participar en la elección presidencial aunque la mayoría tiene la ciudadanía estadounidense por haber nacido en ellos. Es lo mismo que les sucede a los naturales de Guam, las Islas Marianas del Norte y las Islas Vírgenes de Estados Unidos.
Paradójicamente, sí pueden votar los puertorriqueños que viven en alguno de los 50 estados o en el Distrito de Columbia.
Y su peso electoral no es en absoluto desdeñable.
Según el Pew Research Center, alrededor de 6 millones de puertorriqueños con derecho al voto viven en el Estados Unidos continental, lo que los convierte en el segundo colectivo de votantes hispanos más numeroso.
Por eso, puede que los comentarios de Hinchcliffe no le salgan totalmente gratis a Trump.
El sistema electoral consagrado en la Constitución de Estados Unidos establece que el presidente será elegido por un Colegio Electoral formado con representantes de cada estado, lo que excluye de facto del voto a los estadounidenses que viven en territorios que no son estado.
Por tanto, ni los puertorriqueños ni el resto de estadounidenses residentes en Puerto Rico pueden votar en la elección presidencial.
La Constitución fue redactada en 1787, cuando Estados Unidos emergía como nación independiente de Gran Bretaña y Puerto Rico era aún parte del imperio español.
Los delegados de las 13 colonias británicas reunidos entonces en Filadelfia para fijar las reglas básicas del nuevo país no imaginaban que este acabaría haciéndose con lo que entonces era una isla española en el Caribe.
Pero en 1898 Estados Unidos derrotó a España en una guerra en la que esta perdió sus últimas posesiones coloniales.
Tropas estadounidenses tomaron el control de Puerto Rico y en el Tratado de París firmado ese mismo año, la isla pasó a estar bajo soberanía de Washington.
Sin embargo, eso no implicó la concesión inmediata de la ciudadanía estadounidense a sus habitantes, que se vieron excluidos de algunos derechos que la Constitución reconoce a otros estadounidenses.
La Corte Suprema de Estados Unidos se pronunció sobre el tema en 1901 en una serie de polémicas decisiones conocidas como los Casos Insulares.
Según explica Luis Fuentes-Rohwer, profesor de Leyes en la Universidad de Harvard, la Corte dictaminó entonces que “hasta que el Congreso decida que sean incorporados (Puerto Rico y los otros territorios de Estados Unidos), se quedarían en un limbo”.
Fuentes-Rohwer asegura que el lenguaje de los Casos Insulares “presenta a la gente de estos territorios como menos humanos, como primitivos e indignos de todo, incluida, por supuesto, la ciudadanía”.
Pese a que muchos historiadores y juristas la definen como racistas y discriminatorias, la Corte Suprema nunca ha revisado la doctrina sentada en los Casos Insulares.
En 1940 la Ley de Nacionalidad les otorgó la ciudadanía a todos los puertorriqueños, aunque muchos habían accedido a ella gracias a disposiciones anteriores.
Y en 1952 Estados Unidos permitió finalmente a Puerto Rico redactar su propia Constitución y desarrollar un autogobierno limitado.
El nuevo Estado Libre Asociado de Puerto Rico podía elegir un gobernador y unos poderes legislativo y judicial propios.
Pero el control fronterizo, la defensa, las relaciones exteriores, y otras competencias principales siguieron en manos del Congreso y del gobierno federal en Washington DC.
Y en la elección del presidente del Ejecutivo, Puerto Rico sigue sin poder votar, como tampoco puede hacerlo el único representante que tiene en el Congreso.
En la isla se han llevado a cabo en los últimos años varios referendos sin valor jurídico sobre cuál debe ser su relación con Estados Unidos.
En el último en 2020 una mayoría de votantes votó a favor de que Puerto Rico se convierta en un nuevo estado de Estados Unidos, como los 50 actuales.
Pero esas votaciones han sido cuestionadas por su carácter no oficial y la baja participación en ellas.
Y en el Congreso estadounidense nunca ha habido un interés real por convertir a Puerto Rico en un estado, una decisión que alteraría el reparto del poder político en Washington, ya que les daría a los puertorriqueños dos senadores y una representación proporcional a su población en la Cámara de Representantes.
El malestar por la falta de influencia y poder en Washington ha contribuido al crecimiento de un movimiento independentista en Puerto Rico en los últimos años y por primera vez un candidato que aboga por la independencia, Juan Dalmau, aparece en las encuestas con opciones reales de ganar las elecciones a gobernador, que se celebran el mismo día que las presidenciales estadounidenses.
Ronald Ávila Claudio, experto en Puerto Rico de BBC Mundo, explica que “muchos puertorriqueños, sobre todo los más jóvenes, se cuestionan los beneficios de la relación actual con Estados Unidos”.
Estos puertorriqueños creen que “la falta de poder político tiene mucho que ver con el poco interés de Washington en poner a Puerto Rico en el centro de su agenda”, dice Ávila Claudio.
A eso se suma la “profunda crisis económica que desde hace más de dos décadas vive Puerto Rico y que hace que toda una generación enfrente la falta de oportunidades y los problemas derivados de una infraestructura débil”.
El huracán María, que en 2017 arrasó la isla, y la tardía y para muchos insuficiente respuesta del gobierno federal, entonces en manos de Donald Trump, aumentaron el malestar de los boricuas con el trato que reciben de Estados Unidos.
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